martes, 21 de febrero de 2017

CAPITULO 12 (SEGUNDA HISTORIA)




Paula salió airosa del acto del domingo, las Consultas del lunes, y retocó los arreglos de las siguientes celebraciones porque las novias habían cambiado de idea.


Canceló dos citas con dos hombres muy agradables con los que no le apetecía salir más de noche y pasó las veladas haciendo inventario y ordenando cintas, pinzas, recipientes y formularios.


Durante todo ese tiempo no dejó de preguntarse si debería llamar a Pedro y hacer algún comentario frívolo y desenfadado sobre el beso... o fingir que aquello no había pasado.


Oscilaba entre las dos primeras opciones y una tercera también, que consistía en ir a su casa y abalanzarse encima de él. Terminó por no hacer nada, salvo armarse un lío en la
cabeza.


Enfadada consigo misma, llegó pronto a una reunión de empresa programada para la tarde. Acortó el camino entrando por la cocina de Laura y vio a su amiga preparando una bandeja de galletas y una pequeña fuente con fruta y queso.


—Me he quedado sin Coca-Cola Light —anunció Paula abriendo la nevera para coger una lata—. Estoy prácticamente en las últimas porque nunca recuerdo que mi coche no tiene batería.


—¿Has llamado al taller?


—Me he acordado de eso hace unos diez minutos. Después de confesar, sometida al experto interrogatorio del mecánico, que compré el coche hace cuatro años, que nunca lo he llevado a revisar, que no puedo recordar exactamente cuándo fue la última vez que le cambié el aceite, si es que se lo he cambiado alguna vez, ni cuándo comprobaron el chip del ordenador y otros temas automovilísticos que ya no recuerdo, el mecánico me ha dicho que vendrá a recogerlo para llevárselo al taller.


Esbozando un mohín, Paula tiró de la arandela y bebió directamente de la lata.


—Me siento como si hubiera secuestrado a mi propio coche y ahora ese hombre fuera a rescatar al rehén. Me ha hecho sentirme incluso más imbécil de lo que ya me sentí con
Pedro. Me apetece una galleta.


—Tú misma.


Paula cogió una.


—Ahora estaré sin coche hasta que él decida devolvérmelo. Si es que me lo devuelve, cosa de la que no estoy tan segura.


—Ya llevabas una semana sin coche porque la batería no funciona.


—Es cierto, pero me hacía la ilusión de lo contrario porque lo tenía aparcado ahí delante. Supongo que tendré que coger la camioneta si quiero ir al mercado y a los trillones de lugares que me quedan pendientes. De hecho, estoy aterrada, porque he caído en la cuenta de que la camioneta tiene un año más que el coche. Y a lo mejor ahora le da por rebelarse.


Laura añadió unos preciosos caramelos mentolados con cobertura en tono pastel en la bandeja de las galletas.


—No me tomes por loca, pero cuando te devuelvan el coche, podrías llevar a revisar la camioneta.


Paula mordisqueó su galleta.


—El tío del taller lanzó esa idea al vuelo. Necesito que me consuelen. ¿Qué tal si cenamos y vemos una peli esta noche?


—¿No tenías una cita?


—La he anulado. No estoy de humor.


Laura se apartó el pelo de los ojos de un soplido, gesto que le permitió quedarse mirándola de la sorpresa.


—¿No estás de humor para salir?


—Mañana tengo que levantarme temprano. Me tocan seis ramos de mano, y con el de la novia, siete. Son seis o siete horas de trabajo. Le he dicho a Tink que venga media jornada, para ganar tiempo, y luego quedará todo el montaje de la celebración del viernes por la noche. Además, me he pasado casi toda la mañana clasificando flores.


—Eso nunca había sido un problema para ti. ¿Seguro que te encuentras bien? Se te ve algo apagada.


—No, estoy bien. Me encuentro bien. Es solo que... no estoy de humor para salir con hombres.


