miércoles, 1 de febrero de 2017

CAPITULO 4 (PRIMERA HISTORIA)





Pedro había conocido a Emma a través de Silvia debido a la amistad que existía entre sus respectivos padres desde que eran niños. Le resultaba extraño pensar que Emma haría el ramo de novia de su hermana. Más extraño aún era pensar en su hermana pequeña con un ramo de novia. Era algo tan desconcertante como tropezarse con una estúpida pared.


Se frotó la frente y torció el gesto. No tanto por el hecho de que le doliera, que le dolía, sino porque todos le preguntarían qué le había pasado. Tendría que justificar su torpeza una y otra vez... Y cada una de esas veces le vendría a la mente, como un relámpago, Paula Chaves vestida con un sujetador minúsculo y unos pantalones negros cortos de tiro.


Se comió una galleta intentando dilucidar si aquello era un aliciente o un fastidio.


Emma regresó para recoger otra bandeja de galletas e invitarlo a que fuese ala sala.


-Vale más que salgas. Estoy segura de que Silvia llegará de un momento a otro.


-Porque ya llega diez minutos tarde -añadió Pedro cogiendole la bandeja-. Sigue un horario personalísimo.


La casa era muy parecida a como la recordaba. Sin embargo, ahora las paredes eran de un dorado apagado y cálido, cuando en su recuerdo habían sido de un verde elegante y sobrio. Las anchas y elaboradas molduras resplandecían igual que antaño, el espacio seguía siendo desahogado y el mobiliario tan bruñido como siempre.


El arte y las antigüedades, y unas flores adornando unos antiguos jarrones de cristal exquisitos, daban un aire de riqueza y estilo al ambiente. No obstante, tal como recordaba, esa casa, lejos de parecer una mansión, era un hogar.


Se percibía un aroma femenino en ella, una mezcla de notas florales y cítricas.


Las mujeres estaban sentadas, conversando con intimidad en una gran sala de estar de techos encofrados. Un fuego crepitaba y siseaba en la imponente chimenea y los invernales rayos del sol inundaban la estancia al colarse por tres ventanales de medio punto. Estaba acostumbrado a encontrarse en inferioridad numérica con las mujeres; de los tres hijos que habían tenido sus padres, él era el segundo y el único chico.


Supuso que sobreviviría durante la próxima hora.


Carla se levantó airosa de su butaca sonriendo con extrema educación y se acercó a él tendiéndole las manos.


Pedro! Cuánto tiempo... -Le dio un beso en la mejilla y tiró de él para conducirlo hasta el fuego-. ¿Te acuerdas de Laura?


-Ah...


-Éramos muy pequeños. -Con suavidad y gran naturalidad, Carla le dio un codazo cariñoso para que se sentara en una de las butacas-. Emma nos ha contado que has regresado para dar clases en Winterfield. ¿No es un poco raro esto de volver para ser maestro?


-Al principio sí. Me quedaba esperando a que nos pusieran deberes, y entonces caía en la cuenta de que, ah, claro, me toca a mí. Siento que Silvia no haya llegado todavía. Sigue sus propios biorritmos, que por lo general van con retraso. Puedo llamar...


El timbre interrumpió sus palabras y Pedro sintió un profundo alivio.


-Iré yo- se ofreció Emma levantándose para ir a abrir la puerta.


-¿Qué tal esa cabeza? -Pau se repantigó en la butaca con
La taza de café en las manos


-Bien. No ha sido gran cosa


-¿Qué ha pasado?- preguntó Carla


-Oh, me he dado un golpe. Siempre ando haciendo cosas por el estilo.


-¿De verdad? -Pau disimuló su sonrisa tras la taza de café


-¡Lo siento, lo siento! -Silvia entró como una exhalación. Todo en ella era color, energía, movimiento y risas-. Nunca llego puntual y me da mucha rabia. Pedro, eres un hacha…- Su rostro feliz y sofocado adoptó entonces una expresión de angustia- ¿Qué te ha pasado en la cabeza?


