miércoles, 8 de febrero de 2017

CAPITULO 28 (PRIMERA HISTORIA)





Pau llevó unas fotos que parecían salidas de un archivo policial a Emma y a sus subordinados y entregó el resto a la pequeña colmena laboriosa del salón principal. Ayudó a poner las mesas (manteles lavanda sobre un fondo azul) y dispuso los servicios mientras Emma distribuía los centros: unos cuencos de cristal de boca ancha en los que flotaban unos lirios blancos sobre un lecho de vistosas piedras.


-Qué bonito -afirmó Pau.


Alrededor del florero central Emma colocó unos jarritos con corolas de unas rosas voluminosas y unas velas blancas, y diseminó unos pétalos, unos corazoncitos rojos y unas estrellas de color azul.


-Así queda mejor. Solo faltan diecinueve más. Pongamos ahora los regalitos -agregó la joven en voz alta-. Terminemos el... Ah, hola, Pedro.


-¿Qué? -Pau se giró en redondo.


Pedro, vestido con un traje gris oscuro, estaba allí, en medio del caos previo a la celebración. Pau pensó en una isla de atónita calma en un mar de movimiento y color.


-Ah, alguien que se llama Lois me ha dicho que viniera aquí. Hay mucho follón. Seguro que estorbo.


-No, qué va -le aseguró Emma-. Pero vigila, porque cuando vemos a alguien capaz de trasladar, levantar o cargar con cualquier cosa, no dudamos en pedirle favores.


-Si os sirve mi ayuda...


-Has pronunciado las palabras mágicas. Tenemos que repartir ciento noventa y ocho obsequios, botellitas para hacer burbujas y ristras de caramelos. Pau, ¿por qué no dices a nuestro nuevo esclavo por dónde tiene que empezar? Tengo que ir a inspeccionar el salón.


-Claro. -¿Cómo había podido olvidar que le había pedido que asistiera? ¿Y qué se suponía que tenía que hacer con los retortijones que notaba en el vientre cada vez que lo miraba?-. Bonito traje.


-No es de tweed. Estás preciosa y se te ve muy profesional.


-El personal tiene que ir vestido acorde. Lo siento, estoy algo distraída porque estamos en alerta roja. EL PCYM intentara colar a la PDLS en la recepción.


-Espera un momento -la interrumpió Pedro frunciendo el ceño-.Creo que ya lo he entendido. El padrino y su socia. La mujer con quien tiene un lío.¿Dices que va a venir con ella? Eso es de mala educación.


-Por decirlo de alguna manera. Va a correr la sangre. así que ya ves –Pau abrió la bolsa donde guardaba la cámara y saco la foto de ficha policial.-Este es el objetivo. Si lo ves, informa, ¿De acuerdo?


-De acuerdo. -Pedro examino la foto, sonrío levemente y la doblo para metérsela en el bolsillo interior de la chaqueta.- ¿Algo más? Diría que pareces triste.


-¿Triste? No. No. Solo algo distraída. Ya te lo había dicho, ¿No? La novia esta afectada y eso podría influir en los retratos, así que…-"Tienes que arreglarlo -se ordeno a si misma-. Explícale como están las cosas."


-De hecho, Pedro -dijo Pau llevándoselo a un rincón relativamente tranquilo de esa habitación industriosa como un avispero.- quería decirte que he estado pensando que tenemos que hablar -Maldita sea. cogió el transmisor que llevaba colgando del bolsillo.-Es mi tono. La novia ha llegado al recinto. Tengo que irme. Vale más que me acompañes.


-¿Necesitas que cargue con el equipo? -pregunto el mientras acompasaba el paso a la rápida marcha de ella.


-No, llevo encima lo que necesito. El resto esta en la suite de la novia. Luego subirá a cambiarse, pero antes quiero tomar unas fotos de su llegada. Asegúrate de quedar fuera de foco.


-Ah, hola, Pedro -exclamo Carla uniéndose a sus pasos. 
 Dirigió una sutil mirada interrogativa a Pau y luego volvió a adoptar su estilo ejecutivo-.La novia ha sacado un nueve y medio de nota emocional. Atención constante y apoyo.


-Hecho.


-Necesitamos que se instale arriba y se meta en faena, que se centre en si misma cuanto antes. Os he dejado una botella de champán, pero que no se nos ponga como Karen.


-No habrá ningún problema.


-La DDH y dos de sus damas estarán con ella, y también la MDNA, que es fuerte como una roca. Si no me encuentras y la novia o la DDH se descontrolan, confía en la MDNA.



-¿Viene Jeronimo de camino?


-Tiempo estimado de llegada: quince minutos. Lo enviare directamente arriba.


-¿Quién es Karen? -pregunto Pedro.


-Una novia que vimos. Llego medio borracha y termino por liarla antes de que pudiéramos hacernos cargo de ella. Vomito en la terraza poco antes de la ceremonia.


-Oh


Las mujeres se habían colocado fuera, a un lado del porche, junto a las barandillas decoradas con luces italianas y flores.


