miércoles, 8 de febrero de 2017

CAPITULO 25 (PRIMERA HISTORIA)






<<Oh, soy terrible. Estoy como una cabra», pensó Pau mientras conducía hacia su casa. Seguramente iría al infierno. Se lo merecía. Ahora bien, había hecho lo correcto, lo único que podía hacer. Por ella y por Pedro.


«Sobre todo por Pedro», se dijo.


¿Irse al infierno? Menuda estupidez. Tendrían que darle una medalla, erigirle una estatua, qué caramba, por hacer lo correcto.


Había hecho lo correcto, y punto en boca. Ahora las cosas saldrían bien. Todo iría bien.


Perfecto.


Vio que las luces de la casa principal estaban encendidas y pensó: «Gracias a Dios». Carla y Laura estarían de acuerdo con ella. Apoyarían su decisión. Eso era lo que necesitaba. 


Paula se detuvo con un chirrido frente a la casa. Unos pensamientos positivos de amiga le irían bien para deshacer aquel nudo que sentía en el estómago.


Entró como una exhalación en la casa y subió a toda prisa la escalera dando voces.


-Estamos aquí arriba. -Carla salió al descansillo-. Ostras, ¿qué te pasa? ¿Has tenido un accidente?


-No, lo he hecho a propósito. O puede que no. Había una lista.


-Vale. Queda claro que no estás herida. Estamos en la salita de mi cuarto repasando los últimos detalles, para aprovechar que aún no nos hemos acostado.


-¿Emma también?


-Sí.


-Bien, muy bien, mejor aún.


Pasó zumbando junto a Carla y entró en la salita, donde Laura y Emma estaban tomando un té con galletas y revisando unos dossieres.


-Eh, nos imaginábamos que llegarías mañana por la mañana arrastrándote avergonzada. -Laura dejó caer su lápiz-. Estábamos pensando en instalar una cámara de vídeo.


-¿Qué tal fue la cena? -preguntó Emma.


-Me marché. Tenía que marcharme. -Pau, con los ojos un tanto desorbitados, se quitó el abrigo-. Vosotras habríais hecho lo mismo.


-Vaya, pues sí que fue bien... -Laura cogió la bandeja-. Toma una galleta.


-No, no. Había hecho un ensayo el martes. ¿Os lo podéis imaginar? Y esta noche ha preparado una cena maravillosa con velas y reducciones de vino.


-Reducciones de vino. -Carla se sentó entre murmullos-. Gracias a Dios que has salido viva de esta. Tendríamos que llamar a la policía.


-Esperad, no entendéis la situación. -Pau, procurando calmarse, respiró hondo varias veces, pero no pareció servirle de nada-. Se lo tomó muy en serio y la noche salió redonda. Me lo pasé muy bien. Bob había hecho una lista.


-¿Quién demonios es Bob? -preguntó Laura.


-Da igual, pero Pedro estaba avergonzado. Es tan mono...Se le ponen rojas las orejas.


-Ayyy -exclamó Emma.


-Sí, ya lo sé. ¿Qué quieres que haga? Estaba emocionadísima. Tenía que acostarme con él.


-En mi caso, cuando a un tío se le ponen rojas las orejas, me arranco la ropa. -Al ver que Pau no parecía querer galletas, Laura cogió una-. Es decir, que practicasteis el sexo.


-No practicamos el sexo. Tuvimos un sexo asombroso, matador, para fundirte las neuronas, el mejor de toda la historia de la humanidad.


-Esto se pone interesante. -Carla se cruzó de piernas-. ¿Fue un sexo tierno, de esos suaves, que harían llorar a los angeles o un sexo con tambores selváticos y acrobacias?


-Fue… Nadie me había hecho sentir de esa manera, y yo jamás había impresionado tanto a alguien. -Pau se sentó en el brazo de la butaca de Carla y contempló el fuego intentando encontrar las palabras-. Es como saber que eres el centro, lo único que él ve, que solo te ve a ti. Y eso es tan tierno y excitante...es terrorífico, increíble. Es saber que existe una persona que solo te ve a ti. Y que cuando te toca, no existe nadie más para él.


