martes, 21 de febrero de 2017
CAPITULO 11 (SEGUNDA HISTORIA)
Paula estaba agradecida de que el trabajo la mantuviera tan ocupada que no la dejase pensar. Ayudó a limpiar un destrozo tras un percance en el que se vieron implicados el paje de los anillos y unos éclairs de chocolate, entregó el ramo que la novia lanzaría, retocó la decoración de la mesa del pastel para que fuera más fácil servirlo y empezó a despojar de adornos el salón principal.
Dejó listos los centros de mesa y los demás arreglos florales para su transporte, y cargó y supervisó el material para que
estuviera debidamente embalado.
Después de que soplaran las pompas de jabón y tras el último baile, inició el mismo proceso en los patios y las terrazas.
No vio a Pedro por ninguna parte.
—¿Va todo bien? —le preguntó Laura.
—¿Qué? Sí, claro. Todo ha salido perfecto. Solo estoy cansada.
—En eso, te doy la razón. Al menos, lo de mañana será pan comido comparado con lo de hoy. ¿Has visto a Pedro?
—¿Qué? —Paula dio un respingo como un ladrón al que se le dispara una alarma—. ¿Por qué?
—Lo he perdido de vista. Tenía planeado sobornarle con unos pastelitos para que me ayudara a desmontar. Supongo que se ha escabullido.
—Supongo que sí. No me he fijado.
«Mentirosa, mentirosa.» ¿Por qué le decía mentiras a su amiga? Aquello no podía ser buena señal.
—Carla y Maca están despidiendo a los rezagados —comentó Laura—. Ellas se encargarán de la comprobación de seguridad. ¿Quieres que te ayude a transportar esto hasta tu casa?
—No, ya he terminado. —Paula cargó las últimas piezas sobrantes que luego dejaría en la cámara frigorífica. Donaría el grueso al hospital de la zona y, con el material sobrante,
confeccionaría pequeños arreglos que colocaría en su casa y en las de sus amigas. Luego cerró las portezuelas de la camioneta —. Hasta mañana.
Condujo hasta su casa, descargó la camioneta y metió las flores y las guirnaldas en la cámara.
A pesar de que había le ordenado a su mente que se tranquilizara y se quedase en blanco, esta no paraba de martillearla con un único pensamiento.
Pedro la había besado.
¿Qué significaba eso?
¿Por qué tenía que significar alguna cosa?
Un beso tan solo era un beso. Producto de un instante. Nada más.
Hizo los preparativos para acostarse intentando convencerse de que no era nada más que eso.
Sin embargo, cuando un beso dispara el chispómetro y da el máximo de numeración, es difícil describirlo como algo intrascendente.
Tuvo que admitir que había algo más. Y no sabía qué hacer al respecto. Era irritante, porque Paula siempre sabía lo que había que hacer cuando se trataba de hombres, besos y
chispas. Lo sabía.
Se metió en la cama diciéndose que aunque no pudiera dormir, se quedaría acostada en la oscuridad hasta dar con una solución.
Y cayó dormida en pocos segundos, perdió la noción de todo de puro agotamiento.
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