miércoles, 15 de febrero de 2017

CAPITULO 47 (PRIMERA HISTORIA)





Emma, en jarras, se plantó en medio del desastre que se había convertido el dormitorio de Pau.


-No tenia ni idea, ni la más remota idea, de que Pedro y tú fuerais unos acróbatas del sexo


-Lo somos Pero esto tengo que resolverlo sola.


-La pregunta es: ¿por qué?


-Me estoy organizando.


-En este mundo, organizarse normalmente significa poner las cosas en su sitio.


-Eso vendrá luego ¿Quieres este bolso de mano? Nunca lo utilizo.-Emma se acerco a un montón de ropa y accesorios y revolvió en él hasta coger la cartera marrón.


-Este color parece caca seca. A lo mejor no lo llevas nunca porque es horroroso.


-Es verdad. No se en que estaría pensando ese día. Ponlo con lo que voy a dar. En esa pila -añadió Pau con un gesto.


Emma tiro el bolso al montón que le indicaba su amiga.


-Veo que te deshaces de estos zapatos.


Pau echo un vistazo al par de zapatos de puntera abierta y color lima, con un tacón vertiginoso, que Emma estaba examinando.


-Me destrozan los pies. Me salen ampollas cada vez que me los pongo.


-Son unos zapatos fabulosos


-Ya lo se, pero no me los pongo nunca por lo de las ampollas- Pau negó con la cabeza cuando vio el brillo de los ojos de Emma- No son de tu talla.


-Ya lo se, pero es que no es justo que Laura y Carla tengan el mismo numero y tu y yo seamos la excepción. Es una injusticia-Sin soltar el zapato, Emma giro sobre si misma-
¿Cómo podéis practicar el sexo tu y Pedro metidos aquí dentro?


-Nos las arreglamos. Casi siempre voy a su casa. Sobre todo últimamente, porque cuando ve el panorama, quiere ayudarme. Y no puedes meter a un hombre a organizar un armario y un vestidor. Ha empezado a contar mis zapatos


-Nunca entienden lo de los zapatos.


-Por cierto, ponlos con lo que me quedo en aquel otro montón. Son demasiado bonitos para tirarlos Me los pondré cuando tenga que estar sentada.


-Muy buena idea.


-¿Lo ves? El nunca entendería algo así. Y frunciría el ceño, como cuando se pone a pensar.


-Y aparte de que frunce el ceño cuando se pone a pensar, ¿como os van las cosas con Pedro?


-Nos va muy bien. Es casi perfecto No entiendo por que se me cruzaron los cables y me puse a desbarrar ¿Y esta blusa? Tengo varias iguales y quiero sacarme alguna de encima ¿Cuál doy? -Emma examino dos blusas negras bastante exageradas.


-Son negras. No hay límite para las blusas negras. Son prendas básicas que siempre hay que tener en un armario.


-¿Lo ves? Por eso te he pedido que vinieras.


-Creo que a quien necesitas es a Carla, Pau. Me has dicho que empezaste el martes. El martes pasado.


-Carla no puede entrar aquí. Echaría un vistazo y su sistema nervioso se colapsaría. Tardaría meses en salir del coma. jamás le haría una cosa así. además he encargado material: cajas para los zapatos, colgadores y esa cosa que lleva unos ganchos para colgar bolsos o cinturones, creo. Mire elementos para compartir armarios pero me hice un lío. Por otro lado, he decido que me deshago de un veinticinco por ciento. Pensaba deshacerme del cincuenta, pero eso fue antes de que recuperara el juicio.


-Llevas casi una semana con esto.


-No he podido dedicarle mucho tiempo, entre el trabajo y Pedro. además, es curioso, pero me cuesta subir aquí. Ahora bien, esta noche voy a hacer un intensivo.


-¿No vas a ver a Pedro?


-Hoy tiene una reunión de padres en la academia. Y tampoco nos vemos todas las noches.


