martes, 14 de febrero de 2017

CAPITULO 46 (PRIMERA HISTORIA)





Lo beso en la escalera y noto que ese era el perfecto colofón a larga jornada


-No me extraña que nos atraigamos -comento Pau acurrucándose unos segundos en él antes de tomarlo de la mano y seguir subiendo- Los dos llevamos el gen de la memez. Seguro que es como una feromona.


-Eso tu. Yo prefiero creer que eso nos pasa porque somos considerados y bienintencionados por naturaleza.


-Sí. Unos memos- sentenció Pau riéndose. De repente, se detuvo sobresaltada al ver que el se había quedado atónito, estupefacto-¿Qué? ¿Qué pasa…? Ostras. Ostras, ostras…


Pau y Pedro se quedaron contemplando lo que habría quedado de su dormitorio tras el paso de un tornado.


-Lo había olvidado. Olvide contarte que en realidad soy una espía internacional, una agente doble. Mí archienemiga ha irrumpido en mi habitación buscando el código secreto. La batalla ha sido terrible.


-Me gustaría creerlo.


-Es Zen.


-¿Tu archienemiga?


-No, no. El Objetivo final. Mira, quédate abajo hasta que termine de poner todo esto en su sitio. No tardare mucho.


-Es como una tienda de ropa -comento Pedro asombrado-. Una boutique.


-Sí, para chaladas temporales -remató ella cogiendo un montón de ropa-. En serio, dame diez minutos. No es tan grave como parece.


-Aplaudo tu optimismo. Paula, siento que lo que ha pasado te haya afectado tanto.


-¿Por qué piensas que...?


-Tengo dos hermanas y una madre. Reconozco los síntomas de un furioso arrebato de limpieza.


-Oh. -Pau dejó la ropa sobre el sofá-. Olvidé que la estructura básica te resulta familiar.


-Te ayudaré a ponerlo todo en su sitio. Donde quepa. Ya que formo parte del problema.


-No. Sí. Quiero decir que sí que eras parte del problema. La punta del iceberg. Pero bajo la superficie había un mogollón... lo que faltaba del iceberg. Grande como el del Titanic. Desde la mortificante visita de mi madre hasta lo de Corindes...


-¿De verdad vas a seguir llamándola así?


-Sí. En fin, eso ya lo sabes, pero lo que desencadena la tragedia, lo que fuerza al dedo a apretar el gatillo, vuelve a ser Lourdes. –Se acercó a la cama y se llevó una nueva tanda de ropa. No me devolvió el coche. No quería hacerlo porque eso habría significado tener que regresar, cuando se lo estaba pasando tan bien en Nueva York; por eso no contestaba al teléfono.


Pau se giró después de haber colgado su ropa y descubrió que él la seguía con otro montón.


-Gracias. Además se despistó y no me dejó las llaves del suyo. Yo no habría podido usar su coche ni aunque hubiera querido. Ayer por la mañana estaba a punto de asesinar a alguien, pero entonces tuve una charla muy reconfortante con Laura; ella es de las que no pasan ni una, cosa que admiro profundamente. Y entonces llamé a la grúa para que se llevara el coche de mi madre a un taller, el de un mecánico que conocemos.


-Brillante. Las justas consecuencias de un comportamiento inadecuado.


-Típico comentario del doctor Alfonso. Justas, puede, pero es una faena, porque como Dani conoce al mecánico, pactaron que ese hombre cobraría a Lourdes por la grúa y el depósito.


-Y supongo, ya que tu coche esta aquí delante, que ella terminó por devolvértelo. Menudo ataque de rabia debió de tener al ver que la grúa se había llevado el suyo.


-Te ahorraré lo que sigue. Fue horrible. Espantoso. Y aprendí que aunque no des tu brazo a torcer, aunque hagas lo correcto, sufres. Es como si te dieran un puñetazo en la cara –describió Pau con una tímida sonrisa-. Omitiré los detalles, pero todo acabó llamando yo a un taxi, echándola de casa y dando vuelta a la llave.


