miércoles, 15 de febrero de 2017
CAPITULO 49 (PRIMERA HISTORIA)
Pau recogió el equipo que necesitaba para el ensayo y comprobó sus notas mientras Pedro, sentado a la barra de la cocina, corregía ejercicios. Una pistola de clavos silbaba y explotaba en el piso de arriba.
-No es posible que te concentres con este follón.
-Doy clase a adolescentes. -Pedro escribió en bolígrafo rojo unos comentarios al margen-. Puedo concentrarme durante una guerra termonuclear si es necesario.
Pau, curiosa, echó un vistazo por encima de su hombro mientras él ponía la nota.
-Ha sacado un notable. No está mal.
-Este alumno ha mejorado muchísimo. Se ha superado. ¿Lista para marcharte?
-Todavía puedo quedarme un rato más. Siento haber olvidado decirte que tenía que trabajar esta noche.
-Ya me lo has dicho. No pasa nada.
-Una boda el día de San Valentín siempre da tono. Carla y yo tenemos que hacer acto de presencia en todos y cada uno de los pasos en el ensayo de esta noche. Y mañana también. -Pau se inclinó para darle un beso-. La gente de mi ramo suele trabajar el día de San Valentín.
-Entiendo.
-Te enviaré una tarjeta sensiblera y sentimentaloide por correo electrónico. Y te he comprado un regalo. Un gran paso para mí, porque es mi primer regalo de San Valentín. -Pau sacó un paquete fino del cajón de su escritorio-. Te lo daré ahora por si el ensayo nos lleva más tiempo de lo que planeamos y decides marcharte.
-Esperaré. Me has comprado un regalo. -Se quitó las gafas y las dejó sobre la barra-. Es el segundo regalo que me haces. El cardenal... -le recordó.
-Eso fue más bien un detalle. Esto es un regalo. Ábrelo.
Pedro deshizo la cinta que lo envolvía y abrió la cubierta.
-Como gustéis.
-Me llamó la atención porque está manoseado y raído. Es como si lo hubieran leído dos millones de veces.
-Es cierto, y es perfecto. -Pedro la tomó por el mentón para atraerla hacia sí-. Gracias. ¿Quieres que te dé el tuyo?
-Te responderé con un pseee.
Pedro abrió su maletín y sacó un estuche pequeño envuelto en papel blanco y con una cinta roja de satén. Al ver el tamaño y la forma, Pau notó un vacío en el estómago y una opresión en la garganta.
-Pedro.
-Eres mi pareja. Ábrelo.
Pau desenvolvió el estuche con el corazón en un puño.
Conteniendo el aliento, lo abrió. Y cuando vio el destello de unos pendientes, dejó escapar un suspiro.
Eran unos pendientes de diamantes. Dos diminutos corazones colgaban de un tercero formando un elegante trío.
-Dios mío, Pedro... son maravillosos. Son... qué pasada.
-No todo el mérito es mío. Silvia me ayudó a elegirlos.
-Son increíbles. Me encantan. Yo… -Se le trabó la lengua. Incapaz de pronunciar lo que tenía en el pensamiento, Pau lo asió por el cuello-. Gracias. Sin duda soy tu pareja. Oh, tengo que probármelos.
Se giró en redondo, se quitó las sencillas criollas que llevaba para ponerse los pendientes nuevos y se lanzó hacia el espejo que había en el extremo opuesto a su zona de trabajo.
-¡Oh, uau, cómo brillan! -Pau sacudió la cabeza para admirar el resplandor.
-Si te los pones ahora mismo es porque te gustan.
-Estaría loca si no me gustaran. ¿Qué tal se ven?
-Un poco apagados si los comparo con tus ojos, pero te quedan bien.
-Pedro, me has dejado sin palabras. Nunca sé lo que... Espera. -Inspirada, Pau corrió a buscar el trípode-. Llegaré tarde, pero unos fabulosos pendientes en el día de San Valentín ponen en jaque mate a la puntualidad. Ni siquiera Carla me lo tendría en cuenta.
-¿Qué vas a hacer?
-Tardo dos minutos. Quédate aquí -le dijo Pau mientras sacaba la cámara de la bolsa.
-¿Quieres hacerme una foto? -Al ver que ella se organizaba, Pedro cambió de posición en el taburete-. Siempre me siento incómodo en las fotos.
-Ya lo arreglaré. Recuerda que soy una profesional. –Le sonrió por encima de la cámara mientras fijaba esta al trípode-. Estás monísimo.
-Ahora harás que me dé un ataque de timidez.
Pau fijó el ángulo y decidió el encuadre.
-La luz está bien, creo. Lo intentaremos. -Dándole al control remoto, se puso junto a él- Feliz día de San Valentín. –Lo abrazó y le besó en los labios.
Se dejó llevar por el momento, dejó que él la atrajera hacia sí.
Captó el instante, y cuando se retiró para mirarlo a los ojos, plasmó un momento distinto.
-Y ahora... -murmuró ella volviéndose para que sus mejillas se tocaran- sonríe. -Accionó el control remoto, y luego otra vez, para asegurarse-. Ya está. -Se volvió hacia él y entrechocaron la nariz-. Tampoco ha estado tan mal.
-Quizá tendríamos que probar otra vez -sugirió Pedro tomándola por la nuca-. Creo que he parpadeado.
-Tengo que irme- dijo Pau con una carcajada. Se deshizo de su abrazo, fue a comprobar las fotos y desmontó la cámara del trípode.
-¿No me dejas verlas?
-No hasta que haya terminado de retocarlas. Entonces podrás considerar la foto la segunda parte de tu regalo.
-Esperaba que eso vendría al terminar el trabajo.
-Vaya, doctor Alfonso... -Pau volvió a enfundar su cámara.- De acuerdo, digamos que tu regalo constará de tres partes.
Pedro se levantó para ayudarla a ponerse el abrigo. Pau aupó la bolsa del equipo.
-Ahora te tocará esperar.
-Eso se me da bien -dijo Pedro abriéndole la puerta.
Eso parecía, pensó ella, y se marchó a paso ligero hacia la mansión.
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