-Ya. Solo las que terminan con S y con O. Estas feliz. Este hombre te hace feliz.


-Es verdad. Pero hay algo que…


-Ay.


-No, es una tontería. Me ha preguntado si quiero dejar algunas cosas en su casa.


-¿Como un poco de ropa y un cepillo de dientes? Pau.


-Ya lo sé. Lo sé, lo sé. Es lógico, y todo un detalle por su parte. Pero me entraron ganas de cruzarme y ponerme como una moto. No lo hice, pero tuve ganas. Me refiero a que… mira mis cosas. Tengo tantas… Si empiezo a mezclar mis prendas con las suyas ¿como sabré donde las he dejado? ¿Y si dejo algo en su casa y luego llego aquí y lo necesito?


-Supongo que ya sabes que vas buscando los defectos, los obstáculos, los inconvenientes Lo sabes, ¿verdad?


-Buscar los defectos no quiere decir que no existan. Me estoy acostumbrando a estar con el, como pareja oficial, y ahora me deja espacio en su armario. Cuando lo que estoy intentando es apañármelas con el mío.


-Y estas haciendo un trabajo fabuloso.


Pau observo los diversos montones.


-Un trabajo que va progresando.


-Tú también. Y tu relación con Pedro. Las relaciones siempre progresan.


-Ya sé que tienes razón. Es que... quiero que todo cuadre-. Pau resopló mientras examinaba las pilas-. Quiero organizar mi vida y sentir que la controlo. Tener claridad de ideas. Quiero saber qué voy a hacer con ella, como me pasa en el trabajo.


-¿Lo amas?


-¿Cómo se puede saber una cosa así? Por mucho que me lo pregunte, la respuesta siempre es sí. Sí, lo amo. Pero la gente se enamora y se desenamora continuamente. El enamoramiento es terrible, excitante, pero el desamor es espantoso. Ahora todo va muy bien, y me gustaría que siguiera así.


-¿Sabes cuánto me gustaría a mí enamorarme de un hombre que me amara?


-No te veo eligiendo el ramo de novia.


-Te equivocas de plano. Si tuviera lo que tú tienes ahora, no estaría de pie, en medio de este follón, intentando organizar mi vida. Estaría deseando inventarme una nueva vida. Si tú...-Emma se interrumpió cuando oyó que la puerta principal se cerraba de golpe.


-¿Pau? ¿Estás en casa?


-¿Qué está haciendo aquí Jeronimo? -quiso saber Emma.


-Ah, lo olvidé. ¡Arriba! -gritó Pau-. Carla me ha comentado que tenía que hablar con él y le he pedido que le dijera que se acercase al estudio. Ya que ando perdida entre compartimientos de armario, ¿por qué no consultar con un arquitecto?


-¿Quieres que un arquitecto, que un hombre, que Jeronimo te organice el armario?


-No, quiero que me haga entender qué necesito para organizarlo yo.


Emma miró a Pau con reticencia.


-Acabas de pisar el terreno de Carla.


-Es posible, pero ¿has visto su armario? Es como los que salen en las revistas. Debe de ser como el de la reina de inglaterra, pero sin los sombreros estrafalarios. ¡Jero! Justo la persona que quería ver.


Jeronimo se quedó en el umbral, alto, con sus tejanos, su camisa de trabajo y sus botas... Muy masculino.


-No quiero entrar. No hay que tocar nada en la escena de un crimen.


-El único crimen que veo es este. -Pau señalo su armario-. Un armario vacío con una estúpida barra y un estante. Tienes que ayudarme.


-Te dije que necesitábamos diseñar el armario cuando reformamos el espacio.


-Entonces tenía prisa. Ahora no. Necesito al menos dos barras, y a la derecha... otra más baja. Y más estantes. Quizás unos cajones.


Jeronimo miró alrededor.


-Vas a necesitar una nave más grande.


-Estoy liquidando mis cosas. No te metas conmigo.