-Bien hecho. Antes de volver a ponerse a maquinar, se lo pensará dos veces.


-¿Ves como eres un optimista? Está clarísimo. Ella nunca se para a pensar nada, Pedro. Me la jugará mil veces más antes de que esto acabe. Y me tocará a mí actuar. Tendré que actuar y dejar que me atice en plena cara sin ceder ni un palmo.


-Pero lo harás.


-No me queda otro remedio. En fin, decidí que el disgusto se me pasaría ordenando cosas. Y he montado un follón de aquí de espero, porque mi objetivo era despejar el espacio y reestructurarlo. Algo muy simbólico para sacudirme de encima las viejas costumbres, mi mentalidad... Por lo tanto... -Pau se calló de golpe cuando, cargada de ropa, se giró y vio su imagen reflejada en el espejo-. Oh, no... Parece que me haya fugado de un manicomio para casos terminales. ¿No podrías haberme dicho que llevo el pelo como el lomo erizado de un gato?


-Me gusta tu pelo.


Pau se pasó los dedos por el cabello.


-Es otra de las cosas que me irritan. La noche que fui a tu casa estaba guapísima. Las chicas de MAC conocen bien su oficio. Además había ido a La Perla y llevaba el conjunto puesto. Mi tarjeta de crédito echaba humo, pero ahora que hemos pillado el contrato con los Seaman, se recuperará la mar de bien. De todos modos...


-¿Os han dado el trabajo? -Pedro la cogió en volandas- . Es... joder, ¡qué suerte!


-Has reaccionado como esperaba.


-Compré una botella de champán para celebrarlo juntos cuando consiguierais el contrato, pero no la he traído.


-¿Compraste champán para celebrarlo conmigo? –Pau pensó que sus pupilas debían de tener forma de corazón de tanto mirarlo-. Eres el hombre más dulce del mundo.


-Lo celebraremos mañana.


-Mañana por la noche tengo una ceremonia.


-Pues a la primera ocasión que se presente. Felicidades. Es brutal.


-Brutal y bestial, valga la repetición. Será la ceremonia del año y vamos a tener que poner a prueba nuestra experiencia, tendremos que ir al límite si queremos superarnos.


-Debes de estar... ¿Qué es La Perla?


Poco a poco, la sonrisa de Pau fue haciéndose más amplia.


-Ah, o sea, que con dos hermanas y una madre, todavía no sabes todo lo que hay que saber sobre el sexo femenino. Tienes mucho que aprender, profesor. Ve abajo.


-No quiero -protestó Pedro mordisqueándole los labios-. Te he echado de menos. Tu cara, tocarte... Mira, ha quedado un hueco en la cama. Parece que hay bastante sitio.


-Abajo he dicho. -Pau le clavó un dedo en el pecho para que retrocediera-. Te diré cuando puedes subir. Ya me darás las gracias luego.


-Puedo darte las gracias ahora y...


-Largo. -Y le dio un empujón.


Pedro estuvo paseando por el estudio. Examinó las fotografías de Pau y hojeó revistas de novias. Se preguntó cuál sería Ia palabra para definir lo que le pasaba por dentro, la intensa alegría que sentía, y los ataques de impaciencia. 


Paula estaba arriba, y eso era fantástico. Paula estaba arriba y él no. Y eso lo estaba volviendo loco.


Se acercó a la puerta para comprobar que estuviera cerrada y se preguntó si debería llevarse el vino arriba. No le apetecía, pero a ella...


-¿Por qué no subes?


«Ya era hora», pensó él dejando el vino donde estaba.


Adivinó, por las sombras y la parpadeante luz que se proyectaban desde el dormitorio, que Pau había encendido unas velas. Notó un suave perfume en el ambiente, cautivador. Comprendió que debería haber subido el vino.