—Eso no me incluye a mí, supongo. — Daniel Brown entró en la cocina, levantó en brazos a Paula y le dio un sonoro beso—. Mmm. Galleta azucarada.


Paula se rió.


—Coge una.


Del cogió una galleta de la bandeja y le sonrió a Laura.


—Considera que es parte de mi minuta.


Basándose en la experiencia, Laura cogió una bolsa de cierre y empezó a llenarla de galletas.


—¿Vienes a la reunión?


—No. Tenía que resolver unas cuestiones legales con Carla —dijo Dani. Y ya que estaba allí, y había una cafetera preparada, fue a servirse una taza.


Tenía el pelo castaño oscuro y unos ojos azul intenso como Carla. Los refinados rasgos que Laura distinguía en ambos
hermanos resultaban un poco más toscos en él. Con su traje de rayas gris humo, los zapatos italianos y la corbata de Hermès, Del encajaba en la imagen de un abogado de éxito
de Connecticut. El vástago de los Brown de Connecticut.


Al terminar, Laura se quitó el delantal de repostera y lo colgó de un gancho.


Dani se apoyó en la encimera.


—He oído decir que la semana pasada metiste caña en la boda de los Folk.


—¿Los conoces? —preguntó Paula.


—Sus padres son clientes míos. No he tenido el placer (aunque, por lo que cuenta Pedro, quizá eso sea exagerar) de conocer a la nueva señora Harrigan.


—La conocerás cuando te pidan hora para el divorcio —intervino Laura.


—Siempre tan optimista.


—Esa mujer es insoportable. Esta mañana le ha enviado una lista de críticas a Carla. Por correo electrónico, desde París. Y está en su luna de miel.


—¡No puedo creerlo! —Paula, estupefacta, se quedó mirando boquiabierta a Laura—. Pero si fue perfecto... Todo salió perfecto.


—El champán no estaba lo bastante frío, el servicio de mesas fue un poco lento, el cielo podría haber sido más azul y la hierba más verde.Sí, es una arpía. Y después de haberle puesto diez rosas más... No una, sino diez. —
Paula hizo un gesto de impotencia—. Da igual. Todos los que asistieron, las personas que cuentan, saben que fue perfecto. Y ella no podrá cambiar eso.


—Así se habla. —Dani brindó con la taza de café.


—Por cierto, hablando de Pedro, ¿lo has visto? Quiero decir si lo verás.


—Mañana, de hecho. Iremos a la Gran Manzana a ver un partido de los Yankees.


—Quizá podrías llevarle su chaqueta. Se la dejó, o más bien olvidé devolvérsela. Tanto da; tengo su chaqueta y es probable que la necesite. Si quieres, puedo ir a buscarla. Está en mi despacho. Iré ahora mismo.


—Ya pasaré yo y me la llevaré cuando me vaya.


—Bien. Ya que tienes que verlo... me harías un favor.


—No te preocupes. Mejor me voy. — Dani tomó la bolsa y la sacudió ligeramente ante Laura—. Gracias por las galletas.


—La docena de galletas recién horneadas, incluida la que te has comido, la deduciré de tu minuta.


Dani le sonrió a Laura y salió disparado.


Laura esperó unos segundos y señaló a Paula.— Pedro.


—¿Qué?


Pedro


—No —respondió Paula lentamente llevándose una mano al pecho.


—Paula. Pa-ula. No seas tonta, lo llevas escrito en la cara. Has insistido una pasada.


—No es verdad. 


—Quizá sí lo fuera


¿Y qué?


—Dime qué pasa entre tú y Pedro.


—Nada. Nada en absoluto. No seas ridícula. —Paula notó que la mentira le trababa la lengua—. No se lo digas a nadie.


—Si no puedo decírselo a nadie, entonces es que pasa algo.


—No es nada. Supongo que no es nada. Estoy exagerando. Maldita sea. —Paula se metió en la boca el trozo de galleta que le quedaba.


—Comes con normalidad. Pero el ritmo habitual al que nos tiene acostumbrada Paula, falla. Confiesa.