-Me han atracado. Eran tres, pero los he dejado tiesos


-¿Qué? Ay, Dios mío, te…


-Me he dado un golpe en la cabeza, Silvia. Eso es todo.


-Ah. -Silvia se dejó caer sobre el brazo de la butaca que ocupaba su hermano, tranquila y relajada-. Siempre le pasan cosas de estas.


Pedro se levantó, casi empujó a su hermana para que ocupara su butaca y miró alrededor para ver dónde podía colocarse con discreción. Emma, que estaba en el sofá, se acercó más a Laura y golpeó suavemente el cojín


-Siéntate, Pedro. Bueno, Silvia, dime, ¿estás muy nerviosa?


-¡Estoy como un flan! Nico habría venido pero le ha salido una operación de urgencia. Es uno de los inconvenientes de casarse con un médico. Ahora bien, supongo que Pedro podrá darnos la perspectiva masculina, ¿no? Sobre todo porque me conoce, y también conoce a Nico. -Silvia se inclinó para cogerle la mano a Carla y dio un saltito de alegría sin moverse de la butaca-. ¿Te lo puedes creer? ¿Recuerdas que jugábamos a las bodas de pequeñas? Recuerdo que estuve un par de veces ahí fuera con vosotras. Creo que me casé con Laura.


-Y dijeron que no duraríamos- respondió Laura arrancando de nuevo la risa franca y contagiosa de Silvia.


-Pues ya ves. aquí estamos. Y ahora soy yo la que se casa.


-La muy cerda me dejo por un médico -dijo Laura con un gesto de impotencia antes de dar un sorbo a un vaso de agua con hielo en el que flotaba una rodaja de limón.


-Nico es increíble. Ya veréis cuando lo conozcáis. ¡Oh,
Dios mío, voy a casarme! -exclamo Silvia llevándose las manos a las mejillas-. No sé por donde empezar. No sé organizarme, y la gente no para de aconsejarme sobre si tengo que pensar en aquello o reservar lo otro. Tengo la sensación de moverme en círculos, y solo hace un par de meses que nos hemos prometido.


-Para eso estamos aquí -la tranquilizo Carla al tiempo que cogia una gruesa libreta-. ¿Por qué no empiezas diciéndonos que tipo de boda te gustaría? Di con tres o cuatro palabras como la imaginas.


-Humm… -Silvia lanzo una mirada implorante a su hermano.


-No, no, ni hablar. Ni me mires. Yo no sé nada.


-Tú me conoces. Solo tienes que decir lo que crees que me gusta.


<<Maldita sea. >>


-Come galletas y diviértete -musito Pedro.


-¡Exacto! -exclamó Silvia apuntándolo con el dedo-. No quiero que parezca que para mi no tiene importancia, que no es un acto solemne y todas esas cosas, pero quiero que sea divertido. Quiero hacer una fiesta brutal, loca, alegre… También quiero que Nico se quede sin habla como unos cinco minutos cuando me vea entrar. Quiero devastarlo…y que todos los invitados recuerden lo bien que lo pasaron. He ido a bodas preciosas, pero, caray, qué aburrimiento. ¿Sabéis lo que quiero decir?


-Perfectamente. Quieres deslumbrar a Nico y luego quieres celebrarlo, hacer una fiesta que tenga que ver con tu personalidad y con la de él, que refleje lo felices que sois.


Silvia sonrío a Carla.


-Eso es lo que quiero.


-Hemos fijado la fecha para octubre. ¿Sabes ya la cifra aproximadamente de tu lista de invitados?


-Intentaremos poner un tope de doscientos.


-Vale- Carla tomaba notas- Dijiste al aire libre. Boda en el jardín.


