sábado, 1 de abril de 2017

CAPITULO 23 (CUARTA HISTORIA)




Maca examinó el enorme armario de Paula, tan organizado que daba miedo.


—Quizá con un armario de este tamaño podría guardar mis cosas bien ordenadas y tenerlo todo organizado.


Paula descartó una blusa roja y siguió buscando.


—No podrías.


—Eso es cruel. Verdad, pero cruel.


—Si organizaras bien tu armario, no te comprarías otra blusa blanca solo porque es mona, porque serías perfectamente consciente de que ya tienes una docena de blusas blancas.


—Eso es cierto, pero hay que reconocer que es importante saber dónde está tu cinturón de cuero rojo cuando lo necesitas desesperadamente. —Maca abrió uno de los cajones de los diversos compartimientos empotrados que contenían su colección de cinturones, perfectamente enrollados por colores—. Si sabes dónde lo guardas todo y tienes una lista detallada en el ordenador del contenido de tu armario y del lugar específico donde se encuentran tus cosas, ¿por qué tardas tanto en elegir un conjunto?


—Porque no sé adonde vamos ni cómo iremos hasta allí. —La irritación asomó en la voz de Paula mientras descartaba otra blusa—. Y porque es importante que no parezca que para mí es importante.


Comprendiéndolo perfectamente, Maca asintió.


—Un jersey de cachemira, de color intenso. Escotado en uve o en redondo, con una camiseta blanca, unos pantalones negros o grises. Botines tacón, de un color que combine con el del jersey. Esta noche refrescará, o sea que ponte ese excelente chaquetón de napa, el que te llega a medio muslo y hace ese frufrú cuando caminas.


Paula se volvió hacia su amiga.


—Tienes toda la razón del mundo.


—Me dedico a la imagen. Ponte unos pendientes grandes y déjate el cabello suelto.


—¿Suelto?


—Suelto es más sexy, menos estudiado. Ponte sombra de ojos y píntate los labios de color claro. No hace falta que te diga que lleves ropa interior de primera por si acaso, porque tú solo llevas ropa interior de primera. No sabes cuántas veces he envidiado tu ropa interior.


Paula consideró el punto de vista de Maca.


—No he decidido si Pedro va a tener la oportunidad de ver mi ropa interior.


—Si lo has hecho.


—No he decidido si va a tener la oportunidad de verla esta noche.


—Eso solo añade un toque más sexy.


—Eso me pone más nerviosa, y no me gusta estar nerviosa. 
—Paula abrió otro cajón. Hizo un gesto de negación y abrió otro—. ¿Y este? Color ciruela intenso, escote en pico, pero con el cuello Mao, no está mal.


—Fabuloso. Si tienes una camiseta de un tono ciruela más claro, que seguro que la tienes, elige esa en lugar de una blanca. Y los pantalones gris, lavados a la piedra, los pitillo. Y luego... —Maca se dirigió al compartimiento de los zapatos, ordenados por estilos y agrupados según el color—. Luego tienes estos botines de ante que son una monada y tienen un fantástico tacón ancho. Los colores y los tejidos son suaves y de calidad y la combinación, aunque desenfadada, tiene ese toque arreglado del estilo Paula.


—Queda bien.


—Ah, y ponte esos aros enormes de plata repujada. Casi nunca te los pones, y van de fábula con el conjunto.


—Es demasiado.


Maca la apuntó con el dedo.


—Confía en mí.


—¿Por qué nos tomamos tantas molestias? —preguntó Paula—. Si los hombres no se dan cuenta...


—Porque lo que llevamos influye en cómo nos sentimos, actuamos y nos movemos. Y de eso sí se dan cuenta. Sobre todo de cómo nos movemos. Vístete, ponte sombra de ojos. Sabrás que estás guapa y te sentirás bien. Lo pasarás mejor.


—Lo pasaría mejor si supiera a qué atenerme.


—Oye, Paula. —Maca le acarició la cola de caballo y sus miradas se encontraron en el espejo—. Con los hombres con quienes sales sabes a qué atenerte desde el primer momento. No te ponen nerviosa. No he visto que te tomaras ninguna relación en serio o, digamos, con un sano interés desde la universidad.


—Justin Blake. —Paula esbozó una tímida sonrisa—. Pensé que estaba enamorada de él...


—Y el mundo se hundió —dijo Maca pensando en la época en que murieron los Chaves—. Justin no supo estar ahí y darte apoyo, no tenía lo necesario para estar ahí.


—Y se acabó.