Jeronimo entró en el dormitorio y metió los pulgares en las trabillas del pantalón.


-Espacioso.


-Sí y eso es parte del problema. Me he sentido obligada a llenar el espacio. Tú podrías mejorarlo.


-Claro que puedo. Podrías mejorarlo solo con un poco de material de la ferretería.


-Fui a mirar, pero quiero algo más... Mas.


-Yo lo chaparía de cedro, ya puestos. Hay espacio suficiente para hacer unos módulos empotrados, Pasar una barra corta al lado y quizá poner unas cajoneras allí. No lo se. Lo pensare. Conozco a alguien que podría encargarse de las obras.


Pau esbozó una sonrisa.


-¿Lo ves? Sabía que me dirías como hacerlo.


-De volver a meter tus cosas dentro, te ocupas tú.


-Eso no hay ni que hablarlo. Ya que estas aquí...


-¿Quieres que te diseñe el armario escobero?


-No, pero gracias. Quiero el punto de vista de un hombre.


-En eso puedo ayudarte.


-¿Qué significa cuando le dices a una mujer que deje unas cuantas cosas en tu casa?


-¿Cuándo me di el trompazo?


-Típico -musitó Emma.


-Oye, ha sido ella quien ha preguntado.


-Tienes una relación monógama con una mujer. Una relación íntima -le explicó Pau.


-Y ahora ella quiere dejar sus extraños productos femeninos en el baño. Luego necesitará un cajón, y antes de que te des cuenta, comprará cuadrantes para la cama y tu cerveza tendrá que hacer espacio en la nevera a sus refrescos sin azúcar y al yogur desnatado. Y al final, hala, de visita a los anticuarios en lugar de ver el partido el domingo por la tarde.


-¿Eso es lo que se te ocurre? -intervino Emma-. Claro, ella puede revolcarse en la cama hasta rasgar las sábanas, pero, caray, no puede dejar el cepillo de dientes en tu baño, eso no. Ni ocupar unos centímetros de un cajón. Qué invasivo, qué exageración. ¿Por qué no le dejas el dinero en el tocador y llamamos a las cosas por su nombre?


-Uau. Eso no es lo que yo...


-¿Por qué tiene ella que sentirse cómoda? ¿Por qué tiene que esperar que le hagas espacio en tu vida para sus necesidades? Dios nos libre de que ella te quite tu precioso tiempo, tu sagrado espacio. Es patético. Los dos sois patéticos. -Y salió como una exhalación.


Jeronimo se quedó con la mirada clavada en la puerta.


-¿Pero qué ha pasado? ¿Por qué se ha cabreado tanto conmigo?


-Es por mí. Todo ha empezado por mí.


-La próxima vez, avísame, que me saldré del campo de tiro. ¿Sale con alguien que... le esté dando problemas?


-No. No sale con nadie en especial. Yo sí, y eso la irrita porque cree que no lo valoro, que no valoro a Pedro. Se equivoca. Sí lo valoro. Pero tiene razón cuando dice que mi línea de pensamiento es una espiral que va en pendiente, como tú acabas de decir. Y en el fondo, tiene razón. Es patético.


-No tienes por qué estar en una espiral en pendiente. A lo mejor te apetecen el yogur o las antigüedades. Depende.


-¿De qué?


-De la persona que deja sus cosas en tu cajón. ¿Tienes una cerveza?


-Sí.


-Tomemos una cerveza y te haré unos dibujos. Si quieres, diré al tío que conozco que venga a tomar medidas para echar esto abajo.


-Eso sí merece una cerveza.


-Vaya, vaya... Tú y Pedro Alfonso.


-Pedro Alfonso y yo -afirmó Pau mientras bajaban por la escalera-. ¿Es raro?


-¿Por qué va a ser raro?


-No lo sé. Como nos conocimos en el instituto cuando y pasaba por mi fase artística de espíritu libre y él era un intelectualoide. Además, Pedro daba clases a Daniel cuando a mí me dio el flechazo típico.


