jueves, 16 de febrero de 2017
CAPITULO 55 (PRIMERA HISTORIA)
Pedro entró en el estudio de Pau con una gran pizza y el paso ligero. Ella estaba sentada en el sofá y apoyaba los pies sobre la mesa de centro.
-Pizza -dijo él entrando en la cocina para dejarla sobre la mesa-. Sabía que tenías una sesión de fotos esta tarde y yo un maletín a rebosar de trabajos para corregir, por eso he pensando en comprar una pizza. Además, es una comida festiva. He tenido muy buen día.
Pau gruñó un poco y Pedro se acercó a ella preocupado.
-¿Estás bien?
-Sí. Más o menos. Así que hay pizza... Tengo casi cuatro litros de helado en el estómago. Puede que el doble.
-Helado -repitió Pedro sentándose encima de la mesita-. ¿Habéis hecho una fiesta?
-No. Quizá. Supongo que depende de lo que entiendas por fiesta. Cuéntame por qué te ha ido tan bien el día.
Pedro se levantó de un salto para darle un beso y luego volvió a sentarse.
-Hola, Paula.
-Hola, Pedro. Menuda sonrisa traes.
-Hoy he tenido uno de esos grandes momentos que para mi que te regala la vida. Tengo un alumno. Todo un desafío. Es de esos que se sientan, desconectan algún mecanismo de su cabeza y deambulan por todas partes menos por el aula.
-Ah, sí. Yo tenía ese mecanismo. Era muy práctico, sobre todo durante las clases sobre la guerra de la Independencia o los aranceles. Los aranceles me desconectaban el pensamiento de manera automática. ¿Tu alumno, el de los retos, se ha portado bien hoy?
-Se ha portado bien. Hemos encontrado otro interruptor, el que enciende el interés y las ideas. Se ve en los ojos, igual que el que desconecta.
-¿Ah, sí?
-Gabriel es de esa clase de alumnos que obliga a esforzarse a los profesores. Y cuando encontramos ese interruptor, es muy gratificante… Es el del notable del examen que corregí el día de San Valentín, o el día anterior. Pienso en ese día como en nuestro día de los Enamorados.
-Claro, ya me acuerdo. Bien por Gabriel.
-Su madre ha venido a verme hoy. La mayoría de las veces, cuando vienen a verte los padres, no es para hacerte un cumplido. En cambio, esa mujer ha venido a traerme un saco entero de cumplidos. Me ha dado las gracias.
-Te ha dado las gracias. -Pau inclinó la cabeza, picada por la curiosidad-. ¿Eso es el saco entero de cumplidos?
-Sí. No solo se trata de transmitir datos y teorías, o de poner deberes y puntuarlos. Se trata de.... encontrar el interruptor. Yo encontré el de Gabriel, y ella vino a darme las gracias. Veo que sonríes de oreja a oreja.
-Has cambiado una vida. Te dedicas a cambiar vidas.
-Yo no diría tanto.
-Lo digo en serio. Yo documento esas cosas, o al menos en parte. Y eso es importante, tiene un valor. Tú las cambias, y eso es asombroso. Voy a traerte un trozo de pizza, pizza que no voy a poder compartir contigo -dijo Pau levantándose-. Me sale el helado por las orejas.
-¿Por qué has tomado cuatro litros, o puede que el doble?
-Oh... -Pau se encogió de hombros mientras él la seguía hacia la cocina-. Avaricia.
-Me contaste que te tiras de cabeza al helado en momentos de tortura emocional.
Pau fue a coger un plato.
-A veces olvido lo bien que escuchas. Digamos que no he tenido un buen día. O puede que sí -añadió considerando las cosas-. Depende del cristal con que se mire.
-Cuéntamelo.
-No es importante. Y tienes la pizza Gabriel. ¿Quieres una copa de vino para acompañarla?
-Solo si te tomas tú una mientras me lo explicas. Podemos pasarnos un buen rato dándole vueltas al asunto o puedes ahorrarte tiempo y contármelo directamente.
-Tienes razón. Dando vueltas al tema le doy demasiada importancia, más de la que merece. -Otra mala costumbre que habría que cambiar, pensó-. Mi madre se casa otra vez.
-Oh. -Pedro observó su expresión mientras ella le servía el vino-. Y él no te gusta.
-No tengo ni idea. No lo conozco.