Mientras Carla discutía los detalles potenciales con Silvia, Pau observaba. <<Animada>> era la primera palabra que le vino a la mente cuando intento describir a la novia. Bulliciosa, alegre, bonita. Pelo rubio y con mechas, ojos azul verano, curvilínea, natural. Algunas de las fotos y el programa dependerían del vestido, de los colores, pero se centraría mas en la persona que iba a lucir ese vestido de novia.


Memorizó ciertos detalles. Seis damas Los colores de la novia serian el rosa pálido y el rosa chicle. Silvia saco una fotografía del vestido, y Pau le pidió con un gesto que se la enseñara. Examino el retrato y luego sonrió.


-Seguro que estarás soberbia con este vestido. Es perfecto para ti.


-¿Tu crees? Me quedaba perfecto y me decidí a comprarlo un par de minutos, pero luego…


-No, a veces seguir tu instinto sale bien. Como en este caso.


El vestido se componía de una falda inmensa y acampanada de un blanco resplandeciente, un cuerpo palabra de honor y una brillante e inacabable cola


-Una princesa sexy. -Pau aprovecho que había captado la
Atención de Silvia momentáneamente y quiso cotejar con ella su agenda- ¿Querréis un retrato de compromiso?


-Ah... bueno, sí, pero no me gustan esos retratos tan serios que se ven por todas partes. Ya sabes lo que quiero decir: él detrás de ella y los dos sonriendo a la cámara. No es que quiera decirte como tienes que hacer tu trabajo, ni mucho menos…


-No pasa nada. Mi trabajo consiste en hacer que seáis felices. ¿Por qué no me decís lo que os gusta a ti y a Nico?


Silvia se regodeo esbozando una sonrisa ladina, Pau estalló en carcajadas y entonces vio que Pedro volvía a ruborizarse.


<<Qué mono. >>


-Aparte de eso.


-Nos gusta comer palomitas y ver películas malas en casa. Nico intenta enseñarme a esquiar, pero los Alfonso tenemos un gen patoso a más no poder. Pedro se lleva la palma, aunque yo no me quedo corta. Nos gusta salir con los amigos y todas esas cosas. Nico es médico residente de cirugía y por eso valora tanto su tiempo libre. No hacemos muchos planes. Supongo que somos bastante espontáneos



-Lo entiendo. Si queréis, podría ir a tu casa. Haremos unas fotos naturales, en un ambiente relajado, no en la formalidad de un estudio.


-¿De verdad? Me gusta la idea. ¿Podemos quedar pronto?


Pau sacó su agenda electrónica y tecleó para visualizar el calendario.


-Tengo un par de huecos esta semana; la que viene está más libre. ¿Por qué no lo hablas con Nico y me decís el lugar y la hora que os conviene? Ya lo combinaremos.


-Es fantástico.


-Me gustaría que vieras unas fotos de muestra -empezó a decir Pau.


-Las he visto en vuestra página Web, como me dijo Carla. Y las fotos de las flores, el pastel y lo demás. Lo quiero todo igual.


-¿Por qué no echamos un vistazo a las distintas opciones?-apuntó Carla-. Para ver cuál te convendría. Podríamos adaptar alguna para ti.


-Aquí es donde necesito a Pedro. Nico me ha dicho que haga lo que quiera, pero eso no me sirve.


«Maldita sea otra vez», pensó Pedro.


-Silvia, yo no entiendo de estas cosas. Lo único…


-Me da miedo decidirlo sola. -Silvia abrió los ojos como platos y le dedicó la mirada de desamparo que practicaba con su hermano desde que tenía dos años-. No quiero equivocarme.


-No tienes por qué decidirlo ahora. -Carla utilizó un tono de voz alegre y confiado -. Y aunque te decidas, puedes cambiar de idea, no pasa nada. Tratarás cada tema en concreto con nosotras, individualmente. Eso te servirá de ayuda. Y podemos reservarte la fecha por ahora, ya firmarás el contrato más adelante.


-En realidad me gustaría mucho firmar hoy para poder tachar eso de la lista. Hay tantas cosas... Dame tu opinión, Pedro, solo eso.


