jueves, 16 de febrero de 2017

CAPITULO 53 (PRIMERA HISTORIA)





Pau oyó un golpe amortiguado y un resoplido, y abrió un solo ojo. Acurrucada en la cama, vio que Pedro renqueaba al recoger sus zapatos.


-¿Qué hora es?


-Pronto. Vuelve a dormirte. Había conseguido levantarme, ducharme y casi vestirme hasta que he tropezado con algo y te he despertado.


-No importa. De todos modos, vale más que me levante porque hoy quiero empezar pronto. -A Pau se le volvieron a cerrar los ojos.


Con los zapatos en la mano, y cojeando levemente, Pedro fue darle un beso en la coronilla. Pau murmuró de placer antes de volver a quedarse dormida.


Cuando recuperó el sentido, los rayos del sol iluminaban el dormitorio.


No tan pronto después de todo, musitó para sus adentros al darse la vuelta para levantarse. Pero si algo bueno tenía el ser empresaria y no haber quedado con nadie por la mañana, era que aprovechabas para dormir. En el momento en que Pau iba a entrar en el baño, se detuvo, hizo un gesto de resignación y volvió sobre sus pasos para hacerse la cama.


<<Ahora soy la nueva Pau››, se recordó. La Paula Chaves ordenada y organizada en todas las facetas de su vida privada y profesional. La que tenía un nuevo armario, diseñado de fábula, para que cada cosa estuviera en su lugar, y lo estaba.


Ahuecó las almohadas, tensó las sábanas y extendió bien la colcha. <<¿Lo ves? -se dijo como cada mañana-. Solo has tardado un par de minutos.>> Asintiendo satisfecha, paseó la mirada por el dormitorio.


No había ropa tirada por ahí, ni zapatos olvidados bajo una silla o joyas esparcidas de cualquier manera sobre el tocador. Era la habitación de una adulta, de una mujer con buen gusto... que sabía controlar la situación.


Se duchó y se recordó que había que colgar la toalla. 


Cuando volvió al dormitorio, se permitió el placer de abrir el armario y quedarse frente a él, mirándolo.


-A esto me refería yo.


Su ropa colgaba en hileras precisas, distribuidas según su uso y color. Su impresionante colección de zapatos descansaba por pares en el interior de unas cajas transparentes para protegerlos que iban amontonadas por estilos: zapatos de vestir, zapatos informales, sandalias, botas, zapatos de salón, zapatos con la puntera abierta, zapatos con tacón de aguja o con tacón de cuña.


Artículos de belleza.


Bolsos, ordenados también por usos y colores, en unos amplios cubos de fácil acceso. En el interior de los cajones lacados en blanco de los compartimientos guardaba los pañuelos y las bufandas, condenados en el pasado a verse mezclados en un revoltijo, ahora perfectamente doblados, así como sus jerséis de arreglar y sus medias.


Vestirse se había convertido en un placer absoluto que no le creaba malestar alguno. Ya no tenía que revolver maldiciendo y preguntándose dónde diablos habría puesto la blusa azul de manga francesa para tener que conformarse luego con otra blusa también azul porque no había podido encontrar la primera.


Ahora, en cambio, la blusa azul de manga francesa estaba en el lugar que le correspondía.


Se puso una camiseta blanca, un jersey de pico azul marino y unos tejanos. El atuendo mas adecuado para trabajar por la mañana y hacer una sesión de fotos a primera hora de la tarde. Satisfecha y pagada de sí misma, salió del dormitorio.


Y volvió sobre sus pasos para meter el pijama en el canasto de la ropa.


Cuando bajaba la escalera, Emma entro por la puerta principal.


-Me he quedado sin café. Échame una mano.


-Claro estaba a punto de... Oh, Pedro debe de haberlo preparado antes de irse. '


-No es que te odie porque tengas a alguien que te prepara mientras tu duermes, pero necesito cafeína para que se despierte mi lado altruista. -Emma se sirvió una taza e inhaló el aroma antes de dar el primer sorbo-. Esto es vida. Que bien.