—Primero tienes que jurarme que no les dirás nada a Carla o a Maca.


—Me pides algo muy difícil. —Laura trazó una cruz en el pecho y alzó una mano —. Lo juro.


—Me besó. O nos besamos. Pero empezó él, y no sé qué habría pasado a continuación porque Carla me llamó por el
busca. Tuve que irme, y él se marchó. Eso es todo.


—Espera, me he quedado sorda de la impresión cuando has dicho que Pedro te besó.


—Corta el rollo. Esto es serio. —Paula se mordió el labio—. O puede que no. ¿Lo es?


—No parece que seas tú la que habla, Pau. Eres una maestra manejando a los hombres y dirimiendo situaciones románticas o sexuales.


—Ya lo sé. Solo que ahora se trata de Pedro. No tendría que estar hablando de... — hizo aspavientos con los brazos—, manejos. Estoy sacando las cosas de quicio. Fue solo un
momento, fueron las circunstancias. Pasó... y ya está hecho, por eso no tiene ninguna importancia.


—Paula, sueles ponerte romántica cuando hablas de hombres y de relaciones potenciales, pero nunca te había visto tan afectada como ahora. Estás hecha un flan.


—¡Porque se trata de Pedro! ¿Qué me dirías si estuvieras enfrascada en tus cosas, horneando pasteles, y Pedro entrara, te besara e hicieras el papel de una imbécil? ¿O si lo hiciera Danil? Ya verías si estarías hecha un flan.


—La única razón por la cual ambos entran en mi cocina es para birlarme pastelitos. Como Dani acaba de demostrar.
¿Cuándo pasó eso? ¿La noche de tu avería?


—No, pero por poco. Durante un segundo... Creo que ese segundo fue el que provocó lo que pasó luego. Sucedió durante la recepción del sábado.


—Vale, bien... Dices que Carla te llamó al busca. ¿Y qué sentiste? ¿Qué puntuación sacó Pedro en el chispómetro patentado por Paula Chaves?


Paula dejó escapar un suspiro, alzó los pulgares y trazó una línea imaginaria.


—Entró en la zona roja y luego rompió el chispómetro.


Laura, torciendo el gesto, asintió.


—Siempre sospeché eso de Pedro. Sus vibraciones alcanzan la zona de riesgo. ¿Qué vas a hacer ahora?


—No lo sé. No lo he decidido todavía. Me siento descolocada. Necesito recuperar mi equilibrio y luego ya pensaré en lo que hago. O lo que no hago.


—No olvides contármelo, y también dime cuándo me vas a sacar la mordaza de la boca.


—De acuerdo, pero mientras tanto, ni una palabra. —Paula cogió la fuente de quesos y frutas—. Ahora actuemos como dos ejecutivas.


Votos tenía la sala de reuniones en lo que fuera antiguamente la biblioteca. Los libros seguían presidiendo la sala enmarcando la estancia, salvo en ciertos espacios destinados a fotografías y recuerdos. La biblioteca mantenía su calidez y elegancia, aun cuando sirviera para hablar de negocios.


Carla, sentada a una imponente mesa labrada, abrió el ordenador portátil y la BlackBerry para tenerlos a mano. 


Dado que ese día las reuniones y las visitas que había tenido por la mañana ya habían terminado, la chaqueta de su traje descansaba en el respaldo de la silla. Maca estaba sentada frente a ella, estirando sus largas piernas, vestida con los tejanos y el mismo jersey que se había puesto para trabajar.


Paula dejó la bandeja sobre la mesa y Maca se incorporó para coger un puñado de uvas.


—Chicas, llegáis tarde.


—Dani nos ha entretenido en la cocina. Antes de que entremos en materia, ¿quién se apunta luego a cenar y ver una peli?


—¡Yo, yo! —Maca levantó la mano—. Sebastian tiene una reunión de profesores y eso evitará que me ponga a trabajar para esperarle. Hoy he tenido un día a tope.


