jueves, 16 de febrero de 2017

CAPITULO 52 (PRIMERA HISTORIA)






Cuando terminó la velada, fueron a casa de Pedro. Él esperó a estar dentro para abrazarla.


-Gracias. Imagino que debes de tener los nervios destrozados después de conocer a la tropa... y que te sometan al tercer grado.


-¿Cómo te lo diría? Bufff. ¿Crees que he superado el casting.


-Por supuesto.


Pau se agacho para acariciar al gato, que había ido a saludarlos.


-Tienes una familia muy agradable. Ya me lo figuraba. Os queréis. Y eso se ve.


-Sí nos queremos. No sé si pedirte disculpas en nombre de Diana. Le gusta volverlo todo del revés para encontrar defectos


-No. La entiendo, porque yo suelo hacer lo mismo. Solo que lo interiorizo más. Me han gustado todos, incluso ella. Son tan normales... Envidio la familia que tienes.


-Compártela conmigo. Ojala pudiera decirte eso sin que pusieras esa mirada.


-Yo también. Es un defecto incorregible, no es culpa tuya.


-No me jodas.


Pau se quedo boquiabierta. Él pocas veces decía tacos.


-Es...


-Tú no tienes ningún defecto incorregible. Lo que te pasa es que tienes muy arraigada la costumbre de que el matrimonio, para ti, solo puede contemplarse desde un único ángulo. Y lo que ves desde allí es el fracaso.


-Puede que tengas razón, seguro. Pero ese ángulo lo he cambiado mucho mas por ti, contigo, que con cualquier otro. No sé si seré capaz de seguir así.


-No voy presionarte, pero tampoco te mentiré diciéndote que no lo he pensado, que no he imaginado que podemos inventar una vida juntos. Me resulta difícil mirar en mi interior y saber, sin dudarlo, que esto es lo que quiero. Y mirarte a ti y saber que te equivocas pensando que no puedes tenerlo.


-No quiero hacerte daño. No se si puedes entender que eso me aterra más que el hecho de que seas tú quien pueda hacerme daño.


-No hace falta que me protejas. -Pedro tocó los pendientes de diamantes que Pau llevaba puestos-. Cuando te los regale, pensaste que quizá había un anillo de compromiso en el estuche. Te quedaste de piedra.


-Pedro...


-Me pregunto qué habrías dicho si hubieras visto un anillo. No quiero que me lo digas ahora. Es una pregunta retórica. Ahora bien, voy a hacerte una promesa para que te tranquilices. Ni anillos ni proposiciones, hasta que tú me lo pidas.


-Eres demasiado bueno para mí.


-Me obligas a repetirme. No me jodas.


-Lo digo de verdad. Y piensa que tengo una buena opinión de mí misma. Lo que yo tendría que hacer, Pedro, es ponerme de rodillas y pedirte que te quedes conmigo. Pero no me salen las palabras. Las tengo aquí. Clavadas aquí dentro. -Pau se tocó el pecho con un puño-. Y cada vez que esto se suelta, aunque solo sea un poco, de repente algo pasa y me vuelve a quedar todo aquí metido. Eres más de lo que merezco.


-No me hagas esto -protestó Pedro asiéndola por los hombros-. No me apartes de tu vida. No me pongas donde no quiero estar.


-No sé qué te habría dicho si hubiera habido un anillo en ese estuche. Y eso me asusta. No lo sé, y no consigo ver si mis palabras habrían sido las más adecuadas para los dos. Yo tengo que ver las cosas. Sé que el ángulo no es el correcto. Es más, el objetivo es defectuoso, y lo sé. -Pau se apartó un poco de él-. Esto es lo que quiero cambiar, porque para mí es lo primero.


-Por algo se empieza. Me conformo por ahora.


-No deberías conformarte. Esto es asunto mío.


-No me digas lo que tengo que hacer ni a quién tengo que amar. Te he elegido a ti. Mañana te elegiré a ti y dentro de cincuenta años, también.


-Nunca he sido elegida. No me ha elegido nunca nadie.


Pedro se acercó más a ella


-Ya te acostumbrarás- le dijo tomándola por el mentón y besándola.


-¿Por qué? ¿Por qué soy la elegida?


-Porque mi vida se inundo de colores cuando tu entraste en ella.


Pau lo abrazó con fuerza y se apoyo en su hombro, embargada de emoción.


-Si me lo hubieras pedido, no habría podido decirte que no.


-Con eso no basta, no nos basta a ninguno de los dos. Cuando te lo pida, tienes que querer decir que sí.







No hay comentarios:

Publicar un comentario