Pau se sirvió otra taza y bebió con ella.


-¿Quieres ver mi armario?


-Ya lo he visto tres veces. Sí, es la reina de todos los armarios del reino.


-Creo que la reina es el armario de Carla.


-El de Carla es la diosa de todos los armarios. Tú te quedaste con la reina. Ha llamado la novia del sábado -empezó a explicarle Emma-. Ahora quiere cambiar las flores de la niña y en lugar de que la criatura vaya con un cestito lleno de pétalos de rosa, quiere que lleve una poma rosa pálido.


-Creía que había cambiado la poma por el cesto.


-Sí. Y también había cambiado el ramo en media luna por el ramo en cascada, y ha vuelto a cambiar otra vez. -Emma cerró sus grandes ojos castaños y ladeó la cabeza a derecha e izquierda-. Seré feliz cuando acabe con esta.


-Estas novias son las que dan la razón a la hermana de Pedro.


-¿A Silvia?


-No, a su hermana mayor que dice que las bodas son agobiantes y, básicamente, una exageración. Y todo eso para un solo día.


-Pero ese día es especial. Y además, es nuestra forma de ganarnos la vida.


-Estoy de acuerdo contigo. Pero la novia del sábado nos va complicar la vida desde el momento en que empiece a enfilar el pasillo. Me llamó ayer y me pasó por fax una fotografía que encontró en una revista. Quiere que el sábado se la haga idéntica. Por mi, encantada. Lo que ocurre es que su vestido es completamente distinto, como lo es su tipo, su tocado y su cabello. Ah, y además resulta que no tenemos un arco de piedra sacado de un castillo irlandés para que ella pose debajo. Al menos, no a mano.


-Son los nervios. Los nervios de una obsesa del control. Necesito otro chute y luego tengo que irme a trabajar. -Emma lleno su taza hasta el borde-. Te la devolveré.


-Eso es lo que siempre dices.


-Te devolveré la colección entera -le prometió Emma escurriendo el bulto


Una vez sola, Pau abrió un armario de la cocina. Pensó que le convendría tomar algo con azúcar y conservantes, además del café, y entonces descubrió una reluciente manzana roja delante del paquete de galletas Pop-Tarts. Le habían pegado una nota que ponía: <<¡Cómeme a mi también!>>


Pau soltó una carcajada, cogió la manzana y dejo la nota encima del mármol. <<¡Que encanto!>>, pensó mordiendo la fruta. Y divertido. ¿Qué podría hacer por él que no fuera casarse?, se preguntó.


Lo había destrozado con La Perla, había cocinado para él. había…¡La fotografía!


Pau salió pitando hacia su zona de trabajo y conecto el ordenador: En realidad, no había olvidado la tercera parte de su regalo, sino que le había resultado imposible elegir una fotografía y decidir como se la presentaría.


-Tendría que estar trabajando, tendría que estar trabajando-musitó-. Pero solo tardaré un minuto.


Le llevo mas de cuarenta, pero eligió la fotografía: una que hizo después de que se besaran en la que aparecían con las mejillas pegadas. «Pedro se ve tan relajado y feliz, y yo... a su lado, tal cual», pensó ella sin dejar de estudiar el resultado final. Retocó, recortó, imprimió y enmarco. Para rematarlo, la metió dentro de una caja, que envolvió con una cinta roja, y añadió una ramita de muguete de seda en el lazo.


Encantada, imprimió otra foto distinta para ella y eligió un marco. Luego dejo la foto ya terminada en un cajón. No quería buscarle un sitio hasta que Pedro tuviera la suya.


Puso música y bajo el volumen para que sonara de fondo. 


Se puso a trabajar, reconciliada con el mundo en general, hasta que la alarma que había conectado se disparo para avisarla de que había llegado el momento de arreglarse para su sesión de fotos en el estudio.