—En cuanto a mí, tengo la noche libre. —Laura dejó la bandeja de galletas junto a la fuente.


Carla se limitó a descolgar el interfono y presionó un botón.


—Hola, señora Grady. ¿Le va bien preparar la cena para las cuatro? Fantástico. Gracias. —Carla colgó—. Habrá pollo y
alguna cosa más.


—Por mí, bien —dijo Maca mordiendo una uva.


—De acuerdo. El primer punto a tratar es Whitney Folk Harrigan, alias novia Monstruosa. Como Laura sabe, me ha
enviado un correo en el que precisa en qué asuntos deberíamos mejorar.


—Bruja. —Maca se incorporó en esa ocasión para untar un cracker de romero con queso de cabra—. Le dimos muchísima caña a esa celebración.


—Lo que tendríamos que haber hecho era darle caña a ella —comentó Laura.


—Whitney cree, sin exponerlo por orden de importancia, que... —Carla abrió un dossier y leyó el correo que previamente había impreso—. El champán no estaba lo bastante helado, el servicio durante la cena fue lento, en los jardines faltaban flores y no había suficiente color, la fotógrafa pasó más tiempo del estipulado con los invitados cuando la novia merecía una mayor atención, y los postres expuestos en la mesa no eran tan variados ni estaban tan bien presentados como ella esperaba. Añade que se sintió presionada y/o abandonada por la programadora del acto
en ciertos momentos de la celebración y espera que nos tomemos estas críticas con la intención con que nos las expone.


—Mi respuesta es... —Maca enseñó el dedo corazón.


—Sucinta —asintió Carla—. Sin embargo, le he contestado dándole las gracias por sus comentarios y deseándole que ella y Justin se lo pasen muy bien en París.


—Pelota —musitó Laura.


—¡Por supuesto! Podría haberle escrito lo siguiente: «Querida Whitney, vete a la mierda», como fue mi intención inicialmente. Ahora bien, me controlé. De todos modos, se
ha ganado un ascenso. Ahora se llama la novia Monstruosa y Arpía.


—Debe de ser tan infeliz... Lo digo en serio —comentó Paula cuando sus amigas se quedaron mirándola—. Quienquiera que se dedique a boicotear una boda como la que le preparamos tiene que ser desgraciado por naturaleza. Me daría pena esa mujer si no me inspirara tanta rabia. Ya me dará lástima más adelante, cuando se me pase el enfado.


—En fin, rabia, pena... o que se joda, la parte positiva es que gracias a esa celebración hemos concertado cuatro visitas guiadas. Y seguro que caen más.


—Carla ha dicho «que se joda». —Maca sonrió y se comió otro grano de uva—. Está enfadadísima.


—Se me pasará, sobre todo si nos contratan cuatro celebraciones más como resultado del espléndido trabajo que hicimos el sábado. Por ahora, voy a poner a Whitney en
el nuevo Armario de la Fatalidad que he diseñado, y donde todo lo que se ponga la hará parecer gorda, los estampados son de lunares y los colores entre los que elegir son el pardusco y el beis mala cara.


—Eso es un golpe bajo —opinó Laura —. Me gusta.


—Pasando a otra cosa —retomó la palabra Carla—. Dani y yo nos hemos reunido para comentar algunos aspectos legales y financieros del negocio. El contrato de socias
comanditarias está a punto de expirar y tendremos que renovarlo. Eso incluye el porcentaje que derivamos a Votos y que procede de los encargos individuales y externos. Si alguien quiere proponer algún cambio en el contrato, incluidos los porcentajes, ahora es el momento.


—A mí me parece que funciona, ¿no? — Paula miró a sus socias—. No creo que ninguna de nosotras imaginase que llegaríamos a donde hemos llegado cuando empezamos con Votos. Y no me refiero solo al tema económico, que sin duda supera lo que yo habría ganado hasta ahora si hubiera podido abrir una tienda propia, sino, dejando de lado a la novia Monstruosa y Arpía, a la reputación que nos hemos labrado, juntas y por separado. El porcentaje es justo y lo cierto es que los dividendos que Dani percibe como propietario de la finca son mucho menores de lo que debería. Todas trabajamos en lo que nos gusta y con personas a las que queremos. Además, nos ganamos bien la vida.