Cuando entró, se le paró el corazón.


Entre las parpadeantes sombras, bajo una luz dorada, en ese perfumado ambiente, Pau estaba echada sobre la cama, acodada de costado hacia él. Se había hecho algo en el pelo, lo tenía mas liso, y se había sombreado ojos y labios de un modo exótico. Por su largo y hermoso cuerpo le caían unos diminutos flecos y volantes de encaje negro.


-Esto -dijo ella pasándose la mano por el costado- es La Perla.


-Oh. Gracias.


Pau le hizo señas con el índice.


-¿Por qué no vienes y así lo verás mejor?


Pedro se acercó a ella.


-Me has dejado sin respiración. -Se sentó sobre la cama y le acarició el costado deslizando el dedo entre sus curvas-. ¿Llevabas esto puesto la otra noche?


-Aja.


-Si lo hubiera sabido, nunca habrías llegado al coche.


-¿De verdad? ¿Por qué no me demuestras lo que habrías hecho si lo hubieras sabido?


Pedro se inclinó sobre ella y, en un fulgurante instante, le rozó los labios con la boca. Luego la devoró. Una necesidad refleja, una urgencia salvaje y perversa lo espoleó, fustigándolo a ir deprisa. Sofocó la ahogada exclamación de Pau reclamando.


La excitación, el deseo y el amor lo devastaron, preso por la urgente necesidad de sentir su boca en la suya, su cuerpo debajo. El sabor de esa mujer, su primer aroma, le hizo bullir la sangre


La conquistaba con la boca, la saqueaba con las manos.


El cuerpo de Pau le explosionó debajo, arqueándose y contorsionándose. Ella agarró y tiró de su camisa, arañándole la piel con las prisas; se la quitó y la lanzó por los aires. Rodó con él. Su respiración se volvió quejumbrosa. 


Rodaban pegados el uno otro, buscándose. Buscaban el placer más hondo y oscuro, el que deja resbaladiza la piel y dispara el corazón


Tacto, sabor, posesión.


Ser deseada, necesitada de esta manera y desear y necesitar al otro. Parecía imposible. Era como si la quemaran viva, como si notara, como si fuera consciente del momento en que el fuego prendía en cada centímetro de su cuerpo. Mientras, él se consumía.


Balanceándose, Pedro se coloco encima de ella, la levanto por las caderas y la penetró. Pau, ahogando un grito, se quedo sin resuello


Atónita, desorientada e indefensa, se debatía para aferrarse, y se agarró a las sábanas enredadas como lo habría hecho a una cuerda de salvamento. Pedro le asió las manos y forcejeó con el hasta levantarle los brazos por encima de la cabeza. La penetro una vez y otra, y otra más. Con un ritmo primigenio y duro que los impelió al límite y les hizo traspasarlo


Cuando Pedro se derrumbó encima de ella, sus manos seguían unidas. La luz de las velas parpadeaba sobre los dos cuerpos mojados, entrelazados. Él volvió la cabeza y le dio un beso con una ternura exquisita


Pau se quedo inmóvil, sumida en sus fantasías


-He estado un poco brusco- murmuró él- ¿Te he…?


-¿Sabes que? -lo interrumpió Pau sonriendo en la cimbreante oscuridad-. Voy a volver a Nordstrom. Compraré todas las existencias que tengan de La Perla. Todo lo que sea de mi talla, me lo quedaré. No voy a ponerme otra cosa.


-Cuando salgas, ve a comprarme vitaminas. Un buen complejo vitamínico y minerales.


Pau estalló en carcajadas. Ambos se acostaron de lado hasta quedar de frente.


-Tienes unos ojos tan serenos que nadie diría que te portas como un animal en la cama.


-Es tu cuerpo el que me obliga ¿Tienes frío?


-Ahora no; puede que nunca mas vuelva a tener frío. ¿Puedes quedarte?


-Sí.


-Te debo unos huevos revueltos.






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