-No hace falta -contestó Pau sacando la cámara- . La adrenalina no dejara que nos enteremos.


Cuando la limusina blanca enfilo el sendero de entrada, Emma y Laura salieron al jardín.


-Quiero que las cuatro recibamos a la novia -explico Carla-.Como una sola mujer, para que sepa que vamos a hacer que su día sea perfecto. Venga, chicas, poned cara de alegría.


La limusina se detuvo. Pau encuadro a la novia en el momento en que esta iba a salir del coche con lo que podría llamarse una sonrisa valerosa y trémula.


"Mal andamos", pensó Pau.


-Hoy es el día- dijo Carla desde lo alto de la escalinata-. Te lo garantizo.


La sonrisa se le ilumino un poco más. Pau captó la instantánea antes de que la novia torciera el gesto. La joven salto fuera del coche con un aspaviento y exclamo.


-¡Ay Carla!


-¡Eh!- La exhortación de Pau detuvo en seco a la novia-. ¿Vas a dejar que esa zorra te haga salir en las fotos con los ojos hinchados y rojos? Vamos a hacer una para que salgas preciosa. Que reviente a llorar cuando la vea.


Quizá la causa fue la rabia, pero la expresión de la novia se volvió radiante.


 
-¡Voy a casarme!


-Tienes toda la razón.


-Una de las dos se casa. -La novia agarró la mano de su dama de honor y sonrió a su amiga-. Juntas. Solidaridad


-Así se habla


Pau capto el movimiento, la energía del grupo de mujeres charlando entre ellas mientras descargaban varias bolsas de ropa de diferentes tamaños. Asimismo, también captó tensión


-Carla, ¿qué haré si...?


-Nada- aseguró Carla a la novia-. Tenemos la situación controlada. Tu única obligación es estar preciosa y ser feliz; nosotras nos ocuparemos del resto. Subamos. Arriba te espera una botella de champán


Paula, haciendo una señal a Pedro para que la siguiera, se adelantó a Carla y al grupo de la novia


-Le pondremos una copa de champán en la mano, y otra en la de la DDH. Para brindar por su amistad -dijo Pau mientras subía la escalera-. Emprendemos un viaje, y la relación entre estas dos mujeres forma parte de la travesía. 
 Jugaremos esa baza y en lugar de procurar separarlas, como pensaba al principio, plasmaremos su unidad. La preparación de la novia como vínculo femenino a la par que ritual de apareamiento.


-Muy bien.- Pedro entro en el dormitorio tras ella-. La habitación es preciosa. -Se fijó en los encajes, las flores, las velas y las guirnaldas de seda-.Ah, qué femenino...


-Si, ya... -Pau sacó la segunda cámara y se la colgó al cuello.


-¿Crees que debo estar aquí? No me parece muy... apropiado.


-Puede que me sirvas. Por ahora, quédate en la puerta. No dejes entrar a nadie sin la contraseña.


-¿Qué contraseña?


-Inventa una.


Pedro se colocó en su sitio mientras Carla hacía entrar a la novia. Una morena se detuvo y lo miró de arriba abajo, de un modo que se le hizo un nudo en el estómago.


-¿Eres Jeronimo?


-Eh... no. Me llamo Pedro.


-Oh qué pena... -La joven le dedicó una sonrisa procaz e insinuante-. No te alejes mucho, Pedro. Puedes serme útil.


La puerta se cerró de golpe. Al otro lado, Pedro oyó unas voces femeninas y luego el feliz chasquido de un corcho despedido por los aires. Las carcajadas que siguieron a continuación debían de ser buena señal.


Un momento después un pequeño ejército de hombres y mujeres cargados con grandes bolsas y maletas se dirigieron hacia él.


-Perdonen... -aventuró Pedro.


La puerta se abrió de par en par a sus espaldas.


-No pasa nada, . Son los de peluquería y maquillaje.
Carla les hizo una señal para que pasaran-. Haz entrar a Jeronimo cuando llegue.


La puerta volvió a cerrarse y el volumen del interior aumentó.


Se preguntó si todo aquello era normal, si Pau y sus socias repetían aquella rutina varias veces a la semana. Emoción, inmediatez, alertas rojas, extraños códigos, auriculares, transmisores.


Era como estar siempre en guerra.


O en un espectáculo de Broadway que llevara muchos años en cartel.


Fuera como fuese, sabía que acabaría agotado al final de la jornada.


Pau abrió la puerta y le puso una copa de champán en la mano.


-Toma. -Y volvió a cerrar.


Pedro miró el champán preguntándose si le permitirían beber estando de servicio. Divertido por la idea, se encogió de hombros y dio un sorbo.


De repente, vio que un hombre subía por la escalera y se dirigía a él.


-Eh, Pedro, ¿qué tal va? -Jeronimo llevaba un traje oscuro con unas sutiles rayas color tiza. Sus rizos, de un rubio oscuro, le enmarcaban el rostro con desenfado. Los simpáticos ojos, color gris humo, le brillaban bajo unas cejas que arqueaba en señal de interrogación-. ¿Has venido a la boda?


