jueves, 16 de febrero de 2017
CAPITULO FINAL (PRIMERA HISTORIA)
Con el gato calentándole los pies y la música un poco baja, Pedro se estiro en el sofá de la sala de estar con un libro y un vaso ancho de Whisky Jameson.
Recordó que había pasado veladas como esa en invierno, al terminar el trabajo, con el gato y un libro por toda compañía.
Y eso ya le bastaba.
Deseó estar junto a la lumbre. Claro que entonces necesitaría una chimenea. De todo modos, el fuego habría añadido un agradable toque civilizado a eso de «pasemos la Velada en casa>> Al estilo de las grandes obras de teatro.
El profesor y su gato junto al fuego, leyendo en una noche de nevada.
Casi podía ver el retrato que habría hecho Paula, y la idea le divirtió y complació a la vez.
Deseó que ella estuviera allí. Estirada en el sofá de enfrente para que pudiera verle la cara cada vez que alzase la vista de la novela. Compartiendo el silencio de una noche de invierno y un fuego imaginario.
«Un día -pensó-, cuando esté lista.>> Una parte de él ya lo estaba el día que volvió a verla; no tenía ningún sentido negarlo. Tan pronto vio, amó, parafraseando a Rosalinda. Y el resto de él no tardó en seguir el ejemplo de sus ojos. Sin embargo, ella no había sentido esa chispa, la antigua llama que espera revivir, como le había pasado a él.
En esa ocasión se trataba de un hombre y una mujer, no de un chico y una chica.
No podía culparla por necesitar más tiempo.
-Bueno, un poco quizá sí --le dijo a Tríada-. No tanto por necesitar más tiempo como por no confiar en sí misma.
¿Cómo una mujer que derrocha tanto amor no cree en él?
Sí, ya lo sé. La querida mamá, el padre ausente... Muchas heridas que lamerse.
Esperaría. La amaría y estaría con ella. Y la esperaría.
Volvió a retomar el libro y se dejó acunar por el silencio y el viaje por el que le llevaba la narración. Levantó el vaso de Whisky y bebió un sorbo. Alguien aporreó entonces la puerta y, sobresaltándose, se derramó el Whisky encima de la camisa.
-Vaya, mierda.
Se quitó las gafas y las dejó sobre la mesa, al lado del libro.
Tríada protestó cuando él apartó los pies.
-No es culpa mía. Es del loco que ha salido a la calle en una noche como esta.
Se levantó con reticencia, y entonces le vino al pensamiento la idea de que quizá alguien había tenido un accidente y llamaba a su puerta en busca de ayuda. Aceleró el paso imaginando una Resbaladiza carretera con coches patinando y estrellándose. Cuando abrió la puerta, se encontró a Pau entre sus brazos.
-¡Pedro!
-Paula. -La alarma le provocó un nudo en el estomago-. ¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido?
-Todo. -Pau incrustó los labios en su boca-. Ha pasado de todo.
-¿Es en la finca? -Una imagen de fuego le vino al pensamiento-. ¿Ha habido un incendio? O...
-No -dijo ella aferrándose a él-. Tú me has encontrado.
-Tienes frío. Ven, dentro se esta más caliente. Tienes que sentarte. Lo que haya pasado no...
-Olvidé los guantes. -Se rió y le besó otra vez-. Y tampoco pensé en encender la calefacción del coche. Olvidé hacer la cama. No sé por qué creía que era algo tan importante.
-¿Te has dado un golpe en la cabeza? -Pedro la apartó un poco para mirarla a los ojos. No le pareció que estuviera conmocionada, pero tenia la mirada un poco extraviada-. ¿Has estado bebiendo? ¿Conducías bebida? No puedes...
-No he estado bebiendo. Pensaba en tomar un buen vino y practicar sexo telefónico en la bañera, pero eso fue antes de darme cuenta de que no había hecho la cama ni metido los calcetines en la cesta de la ropa. -Pau notó un olor especial-. Aquí ha estado bebiendo alguien. ¿Eso es Whisky? Pedro, ¿bebes whisky?
-A veces. Esta noche hace frío, y la nieve y... Espera un momento.
-¿Lo ves? Siempre me sorprendes. Pedro bebe Whisky cuando nieva de noche -comentó Pau haciendo una pirueta-. Y puede encajar un puñetazo en la cara. Compra pendientes de brillantes y se ríe con su padre en la cocina. Oh, ojalá hubiera tenido mi cámara para robar ese momento y enseñártelo. Tienes que darme otra oportunidad, cuando no esté intentando superar los nervios y la envidia. Pero tengo otra foto para ti. -Sacó una caja del bolsillo hondo de su abrigo-. Tercera parte del regalo.
-Dios santo, Pau, ¿has conducido hasta aquí con este tiempo para regalarme una fotografía? Podrías haberte hecho daño, tenido un accidente. podrías...
-Sí, podría. Estas cosas pasan. Pero no ha sido así, y ahora estoy aquí. Ábrela.
Pedro se pasó la mano por el cabello.
-Dame tu abrigo.
-Ya me ocupo yo de mi abrigo. Abre la caja Y mira lo que hay dentro. -Pau se quitó el abrigo y lo dejó sobre la barandilla-. Este es mi estilo. Dejar tirado por ahí el abrigo- Y encima, a ti te da igual. A lo mejor un día te dará rabia. ¿Y que? Abre el regalo, Pedro.
Pedro deshizo el lazo y empezó a abrir la caja. El rostro de Pau apareció sonriéndole, con la mejilla pegada a la suya.
