jueves, 16 de febrero de 2017

CAPITULO 54 (PRIMERA HISTORIA)






Pedro metió un fajo de trabajos en su maletín, que se colaron en el compartimiento donde guardaba los exámenes y se mezclaron con ellos. «Mis deberes», se dijo. Se preguntó si los estudiantes eran conscientes de cuántos deberes se llevaban a casa cada día los profesores.


En la pizarra de atrás había escrito el enunciado de los trabajos que leería esa noche: «Analiza y compara las actitudes y la filosofía de Rosalinda y Jaques sobre el amor y por qué crees que cada uno se aferra a ellas».


<< Lo optimista y lo pesimista. La melancolía y la alegría», pensó. Su objetivo al obligarles a estudiar en profundidad la obra había sido guiar a sus estudiantes bajo la apariencia de lo que podría parecer una comedia romántica intrascendente, llena de bromas y ocurrencias, hasta dar con las corrientes más profundas.


Y el objetivo de todo aquello, suponía, era hacer que los estudiantes pensaran.


-Perdone, ¿es el doctor Alfonso?


Pedro se volvió y vio a una mujer en la puerta.


-Sí. Dígame, ¿En qué puedo ayudarla?


-Me llamo Susana Byers y soy la madre de Gabriel.


-Encantado, señora Byers. Pase.


-Esperaba encontrarlo antes de que se marchara de la escuela. No le robaré demasiado tiempo.


-No se preocupe.


-No pude ir a la reunión de padres porque tenía la gripe. Quería asistir sobre todo para hablar con usted. Supongo que ya sabe que Gabriel no empezó demasiado bien el año pasado. Y este año tampoco ha estado muy brillante en el pistoletazo de salida.


-A mí me parece que ha progresado mucho, que está poniéndose al nivel que toca. Es listo. Su participación en clase va mucho más activa, y este último semestre han mejorado las notas de sus trabajos y también de los exámenes.


-Ya lo sé. Y esa es la razón por la que quería hablar con usted. Su padre y yo habíamos estado valorando si lo despuntábamos de la academia.


-Espero que no lo hagan. Gabriel…


-Lo estuvimos valorando -lo interrumpió la señora Byers-. Trabajamos con él, lo amenazamos, lo sobornamos e intentamos ponerle un profesor particular. Nada. Teníamos la sensación de que estábamos tirando el dinero con sus estudios. Hasta hace unos meses. Fue como si se le encendiera una lucecita. Habla de libros. Estudia en serio. Se decepcionó mucho cuando sacó un notable en el último examen que les puso usted. Me quedé sin habla durante diez minutos cuando me dijo, un poco acalorado, que sacaría un sobresaliente en el siguiente examen.


-Podría hacerlo. Tiene las aptitudes.


-Siempre está hablando de usted. El doctor Alfonso dice, el doctor Alfonso piensa... Sus notas en las demás clases van mejorando... no de manera espectacular, pero mejoran. Gracias a usted.


-Gracias a Gabriel.


-Usted lo animó para que se sintiera capaz. Para que lo consiguiera. Nos ha dicho que quiere elegir el curso que da usted eI año que viene sobre escritura creativa. Piensa que le gustaría ser escritor. -Se le humedecieron los ojos-. El año pasado aprobó por pelos y tuvimos una reunión con el tutor. Ahora habla de Shakespeare y dice que le gustaría ser escritor.


Parpadeó conteniendo las lágrimas mientras Pedro, sin palabras, seguía de pie frente a ella.


-El doctor Alfonso, según Gabriel, es demasiado guay para ser un chalado. Yo quería que usted supiera que haga lo que el chico haga se dedique a lo que se dedique en un futuro, nunca lo olvidará. Y quería darle las gracias.




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