-No. He venido a ayudar.


-Yo también. -Jeronimo metió las manos en los bolsillos, relajado. Jeronimo Cooke siempre le parecía relajado a Pedro-. Tengo una cita con una mujer que está aquí dentro. ¿Le has echado un vistazo? Se llama Megan. Meg para los amigos.


-Ah, la dama de honor. Sí, está dentro.


-¿Y bien? -Jeronimo esperó unos segundos -Dame alguna pista. Carla me ha dicho lo de siempre, que es guapa, pero, claro, Carla me necesita. Aquí me tiene, sea como sea, pero me gustaría una opinión imparcial.


-Es muy atractiva. Morena.


-¿Está de buen humor?


-Un poco asustada, más bien. Ahora están haciéndose algo en el pelo.


-Fantástico -dijo Jeronimo suspirando-. Lo que hacemos en nombre de la amistad y de una caja de buen vino. Bueno, al tajo -Y llamó a la puerta-. Cromosoma extraño -gritó a voz en cuello.


Carla abrió la puerta.


-Puntualidad británica -dijo, y tiró de él para que entrara en el dormitorio.


Pedro se apoyó en la pared de al lado, bebió unos sorbos de champán y se puso a filosofar sobre los rituales humanos.


Cuando la puerta volvió a abrirse, Pau le hizo entrar.


Las mujeres, que se habían puesto unas capas blancas, se habían sentado y las peluqueras se ejercitaban con unos instrumentos que siempre lo habían incomodado. Si el pelo era liso, existía un extraño utensilio para rizarlo. Si era rizado, otro lo alisaba.


La pregunta era: ¿por qué razón?


Sin embargo, se guardo mucho de plantearla y, cuando se lo pidieron, sostuvo el fotómetro, una tela de encaje sobre la ventana, un objetivo. No le importó, ni siquiera cuando Jeronimo desertó del campo de batalla y él fue el único varón en un ejército de mujeres.


Nunca había visto trabajar a Pau y eso, por sí solo, ya era educativo y todo un placer. Segura, entregada, pensó. 


Eficaz, fluida de movimientos. Cambiaba ángulos, cámaras, objetivos, mezclándose entre las mujeres, casi sin dirigir la palabra a sus modelos.


Pedro comprendió que quería que actuaran tal como eran y se sentían.


Pau dio unos golpecitos a sus auriculares


-Llega el novio. En marcha.


Pedro se dio cuenta de que, en ese caso, la solidaridad brillaba por su ausencia, porque el padrino no vino con su hermano. Pau hizo su trabajo a la intemperie, mientras se le iba condensando la respiración en unas nubecitas de vapor.


-Sube el novio- anunció a través del micrófono-. El PCYM no ha aparecido aún. Oído.- Pau se dirigió a Pedro-. Hay que estar alerta por si vemos al cabrón. Voy a preparar el equipo para hacer los retratos de la novia ya vestida ¿Por que no vas a relajarte un poco con Jeronimo y Daniel?


-De acuerdo.- Pedro contempló el salón con las sillas enfundadas de blanco y dispuestas en hileras, las cascadas de flores y los centros de velas-. Menuda transformación Es como si hubierais hecho magia.


-Sí, una magia que hay que sudarla. Ya te encontraré.


Pedro no lo dudó, pero no estaba seguro de dónde meterse mientras tanto.


Se demoró entre las flores y los tules, bajo las lucecitas destellantes, y entró en el salón principal. Aliviado, encontró allí a Jeronimo y a Dani, sentados en el bar.


-¿Quieres una cerveza? -le preguntó Del echando voces.


-No, gracias. Solo quería quitarme de en medio.


-No hay mejor lugar para nosotros -comentó Jeronimo-. Has impresionado a Megan. -Alzó su botella de Bass-. Hay peores maneras de pasar un sábado que consolando a una preciosa morena. ¿Un canapé?


Pedro se fijó en que tenían una pequeña bandeja.


-Bueno...


-Daniel ha seducido a una del catering para conseguirla.


-Es cierto que hay peores maneras de pasar un sábado -coincidió Dani-. Dime, Pedro, ahora que estamos juntos, ¿qué hay entre mi chica y tú?


-Tu... ¿qué?


-Le has echado el ojo a mi Macadamia. ¿Le vas a echar algo más?


-Daniel es territorial. Toma un buñuelo de gambas.


«Yo también», pensó Pedro.


-¿Desde cuando es tuya... según tu punto de vista?


-Desde que tenía dos años. Tranquilo, Pedro. Te lo pregunto como un hermano.


-Pues entonces pregúntaselo a ella.


-Discreto -asintió Daniel-. Una gran virtud. Si le haces daño, te parto la cara.


-Protector. Una gran virtud -respondió a su vez Pedro.


-Empatados. Y además trincados -afirmó Daniel cuando Emma entró en el salón.