Tenia que hacer un retrato de compromiso. Ella era medico y él, músico. Pau tenia unas cuantas ideas al respecto y había pedido al novio que trajera su guitarra. Pondría un fondo gris medio, sentaría a los novios en el suelo y…


Pau, con un grueso cojín en las manos, se volvió al oír que la puerta se abría de golpe. Su madre entro en la sala como una exhalación, envuelta en un nuevo coquetón de visón recortado.


-¡Paula, mira!- Lourdes dio una vuelta sobre si misma y detuvo, posando con una pierna delante de la otra.


-No puedes quedarte- le espetó Pau - Estoy esperando unos clientes.


-Yo también soy una clienta que ha venido a pediros información. He pasado primero por aquí, pero tendremos que hablar con el resto del equipo. ¡Ay, Pau!- Lourdes se acercó a ella con sus esbeltas piernas, sus maravillosos zapatos y sus suntuosas pieles- ¡Voy a casarme!


Pau, atrapada en el perfumado abrazo de su madre, se limitó a cerrar los ojos


-Felicidades, una vez mas.


-Oh, no seas así- protestó Lourdes soltándola con un mohín que duró medio segundo antes de volver a girar en redondo con una carcajada-. Alégrate por mí. ¡Soy tan feliz! Mira lo que me trajo Ari de París.


-Sí, un chaquetón precioso.


-Es cierto. -Lourdes, inclinando la cabeza, acarició las pieles con el mentón-. ¡Pero eso no es todo! -Le mostró la mano y movió los dedos. En el dedo anular lucía un enorme brillante de talla cuadrada montado en platino.


«Menudo pedrusco>>, pensó Pau. El más grande que había tenido hasta el momento.


-Es impresionante.


-Ari es un encanto. Estaba muy triste sin mí. Me llamaba día y noche desde París. -Lourdes hizo amago de abrazarse y volvió a girar-. Por supuesto, no quise hablar con él durante los primeros tres días. Estuvo muy mal que se marchara sin mí. Y, por supuesto, me negué a verlo cuando regresó.


-Por supuesto. -Pau le siguió la corriente.


-Me pidió de rodillas que fuera a Nueva York. Me envío una limusina con chófer… llena de rosas blancas. Y con una botella de Dom. Había estado enviándome una docena de rosas cada día. ¡Cada día! Al final, cedí y hablé con él. Oh, fue tan romántico...-Lourdes, cerrando los ojos, se llevó las manos al pecho-. Como en un sueño, o en una película. Cenamos solos, en casa. Encargó un catering con todos mis platos favoritos, mucho champán, velas y más rosas. Me dijo que no podía vivir sin mí, y entonces me regaló esto. ¿Habías visto alguna vez algo semejante?


Pau observó a su madre mientras esta contemplaba el anillo.


-Espero que seáis muy felices. De verdad. Me alegro mucho, pero tengo una sesión.


-Oh. -Lourdes la hizo callar con unos aspavientos-. Pospón la cita, haz el favor. Esto es importante. Tu madre se casa.


-Por cuarta vez, mamá.


-Por última vez. Y con el hombre perfecto. Quiero que vosotras organicéis mi boda, y que no se hable más. 
Necesito que os superéis a vosotras mismas. Ari me ha dicho que no reparara en gastos. Quiero una ceremonia fantástica, romántica y elegante, sofisticada y fastuosa. Estoy pensando que el vestido de novia será rosa pálido. Un Valentino, seguramente; me sienta bien, O quizá busque algo más retro que recuerde a las películas antiguas de Hollywood. Y llevaré un sombrero maravilloso en lugar de un velo. -Con los ojos centelleando, Lourdes se ahuecó el peinado-. Me haré un recogido liso y le diré a Ari que me compre unos pendientes espectaculares que vayan a juego. Unos diamantes rosas, creo. Y quiero cantidades inmensas de rosas blancas y rosadas. De este tema hablaré con Emma. Las participaciones tendrán que salir inmediatamente. Estoy segura de que Carla podrá encargarse de eso. Y luego está el pastel. Lo quiero enorme, El Taj Mahal de los pasteles de boda; Laura tendrá que dar el do de pecho. Y...


