domingo, 12 de febrero de 2017

CAPITULO 39 (PRIMERA HISTORIA)





Algunos, pensó Carla, dirían que se estaba metiendo donde no la llamaban, que no era asunto suyo. No la conocían lo más mínimo.


Ella se dedicaba a solucionar problemas. Y si no intentaba arreglar el de una vieja amiga, ¿qué sentido tenía lo que hacía?


Entró en el Café de la Amistad decidida a dar lo mejor de sí, por su bien y por el bien de todos.


El bullicio de las conversaciones reflejaba el gentío que había en el local el sábado por la noche. Pudo distinguir el zumbido de la batidora y la vibración del molinillo mientras reconocía el terreno. Vio a Pedro en una mesita para dos y, esbozando una sonrisa, se acercó a él.


-Hola, Pedro. Gracias por haber venido.


-De nada. Ha tenido una celebración hoy, ¿verdad?


-Esta tarde, y salió muy bien. -«No tiene ningún sentido que perdamos el tiempo», pensó-. Pau estaba deprimida y molesta, pero ha hecho un esfuerzo por los clientes.


-Siento que se haya enfadado conmigo.


-Y ella también lo siente por ti, pero -prosiguió Carla antes de que él pudiera meter baza- su madre esta en el origen de todo esto. Supongo que los tres ya lo sabemos, aunque reaccionemos de manera diferente.


-Estaba avergonzada. Me refiero a Paula. Y no tenía por qué. Por mí, no.


-Su madre no para de darle motivos. -Carla miró a la camarera que se había detenido junto a su mesa-. Un té de jazmín, por favor.


-Muy bien. ¿Y usted, doctor Alfonso?


-Buena idea. Tomaré lo mismo.


-Pedro, quiero darte un poco de información de base para que entiendas sus razones. Lo que tú y Pau hagáis luego con todo esto, es cosa vuestra.


Carla se quitó los guantes y se desabrochó el abrigo sin dejar de hablar.


-No sé qué te habrá explicado Pau. Sé que maldeciría mis huesos si se enterara de que voy a contarte todo lo que sé, pero así están las cosas. Sus padres se divorciaron cuando ella tenía cuatro años. Su padre, al que ella adoraba, la abandonó con la misma alegría con que abandonó a Lourdes. Es un hombre desconsiderado. No es que sea calculador como Lourdes, pero sí desconsiderado. Creció con todos los privilegios, y con un fabuloso fondo fiduciario. Parecerá hipócrita viniendo de mí, pero...


-No. Tú y Daniel y tus padres también, siempre colaborasteis con los demás. Y esa es la palabra que mejor define la situación.


-Gracias. Mariano Chaves viaja a donde le apetece, hace lo que le viene en gana y es de los que huye de los follones. Lourdes va a saco, te agobia y se monta la vida por su cuenta. El padre de Pau la dejó muy bien situada, pero ella se ventiló todo el dinero -Carla sonrió-. Los críos oyen cosas, incluso cuando en teoría no saben lo que significan.


-El debía de pasarle una pensión para la niña.


-Sí. A Pau no le faltó de nada: casa, comida y ropa. Y a su madre tampoco, claro. Los dos se casaron de nuevo antes que Pau cumpliera siete años. Lourdes volvió a al cabo de dos.


Carla interrumpió la conversación cuando vinieron a servirles el té.


-Después de eso, hubo muchos hombres, montones de aventuras y un drama tras otro. Lourdes se alimenta de los dramas. Mariano volvió a divorciarse y se casó otra vez. Tiene un hijo con su tercera esposa y la familia pasa la mayor parte del tiempo en Europa. Lourdes tiene una hija de su segundo marido.


-Sí, Pau me dijo que tenía dos hermanastros.


-Apenas se ven. Eloisa pasó, y pasa, largas temporadas con su padre, que ha demostrado quererla mucho.


-Qué duro ver que tu hermana cuenta con algo que tú no tuviste.


-Sí. Y como casi siempre Pau era la única que estaba en casa, Lourdes esperaba y exigía todo de ella, la utilizaba. Es su estilo. Volvió a casarse. Y cada vez que se casaba, se mudaban a otra casa, a un nuevo vecindario. Pau cambiaba de escuela. Lourdes incluso la sacó de la academia cuando se divorció de su tercer marido. Y luego volvió a matricularla un par de años después, para que estudiara durante un tiempo, porque resultó que estaba liada con un hombre (casado, por cierto) del patronato de la escuela.


-No conoce lo que es la estabilidad -murmuró Pedro-. Nunca la han apoyado.


Carla suspiró.


-Durante toda su vida, Pau ha tenido que aguantar los lloriqueos de su madre cuando la desairaban por un fracaso amoroso o un problema cualquiera. Lourdes se educó creyéndose el centro del universo, y procuró educar a Pau para que esta también lo creyera. Nuestra Pau es una mujer fuerte. Lista, segura, brillante en su profesión. Pero este rincón vulnerable de sí misma es como una herida abierta. Y Lourdes no para de hurgar en ella. Creció rodeada de gente insensible, y tiene miedo de la crueldad de los demás.


-No confía en nosotros porque en toda su vida nadie le ha dado motivos para hacerlo.


-Tú sabes escuchar. Esa fue una de las primeras cosas que me dijo de ti. Voy a darte ventaja, Pedro, y en este punto ella también se enfadaría si me oyera. Ahora bien, si hago esto es porque la quiero.


-Me iría muy bien.


Carla lo tomó de la mano.


-Nunca la había visto como ahora; nunca ha estado con nadie como está contigo. Nunca la había visto tan entregada. Y eso, lo que hay entre los dos, lo que ve en ti, la asusta.


-Me lo había imaginado, al menos lo del miedo. Tú que Ia quieres tanto, ¿qué me aconsejas que haga?


-Esperaba que me lo preguntaras -respondió Carla con una sonrisa-. Dale un poco de espacio, de tiempo... pero no demasiado. Y no te rindas. Las únicas constantes de su vida hemos sido mi familia y yo, Emma y Laura. Te necesita.


-No puedo rendirme- dijo Pedro sencillamente-. Llevo esperándola toda mi vida.







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