-¿No os había dicho que esta zona está prohibida? -Emma, vestida con un traje azul y con el cabello recogido con unos pasadores, se puso a dar vueltas alrededor de las mesas-.¿De dónde habéis sacado la comida?


-Del tiene la culpa. -Jeronimo acusó a su amigo sin titubeos.


-No quiero botellas de cerveza ni migas aquí dentro. Largo, y llevaos todo esto. Salid al jardín o subid a las habitaciones de la familia. Me esperaba algo así de vosotros dos- añadió la joven-, pero me ha sorprendido mucho de ti, Pedro.


-Yo solo...no he tomado cerveza. No he comido nada.


Emma se limitó a mirarlo fríamente y señaló la puerta.


-Íbamos a recoger ahora mismo. -Jeronimo, acompañando a sus amigos, salió con el rabo entre las piernas. Cuando se giró, vio que Emma comprobaba la decoración de las mesas.


Pedro chocó con él en el umbral.


-Lo siento.


-No pasa nada. -Jeronimo desvió la mirada al oír el pitido del transmisor de Daniel.


-Me reclaman -explicó Dani-. El cabrón acaba de llegar.
Viene solo. Supongo que eso significa que no tenemos que salir a meterle miedo o a pegarle un puñetazo. Qué pena...







CAPITULO 27 (PRIMERA HISTORIA)




El sábado por la mañana Pau notó que había vuelto a recuperar el equilibrio. La celebración del viernes no solo había salido a pedir de boca, sino que encima Votos se había asegurado otro cliente. Los padres del novio habían reservado la organización de su aniversario de boda para el noviembre próximo.


Además, Pau había trabajado con una novia alegre y relajada que se dejaba fotografiar como ninguna.


El estado de agitación le había permitido ocuparse de las fotos hasta bien entrada la medianoche.


Y solo había leído el correo de Pedro dos veces más antes de dejarse caer en la cama y abandonarse a un sueño profundo.


Solo era cuestión de centrarse, se recordó. De conocerse: las capacidades, las debilidades, los objetivos... Tenía que desacelerar un poco con Pedro, dejar claro en qué punto de la relación se encontraban... y marcar dónde ponían los límites. Así podrían disfrutar el uno del otro y nadie saldría trasquilado.


Había exagerado. Era consciente de ello. Más espacio, una cierta distancia, un poco más de tiempo... y todo se equilibraría. Ese fin de semana de locura y el campo de minas que representaba la boda que se iba a celebrar serían el perfecto antídoto. Al cabo de unos días, quizá una semana, charlarían un rato. Pedro era un hombre razonable. Comprendería que no tenia sentido <<eso>> que había entre los dos se les escapara de las manos.


Estaba segura de que a él lo habían herido en una relación anterior, aquella misteriosa Corina... Y obviamente no debía de querer repetir la experiencia. De hecho, Pau decidió que era probable que él sintiera lo mismo y que le agradecería que pusiera las cartas sobre la mesa.


De una manera amistosa, racional, directa. Justo lo que necesitaban.


En el terreno laboral, sus socias y ella estarían pendientes de que todo se negociara dentro del campo de minas en el que se moverían ese día. Sin que hubiera bajas.


Eligió un traje gris perla con un suave acabado brillante y unos zapatos de tacón bajo para ir bien vestida durante la ceremonia oficial y también lo bastante cómoda para pasarse de pie todo el día.


Mientras reunía el equipo, revisó sus notas e impresiones. 


Recordó que el vestido era el plato fuerte, con su refulgente cuerpo bañera y una falda de inacabables metros. También recordó que la novia era una fanática de la gimnasia y tenía un buen tono muscular. La pareja, que eran novios desde los tiempos de la facultad, era muy tradicional.


Bien pertrechada y dispuesta, Pau llegó a la casa principal


-¡Alerta roja!


Pau se quedó boquiabierta cuando vio que Emma bajaba volando la escalera.


-¿Ya hay problemas?


-No contestabas al teléfono, y tampoco al móvil.


-Acabo de salir del estudio y todavía no he conectado el móvil. ¿Qué pasa?


-A la DDH le ha llegado el soplo de que el PCYM planea llevar a la PDLS a la recepción. Es su manera de interpretar los compromisos, cosa que no se ha molestado en comentar ni con el novio ni con la novia. Los dos se han enterado y amenazan con llegar a las manos con el PCYM, cosa que se merece el cabrón, si hemos de hacer caso de los rumores. 


Carla está apagando fuegos.


-Mierda, mierda... -A Pau no le costó descifrar el código. 


Padrino cabrón y mentiroso. La pelandusca de la socia. Si alguien era capaz de apagar fuegos, esa era Carla.


Pero no estaban saliendo bien las cosas.


-¿Cuál es el orden del día?


-Alertar a los ayudantes. Carla tiene una foto de la PDLS que se encontró en un artículo del periódico. Está haciendo fotocopias. Todos los ayudantes han de llevar una. Si alguien la ve, hay que detenerla, cortarle el paso, tumbarla al suelo. -Y como para demostrar que iba en serio, Emma se dio un puñetazo en la palma de la mano-. Lo que sea hasta que Carla pueda hablar con ella.