-¿Cuándo? -la interrumpió Pau.


-¿Cuando qué?


-¿Cuándo has planeado casarte?


-Ah, en junio. Quiero ir de novia el mes de junio. Quiero que sea primavera, estar en el jardín y...


-¿Este junio? ¿Dentro de tres meses? No hay ni un solo hueco.


-Qué más da… -Lourdes, con una carcajada , hizo ademán de descartar esos asuntos mundanos-. Soy tu madre. Echa a alguien. Veamos...


-No echamos a los clientes, mamá. No podemos cargarnos la boda de otra persona porque quieras que te encontremos fecha en junio a toda prisa.


Un asombro y un dolor genuinos (Pau reconoció que eran genuinos) asomaron a su expresión.


-¿Por qué tienes que ser tan mala conmigo? ¿Por que tienes que estropear mi boda? ¿No ves que soy feliz?


-Sí, lo veo. Y estoy muy contenta por ti. Lo que pasa es que no puedo ofrecerte lo que quieres.


-Tú lo que quieres es darme un escarmiento. Te da rabia que sea feliz.


-Eso no es verdad.


-¿Qué va a ser si no? Voy a casarme y resulta que mi hija tiene una empresa que organiza bodas. Como comprenderás, lo más natural es que tú te ocupes de la mía.


-En junio no puede ser. Hace tiempo que hemos cerrado el mes de junio, un año ya.


-¿Has oído lo que te he dicho? El dinero no es ningún problema. Ari pagara lo que le pidáis. Lo único que tenéis que hacer es cambiar las fechas.


-No se trata de dinero, ni es algo tan simple como cambiar a alguien la fecha. Es cuestión de que nos hemos comprometido, de mantener nuestra integridad. No podemos darte lo que quieres cuando a ti te apetece, pero la razón principal es porque esas fechas ya están pedidas.


- ¿Y esas personas son mas importantes que yo, que tu propia madre?


-Esas otras personas ya han reservado la fecha, encargado
las invitaciones y hecho sus planes. Sí, en este caso son mas importantes.


-Eso ya lo veremos.- El mal genio aguzo la voz de Lourdes y le hizo entrecerrar lo ojos de la rabia-. Todos saben que es Carla quien dirige la empresa. Ella es la que tiene la última palabra. Obedecerás cuando ella te lo diga.


Lourdes se dirigió colérica hacia la puerta y allí se giro en redondo.


-tendría que darte vergüenza tratarme así.


Cansada, Pau se acercó a su mesa de trabajo y, tras oír el portazo que dio su madre, cogió el teléfono.


-Lo siento -dijo Pau cuando Carla respondió a su llamada- Primero quiero decirte que lo siento. Mi madre va hacia tu casa para hablar contigo. Me temo que vas a tener que deliberar con ella.


-De acuerdo.


-Vuelve a casarse


-¡Vaya, qué sorpresa!


Pau rió a pesar de tener los ojos humedecidos.


-Gracias quiere celebrarlo aquí, en junio.


-imposible. Estamos completos.


-Lo se. Se lo he dicho, pero según parece tu eres mi jefa, la jefa de todas nosotras.


-Te diré lo que digo siempre: ya me encargo yo. Eso no es problema para mi.


-Pero resulta que si es mi problema


-Piensa que como soy tu Jefa, voy a encargarme yo de solucionarlo. Ya te llamaré.


Carla, sentada en el despacho de la mansión, se levanto de la silla y se acerco a un espejo. Examino su aspecto, se coloco bien un mechón de pelo, se retoco el pintalabios y sonrío… porque parecía que estuviera preparándose para la batalla.


Lo estaba deseando.