Recordó el beso, la ilusión con que ella quiso hacerle ese regalo. La calidez del momento y la sensación del roce de su piel en la cara.
-Es preciosa.
-Lo es. Yo me he quedado una del beso. No te diste cuenta cuando hice la foto. Es un gran beso, una imagen fantástica. Pero esta... esta somos nosotros. Mirando hacia la cámara, hacia delante. Esta noche, después del trabajo y de intentar arreglar lo que no puede controlarse, ni predecirse... lo bueno y lo malo, la felicidad y la tristeza... y entonces el armario. Tenia liadas todas las blusas, y vi tu chaqueta dentro.
-Oh, debí de haberla dejado cuando...
-Da igual. De eso se trata. No importa que mi madre sea mi madre, o que las cosas no salgan exactamente como piensas que tendrían que salir. Lo que importa son los momentos. Y eso lo sé mejor que nadie, pero nunca me lo aplico a mi misma. A mi, no. Lo que importa son las personas, cómo se sienten, como conectan, quiénes son, solas y acompañadas. Todo eso es lo que importa, por muy deprisa que pase el momento. Quizá porque pasa. Lo que importa es que tú eres la mariposa azul
-¿Soy… qué?
-Venga, profesor, doctor Alfonso… Usted conoce de sobra las metáforas, las analogías y los símbolos. Te metiste volando en mi vida, aterrizaste en ella de un modo inesperado. Puede que milagroso. Y surgió el retrato. Lo que ocurrió fue que tardé bastante en verlo.
-No soy... Ah, el retrato. El «día de la boda», el que sacaste cuando eras una niña.
-Son epifanías. Tuve una entonces, y he tenido otra esta noche. Esto es lo que quiero -dijo Pau tomando la fotografía de entre sus manos-. La quiero... aquí.- Se volvió y eligió un lugar que vio en una de sus estanterías-. Quiero esto. Queda bien, ¿no?
Pedro notó que le daba un vuelco el corazón.
-Sí. Es su lugar.
-No viene con garantía. ¿Cómo iba a tener garantía? No es un coche ni un ordenador. Es la vida, y la vida es un lío, y las cosas cambian. Te hago una promesa: intentarlo. Quiero prometerte que voy a intentarlo, Pedro. -Regresó donde estaba el y acercó las manos a su rostro-. Pedro Alfonso, te quiero.
Cuando se le deshizo el nudo que le atenazaba el estomago, Pedro se reclinó en la frente de la joven.
-¿Quieres volver a repetirlo?
-Es la primera vez que se lo digo a alguien... de esta manera, quiero decir. No sé por qué pensé que costaría tanto. No cuesta. Te quiero. Quiero lo que somos cuando estamos juntos. Amo lo que creo que podríamos llegar a ser. Y sé que voy a joderlo. Tú también, no eres perfecto. Nos haremos daño y reiremos juntos. Haremos el amor y también nos pelearemos. Quiero que prometamos que intentaremos no dejarlo correr. Lo único que podemos hacer es intentarlo.
Pedro la besó en los labios. Allí tenía la promesa, pensó. Lo que había esperado. Paula a su lado, diciéndole que le quería.
-Me alegro tanto de que no hicieras la cama.
Pau ahogó una carcajada mientras le besaba y luego se echó hacia atrás.
-Eso y muchas otras cosas mas me llevaron a un momento de absoluta claridad. Necesitaba contártelo. No podía esperar. Tú eres mejor que yo esperando.
-Valía la pena. Mira lo que he conseguido.
-Quiero decirte otra cosa. El día de San Valentín, nuestro día de los Enamorados, cuando no vi un anillo en el estuche, en parte me quedé decepcionada. Eso fue lo que me dio miedo, pero ahora ya no estoy asustada.
Pedro la miró fijamente, y lo que vio en sus ojos hizo que le latiera con fuerza el corazón.
-Quiero pasar el resto de mi vida contigo, Paula.
-Y yo te pido que me lo pidas.
Pedro le rozó la frente con los labios.
-Amo tu cara y tus manos -le dijo él antes de besarle las palmas-. Cómo te mueves cuando tienes la cámara en la mano, el modo en que curvas la espalda cuando estás inclinada sobre el ordenador. Conservo docenas de imágenes, retratos y momentos tuyos. Los tengo grabados en la cabeza, en el corazón. Quiero otra vida para disfrutarlos. Cásate conmigo.
-Sí.
-Sí. -La atrajo hacia sí y la abrazó-. Pau ha dicho que sí. Casémonos en junio.
La joven se echó hacia atrás.
-¿En junio? Lo tenemos todo completo. Eso es lo que... -Pedro sonrió y Pau lo miró fingiendo haberse enfadado--. Muy gracioso, Pedro.
Pedro volvió a abrazarla sin dejar de reírse.
-Aceptaré la primera fecha que tengáis libre, si a ti te conviene.
-Trato hecho. Y en nombre de mis socias, déjame decirte que Votos esta encantada de ofrecerte sus servicios y promete organizarte la boda perfecta.
-Te tengo a ti. Ya es perfecta.
Pau se estrechó contra él, con fuerza, muy cerca, mientras se besaban. Y luego apoyó la cabeza en su hombro y suspiró.
Sus rostros le sonrieron desde la librería. Momentos que llegaban y pasaban, pensó. El amor era lo que los unía y les daba vida.
Y ella tenía amor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Hermosísima historia. Me encantó.
ResponderEliminarMe encantó el final, hermosa la novela
ResponderEliminar