miércoles, 8 de febrero de 2017

CAPITULO 28 (PRIMERA HISTORIA)





Pau llevó unas fotos que parecían salidas de un archivo policial a Emma y a sus subordinados y entregó el resto a la pequeña colmena laboriosa del salón principal. Ayudó a poner las mesas (manteles lavanda sobre un fondo azul) y dispuso los servicios mientras Emma distribuía los centros: unos cuencos de cristal de boca ancha en los que flotaban unos lirios blancos sobre un lecho de vistosas piedras.


-Qué bonito -afirmó Pau.


Alrededor del florero central Emma colocó unos jarritos con corolas de unas rosas voluminosas y unas velas blancas, y diseminó unos pétalos, unos corazoncitos rojos y unas estrellas de color azul.


-Así queda mejor. Solo faltan diecinueve más. Pongamos ahora los regalitos -agregó la joven en voz alta-. Terminemos el... Ah, hola, Pedro.


-¿Qué? -Pau se giró en redondo.


Pedro, vestido con un traje gris oscuro, estaba allí, en medio del caos previo a la celebración. Pau pensó en una isla de atónita calma en un mar de movimiento y color.


-Ah, alguien que se llama Lois me ha dicho que viniera aquí. Hay mucho follón. Seguro que estorbo.


-No, qué va -le aseguró Emma-. Pero vigila, porque cuando vemos a alguien capaz de trasladar, levantar o cargar con cualquier cosa, no dudamos en pedirle favores.


-Si os sirve mi ayuda...


-Has pronunciado las palabras mágicas. Tenemos que repartir ciento noventa y ocho obsequios, botellitas para hacer burbujas y ristras de caramelos. Pau, ¿por qué no dices a nuestro nuevo esclavo por dónde tiene que empezar? Tengo que ir a inspeccionar el salón.


-Claro. -¿Cómo había podido olvidar que le había pedido que asistiera? ¿Y qué se suponía que tenía que hacer con los retortijones que notaba en el vientre cada vez que lo miraba?-. Bonito traje.


-No es de tweed. Estás preciosa y se te ve muy profesional.


-El personal tiene que ir vestido acorde. Lo siento, estoy algo distraída porque estamos en alerta roja. EL PCYM intentara colar a la PDLS en la recepción.


-Espera un momento -la interrumpió Pedro frunciendo el ceño-.Creo que ya lo he entendido. El padrino y su socia. La mujer con quien tiene un lío.¿Dices que va a venir con ella? Eso es de mala educación.


-Por decirlo de alguna manera. Va a correr la sangre. así que ya ves –Pau abrió la bolsa donde guardaba la cámara y saco la foto de ficha policial.-Este es el objetivo. Si lo ves, informa, ¿De acuerdo?


-De acuerdo. -Pedro examino la foto, sonrío levemente y la doblo para metérsela en el bolsillo interior de la chaqueta.- ¿Algo más? Diría que pareces triste.


-¿Triste? No. No. Solo algo distraída. Ya te lo había dicho, ¿No? La novia esta afectada y eso podría influir en los retratos, así que…-"Tienes que arreglarlo -se ordeno a si misma-. Explícale como están las cosas."


-De hecho, Pedro -dijo Pau llevándoselo a un rincón relativamente tranquilo de esa habitación industriosa como un avispero.- quería decirte que he estado pensando que tenemos que hablar -Maldita sea. cogió el transmisor que llevaba colgando del bolsillo.-Es mi tono. La novia ha llegado al recinto. Tengo que irme. Vale más que me acompañes.


-¿Necesitas que cargue con el equipo? -pregunto el mientras acompasaba el paso a la rápida marcha de ella.


-No, llevo encima lo que necesito. El resto esta en la suite de la novia. Luego subirá a cambiarse, pero antes quiero tomar unas fotos de su llegada. Asegúrate de quedar fuera de foco.


-Ah, hola, Pedro -exclamo Carla uniéndose a sus pasos. 
 Dirigió una sutil mirada interrogativa a Pau y luego volvió a adoptar su estilo ejecutivo-.La novia ha sacado un nueve y medio de nota emocional. Atención constante y apoyo.


-Hecho.


-Necesitamos que se instale arriba y se meta en faena, que se centre en si misma cuanto antes. Os he dejado una botella de champán, pero que no se nos ponga como Karen.


-No habrá ningún problema.


-La DDH y dos de sus damas estarán con ella, y también la MDNA, que es fuerte como una roca. Si no me encuentras y la novia o la DDH se descontrolan, confía en la MDNA.



-¿Viene Jeronimo de camino?


-Tiempo estimado de llegada: quince minutos. Lo enviare directamente arriba.


-¿Quién es Karen? -pregunto Pedro.


-Una novia que vimos. Llego medio borracha y termino por liarla antes de que pudiéramos hacernos cargo de ella. Vomito en la terraza poco antes de la ceremonia.


-Oh


Las mujeres se habían colocado fuera, a un lado del porche, junto a las barandillas decoradas con luces italianas y flores.


-No hace falta -contestó Pau sacando la cámara- . La adrenalina no dejara que nos enteremos.


Cuando la limusina blanca enfilo el sendero de entrada, Emma y Laura salieron al jardín.


-Quiero que las cuatro recibamos a la novia -explico Carla-.Como una sola mujer, para que sepa que vamos a hacer que su día sea perfecto. Venga, chicas, poned cara de alegría.


La limusina se detuvo. Pau encuadro a la novia en el momento en que esta iba a salir del coche con lo que podría llamarse una sonrisa valerosa y trémula.


"Mal andamos", pensó Pau.


-Hoy es el día- dijo Carla desde lo alto de la escalinata-. Te lo garantizo.


La sonrisa se le ilumino un poco más. Pau captó la instantánea antes de que la novia torciera el gesto. La joven salto fuera del coche con un aspaviento y exclamo.


-¡Ay Carla!


-¡Eh!- La exhortación de Pau detuvo en seco a la novia-. ¿Vas a dejar que esa zorra te haga salir en las fotos con los ojos hinchados y rojos? Vamos a hacer una para que salgas preciosa. Que reviente a llorar cuando la vea.


Quizá la causa fue la rabia, pero la expresión de la novia se volvió radiante.


 
-¡Voy a casarme!


-Tienes toda la razón.


-Una de las dos se casa. -La novia agarró la mano de su dama de honor y sonrió a su amiga-. Juntas. Solidaridad


-Así se habla


Pau capto el movimiento, la energía del grupo de mujeres charlando entre ellas mientras descargaban varias bolsas de ropa de diferentes tamaños. Asimismo, también captó tensión


-Carla, ¿qué haré si...?


-Nada- aseguró Carla a la novia-. Tenemos la situación controlada. Tu única obligación es estar preciosa y ser feliz; nosotras nos ocuparemos del resto. Subamos. Arriba te espera una botella de champán


Paula, haciendo una señal a Pedro para que la siguiera, se adelantó a Carla y al grupo de la novia


-Le pondremos una copa de champán en la mano, y otra en la de la DDH. Para brindar por su amistad -dijo Pau mientras subía la escalera-. Emprendemos un viaje, y la relación entre estas dos mujeres forma parte de la travesía. 
 Jugaremos esa baza y en lugar de procurar separarlas, como pensaba al principio, plasmaremos su unidad. La preparación de la novia como vínculo femenino a la par que ritual de apareamiento.


-Muy bien.- Pedro entro en el dormitorio tras ella-. La habitación es preciosa. -Se fijó en los encajes, las flores, las velas y las guirnaldas de seda-.Ah, qué femenino...


-Si, ya... -Pau sacó la segunda cámara y se la colgó al cuello.


-¿Crees que debo estar aquí? No me parece muy... apropiado.


-Puede que me sirvas. Por ahora, quédate en la puerta. No dejes entrar a nadie sin la contraseña.


-¿Qué contraseña?


-Inventa una.


Pedro se colocó en su sitio mientras Carla hacía entrar a la novia. Una morena se detuvo y lo miró de arriba abajo, de un modo que se le hizo un nudo en el estómago.


-¿Eres Jeronimo?


-Eh... no. Me llamo Pedro.


-Oh qué pena... -La joven le dedicó una sonrisa procaz e insinuante-. No te alejes mucho, Pedro. Puedes serme útil.


La puerta se cerró de golpe. Al otro lado, Pedro oyó unas voces femeninas y luego el feliz chasquido de un corcho despedido por los aires. Las carcajadas que siguieron a continuación debían de ser buena señal.


Un momento después un pequeño ejército de hombres y mujeres cargados con grandes bolsas y maletas se dirigieron hacia él.


-Perdonen... -aventuró Pedro.


La puerta se abrió de par en par a sus espaldas.


-No pasa nada, . Son los de peluquería y maquillaje.
Carla les hizo una señal para que pasaran-. Haz entrar a Jeronimo cuando llegue.


La puerta volvió a cerrarse y el volumen del interior aumentó.


Se preguntó si todo aquello era normal, si Pau y sus socias repetían aquella rutina varias veces a la semana. Emoción, inmediatez, alertas rojas, extraños códigos, auriculares, transmisores.


Era como estar siempre en guerra.


O en un espectáculo de Broadway que llevara muchos años en cartel.


Fuera como fuese, sabía que acabaría agotado al final de la jornada.


Pau abrió la puerta y le puso una copa de champán en la mano.


-Toma. -Y volvió a cerrar.


Pedro miró el champán preguntándose si le permitirían beber estando de servicio. Divertido por la idea, se encogió de hombros y dio un sorbo.


De repente, vio que un hombre subía por la escalera y se dirigía a él.


-Eh, Pedro, ¿qué tal va? -Jeronimo llevaba un traje oscuro con unas sutiles rayas color tiza. Sus rizos, de un rubio oscuro, le enmarcaban el rostro con desenfado. Los simpáticos ojos, color gris humo, le brillaban bajo unas cejas que arqueaba en señal de interrogación-. ¿Has venido a la boda?


-No. He venido a ayudar.


-Yo también. -Jeronimo metió las manos en los bolsillos, relajado. Jeronimo Cooke siempre le parecía relajado a Pedro-. Tengo una cita con una mujer que está aquí dentro. ¿Le has echado un vistazo? Se llama Megan. Meg para los amigos.


-Ah, la dama de honor. Sí, está dentro.


-¿Y bien? -Jeronimo esperó unos segundos -Dame alguna pista. Carla me ha dicho lo de siempre, que es guapa, pero, claro, Carla me necesita. Aquí me tiene, sea como sea, pero me gustaría una opinión imparcial.


-Es muy atractiva. Morena.


-¿Está de buen humor?


-Un poco asustada, más bien. Ahora están haciéndose algo en el pelo.


-Fantástico -dijo Jeronimo suspirando-. Lo que hacemos en nombre de la amistad y de una caja de buen vino. Bueno, al tajo -Y llamó a la puerta-. Cromosoma extraño -gritó a voz en cuello.


Carla abrió la puerta.


-Puntualidad británica -dijo, y tiró de él para que entrara en el dormitorio.


Pedro se apoyó en la pared de al lado, bebió unos sorbos de champán y se puso a filosofar sobre los rituales humanos.


Cuando la puerta volvió a abrirse, Pau le hizo entrar.


Las mujeres, que se habían puesto unas capas blancas, se habían sentado y las peluqueras se ejercitaban con unos instrumentos que siempre lo habían incomodado. Si el pelo era liso, existía un extraño utensilio para rizarlo. Si era rizado, otro lo alisaba.


La pregunta era: ¿por qué razón?


Sin embargo, se guardo mucho de plantearla y, cuando se lo pidieron, sostuvo el fotómetro, una tela de encaje sobre la ventana, un objetivo. No le importó, ni siquiera cuando Jeronimo desertó del campo de batalla y él fue el único varón en un ejército de mujeres.


Nunca había visto trabajar a Pau y eso, por sí solo, ya era educativo y todo un placer. Segura, entregada, pensó. 


Eficaz, fluida de movimientos. Cambiaba ángulos, cámaras, objetivos, mezclándose entre las mujeres, casi sin dirigir la palabra a sus modelos.


Pedro comprendió que quería que actuaran tal como eran y se sentían.


Pau dio unos golpecitos a sus auriculares


-Llega el novio. En marcha.


Pedro se dio cuenta de que, en ese caso, la solidaridad brillaba por su ausencia, porque el padrino no vino con su hermano. Pau hizo su trabajo a la intemperie, mientras se le iba condensando la respiración en unas nubecitas de vapor.


-Sube el novio- anunció a través del micrófono-. El PCYM no ha aparecido aún. Oído.- Pau se dirigió a Pedro-. Hay que estar alerta por si vemos al cabrón. Voy a preparar el equipo para hacer los retratos de la novia ya vestida ¿Por que no vas a relajarte un poco con Jeronimo y Daniel?


-De acuerdo.- Pedro contempló el salón con las sillas enfundadas de blanco y dispuestas en hileras, las cascadas de flores y los centros de velas-. Menuda transformación Es como si hubierais hecho magia.


-Sí, una magia que hay que sudarla. Ya te encontraré.


Pedro no lo dudó, pero no estaba seguro de dónde meterse mientras tanto.


Se demoró entre las flores y los tules, bajo las lucecitas destellantes, y entró en el salón principal. Aliviado, encontró allí a Jeronimo y a Dani, sentados en el bar.


-¿Quieres una cerveza? -le preguntó Del echando voces.


-No, gracias. Solo quería quitarme de en medio.


-No hay mejor lugar para nosotros -comentó Jeronimo-. Has impresionado a Megan. -Alzó su botella de Bass-. Hay peores maneras de pasar un sábado que consolando a una preciosa morena. ¿Un canapé?


Pedro se fijó en que tenían una pequeña bandeja.


-Bueno...


-Daniel ha seducido a una del catering para conseguirla.


-Es cierto que hay peores maneras de pasar un sábado -coincidió Dani-. Dime, Pedro, ahora que estamos juntos, ¿qué hay entre mi chica y tú?


-Tu... ¿qué?


-Le has echado el ojo a mi Macadamia. ¿Le vas a echar algo más?


-Daniel es territorial. Toma un buñuelo de gambas.


«Yo también», pensó Pedro.


-¿Desde cuando es tuya... según tu punto de vista?


-Desde que tenía dos años. Tranquilo, Pedro. Te lo pregunto como un hermano.


-Pues entonces pregúntaselo a ella.


-Discreto -asintió Daniel-. Una gran virtud. Si le haces daño, te parto la cara.


-Protector. Una gran virtud -respondió a su vez Pedro.


-Empatados. Y además trincados -afirmó Daniel cuando Emma entró en el salón.


-¿No os había dicho que esta zona está prohibida? -Emma, vestida con un traje azul y con el cabello recogido con unos pasadores, se puso a dar vueltas alrededor de las mesas-.¿De dónde habéis sacado la comida?


-Del tiene la culpa. -Jeronimo acusó a su amigo sin titubeos.


-No quiero botellas de cerveza ni migas aquí dentro. Largo, y llevaos todo esto. Salid al jardín o subid a las habitaciones de la familia. Me esperaba algo así de vosotros dos- añadió la joven-, pero me ha sorprendido mucho de ti, Pedro.


-Yo solo...no he tomado cerveza. No he comido nada.


Emma se limitó a mirarlo fríamente y señaló la puerta.


-Íbamos a recoger ahora mismo. -Jeronimo, acompañando a sus amigos, salió con el rabo entre las piernas. Cuando se giró, vio que Emma comprobaba la decoración de las mesas.


Pedro chocó con él en el umbral.


-Lo siento.


-No pasa nada. -Jeronimo desvió la mirada al oír el pitido del transmisor de Daniel.


-Me reclaman -explicó Dani-. El cabrón acaba de llegar.
Viene solo. Supongo que eso significa que no tenemos que salir a meterle miedo o a pegarle un puñetazo. Qué pena...







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