—Creo que lo que Pau quiere decir es: firmemos. —Maca se metió en la boca otro grano de uva—. Y yo soy de su misma
opinión.


—Yo también —añadió Laura—. ¿Por qué razón tendríamos que cambiar las cosas? —le preguntó a Carla.


—No hablo por mí, pero Dani me aconsejó, como asesor legal nuestro que es, que cada una de nosotras vuelva a leer el contrato y comunique cualquier duda o sugerencia a las demás antes de renovar.


—Yo propongo que Dani redacte los documentos, los firmemos y descorchemos una botella de Dom Pérignon.


Maca señaló a Paula manifestando su acuerdo.


—Secundo tu propuesta.


—Y los síes ganan —anunció Laura.


—Se lo diré. También he hablado con nuestro contable.


—Vale más que seas tú quien trate con él —comentó Laura.


—Estoy de acuerdo. —Carla sonrió y bebió un poco de agua—. Hemos tenido un primer trimestre muy bueno y vamos camino de aumentar el beneficio neto en un doce por ciento respecto al año pasado. Me ha aconsejado que valoremos la posibilidad de invertir una parte de los beneficios en el
negocio. Por eso, si alguna de vosotras, o todas, tenéis la necesidad, el capricho o un deseo egoísta de renovar vuestro equipo, o alguna idea que Votos pueda aprovechar como empresa, podríamos decidir en qué vamos a gastarnos el dinero y qué cantidad deberíamos invertir.


Paula levantó la mano antes de que las demás pudieran hablar.


—He estado pensando en esta cuestión, sobre todo desde que revisé mis libros del último trimestre. El acto más importante hasta el momento se celebrará la primavera próxima: la boda de la joven Seaman. Solo las flores ya
rebasan la capacidad de mi cámara frigorífica y por eso tendremos que alquilar otra durante unos días. Si comprara un modelo de segunda mano, a la larga resultaría más práctico que alquilarlo.


—Me parece bien —dijo Carla tomando nota—. Pide precios.


—Puede que también haya llegado el momento —siguió exponiendo Paula—, con esta celebración en perspectiva y el aumento del volumen del negocio, de adquirir otros
artículos que solemos alquilar. Las sillas para exteriores, por ejemplo. De ese modo, cuando organicemos un acto al aire libre, seremos nosotras quienes se las alquilemos al cliente y
nos embolsemos la cantidad. Además...


—Ya veo que has estado pensando — comentó Maca.


—Sí, en serio. Como Maca ya está haciendo reformas en su casa para ampliar la vivienda e instalar en ella al amor de su vida, ¿por qué no reformamos al mismo tiempo su espacio de trabajo, su estudio? Necesita más espacio para sus archivos y un vestidor de verdad, en lugar del pequeño tocador que tiene. Y, ya puestas, el cuarto de los abrigos
que da a la cocina de Laura no sirve para nada, porque ya tenemos un cuarto parecido. Si lo reestructurásemos, Laura podría instalar una cocina auxiliar, un horno, una nevera
industrial y un pequeño almacén.


—Dejemos que Emma siga hablando — terció Laura.


—Carla necesita un sistema de seguridad informatizado para que pueda controlar todas las zonas públicas de la casa.


Carla aguardó unos instantes.


—Creo que ya has gastado ese beneficio neto varias veces.


—Ganar dinero solo es divertido si puedes gastarlo. Tú sigue en tu papel de Carla; eso evitará que las demás perdamos la
cabeza. Sin embargo, creo firmemente que tendríamos que hacer algo de lo que he propuesto y dejar el resto pendiente para otra ocasión.