-¿Tuviste un flechazo por Daniel?


-El típico flechazo que dura cinco minutos -aclaró Pau mientras sacaba unas cervezas-. De hecho, creo que solo duró tres. Emma llegó a los cinco.


-Emma también... Mmm.


-Y por eso no me fijé en él. En Pedro, quiero decir. Me dije: <<Mira ese es el listo». Luego rebobinas hacia delante, llegas al presente y dices: <<¡Ah, mira, es el mismo tipo!>›.
Qué gracia…


-Te sienta bien.


-Me sienta fenomenal, casi siempre. -Pau le ofreció la cerveza y entrechocó su lata con la de él- Cuando no me aterra. Nunca me había enamorado. Me había enamoriscado, encaprichado... pero el amor está a otro nivel, es algo bueno y terrible a la vez. Esta noche tiene una reunión en la escuela, que es otra cosa extraña y curiosa. Imagínate enamorarme yo de un profesor, de un doctor en humanidades. Precisamente yo, la única de todos nosotros que no fue a la universidad. Hice cursos en escuelas de fotografía, de negocios, pero no viví toda esa historia del colegio mayor, el campus, etcétera. Y me enredo con un tío que corrige exámenes de final de curso, pone deberes y modera debates sobre Shakespeare. >>Tú habrías sido una elección más lógica, ahora que lo pienso.


-¿Yo? -se extrañó Jeronimo-. ¿Me habrías elegido a mí?


-Que no cunda el pánico. Solo digo que tú habrías sido una elección más lógica. Los dos pensamos con imágenes, con conceptos. Necesitamos visualizar para crear. Los dos tenemos nuestra propia empresa y trabajamos con clientes. Somos de padres separados y tenemos hermanastros, aunque los tuyos son un encanto. Compartimos el mismo círculo de amistades íntimas y tenemos fobia al compromiso. Además, nos gusta tomar una cervecita de vez en cuando.


-Tienes razón. Acostémonos.


Pau estalló en carcajadas.


-Perdimos ese tren.


-Supongo que sí.


Pau, divertida por la situación, volvió la lata del revés.


-Nunca diste el paso.


-Si lo hubiera dado, Dani me habría atizado con una pala cabeza hasta matarme. No quiere que nadie se meta con sus chicas.


-Sabe perfectamente que todas practicamos el sexo.


-Prefiere fingir que no, aunque ninguna de vosotras se ha acostado conmigo. Para mi desgracia. Este es el factor clave.


-Supongo que tienes razón en eso. Por otro lado, a pesar de que tú y yo podemos parecer perfectos el uno para el otro, nos pelearíamos por defender nuestro propio cajón y terminaríamos odiándonos. Pedro, en cambio, te hace espacio. Tiene una capacidad innata para ser sincero y aceptar las situaciones.


-Te brillan los ojos –comentó Jeronimo. Dime, ¿cómo arregláis el tema? ¿Quién hace las fotos de boda cuando es la fotógrafa quien avanza por el pasillo?


-¿Pasillo? -exclamó Pau atragantándose con la cerveza- Yo no he dicho nada de recorrer el pasillo. Yo no... nosotros no... ¿Por qué crees que vamos a casarnos? ¿De dónde ha salido esta idea?


-Oh, no lo sé. -Jeronimo hizo girar el taburete y señalo las fotografías que había colgadas en la pared-. Supongo que por estar rodeado de todas estas fotos, y porque te brillan los ojos.


-Eso es trabajo. Son fotos de trabajo. El hecho de que todo eI día ande entre boda y boda no quiere decir que este pensando en casarme.


-Vale, no vayamos ahora a Loquilandia.


-No estoy en Loquilandia. Es solo que...-Pau respiró hondo, fue a su escritorio y regresó con un gran bloc de notas y un lápiz-. Dibuja. Gánate la cerveza.



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