Se oyeron tres suspiros de fondo y se hizo un momento de reverente silencio.


-¿Por qué no estás en la cama acurrucada junto a él?-preguntó Emma.


-¡Pero qué dices! -Pau se giró de golpe para mirar a Emma de frente-. ¿No has estado escuchando?


-Escuchando, imaginando y muriéndome de envidia.


-Tenía que marcharme. Quería quedarme, por eso tenía que marcharme. -Pau, gesticulando exageradamente, se puso en pie. -Quería quedarme acurrucada allí, con él. Quería quedarme a vivir en esa condenada cama, por eso tenía que salir de esa casa.


-Te entró el pánico -espetó Carla.


-Claro que me entró el pánico. ¿Y a quién no le entraría? Él va y se queda tan dulce, soñoliento, satisfecho... y con esa pequeña cicatriz de subirse a una valla.


-¿Pedro se sube a las vallas? -preguntó Emma.


-No, déjalo... No cambiemos ahora de tema. Os digo que fue como si me hubieran hipnotizado o drogado. Tenía que salir de allí. Y... ay, me porté como un hombre. -Mientras recordaba la anécdota, Pau se llevó las manos a la cabeza-. ¿Sabéis esos que se apartan de ti al minuto siguiente, se levantan y dicen: «Ha sido fantástico, bonita. Mañana tengo que despertarme temprano. Te llamaré»?


-Oh, Pau, no me digas que...


Pau hizo un gesto de advertencia a Emma.


-Tenía que hacerlo. Fue por instinto de supervivencia. Mío y de Pedro también. Se suponía que el sexo acabaría con mi lasciva, no que me dejaría atontada. Es una pasada, eso es. Ese hombre es demasiado para mí. Es dulce, divertido, inteligente y muy amable. Es sexy y lleva esas gafas que... Además, se le ponen rojas las orejas. Le encanta dar clases. Le vi dando una clase y es... Se me ha quedado clavado aquí dentro. -Pau se llevó la mano al pecho-. El sentimiento, la necesidad... no me los quito de aquí dentro.


Pau cogió la taza de té que tenía más a mano y se la bebió de un solo trago.


-Me presta atención. Me escucha y piensa en lo que digo. Me hace reflexionar.


-Pues alguien va a tener que pararle los pies –sentenció Laura con un gesto de negación-. Pau, cariño, te has enamorado de él.


-Eso, ni lo sueñes. ¿Por qué crees que me marché de esa manera? Noté como si me fueran a tragar las arenas movedizas. Solo que son unas arenas blandas, cálidas y preciosas. No estoy hecha para estas cosas. No creo en ellas. No duran. Solo cuenta el momento, una sucesión de momentos, hasta que todo se va a la porra o se erosiona y desaparece. Decidme, ¿cuántas bodas de divorciados hemos organizado? Caray, incluso hemos celebrado bodas de divorciados por segunda vez. ¿Quién quiere algo así? Conozco lo que pasa cuando todo termina. No vale la pena.


-Saquémosle punta al tema -propuso Laura-. Tienes miedo de enamorarte de un hombre al que acabas de describir como la Mary Poppins de los hombres. Prácticamente perfecto en todos los sentidos -explicó cuando las demás la miraron con aire desconcertado-. Te entró el pánico y huiste después de haber practicado el sexo como si fuera una experiencia religiosa con un tío al que respetas y admiras y por el que estas loca; y todo porque tu madre es un putón orejero.


-¡Laura!


-No -dijo Pau interrumpiendo a Emma-. Es cierto. Mi madre es un putón orejero. Pero ella no lo sabe, y eso es lo que quiero decir. Ella cree que se ha pasado la vida buscando amor cuando en realidad ha ido tras el dinero, la posición y la seguridad, y ella juraría que todo lo ha hecho por amor. Mi padre se largó para no verla más, cosa de la que no le culpo, pero tampoco quiso verme a mí, y eso sí que se lo reprocho, y solo porque no valía la pena hacer el esfuerzo.