Bajo con parsimonia la escalera, aun cuando oyó que el timbre sonaba con insistencia repetidas veces. Se detuvo para arreglar una rosa que había en el jarrón de la mesa del vestíbulo y, esbozando una sonrisa glacial, abrió la puerta.


-Hola, Lourdes. He oído que hay que felicitarte.


-Veo que no le ha faltado tiempo- Lourdes entro como una exhalación y echo un vistazo alrededor-. Debe de ser extraño ofrecer tu casa a gente extraña por dinero.


-De hecho, lo encuentro muy gratificante -replico Carla mostrándole la sala de estar-. Podemos sentarnos aquí.


Desembarazándose del coquetón, Lourdes se dirigió a un sofá. 


Dejó las pieles sobre el brazo con actitud desdeñosa, se arrellanó en su asiento y cruzo las piernas.


-Comprendo que debería haber acudido a ti primero, pero
me dejé llevar por los sentimientos y fui a casa de mi hija. quería compartir con ella la buena noticia.


-Claro- respondió Carla tomando una silla. Se sentó imitando la postura de Lourdes y cruzó las piernas-. Debes de estar nerviosísima. El anillo es una preciosidad.


-¿Verdad que sí?- El placer iluminó el rostro de Lourdes, que alzó la mano para admirar mejor la joya-. Ari es tan detallista y tan romántico... Me siento como si tocara el cielo con las manos.


-Creo que Pau me ha dicho que él vive en Nueva York. Tendrás que mudarte.


-Muy pronto. Pero primero tengo que arreglar mil y un detalles. Mi casa, mis cosas...


-Y Eloisa. Estoy segura de que le encantará la idea de vivir en Nueva York cuando tenga vacaciones en la universidad o no esté con su padre. -Carla ladeó despacio la cabeza calibrando la mirada inexpresiva de Lourdes.


-Oh, Eloisa pronto volará del nido. Por supuesto, tendrá un dormitorio para cuando venga a vernos. Al menos, hasta que tenga su propio piso. Mientras tanto, tengo que planificar una boda. No soñaría en encargar los detalles a otra persona que no fueras tú. Como es natural, queremos que la ceremonia refleje la posición y el estatus de Ari. Es un hombre muy importante y, ya que hablamos de negocios, te diré que puede permitirse lo mejor. Yo trataré con las demás los temas de los que se ocupan, pero prefiero aprovechar que ahora estoy aquí para compartir contigo mis impresiones.


-Votos no va a poder organizar ni celebrar tu boda, Lourdes. No tenemos fechas libres en junio. De hecho, tenemos reservados el verano y el otoño también.


-Carla, eres una mujer de negocios -dijo Lourdes gesticulando-. Te estoy ofreciendo un acontecimiento importantísimo que dará a tu empresa una gran publicidad y, sin duda, atraerá a futuros clientes. Ari conoce a gente muy importante, y me refiero a clientes de gran categoría. Como me hace muchísima ilusión celebrar aquí la boda, en casa de una antigua amiga, una amiga a la que sigo echando de menos, te compensaremos el hecho de haberte avisado con tan poca antelación. ¿Cuánto calculas que costaría tener una fecha disponible, digamos el tercer sábado de junio?


-Tienes razón cuando dices que soy una mujer de negocios.-Carla vio que Lourdes sonreía de satisfacción-. Mi negocio consiste en servir a nuestra clientela. Tenemos un cliente el tercer sábado de junio. Hemos firmado un contrato, y cuando doy mi palabra, la mantengo. Vale más que pienses en celebrar la boda en Nueva York. Si quieres, puedo darte los nombres de otros organizadores de enlaces.


-No quiero nombres. He dicho que quiero casarme aquí. Para mí es importante, Carla. Quiero casarme en un lugar donde me sienta en casa, donde tenga un familiar, donde haya gente a la que quiero y en la que confío que cuidará de todos los detalles. Quiero...


-El llanto no me afecta. -La voz de Carla se volvió fría como el hielo cuando a Lourdes se le inundaron los ojos de lágrimas-. Y me da igual lo que quieras. Aquí no te vas a casar. Así que... -Carla se puso en pie-. Si eso es todo, tengo mucho trabajo.