-Espero que lo arreglemos tumbándola al suelo. Menuda foto para el archivo de exteriores.


-Laura ha contactado con Jeronimo para decirle que no tarde en llegar y que convenza a la DDH de que se olvide de planear su venganza. Por mi parte, tengo que reunir a mi gente y darles instrucciones para que empiecen a transportar las flores. Laura todavía tiene que solucionar el pastel. Es el Seda y Encaje.


-Ya lo sé. Lo tengo en las notas.


-Pesa una tonelada y tiene que poner la filigrana de perlas y la tiara en el centro en el momento de presentarlo. Necesitará que un par de personas la ayuden a moverlo, lo cual significa que abra menos gente para controlar a la PDLS.


>>El informe previo ya no sirve -añadió Emma cuando recuperó el aliento-. O sea, que improvisaremos al minuto. Tienes que ayudarnos en el montaje del salón principal. Te enviaremos una señal cuando veamos a la novia.


-Vale, ya me pongo. Deja que primero empiece a mover ficha en la suite de la novia. Resistid.


-Me meteré caña... Voy volando.


En la suite de la novia, en el piso de arriba, Pau se colgó encima la bolsa donde guardaba la cámara y los objetivos.


 Añadiría una segunda cámara al equipo cuando llegara la novia. No obstante, antes de regresar a la planta baja, subió al tercer piso para comprobar los progresos de Carla.


Y encontró a su amiga abriendo un paquete de Almax.


-¿Tan mal va eso?


-No, no. Ya está bajo control, pero me he cabreado. Acabo de hablar por teléfono, porque me lo ha pedido la novia, con el PCYM, que, para empezar, me ha hecho saber que nadie, ni siquiera su hermano, va a decirle con quién puede o no puede salir. Será egoísta, el jodido niñato.


-Has dicho <<jodido>>. Estás cabreada.


-Y entonces, entonces va y me busca las cosquillas por haberme metido en su vida privada. Y me tengo que aguantar, porque vale más que hable conmigo que con la novia o el novio, pero me entran unas ganas de zurrarle... Consigo que se calme apelando a lo que le quede de decencia y consideración. Me dice que representará su papel y que luego se marchará, después de brindar (de todo corazón) por la nueva pareja.


-¿Le has creído?


Carla entrecerró los ojos.


-Ni por asomo. Quiere montar una escena. Tendremos que vigilarlo de cerca, porque va a meter a esa mujer en el convite si no lo impedimos, dato que no vamos a comentar con nadie de los invitados a la boda.


Exhalando de puro nerviosismo, Carla entregó a Pau un montón de fotocopias donde aparecía la fotografía de una rubia atractiva. A los pies de la reproducción se leía:
ROXANNE POULSEN PROHIBIDO EL PASO


-Repártelas entre los ayudantes. Le daré a Laura otro montón para los del catering.


-Ya voy. ¿Sabes qué, Carly? Algunas veces disfruto de verdad con este trabajo. Y por extraño que parezca, esta es una de ellas.


-Estoy de acuerdo contigo -respondió Carla masticando un antiácido-. Seguro que necesitamos terapia.







CAPITULO 26 (PRIMERA HISTORIA)





No estaba segura. ¿Cómo iba a estarlo nadie? Sin embargo, Pau sabía que lo único que podía hacer, que tenía que hacer de hecho, era alejar sus pensamientos y centrarse en el trabajo. Sus socias, su empresa y sus clientes dependían de que ella hiciera bien su papel. Por eso tenía que tranquilizarse y respetar las prioridades.


«Una noche de descanso y empezaré la ornada muy temprano», decidió. Se concentraría de lleno, como una profesional, en las necesidades de los clientes.


Se pasó la noche inquieta, discutiendo consigo misma, y luego pensó, con amargura, que no perdía una noche de sueño por culpa de un hombre desde que tenía dieciséis años.


Preparó un café tan fuerte que habría podido ponerse en pie y empezar a aullar, pero el colocan de la cafeína le sirvió para disimular la fatiga. Pensó que si comía unas galletas rellenas parecería que tenía el apetito y la estabilidad emocional de una niña de seis años y se preparó lo que consideró que era un desayuno de adulta: yogur, fruta fresca y una magdalena que había robado del montón que Laura había preparado.


Tras cumplir con la obligación de lavar los platos, Pau repasó las notas de la celebración de la jornada y comprobó el equipo. Una ceremonia bastante sencilla, se dijo mientras elegía lo que necesitaba. Una única invitada que haría DDH. 


La clienta quería intimidad y sencillez.


Sabía que la novia había optado por llevar un vestido de cóctel azul y un sombrero muy acertado en lugar de velo y tocado.


Como ramo, tres gardenias blancas con los tallos envueltos con una cinta de satén.


Muy buena elección, en opinión de Pau, puesto que esa iba a ser la segunda boda de la pareja.