-Ellos no son como tú, Pau -dijo Carla con calma.


-No, ya lo sé. Y quizá es cínico creer que no son la excepción, tal y como está el patio, pero así es como lo veo yo. Además, me gusta la vida que llevo, me encuentro cómoda. –Más calmada, Pau volvió a sentarse-. Pedro es un hombre que va en serio. En lo más hondo de su ser, es un hombre serio con una mentalidad tradicional; un hombre que está enamoradísimo de mí, eso es lo que pasa. Su enamoramiento está vivo desde hace años. Si le doy alas, empezará a pensar en contratarnos para la celebración. Terminará preguntando a Carla dónde debería comprar el anillo. Y yo no puedo hacerle eso. He acertado marchándome. Es mejor cortar de raíz antes de...


-¿Arriesgarte a ser feliz con alguien que está loco por ti? -sugirió Emma.


-Vale, si quieres decirlo así... sí. Como yo lo veo, es más o menos así.


-¿Puedo quedármelo?


Pau lanzó una mirada furibunda a Laura.


-No tiene gracia.


-No, la verdad es que no.


-¿Dices que como tú lo ves, es más o menos así? –Emma analizó a Pau con sus grandes ojos oscuros-. Lo dices porque nadie ha estado loco por ti antes, no en serio, de una manera firme y auténtica. Y tú nunca has sentido eso por nadie. Lo sé porque yo me encuentro en la misma situación... diría que todas lo estamos. La diferencia es que, en mi caso, yo espero que eso me suceda algún día.


-Y de ahí viene lo de salir con uno detrás de otro.


-Déjalo, Laura -le dijo Carla.


-Tienes razón. Lo siento. Me he puesto quisquillosa porque tengo celos. Unos celos de muerte. A mí nadie me ha mirado con esos ojos.


-Pero él me ve a través del filtro de un antiguo enamoramiento.


-No conozco a Pedro tanto como tú, en el sentido bíblico de la palabra o como quieras llamarlo, pero yo diría que ese hombre es mas listo de lo que parece.


-El amor y la inteligencia no van de la mano.


-No. -Laura hizo aspavientos-. Y aquí tienes la prueba, en carne y hueso. Estás enamorada como una imbécil de ese tío.


-Lo que dices no me sirve de nada. ¿Y tú, Carla?


-Tienes miedo de enamorarte de él. De que, como en el fondo es una buena persona, puedas pisotearlo, romperle el corazón y dejarlo hecho polvo.


-Suena un poco teatral, pero sí. Básicamente es eso.


-Y por eso estás dispuesta a creer que eres incapaz de tener una relación madura y comprometida. No solo crees que no mereces amor, sino que dudas de tener las pelotas suficientes para poder conservarlo.


-Es un poco brutal, pero...


-Creo que lo infravaloras, a él y a ti también. -Carla se levantó y se acercó a la repisa de la chimenea para coger una fotografía enmarcada en plata-. ¿La recuerdas?


Paula cogió una foto donde salían los padres de Carla, abrazados y riendo, con la mirada alegre, llenos de vida, embebidos el uno en el otro.


-Claro que sí.


-La hiciste tú unos meses antes de que murieran. De todos los retratos que conservo de ellos, este es mi favorito. ¿Sabes por qué?


A Pau se le humedecieron los ojos. Siempre le pasaba.


-Se ve lo mucho que se amaban-siguió diciendo Carla-. Lo felices que eran el uno con el otro. Se peleaban y discutían, y a veces imagino que llegaron a aborrecerse. Pero se amaban. Se pasaron media vida esforzándose por que su relación funcionara. Y eso lo captaste tú en esta imagen. Porque tú lo viste. Lo reconociste.


-Eran excepcionales.


-Y tú también. No pierdo el tiempo con amigas que no lo sean.- Carla tomó la fotografía y volvió a dejarla sobre la repisa-. Date un respiro, Pau. El amor da miedo, y a veces es pasajero. Pero vale la pena correr el riesgo y ponerse nerviosa. Incluso vale la pena el sufrimiento.









No hay comentarios:

Publicar un comentario