sábado, 1 de abril de 2017
CAPITULO 22 (CUARTA HISTORIA)
TRAS LA ÚLTIMA REUNIÓN DE LA TARDE, Laura puso los pies en alto y se desperezó.
—Creo que esta hace méritos para Novia Tonta del Bote. No solo quiere que su dama de honor desfile por el pasillo central con sus dos gatos siameses en lugar de con un ramo, sino que también pretende incluirlos en la lista de invitados.
—Lo que significa que tendremos que preparar la comida de estos dos animales (que, por cierto, tomarán salmón), y ella pagarla —comentó Maca poniendo los ojos en blanco.
—Más las flores de ojal. —Emma solo tuvo fuerzas para reírse —. Y una cuidadora de gatos para la recepción. ¿Dónde vas a conseguirla? —preguntó a Paula.
—Hablaré con su veterinario. Al menos no insistió en sentarlos a la mesa presidencial durante la cena.
—Pero faltó poco. Bueno, ese problema lo dejaremos para otro día —decidió Laura—. Lo que ahora quiero es una copita de vino antes de ver qué hay para picotear en la cocina de la señora Grady, porque Daniel ha llamado para decirme que tiene una reunión a última hora.
—Tendrás que cambiar de planes —anunció Paula—. Tenemos que ir arriba a hacer una cosa.
—Ni hablar, Paula, no podría enfrentarme ahora a una reunión. Me siento agotada.
—No es esa clase de reunión. —Paula se puso en pie—.Y creo que te recuperarás cuando veas de qué se trata.
—No entiendo lo que... —Los ojos de Laura expresaron claramente que la había cogido al vuelo—. Has encontrado un vestido para mí.
—Vayamos a verlo.
Sonriendo a sus amigas, Laura dio un salto en la silla.
—¡Es mi turno! ¿Hay champán?
—¿Tú qué crees? —preguntó Maca levantándola de la silla.
—Las mismas normas de siempre —dijo Paula cuando todas ellas iban a salir de la sala—. Si no es el definitivo, no lo es. Sin acritud.
—Todavía no he decidido el estilo que me apetece. No paro de darle vueltas. Aunque estoy segura de que no quiero velo, es tan medieval... Disculpa —dijo a Emma—. Quizá me decante por algún adorno en el pelo o por unas flores, por eso creo que el vestido no tendría que ser demasiado tradicional, aunque tampoco quiero ir ultramoderna, o sea que...
—O sea que vamos a empezar. —Maca le pasó el brazo por la cintura y la abrazó—. Tienes la fiebre de la novia, cariño. Me ha pasado a mí, lo he vivido.
—Me parecía imposible que me sucediera algo así, pero me rindo. ¿Por eso Daniel me ha dicho que llegaría tarde?
—Lo llamé cuando encontré el vestido. —Paula se detuvo ante la puerta cerrada de la suite de la novia—. Ha salido con Jeronimo y Sebastian. ¿Lista?
Laura se recogió el pelo detrás de las orejas y fingió estremecerse. Rió.
—Totalmente.
Como habían hecho con Maca y luego con Emma, el vestido de Laura colgaba expuesto para ser contemplado. Una botella de champán se enfriaba en una cubitera de plata junto a una preciosa bandeja de fruta y queso.
La señora Grady estaba de pie, con la cámara y el acerico preparados.
—Es precioso, Paula. —Con la mirada atenta, Laura se acercó a él—. Dudaba en ir sin tirantes, pero me encanta la manera en que el escote se curva, suavemente, tan solo un poquito, y los fruncidos y la pedrería del cuerpo contribuyen a darle textura y brillo. —Rozó la falda tan solo con la punta de los dedos—. No estaba tan segura con los brillos.
—Me gusta cómo la tela se recoge en la cintura, con suavidad, se confunde delicadamente con el bordado central en hilo de plata y desciende en un drapeado. —Maca ladeó la cabeza, giró alrededor de Laura y asintió—. Quedará fantástico en las fotos.