<<¿ Lo ves ?>>


-No empieces -musitó.


El PDNA acompañaría a la novia por el pasillo, pero se saltarían la parte de entregarla al novio porque, en fin, eso ya lo había hecho antes.


Una vez comprobados el equipo, el horario de la boda y las notas, Pau consultó cuánto tiempo le quedaba. El suficiente para revisar rápidamente su correo electrónico.


Cambió la aplicación, escaneó y localizó de inmediato un correo sin abrir de <<AlfonsoP101››. Se levantó del ordenador y empezó a caminar arriba y abajo por el estudio.


Se dirigió a la cocina y se sirvió otra taza de ese café tan potente.


No tenía por qué abrir el correo en ese momento. De hecho, le convenía no abrirlo. Era preciso que se concentrara en el trabajo. Eso era lo más responsable. Lo que hacen los adultos, como tomar yogur y fruta fresca.


No podía ser urgente. La habría llamado si tuviera algo importante que decirle. O que discutir con ella.


Por ejemplo: ¿por qué me despachaste después de haber hecho que te corrieras?


Y no lo decía porque él tuviera por costumbre hablar de un modo tan soez.


Lo que tenía que hacer era ir arriba, ducharse, vestirse, acercarse a la casa principal y asistir a la reunión para revisar detalles y dar el visto bueno. No tenía tiempo para nada personal...


-Oh, por favor, ¿a quién estás engañando?


Pau se acerco al ordenador y abrió el correo electrónico de BOOTH.


Paula:
He sacado esta dirección de tu tarjeta de visita. Espero que te parezca bien que haya contactado contigo de esta manera. Como sabia que hoy estarías muy ocupada, he preferido no llamarte para no molestar.
quería decirte en primer lugar que lo pasé muy bien ayer por la noche. Cada minuto que estuve contigo. Mi casa es hoy un lugar más alegre y pleno gracias a tu presencia.


-Ay…Pedro


Al margen de eso, y en nombre de Bob, su mujer y el hija que todavía no ha nacido, te expreso el alivio que siento por no haber tenido que asesinarlo. Te lo debe a ti.
Por ultimo, y por si has estado buscándolo, encontré uno de tus guantes en los bajos del armario. Debió de caerse cuando cogiste el abrigo. Al principio se me ocurrió pedirte si podrías concedérmelo como prenda, tal y como las mujeres de la Edad Media hacían con sus caballeros. Sin embargo, pensándolo mejor, creo que algo así impone un poco; incluso a mi me daría miedo.
Te lo devolveré.
Mientras tanto, espero que la celebración de hoy os vaya muy bien. Mis mejores deseos a la feliz pareja.
PEDRO


-Ostras...


Con la idea de que Pedro Alfonso era como una droga que le pedía el organismo. Pau releyó el correo de cabo a rabo.


 Y aunque eso hizo que se sintiera como una tonta, lo imprimió, se lo llevo arriba y lo metió en un cajón.







CAPITULO 25 (PRIMERA HISTORIA)






<<Oh, soy terrible. Estoy como una cabra», pensó Pau mientras conducía hacia su casa. Seguramente iría al infierno. Se lo merecía. Ahora bien, había hecho lo correcto, lo único que podía hacer. Por ella y por Pedro.


«Sobre todo por Pedro», se dijo.


¿Irse al infierno? Menuda estupidez. Tendrían que darle una medalla, erigirle una estatua, qué caramba, por hacer lo correcto.


Había hecho lo correcto, y punto en boca. Ahora las cosas saldrían bien. Todo iría bien.


Perfecto.


Vio que las luces de la casa principal estaban encendidas y pensó: «Gracias a Dios». Carla y Laura estarían de acuerdo con ella. Apoyarían su decisión. Eso era lo que necesitaba. 


Paula se detuvo con un chirrido frente a la casa. Unos pensamientos positivos de amiga le irían bien para deshacer aquel nudo que sentía en el estómago.


Entró como una exhalación en la casa y subió a toda prisa la escalera dando voces.


-Estamos aquí arriba. -Carla salió al descansillo-. Ostras, ¿qué te pasa? ¿Has tenido un accidente?


-No, lo he hecho a propósito. O puede que no. Había una lista.


-Vale. Queda claro que no estás herida. Estamos en la salita de mi cuarto repasando los últimos detalles, para aprovechar que aún no nos hemos acostado.


-¿Emma también?


-Sí.


-Bien, muy bien, mejor aún.


Pasó zumbando junto a Carla y entró en la salita, donde Laura y Emma estaban tomando un té con galletas y revisando unos dossieres.


-Eh, nos imaginábamos que llegarías mañana por la mañana arrastrándote avergonzada. -Laura dejó caer su lápiz-. Estábamos pensando en instalar una cámara de vídeo.


-¿Qué tal fue la cena? -preguntó Emma.


-Me marché. Tenía que marcharme. -Pau, con los ojos un tanto desorbitados, se quitó el abrigo-. Vosotras habríais hecho lo mismo.