-¿Por qué no miras las distintas opciones? -Sonriendo, Carla entregó a Pedro un álbum de anillas abierto por el apartado de las opciones-. Mientras tanto, Silvia, ¿habéis decidido si queréis música en directo o un Dj?


-Un DJ. Hemos pensado que es más enrollado y que podemos pactar con él, o con ella, supongo, la lista de temas. ¿Conoces alguno que sea bueno?


-Claro. -Carla sacó una tarjeta de visita de otra carpeta-. Este ha trabajado en distintas celebraciones con nosotras, y creo que es de tu estilo. Llámale. ¿Alguien para que os filme en vídeo?


Pedro, en el sofá, sacó las gafas de lectura y empezó a mirar las distintas opciones frunciendo el ceño.


Qué serio, pensó Pau. Y el cociente sexual de intelectualoide escalo varios puntos con aquellas gafas de montura metálica. Lo cierto era que parecía un chico estudiando para un examen. Carla y Silvia se habían puesto a deliberar, y Pau decidió que concedería al hombre un descanso.


-Oye, Pedro, ayúdame a preparar café.


El parpadeó al mirarla. Sus ojos azules quedaban enmarcados en una aburrida montura plateada.


-Trae el álbum, ¿vale?


Pau cogió la preciosa cafetera y lo esperó en la puerta. 


Pedro tuvo que rodear la mesita de centro y ella se dio cuenta de que por poco no se había golpeado en la espinilla.


-El equipo ya se las arreglara. Tu hermana cree que, como eres el mayor y sustituyes al novio, necesita tu consejo. Consejo que imagino se pondrá por montera si no le cuadra con lo que quiere.


-Vale -respondió Pedro mientras ambos se dirigían a la cocina-. ¿Puedo cerrar los ojos, señalar un menú de estos y así terminamos?


-Puedes. Pero lo que deberías decirle es que crees que el número tres es el mejor para ella.


-El número tres. -Pedro dejó el álbum sobre el mostrador de la cocina, se ajustó las gafas y leyó la descripción-. ¿Por qué este precisamente?


-Porque incluye muchas cosas... y tengo la sensación de que Silvia quiere que sea otro quien se ocupe de los detalles más delicados... Permite añadir varios elementos y le da bastantes opciones para elegir. También deberías decirle que elija el buffet en lugar del servicio de mesas que ofrece el paquete. -Pau se justificó incluso antes de que él le pidiera explicaciones-. Porque es más informal y permite que la gente se relacione. Eso le va. Y luego seguiremos con todo lo demás (aquí tú ya no entras); se reunirá con Laura para hablar del pastel: sabor, diseño, tamaño, etcétera... y con Emma para tratar de las flores. Carla se ocupará del resto, y créeme cuando digo que se ocupa de verdad. Ahora mismo todo parece una montaña, pero una vez que Silvia se haya decidido, y teniendo en cuenta que ya tiene el vestido, la fecha, que ya ha quedado conmigo, etcétera... será capaz de pensar en las demás cosas.


-Vale -asintió Pedro-. Muy bien. Le diré que escoja el número tres porque incluye todos los detalles y permite añadir extras. Además, tiene diversas opciones. Y que debería optar por el buffet porque es más cálido e invita a mezclarse con los demás.


-Captas rápido. ,


-Retener datos y textos me resulta fácil. Si me pide que la ayude con el ramo, saldré pitando.


-Eso lo respeto.- Pau le dio la cafetera- A mí ya no me necesitan. Coge esto y representa tu papel. Y recuérdale que me diga las fechas que le van bien para que le haga el retrato de compromiso.


-¿No vuelves conmigo? -Pedro parecía un poco asustado. 


Pau le dio unos golpecitos en la mejilla.


-Míralo por el lado bueno. Una mujer menos en la reunión. Ya nos veremos por aquí, Pedro.


Pau salió de la cocina y Pedro se quedó unos instantes inmóvil, con el café y el álbum en las manos.



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