—Y desde entonces, nada. Te diré que creo que Pedro es el primer hombre con quien te arriesgas desde Justin Cabrón Egoísta Blake.


—Qué bien te ha quedado...


Maca se volvió y cogió a Paula por los hombros.


—Te quiero, Pau. Date una oportunidad.


—Yo también te quiero —respondió Paula con un suspiro—. Me pondré los aros grandes de plata.


—No lo lamentarás. Tengo que irme. Diviértete esta noche.


Claro que se divertiría. ¿Por qué no habría de hacerlo?, pensó Paula mientras descolgaba el chaquetón de piel que con tanto acierto le había aconsejado Maca.


Sabía divertirse.


Para ella no todo consistía en trabajar, como la mayoría de sus clientas, por no decir todas, podrían confirmar. De acuerdo, divertirse con las clientas formaba parte de su trabajo, pero no por eso quedaba eliminado el factor diversión.


Sabía que le estaba dando demasiadas vueltas al asunto y de tantas vueltas como le estaba dando, le estaban entrando ganas de darse una buena bofetada.


Nada pudo aliviarla más que oír el timbre de la puerta principal. Al menos ahora podría empezar lo que fuera que iban a hacer esa noche.


—Informal —se dijo a sí misma mientras se dirigía a la puerta—. Natural. Sin agobios, sin presiones.


Abrió la puerta y ahí estaba él, con una chaqueta de piel, una camisa suelta de un color azul tejano descolorido y los pulgares metidos en los bolsillos de unos pantalones oscuros.


Informal, volvió a pensar. Sin duda a este hombre se le daba bien el estilo informal.



—¡Qué guapa estás!


Paula salió de la casa.


—Gracias.


—Guapísima. —Pedro no se apartó, sino que se acercó a ella. Con un movimiento suave, pensaría Paula después, le acarició el pelo y la besó en los labios.


—No me dijiste adonde iríamos —logró articular Paula—. Ni cómo...


En ese momento vio el coche, un deportivo negro y resplandeciente de chasis bajo.


—Menudo coche...


—Esta noche refrescará. Me ha parecido que no te apetecería ir en moto.


Paula bajó del porche y no pudo evitar admirar su línea. Dani tenía razón. Era muy elegante.


—Parece nuevo, pero no lo es.


—Tiene más años que yo, pero sirve para dar un paseo. —Pedro le abrió la portezuela.


Paula subió al coche. Olía a cuero y a hombre, una combinación que le hizo ser muy consciente de su feminidad. Cuando él se sentó a su lado y dio la vuelta a la llave de contacto, el motor le hizo pensar en un puño, listo para golpear.


—Háblame de este coche.


—Es un Corvette del 66.


—¿Y?


Pedro la miró y salió disparado por el caminito de entrada.


—Circula.


—Eso ya lo veo.


—Cuatro marchas cortas, 427 CID, cambio de marchas corto y dos tubos de escape dobles.


—¿Por qué razón las marchas son cortas? He supuesto que te referías al cambio y que al decir marchas cortas te referías a que no hay mucha diferencia entre una marcha y otra.


—Supones bien. Es para los motores tuneados a su máxima potencia, para los coches deportivos, por eso las velocidades de marcha son cortas. Eso obliga al conductor a mantener el control.


—No tendría ningún sentido tener un coche así si uno no mantuviera el control.


—En eso coincidimos.


—¿Desde cuándo lo tienes?


—¿En total? Desde hace unos cuatro años. Terminé de restaurarlo hace unos meses.


—Debe de dar mucho trabajo eso de restaurar coches.


Pedro la miró de soslayo mientras cambiaba de marcha.


—Podría objetar que es irónico oírte decir que algo da mucho trabajo. Además es una buena publicidad para el negocio. La gente se fija en un coche como este y entonces te pregunta. Luego entra en juego el boca-oreja. Y quizá un crío, que vive de sus fondos de inversión y tiene el Coupe de Ville del abuelo aparcado en el garaje decide restaurarlo, o algún tío con un buen fajo de billetes quiere volver a ser joven y me contrata para que le encuentre y le restaure un Porshe 911 del 72 porque en él perdió la virginidad, cosa que requiere habilidad en un 911.


—Confío en tu palabra.


Pedro sonrió.


—¿Dónde perdiste tú la tuya?


—En Cabo San Lucas.


Pedro estalló en una carcajada.


—Vaya, ¿cuántos son los que podrían decir algo así?


—Todos los que viven en Cabo San Lucas, supongo. Pero volviendo al coche, muy astuto por tu parte. Me refiero a la idea de convertirlo en una buena publicidad para el negocio.







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