-Vaya, pues sí que fue bien... -Laura cogió la bandeja-. Toma una galleta.


-No, no. Había hecho un ensayo el martes. ¿Os lo podéis imaginar? Y esta noche ha preparado una cena maravillosa con velas y reducciones de vino.


-Reducciones de vino. -Carla se sentó entre murmullos-. Gracias a Dios que has salido viva de esta. Tendríamos que llamar a la policía.


-Esperad, no entendéis la situación. -Pau, procurando calmarse, respiró hondo varias veces, pero no pareció servirle de nada-. Se lo tomó muy en serio y la noche salió redonda. Me lo pasé muy bien. Bob había hecho una lista.


-¿Quién demonios es Bob? -preguntó Laura.


-Da igual, pero Pedro estaba avergonzado. Es tan mono...Se le ponen rojas las orejas.


-Ayyy -exclamó Emma.


-Sí, ya lo sé. ¿Qué quieres que haga? Estaba emocionadísima. Tenía que acostarme con él.


-En mi caso, cuando a un tío se le ponen rojas las orejas, me arranco la ropa. -Al ver que Pau no parecía querer galletas, Laura cogió una-. Es decir, que practicasteis el sexo.


-No practicamos el sexo. Tuvimos un sexo asombroso, matador, para fundirte las neuronas, el mejor de toda la historia de la humanidad.


-Esto se pone interesante. -Carla se cruzó de piernas-. ¿Fue un sexo tierno, de esos suaves, que harían llorar a los angeles o un sexo con tambores selváticos y acrobacias?


-Fue… Nadie me había hecho sentir de esa manera, y yo jamás había impresionado tanto a alguien. -Pau se sentó en el brazo de la butaca de Carla y contempló el fuego intentando encontrar las palabras-. Es como saber que eres el centro, lo único que él ve, que solo te ve a ti. Y eso es tan tierno y excitante...es terrorífico, increíble. Es saber que existe una persona que solo te ve a ti. Y que cuando te toca, no existe nadie más para él.


Se oyeron tres suspiros de fondo y se hizo un momento de reverente silencio.


-¿Por qué no estás en la cama acurrucada junto a él?-preguntó Emma.


-¡Pero qué dices! -Pau se giró de golpe para mirar a Emma de frente-. ¿No has estado escuchando?


-Escuchando, imaginando y muriéndome de envidia.


-Tenía que marcharme. Quería quedarme, por eso tenía que marcharme. -Pau, gesticulando exageradamente, se puso en pie. -Quería quedarme acurrucada allí, con él. Quería quedarme a vivir en esa condenada cama, por eso tenía que salir de esa casa.


-Te entró el pánico -espetó Carla.


-Claro que me entró el pánico. ¿Y a quién no le entraría? Él va y se queda tan dulce, soñoliento, satisfecho... y con esa pequeña cicatriz de subirse a una valla.


-¿Pedro se sube a las vallas? -preguntó Emma.


-No, déjalo... No cambiemos ahora de tema. Os digo que fue como si me hubieran hipnotizado o drogado. Tenía que salir de allí. Y... ay, me porté como un hombre. -Mientras recordaba la anécdota, Pau se llevó las manos a la cabeza-. ¿Sabéis esos que se apartan de ti al minuto siguiente, se levantan y dicen: «Ha sido fantástico, bonita. Mañana tengo que despertarme temprano. Te llamaré»?


-Oh, Pau, no me digas que...


Pau hizo un gesto de advertencia a Emma.


-Tenía que hacerlo. Fue por instinto de supervivencia. Mío y de Pedro también. Se suponía que el sexo acabaría con mi lasciva, no que me dejaría atontada. Es una pasada, eso es. Ese hombre es demasiado para mí. Es dulce, divertido, inteligente y muy amable. Es sexy y lleva esas gafas que... Además, se le ponen rojas las orejas. Le encanta dar clases. Le vi dando una clase y es... Se me ha quedado clavado aquí dentro. -Pau se llevó la mano al pecho-. El sentimiento, la necesidad... no me los quito de aquí dentro.


Pau cogió la taza de té que tenía más a mano y se la bebió de un solo trago.


-Me presta atención. Me escucha y piensa en lo que digo. Me hace reflexionar.


-Pues alguien va a tener que pararle los pies –sentenció Laura con un gesto de negación-. Pau, cariño, te has enamorado de él.


-Eso, ni lo sueñes. ¿Por qué crees que me marché de esa manera? Noté como si me fueran a tragar las arenas movedizas. Solo que son unas arenas blandas, cálidas y preciosas. No estoy hecha para estas cosas. No creo en ellas. No duran. Solo cuenta el momento, una sucesión de momentos, hasta que todo se va a la porra o se erosiona y desaparece. Decidme, ¿cuántas bodas de divorciados hemos organizado? Caray, incluso hemos celebrado bodas de divorciados por segunda vez. ¿Quién quiere algo así? Conozco lo que pasa cuando todo termina. No vale la pena.