—La caída y los pliegues de la parte central de la falda —añadió Emma—. Con sus cuentas plateadas a ambos lados. Le añade interés pero sin recargarlo. Y el modo en que esas líneas y texturas se reflejan en la espalda. Es maravilloso, Paula, de verdad. Buen trabajo.
—Eso lo veremos cuando se lo haya probado la novia —dijo la señora Grady con un aspaviento—. Vamos, a moverse. Serviré el champán.
—No vale mirar —advirtió Maca a Laura girándola para que quedara de espaldas al espejo.
—Por suerte es de tu talla, o sea que no habrá que hacer muchos arreglos. He traído unos alfileres. Aunque no te guste el vestido, los alfileres servirán para darle forma a lo que decidas.
Maca asió la cámara cuando volvieron a tener vestida a Laura y captó unas instantáneas de Paula y de Emma alisándole la falda y abrochándole la espalda.
Maca entrechocó su copa con la de la señora Grady.
—¿Qué le parece?
—Labios sellados hasta que la novia dé su opinión. —Sus ojos, sin embargo, se humedecieron.
—Vale, puedes darte la vuelta y mirarte.
Ante la señal de Paula, Laura se volvió. Permaneció impasible mientras se examinaba a sí misma.
—A ver... —Seria, se volvió hacía uno y otro lado y sacudió levemente la cabeza, lo suficiente para que a Paula se le cayera el alma a los pies.
—A lo mejor no es lo que tenías pensado —empezó a decir Paula—. Lo que habías imaginado que te gustaría llevar. Es tu día. Tiene que ser perfecto.
—Sí. No estoy segura... —Laura se volvió de lado para verse y entonces se dedicó a estudiar la espalda—. ¡Es que no sé... cómo lo consigues! ¡Vidente! —Estalló en carcajadas y estrechó a Paula entre sus brazos—. Tendrías que haber visto la cara que ponías. Tan seria. Te quiero. Os quiero, chicas. Oh, es fabuloso. Es de una perfección perfecta. Tengo que volver a mirarme.
Mientras Laura se puso a girar delante del espejo, Paula, con los ojos en ascuas, se limitó a exclamar «buf».
—Tres de tres. —Emma entrechocó las copas—. Y aunque iba a discrepar en una cosa, tienes razón con lo del velo, Laura.
—Pensando en eso he traído éstos tocados. —Paula fue al otro extremo de la habitación y abrió una caja qué contenía dos peinetas de bisutería fina—. Se me ha ocurrido una idea. Si puedes dejar de contemplarte durante un par de minutos, quiero probar una cosa.
—¿No puedo contemplarme mientras tú haces la prueba? Mírame. —Levantándose las faldas, Laura giró una vez más—. ¡Soy una novia!
—Pues entonces estate quieta. Estaba pensando que podrías recogerte el pelo desde la sien con estas peinetas, y luego le diríamos a la peluquera que te hiciera algo divertido por detrás.
—Podríamos añadirle unas flores... el pelo le da para trenzárselo desde arriba —calculó Emma—, y el resto lo dejamos suelto. Le pasamos una cinta fina y con perlitas por la trenza y le ponemos una pequeña horquilla de flores. Alverjillas, dijiste que querías alverjillas y peonías fundamentalmente.
—Me encantan las alverjillas —confirmó Laura mientras se tocaba los brillantitos del pelo—. Me encantan las peinetas, Paula. Es exactamente lo que estaba intentando visualizar. Oh, el vestido. El vestido. Es un poco años treinta. Clásico, pero sin ser tradicional. Es mi vestido de boda.
—A ver, todas juntas —ordenó la señora Grady—, antes de que la alegría y el champán se os suban a la cabeza. Estas son mis niñas —murmuró mientras las chicas se ponían en fila para la foto.
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