sábado, 4 de marzo de 2017
CAPITULO 47 (SEGUNDA HISTORIA)
A los cinco minutos de que Paula entrara en casa, Maca apareció en la puerta.
—He esperado a que Pedro se marchara —dijo Maca en voz alta mientras subía la escalera—. A eso lo llamo yo contención hercúlea. —Frunció el ceño al entrar en el
dormitorio de Paula—. Estás deshaciendo la maleta y poniéndolo todo en su sitio. Odio tanta eficacia. ¿Por qué ninguna de vosotras es tan dejada como yo?
—Tú no eres dejada. Solo un poco relajada con tu espacio personal.
—Oye, eso me gusta. Relajada con mi espacio personal. Bueno, ya está bien de hablar de mí. Cuéntamelo todo. He dejado a mi amante sólito con su cuenco de cereales.
Paula, con el vestido de la noche anterior en las manos, giró con alegría.
—Ha sido fabuloso. Todos y cada uno de los minutos.
—Detalles, detalles, detalles.
—Un restaurante francés muy elegante, champán, suite del Waldorf.
—Eso es muy de tu estilo. Una cita orientada hacia lo elegante y llamativo; otra más informal, puede que un picnic en la playa, a la luz de la luna, con unas velas metidas dentro de unas pequeñas conchas...
Paula cerró la maleta ya vacía.
—¿Por qué no estaré saliendo contigo?
—Formaríamos una pareja encantadora, es cierto. —Maca, pasándole un brazo por la espalda, se volvió hacia el espejo y estudió el reflejo de ambas: Paula con sus tejanos ceñidos y una blusa veraniega, y ella con el pantalón y la camiseta de algodón con los que había dormido—. Impresionante de verdad. En fin, podemos reservárnoslo por si las cosas no nos salen bien.
—Siempre ayuda tener un plan B. Oh, Maca, ha sido una noche perfecta. —Paula se volvió, se apretujó contra Maca y luego hizo una pirueta—. No hemos dormido. Ni un minuto. Es increíble que tengamos tanto de que hablar, tantas cosas que descubrir el uno del otro. Charlamos durante toda la cena y luego fuimos a dar un largo paseo. Él había dispuesto que nos subieran champán, encendieran unas velas y pusieran música.
—Uau.
—Bebimos champán, hablamos e hicimos el amor. Fue tan romántico... — Paula cerró los ojos con un murmullo y se
abrazó a sí misma—. Luego seguimos hablando y bebiendo más champán, y volvimos a hacer el amor. Hemos desayunado a la luz de las velas y...
—Habéis vuelto a hacer el amor.
—Sí. Hemos regresado a casa en medio de un tráfico espantoso, con la capota bajada, y la circulación no nos ha molestado. Nada nos molestaba. Nada podía afectarnos. —
Volvió a abrazarse a sí misma—. Maca, soy feliz. Siempre estoy feliz.
—Sí, menuda lata.
—Lo sé, pero te aguantas. En fin, soy feliz, y nunca pensé que podría llegar a serlo tanto. Ignoraba que fuera capaz de sentir todo esto, que tendría ganas de saltar, de bailar, de
hacer piruetas y cantar. Como Julie Andrews en lo alto de la montaña.
—Oye, de eso ni hablar que es un latazo.
—Ya lo sé, estoy hablando de cómo me siento. Por mucho que imaginara cómo sería estar locamente enamorada, no tenía ni idea.
Paula se dejó caer encima de la cama y sonrió mirando al techo.
—¿Siempre te sientes así, con Sebastian quiero decir?
Maca se sentó a su lado.
—Nunca pensé que me enamoraría. En realidad, no. Nunca pensé en el tema como pensabas tú, ni lo pretendía. De alguna manera, se presentó calladamente, pero también me cayó encima como una tonelada de ladrillos. Sigue desconcertándome que sienta algo así, y no me refiero a la faceta de hacer piruetas y cantar, porque ni siquiera me sentiría cómoda. Sin embargo, noto esas ganas de saltar y bailar. Y existe otra persona que siente eso mismo por mí. Háblame de tu desconcierto.
Paula le cogió la mano.
—No sé si Pedro siente lo mismo por mí, al menos como yo. Pero sé que le importo. Sé que se preocupa por mí. Y tengo tanto que dar, Maca, que quiero creer que este amor que
siento... fructificará, supongo. Antes pensaba que lo amaba, pero ahora creo que mi enamoramiento tenía mucho que ver con el deseo. Porque esto es distinto.
—¿Puedes decírselo?
—Hace un par de días te habría respondido que no. No quiero estropearlo todo, no quiero inclinar la balanza. De hecho, dije que no cuando Carla y yo hablamos del tema. Pero ahora creo que sí puedo hacerlo, que debería hacerlo. Solo tengo que decidir cómo y cuándo.
—Yo me asusté cuando Sebastian me dijo que me amaba. No te entristezcas si él se asusta un poco, al menos al principio.
—Creo que cuando le dices a alguien que lo amas no es porque esperes algo de él, sino porque tienes cosas que ofrecerle.
—Deshaces la maleta al llegar a casa después de haber pasado la noche fuera. Tienes un carácter positivo, y encima aciertas de lleno hablando del amor. Me sorprende que las tres no hayamos unido nuestros esfuerzos para darte una buena paliza de vez en cuando.
—No habríais podido, porque me queréis.
Maca se colocó frente a ella.
—Te queremos. Estoy de tu lado, Pau. Todas lo estamos.
—Entonces es imposible que las cosas salgan mal.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario