domingo, 12 de febrero de 2017

CAPITULO 40 (PRIMERA HISTORIA)




Ni Lourdes ni el coche aparecieron el lunes. El martes, cuando se le agotó la paciencia, Pau llamó a los teléfonos de su madre, al fijo y al móvil, pero la llamada fue a parar directamente al buzón de voz.


El miércoles se planteó seriamente poner una denuncia por robo. Pero luego le tocaría pagar la fianza para sacar a su madre de la cárcel.


Por eso decidió que lo mejor era ir a la casa principal a desayunar.


-Carla ha tenido que marcharse con urgencia. La novia del sábado se ha levantado con un grano o algo parecido y la ha llamado. Emma está esperando un paquete que tiene que llegarle a primera hora, o sea que solo desayunaremos tú y yo.


-¿Eso quiere decir que no habrá tortitas?


-No tengo tiempo para las tortitas... Dios, ojalá la señora Grady se sacudiera de encima la arena de la isla y regresara a casa. Tengo que preparar unas hojas y unas flores de azúcar. Cómete una magdalena.


-¿Te ha dicho Carla cuando volverá?


Laura alzó los ojos y dejó de estirar la masa para hacer las flores de azúcar.


-¿No te ha devuelto el coche?


-Tanto el coche como Lourdes están desaparecidos. Le he dejado una docena de mensajes. Le van a sangrar las orejas y se le va a caer el pelo cuando los oiga. La he amenazado diciéndole que voy a denunciar que me lo han robado.


-Hazlo. Allí está el teléfono.


-A lo mejor me arrestan a mí por haber sido tan estúpida como para darle las llaves. Me acercaré a su casa. Tengo otra sesión de fotos y necesito recoger un papel que encargué y que el lunes no estaba listo. Además, creo que me apetece comprarme unos zapatos.


-¿No sabes nada de Pedro?


-¿Por qué lo dices?


-Porque vas a comprarte unos zapatos, que para ti es un premio de consolación. ¿Lo has llamado?


-¿Qué quieres que le diga: «Lo siento›>? Ya se lo dije. ¿Me he equivocado? Me equivoqué, sí, pero eso no cambia lo que siento.


-¿Y cómo te sientes?


-Confundida, asustada, estúpida... por partida doble, porque tengo ganas de verlo -admitió Pau-. Echo de menos poder hablar con él. Por eso creo que es mejor que no nos veamos y que no hablemos.


-Tu lógica no parece de este mundo.


-Además, es muy posible que no quiera verme ni hablar conmigo.


-Cobarde.


-Puede. Soy una cobarde que se ha quedado sin coche. –Pau guardó unos segundos de silencio mientras Laura estiraba la masa-. Podrías prestarme el tuyo.


-Podría. Pero eso sería ceder, que es lo que haces una y otra vez con Lourdes. Yo te quiero demasiado para tratarte así.


-No sería ceder. Es por trabajo. Podría embutir mi equipo en su ridículo coche de juguete, pero curiosamente me dejó el coche y se llevó las llaves. No es culpa del cliente que yo no haya aguantado el tipo o que mi madre, por puro egoísmo, no me haya devuelto el coche.


-No, no lo es. -Laura, con sumo cuidado, se puso a marcar las primeras flores con un molde cortador.


-Estoy cabreadísima. Admito que el cabreo me ayuda a compensar la pena que siento por el tema de Pedro, pero en este momento prefiero ser desgraciada e ir a mi bola. ¿Por qué se comporta así mi madre? Y no me digas «porque tú se lo permites». Te juro, y te lo juro por lo más sagrado, que no tenía intención de dejarle el maldito coche. No me habría vuelto a pillar si no hubiera sido por unas circunstancias muy especiales.


-Me gustaría creerlo, pero ya ves, Pau, tú pagas un precio, como siempre, y ella, como siempre también, no paga nada. Nunca hay consecuencias para Lourdes. Tu madre te devolverá el coche cuando le convenga y le vaya bien. Y tú discutirás con ella, la pondrás verde y te lamentarás. Ella te echará encima la mierda de siempre y luego se olvidará de todo, porque ha conseguido y hecho lo que quería. Y por si fuera poco, seguirá gobernando tu vida mientras tú no paras de refunfuñar y quejarte.


-¿Qué quieres que haga? ¿Atizarle con el trípode hasta matarla?


-Te ayudaré a esconder el cadáver.


-Ya lo sé -dijo Pau suspirando-. Eres una buena amiga. Y yo no suelo portarme como una cobarde o una abusona.


-Claro que no. Ni mucho menos. Por eso me pones de los nervios cuando parece que lo seas, cuando ella te provoca para que seas así. Oblígala a pagar de una vez por todas, Paula. Te aseguro que cuando lo hayas hecho, la próxima vez ya irá rodado.


-¿Cómo? Créeme si te digo que tengo ganas. En realidad, no puedo llamar a la policía. Le di las malditas llaves. Y creo que...sé, mejor dicho, que se llevó sus llaves con esa jodida actitud pasivo-agresiva. Aunque...


-Me gusta esa mirada. Ahora no tienes los ojos de una ingenua cobardica. ¿Qué pasa?


-Dejó su coche en casa.


-Oh, oh. Vamos a cargarnos el juguete. Iré a por el abrigo y el viejo bate de béisbol de Dani.


-No. Caray, qué carácter más violento.


-Me encanta destrozar las cosas. Es terapéutico.


-No vamos a abollarle el coche. El coche no tiene ninguna culpa de todo esto. Pero voy a pedirle a la grúa que se lo lleve.


-No está mal, pero llevárselo en grúa hasta su casa significa que ella no va a tener que molestarse en venir a recogerlo.


-No pensaba en su casa. -Pau entrecerró los ojos para reflexionar-. ¿Recuerdas que hace unos meses un tío le dio por detrás al coche nuevo de Dani y tuvimos que llamar a la grúa? Pensaba en el mecánico que se encargó de todo. Tiene una grúa, un taller y un aparcamiento. Maldita sea, ¿cómo se llamaba? ¿Dónde está Carla con sus mágicas tarjetas de visita?


-Llama a Dani. Se acordará. Y deja que te diga que por cosas como estas somos amigas tú y yo. Cuando vas a hincarle el diente a algo, Pau, eres un encanto.


-Préstame el coche.


-Haz las llamadas y el coche es tuyo.



CAPITULO 39 (PRIMERA HISTORIA)





Algunos, pensó Carla, dirían que se estaba metiendo donde no la llamaban, que no era asunto suyo. No la conocían lo más mínimo.


Ella se dedicaba a solucionar problemas. Y si no intentaba arreglar el de una vieja amiga, ¿qué sentido tenía lo que hacía?


Entró en el Café de la Amistad decidida a dar lo mejor de sí, por su bien y por el bien de todos.


El bullicio de las conversaciones reflejaba el gentío que había en el local el sábado por la noche. Pudo distinguir el zumbido de la batidora y la vibración del molinillo mientras reconocía el terreno. Vio a Pedro en una mesita para dos y, esbozando una sonrisa, se acercó a él.


-Hola, Pedro. Gracias por haber venido.


-De nada. Ha tenido una celebración hoy, ¿verdad?


-Esta tarde, y salió muy bien. -«No tiene ningún sentido que perdamos el tiempo», pensó-. Pau estaba deprimida y molesta, pero ha hecho un esfuerzo por los clientes.


-Siento que se haya enfadado conmigo.


-Y ella también lo siente por ti, pero -prosiguió Carla antes de que él pudiera meter baza- su madre esta en el origen de todo esto. Supongo que los tres ya lo sabemos, aunque reaccionemos de manera diferente.


-Estaba avergonzada. Me refiero a Paula. Y no tenía por qué. Por mí, no.


-Su madre no para de darle motivos. -Carla miró a la camarera que se había detenido junto a su mesa-. Un té de jazmín, por favor.


-Muy bien. ¿Y usted, doctor Alfonso?


-Buena idea. Tomaré lo mismo.


-Pedro, quiero darte un poco de información de base para que entiendas sus razones. Lo que tú y Pau hagáis luego con todo esto, es cosa vuestra.


Carla se quitó los guantes y se desabrochó el abrigo sin dejar de hablar.


-No sé qué te habrá explicado Pau. Sé que maldeciría mis huesos si se enterara de que voy a contarte todo lo que sé, pero así están las cosas. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía cuatro años. Su padre, al que ella adoraba, la abandonó con la misma alegría con que abandonó a Lourdes. Es un hombre desconsiderado. No es que sea calculador como Lourdes, pero sí desconsiderado. Creció con todos los privilegios, y con un fabuloso fondo fiduciario. Parecerá hipócrita viniendo de mí, pero...


-No. Tú y Daniel y tus padres también, siempre colaborasteis con los demás. Y esa es la palabra que mejor define la situación.


-Gracias. Mariano Chaves viaja a donde le apetece, hace lo que le viene en gana y es de los que huye de los follones. Lourdes va a saco, te agobia y se monta la vida por su cuenta. El padre de Pau la dejó muy bien situada, pero ella se ventiló todo el dinero -Carla sonrió-. Los críos oyen cosas, incluso cuando en teoría no saben lo que significan.


-El debía de pasarle una pensión para la niña.


-Sí. A Pau no le faltó de nada: casa, comida y ropa. Y a su madre tampoco, claro. Los dos se casaron de nuevo antes que Pau cumpliera siete años. Lourdes volvió a al cabo de dos.


Carla interrumpió la conversación cuando vinieron a servirles el té.


-Después de eso, hubo muchos hombres, montones de aventuras y un drama tras otro. Lourdes se alimenta de los dramas. Mariano volvió a divorciarse y se casó otra vez. Tiene un hijo con su tercera esposa y la familia pasa la mayor parte del tiempo en Europa. Lourdes tiene una hija de su segundo marido.


-Sí, Pau me dijo que tenía dos hermanastros.


-Apenas se ven. Eloisa pasó, y pasa, largas temporadas con su padre, que ha demostrado quererla mucho.


-Qué duro ver que tu hermana cuenta con algo que tú no tuviste.


-Sí. Y como casi siempre Pau era la única que estaba en casa, Lourdes esperaba y exigía todo de ella, la utilizaba. Es su estilo. Volvió a casarse. Y cada vez que se casaba, se mudaban a otra casa, a un nuevo vecindario. Pau cambiaba de escuela. Lourdes incluso la sacó de la academia cuando se divorció de su tercer marido. Y luego volvió a matricularla un par de años después, para que estudiara durante un tiempo, porque resultó que estaba liada con un hombre (casado, por cierto) del patronato de la escuela.


-No conoce lo que es la estabilidad -murmuró Pedro-. Nunca la han apoyado.


Carla suspiró.


-Durante toda su vida, Pau ha tenido que aguantar los lloriqueos de su madre cuando la desairaban por un fracaso amoroso o un problema cualquiera. Lourdes se educó creyéndose el centro del universo, y procuró educar a Pau para que esta también lo creyera. Nuestra Pau es una mujer fuerte. Lista, segura, brillante en su profesión. Pero este rincón vulnerable de sí misma es como una herida abierta. Y Lourdes no para de hurgar en ella. Creció rodeada de gente insensible, y tiene miedo de la crueldad de los demás.


-No confía en nosotros porque en toda su vida nadie le ha dado motivos para hacerlo.


-Tú sabes escuchar. Esa fue una de las primeras cosas que me dijo de ti. Voy a darte ventaja, Pedro, y en este punto ella también se enfadaría si me oyera. Ahora bien, si hago esto es porque la quiero.


-Me iría muy bien.


Carla lo tomó de la mano.


-Nunca la había visto como ahora; nunca ha estado con nadie como está contigo. Nunca la había visto tan entregada. Y eso, lo que hay entre los dos, lo que ve en ti, la asusta.


-Me lo había imaginado, al menos lo del miedo. Tú que Ia quieres tanto, ¿qué me aconsejas que haga?


-Esperaba que me lo preguntaras -respondió Carla con una sonrisa-. Dale un poco de espacio, de tiempo... pero no demasiado. Y no te rindas. Las únicas constantes de su vida hemos sido mi familia y yo, Emma y Laura. Te necesita.


-No puedo rendirme- dijo Pedro sencillamente-. Llevo esperándola toda mi vida.







CAPITULO 38 (PRIMERA HISTORIA)





-Creo que lo hemos conseguido. ¿No os parece que hemos triunfado? Ay, qué cansada estoy... -Emma se desperezo en el sofá-. Y me siento un poco mareada. He comido demasiados dulces para calmar los nervios. ¿Verdad que lo hemos conseguido?


-Como no nos contraten, voy a hacer una colecta para encargar que den una paliza a Kathryn Seaman. -Laura apoyo los pies en el montón de álbumes que había sobre la mesita de centro-. Esa mujer es dura de pelar.


-Quiere mucho a su hija -Comentó Carla.


-Si eso se supone, pero caray, nos hemos dejado la vida para presentar la boda perfecta y no hemos conseguido que la madre se comprometa.


-Lo hara. En caso contrario, no nos hará falta la colecta. Yo misma la asesinaré. -Carla, masajeándose la nuca, caminaba arriba y abajo-. Necesita pensarlo, hablarlo con su marido, y Jessica tiene que comentarlo con Josh, porque él también tendrá algo que decir. Es lógico. Es normal.


-Kate es quien lleva las riendas -señaló Pau-. Creo que lo único que quiere es torturarnos. Se quedó con la boca abierta cuando vio el pastel de bodas Palacio Real.


Laura se mordisqueó el labio.


-¿Tú crees?


-La estaba observando. Me he dedicado a observarla como el gato que vigila el ratón... aunque quizá era yo el ratón y ella el gato. Pero la observaba. Se le han iluminado los ojos al ver el pastel. Casi he oído sus pensamientos: «Este pastel en forma de palacio no va a ser para nadie más que no sea mi niña>>. Hemos Triunfado en todo. Las dos han suspirado de emoción con los cornejos y las lucecitas de colores. ¿Y qué me decís del ramo en cascada de tulipanes? Jessie se lo ha adjudicado. Y cuando la madre menciona, como quien no quiere la cosa, que su marido es un patoso, Carla echa mano a su mágica colección de tarjetas y saca una de un profesor particular de baile.


-Ese ha sido un buen tanto -coincidió Emma-. Resumiendo, mamá quiere lo que quiere la niña, y la niña nos quiere a nosotras. Es una corazonada. -Dejó escapar un suspiro y se levantó-. Tengo que ir a plantar cincuenta y cinco narcisos para una fiesta de despedida. Llevaos unos tulipanes.


-Voy a ver si me han devuelto el coche. Tengo una sesión al aire libre y un montón de recados pendientes. -Pau se dirigió entonces a Carla-. Si mi madre no aparece, ¿puedo tomar prestado tu coche?