-Siempre te has creído mejor que nosotros, siempre mirándonos por encima del hombro como si fueras muy importante. Una Brown de Connecticut. ¿Y ahora, qué eres, si tienes que alquilar tu mansión e ir arriba y abajo sirviendo bebidas y haciendo de recadera de los demás?


-Soy una Brown de Connecticut, que sigue una honrosa tradición familiar y se gana la vida. -Carla recogió el chaquetón de Lourdes y se lo ofreció-. Te acompaño a la puerta.


-Cuando le diga a Ari cómo me has tratado, te va a echar del mundo de los negocios. No podrás organizar ni una fiesta infantil en este lugar. Te arruinaremos.


-Oh, Lourdes, no tienes ni idea de lo feliz que me hace oírte hablar así, porque eso me permite decirte algo que siempre he querido, desde hace años. Durante todo el tiempo que te he visto minar y manipular emocionalmente a mi mejor amiga, durante los años que he observado cómo la reñías o la ignorabas según tu conveniencia.


El estupor dejó lívida a Lourdes.


-No puedes hablarme así


-Acabo de hacerlo y seguiré. No te queremos más en esta casa. De hecho, nunca fuiste bienvenida, te tolerábamos. Pero eso se acabó. Solo te dejaremos entrar por esta puerta si Pau quiere. Ahora, sal de mi casa, métete en el coche y márchate de mi propiedad.


-Y pensar que quería hacerte un favor.


Carla aguardó junto al umbral a que Lourdes se metiera en sin automóvil. Calculó que cuando estuviera a mitad de camino, ya se habría creído sus propias palabras. Creería que había intentado hacerles un favor. Esperó a que el coche petardeara por el caminito, agarró su abrigo y se dirigió al estudio de Pau.


Pau salió a recibirla.


-Carly, yo...


-No te disculpes conmigo. Me cabrearías. -Observó el estudio y se fijó en el telón de fondo y en los almohadones que había en el suelo-. Tienes que hacer la foto de compromiso. Y pronto -añadió consultando el reloj-. Seré breve.


-¿Cómo fue la entrevista?


-No nos han dado el trabajo.


-¿Se echó a llorar o a gritar?


-Un poco de ambas cosas, sin contar los sobornos y los insultos.


-Es increíble. Esta mujer es increíble. Está convencida de que el mundo gira a su alrededor. -Cansada del tema, Pau se masajeó la cuenca de los ojos-. Dentro de una hora
habrá dado la vuelta al tema y pensará que lo único que hacía era hacernos un favor, porque en el fondo lo que intentaba era potenciar nuestra empresa. Luego dirá que se ha sentido aliviada interiormente cuando no hemos aceptado, porque su boda era demasiado importante para nuestro negocio.


-Ha dicho algo parecido cuando se iba.


-Es una habilidad. A lo mejor esta vez dura. Me refiero al matrimonio. Ha quedado clarísimo que el tío tiene pasta, y mucha.


-Míralo por el lado positivo: se muda a Nueva York.


Pau se quedó perpleja.


-No lo había pensado. Me pasó por alto. Ese lado sí que es positivo. -Sin embargo, Pau suspiró y apoyó la cabeza en el hombro de Carla-. Oh, cómo me agota...


-Ya lo sé -respondió Carla dándole un fuerte abrazo-.Tienes que estar bien -le ordenó.


-Lo haré.


-¿Quieres venir a tomar helado después de la sesión?


-A lo mejor sí.


-Ya llegan los clientes. Me quitaré de en medio.


-Carla, aunque hubiéramos tenido la fecha libre...


-Ay, cariño -dijo Carla risueña antes de salir por la puerta-. Por encima de mi cadáver.


Pau hizo un gesto de impotencia y se obligó a no sentirse culpable. Al menos, hasta después de la sesión.









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