miércoles, 15 de marzo de 2017
CAPITULO 20 (TERCER HISTORIA)
Sinceridad total, se dijo Pedro, y decidió quedar con Jeronimo a la mañana siguiente para hacer ejercicio. Se había propuesto dar la cara, y por eso le había dicho que se trajera también a Sebastian. Acababa de empezar los ejercicios cardiovasculares cuando Sebastian apareció mirando la cinta de correr con profundo respeto.
—Siempre tengo la precaución de no practicar estos ejercicios en público. Alguien podría salir herido.
—Empieza despacio y luego ve subiendo la velocidad cada dos minutos.
—Para ti es muy fácil de decir.
—Echaba de menos este lugar. —Como muestra de solidaridad, Jeronimo ocupó la máquina que había al otro lado de Pedro—. Tener el gimnasio en casa va muy bien, pero echas de menos el bullicio del grupo, y ver a todas esas mujeres atléticas vestidas con unos equipos minúsculos. ¿Qué? —exclamó Jeronimo al notar la mirada de Pedro—. Aunque esté prometido, sigo estando vivo
—No entiendo que a alguien le guste caminar por una cinta cuando la calle está llena de aceras. —Sin soltarse de la barra por si acaso, Sebastian gesticuló vagamente—. Además, pisas suelo firme.
—Acelera, Sebastian. Los caracoles van a adelantarte. ¿Cómo está mi Macadamia?
—Bien. —Sebastian, con el ceño fruncido, aumentó un poco más la velocidad—. Esta mañana se reúne con las socias y luego tiene una sesión de fotos en el estudio. Creo que se ha alegrado de perderme de vista durante un par de horas.
—Pronto tendrás tu despacho particular —le dijo Jeronimo—. Luego diseñaré el nuevo espacio de Emma y, finalmente, el de Paula.
—Hablando de Paula, salimos juntos. —Oyó un «uf» a mano izquierda y miró en esa dirección—. ¿Estás bien, Sebastian?
—He perdido el paso. Cuando dices salir juntos, ¿te refieres a que sales con ella?
—Exacto.
—Acabas de darme una buena excusa para saltarte encima y exigirte una explicación. ¿Qué pretendes aprovechándote de una de mis chicas?
Pedro miró a Jeronimo y aumentó la velocidad.
—A diferencia de ti, yo no esquivo el tema, y tampoco me escondo.
—Yo no esquivé el tema, ni me escondí. Lo que pasó fue que me costó explicar mi relación con Emma. Ahora que voy a casarme con una integrante del Cuarteto, tengo deberes, pero también disfruto de ciertos privilegios. Si te acuestas con Paula…
—No me acuesto con Paula. Salimos juntos.
—Eso, y cogiditos de la mano contempláis la luna y cantáis canciones junto a una hoguera.
—Eso haremos durante un tiempo, menos lo de cantar. ¿Tú qué opinas? —le preguntó Pedro a Sebastian.
—Me cuesta mantenerme en pie. —Sebastian se agarró a la barra para poder hablar—. Para empezar, lo que me viene a la cabeza es que este imprevisto cambia las cosas.
—Eso fue lo primero que pensé, pero ahora ya no estoy seguro. Tengo la sensación de que lo nuestro se estaba cociendo desde hacía tiempo.
—Me tenías muy engañado —dijo Jeronimo aumentando la velocidad hasta igualar el ritmo de Pedro—. ¿Desde cuándo se cocía la historia?
—Nos peleamos, y ella no solo me dijo, sino que también me demostró que no somos hermanos. Es cierto. Por eso ahora estamos saliendo juntos y me he decidido a contároslo.
—Vale. ¿Llegamos a los cinco kilómetros?
—Allá vamos. Acelera, Sebastian —le dijo Pedro.
—Ay… —suspiró Sebastian.
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