-Comprendo.
-No, no lo entiendes -lo interrumpió ella rozándole la mano-. No puedes entender que tu madre se case con alguien que tú no sabrías distinguir en una rueda de identificación. Dudo también que Eloisa lo conozca o que a Lourdes se le haya ocurrido que, como mínimo, nos lo tendría que presentar. En fin, la señora Chaves barra Meyers barra Barrington... Ostras, no sé cuál será el apellido a partir de ahora... Los miembros de la familia Chaves barra Meyers barra Barrington barra y el apellido que todavía no conocemos no cenan en familia. Por eso, conocer al marido de turno no es una prioridad.
-Siento que esto te afecte tanto.
-No sé si me afecta o no. Lo que no entiendo es por qué me sorprende. La última vez que vi a Lourdes fue cuando me llamó histérica a medianoche y cogí el coche en plena tormenta de nieve en la que no veía más allá de mis narices pensando que la habían violado, asaltado o yo qué sé.
-¿Qué? ¿Cuándo fue eso? -Pedro le cogió la mano-. ¿La hirieron?
-Oh, fue… esa noche que teníais la reunión de padres en la academia; y no, no la hirieron. Solo en el universo Lourdes. La encontré acurrucada en el suelo, <<muriéndose>> porque Ari, que es su nuevo prometido, tenía que tomar un avión a París por un asunto de negocios y no se la había llevado con él. Yo estaba a punto de llamar a la policía, a una ambulancia, y ella llorando a moco tendido por no haber ido a París. Di media vuelta y me marche. Merezco sacar nota, porque yo suelo arreglarlo calmándola, metiéndola en la cama y tragándome la rabia.
-¿Por qué no me habías dicho nada de todo esto?
-No lo sé. -Pau suspiró hondo y sacudió la cabeza-. De verdad que no lo sé. No era una escena madre-hija como para presumir de ella y supongo que intenté quitármelo de la cabeza. Me marche, y le dije que la próxima vez que me llamara no iría a verla. Le dije cosas muy duras y me marche.
-Era necesario que se las dijeras, y tenías que marcharte luego.
-Tienes razón, en las dos cosas. Hoy se presenta aquí con alas en los pies, vestida con sus nuevas pieles y un brillante gordo y cuadrado como una nevera, como si nada hubiera pasado. Qué me vas a contar a mí de encender y apagar interruptores… Me dice que se casa en junio. A Ari lo ha perdonado gracias a las pieles, al diamante y a que se le ha declarado. Ahora espera que nosotras le montemos la boda, cuando junio es como un desfile de novias en esta casa. Estamos al completo. Lourdes se pone como una moto. Y entonces decide atacar a Carla. Eso fue lo mejor. Carla le bajó los humos y le señaló la puerta. Luego vino lo del helado. -Pau tomó un sorbo de vino-. Tu día es mucho más bonito.
-Alguien tenía que decirle que lo tenéis todo lleno.
-No creas que se ha dado por enterada. Francamente, no creo que le haya entrado en la cabeza. Mi madre no ve nada más allá de sus propios caprichos. El resto no existe. La rabia, la sorpresa, incluso el dolor que siente cuando no consigue lo que se propone, son sinceros. Auténticos. Tiene la madurez emocional de la mosca de la fruta, cultivada por una madre que le consintió todos los caprichos y le hizo creer que era el centro del universo. Lourdes es el producto de todo esto.
-Eso no le da derecho a tratarte de esta manera.
-Sí se lo da. Puede hacer lo que le venga en gana. Soy yo la responsable de mis reacciones, y estoy trabajando en ello. Gabriel y yo vamos mejorando. Lourdes no consiguió lo que quería.
-Ese no es el quid de la cuestión, solo el resultado. Repetirá el ciclo. Volverá a herirte otra vez. Y cuando lo haga, se las tendrá que ver conmigo.
-Pedro, no hace falta que cargues con este lío. Es un detalle muy bonito por tu parte, pero…
-No es un detalle. Se las verá conmigo.
Pau recordó que había encajado un puñetazo de un borracho colérico.
-Sé que sabes arreglártelas solo, pero se trata de mi madre y eso es algo que tengo que hacer yo.
-El ADN que compartís no la convierte en tu madre.
Pau guardó silencio.
-No -dijo finalmente- En realidad, no.
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