—Bien, si he de actuar como Carla, diré que la cámara frigorífica tiene sentido. Mira a ver qué encuentras. Tendremos que hablar con Pedro para saber cómo meterla en tu zona de trabajo, y podemos aprovechar para pedirle
que nos dé alguna idea sobre cómo reestructurar el estudio de Maca y rehacer el cuarto de los abrigos. —Carla iba tomando notas a medida que hablaba—. Por mi parte,
como ya había pensado en comprar el  mobiliario, he empezado a mirar precios.
Desarrollaré la idea para que veamos a donde
nos lleva todo esto y luego ya decidiremos por dónde es más sensato empezar.


Pasó página y planteó el siguiente punto de discusión.


—Veamos: próximas celebraciones que contribuirán a financiar nuestros sueños y esperanzas. La ceremonia de compromiso. Hoy las novias me han pasado sus votos y el
guión de la ceremonia. Me refiero a la del viernes por la noche. Hemos lanzado una moneda para decidir que Allison, a la que llamaremos novia Uno, llegará a las tres y media y Marlene, la novia Dos, a las cuatro. La novia Uno se instalará en la suite de la novia y la novia Dos en la del novio. Como comparten dama de honor, esta irá pasando de
suite en suite. El hermano de la novia Uno será el padrino y usaremos el salón familiar del segundo piso para él, y también para el PDNA, si fuera necesario. El padrino estará
junto a la novia Uno durante la ceremonia, y la DDH, con la novia Dos.


—Espera. —Maca  levantó un dedo mientras tecleaba los detalles en su ordenador portátil—. Vale.


—Estas mujeres saben exactamente lo que quieren y se ajustan al plan, así que por mi parte va a ser muy fácil tratar con ellas. La MDNA Uno y los hermanos de la novia Dos
no están dando saltos de alegría porque ellas quieran formalizar su relación, pero colaborarán. Macs, quizá tendrás que convencerlos de que salgan en las fotos que las clientas quieren.


—No te preocupes.


—Bien. Paula, háblanos de las flores.


—No han querido flores clásicas, pero sí muy femeninas. Ninguna de las dos quería llevar ramo y hemos decidido que Allison llevará un tocado y Marlene, peinetas con un detalle floral. La DDH, una corona y cuatro rosas blancas. Las novias se intercambiarán rosas blancas durante la ceremonia, justo después de que encendamos el cirio de la
unión. Y cada una de ellas le regalará una rosa a su madre. Los hombres llevarán rosas blancas en el ojal. Será precioso.


Paula cambió de pantalla para localizar los arreglos y dio un sorbo a su Coca-Cola Light.— Han querido que los arreglos y los centros florales resuman la frescura de un prado. Pondré mucha jabonera y margaritas de colores, crisantemos y gerberas, ramas de cerezo en flor, fresas silvestres... Un poquito de tul, y unas guirnaldas a las que estoy dando forma de margaritas trenzadas. Y durante la recepción, unos jarrones de flor única para las rosas.» Habrá farolillos y velas en el salón principal y en el salón de baile, cuyos arreglos seguirán el mismo estilo natural. Quedará sencillo y dulce, creo. Si una de vosotras
puede ayudarme a transportar el peso, yo sola me puedo hacer cargo del montaje.


—Cuenta conmigo —se ofreció Laura —. El pastel que han elegido es el  bizcocho de vainilla, que rellenaré con espuma de mora y cubriré con merengue italiano. También han querido añadir unas flores muy sencillas, que hacen juego con las de Paula. No necesitaré ponerlas sobre el pastel hasta las cinco más o menos, y por eso estaré libre para el montaje. En cuanto al resto, quieren un surtido de
galletas y caramelos mentolados con cobertura
en tonos pastel.


—Nos ceñiremos al programa estándar de los viernes por la noche —añadió Carla —, pero sin lanzar el ramo y la liga. El ensayo será el jueves por la tarde, así que si hay algún
problema técnico, lo solucionaremos en ese
momento. Y ahora pasemos al sábado...