-Saquémosle punta al tema -propuso Laura-. Tienes miedo de enamorarte de un hombre al que acabas de describir como la Mary Poppins de los hombres. Prácticamente perfecto en todos los sentidos -explicó cuando las demás la miraron con aire desconcertado-. Te entró el pánico y huiste después de haber practicado el sexo como si fuera una experiencia religiosa con un tío al que respetas y admiras y por el que estas loca; y todo porque tu madre es un putón orejero.


-¡Laura!


-No -dijo Pau interrumpiendo a Emma-. Es cierto. Mi madre es un putón orejero. Pero ella no lo sabe, y eso es lo que quiero decir. Ella cree que se ha pasado la vida buscando amor cuando en realidad ha ido tras el dinero, la posición y la seguridad, y ella juraría que todo lo ha hecho por amor. Mi padre se largó para no verla más, cosa de la que no le culpo, pero tampoco quiso verme a mí, y eso sí que se lo reprocho, y solo porque no valía la pena hacer el esfuerzo.


-Ellos no son como tú, Pau -dijo Carla con calma.


-No, ya lo sé. Y quizá es cínico creer que no son la excepción, tal y como está el patio, pero así es como lo veo yo. Además, me gusta la vida que llevo, me encuentro cómoda. –Más calmada, Pau volvió a sentarse-. Pedro es un hombre que va en serio. En lo más hondo de su ser, es un hombre serio con una mentalidad tradicional; un hombre que está enamoradísimo de mí, eso es lo que pasa. Su enamoramiento está vivo desde hace años. Si le doy alas, empezará a pensar en contratarnos para la celebración. Terminará preguntando a Carla dónde debería comprar el anillo. Y yo no puedo hacerle eso. He acertado marchándome. Es mejor cortar de raíz antes de...


-¿Arriesgarte a ser feliz con alguien que está loco por ti? -sugirió Emma.


-Vale, si quieres decirlo así... sí. Como yo lo veo, es más o menos así.


-¿Puedo quedármelo?


Pau lanzó una mirada furibunda a Laura.


-No tiene gracia.


-No, la verdad es que no.


-¿Dices que como tú lo ves, es más o menos así? –Emma analizó a Pau con sus grandes ojos oscuros-. Lo dices porque nadie ha estado loco por ti antes, no en serio, de una manera firme y auténtica. Y tú nunca has sentido eso por nadie. Lo sé porque yo me encuentro en la misma situación... diría que todas lo estamos. La diferencia es que, en mi caso, yo espero que eso me suceda algún día.


-Y de ahí viene lo de salir con uno detrás de otro.


-Déjalo, Laura -le dijo Carla.


-Tienes razón. Lo siento. Me he puesto quisquillosa porque tengo celos. Unos celos de muerte. A mí nadie me ha mirado con esos ojos.


-Pero él me ve a través del filtro de un antiguo enamoramiento.


-No conozco a Pedro tanto como tú, en el sentido bíblico de la palabra o como quieras llamarlo, pero yo diría que ese hombre es mas listo de lo que parece.


-El amor y la inteligencia no van de la mano.


-No. -Laura hizo aspavientos-. Y aquí tienes la prueba, en carne y hueso. Estás enamorada como una imbécil de ese tío.


-Lo que dices no me sirve de nada. ¿Y tú, Carla?


-Tienes miedo de enamorarte de él. De que, como en el fondo es una buena persona, puedas pisotearlo, romperle el corazón y dejarlo hecho polvo.


-Suena un poco teatral, pero sí. Básicamente es eso.


-Y por eso estás dispuesta a creer que eres incapaz de tener una relación madura y comprometida. No solo crees que no mereces amor, sino que dudas de tener las pelotas suficientes para poder conservarlo.


-Es un poco brutal, pero...


-Creo que lo infravaloras, a él y a ti también. -Carla se levantó y se acercó a la repisa de la chimenea para coger una fotografía enmarcada en plata-. ¿La recuerdas?


Paula cogió una foto donde salían los padres de Carla, abrazados y riendo, con la mirada alegre, llenos de vida, embebidos el uno en el otro.


-Claro que sí.


-La hiciste tú unos meses antes de que murieran. De todos los retratos que conservo de ellos, este es mi favorito. ¿Sabes por qué?


A Pau se le humedecieron los ojos. Siempre le pasaba.


-Se ve lo mucho que se amaban-siguió diciendo Carla-. Lo felices que eran el uno con el otro. Se peleaban y discutían, y a veces imagino que llegaron a aborrecerse. Pero se amaban. Se pasaron media vida esforzándose por que su relación funcionara. Y eso lo captaste tú en esta imagen. Porque tú lo viste. Lo reconociste.


-Eran excepcionales.


-Y tú también. No pierdo el tiempo con amigas que no lo sean.- Carla tomó la fotografía y volvió a dejarla sobre la repisa-. Date un respiro, Pau. El amor da miedo, y a veces es pasajero. Pero vale la pena correr el riesgo y ponerse nerviosa. Incluso vale la pena el sufrimiento.