viernes, 3 de marzo de 2017

CAPITULO 44 (SEGUNDA HISTORIA)




Pedro, con la intención de inspeccionar la ampliación de Maca, intentaba dejarse caer por la obra a diario. De esa manera podía sentarse en platea y ver La vida de Maca y Sebastian.


Por las mañanas los observaba en la cocina. Mientras uno echaba comida al gato, el otro servía el café. En un momento dado, Sebastian se marchaba con el maletín del portátil y Maca se iba a trabajar a su estudio.


Si, en cambio, se presentaba por la tarde, veía a Sebastian saliendo de la mansión en dirección al estudio; aunque se fijó en que eso nunca sucedía cuando Maca estaba con un
cliente. «Ese tío debe de tener un radar», decidió Pedro.


De vez en cuando alguno de los dos acudía a él para comprobar cómo avanzaban las obras, hacerle preguntas y ofrecerle un café o un refresco según la hora del día en que
apareciera.


Ese ritmo lo fascinaba tanto que una mañana se detuvo a charlar con Sebastian.


—La escuela se ha terminado, ¿verdad?


—Y un verano de diversión comienza.


—Me he dado cuenta de que vas a la casa principal a menudo.


—Ahora mismo hay mucha gente en el estudio. Y mucho ruido. —Sebastian volvió la cabeza y contempló la escena de donde provenían la estridencia de las sierras y el repiqueteo de las pistolas de clavos—. Doy clase a adolescentes y tolero muy bien el barullo. Lo que no comprendo es cómo puede ella trabajar con tanto ruido. Es como si no le molestara.


—¿Qué diablos haces durante todo el día, tramar exámenes sorpresa para el próximo otoño?—Lo bonito de los exámenes sorpresa es que los puedes repetir interminablemente durante años. Tengo archivos llenos.


—Ya lo imagino. ¿Qué haces, dime?


—En realidad, utilizo una de las habitaciones de invitados como estudio provisional. Es silencioso, y la señora Grady
me da de comer.


—¿Estás estudiando?


Sebastian cambió de posición, una postura que Pedro reconoció como de ligera incomodidad.


—Estoy trabajando en un proyecto de libro.


—No jodas.


—Puede que sí la esté jodiendo. Supongo que algunos fragmentos serán malos, pero he pensado que este verano valdría la pena meterme a fondo en ello.


—Es fantástico. ¿Cómo sabes cuándo Maca está libre... cuándo se marchan los clientes? ¿Te llama para decirte que ya puedes regresar?


—Intenta programarse las visitas de los clientes por la mañana, si tiene alguna sesión en el estudio, y mientras duren las obras el resto de las consultas las hace en la mansión. Miro su agenda cada día para no entrar en casa a media sesión y fastidiarle el estado de ánimo o la concentración. Es un sistema bastante sencillo.


—Parece que a los dos os funciona.


—Hablando de cosas que funcionan, no esperaba que esto avanzara tan deprisa —dijo Sebastian señalando hacia el estudio—. Cada día veo cosas nuevas.


—El tiempo aguanta y superamos las inspecciones, por eso avanzamos a buen ritmo. El equipo es bueno. Deberían...
Perdona —se interrumpió Pedro cuando sonó su móvil.


—Adelante. Será mejor que me vaya.


Pedro cogió el móvil mientras Sebastian se alejaba.


—Alfonso. Sí, estoy en la obra de los Brown. —Pedro se distanció de la fuente de ruidos—. No, no podemos... Si es eso lo que quieren, tendremos que hacer los planos de los
cambios y volver a presentar el permiso.


Escuchó a su interlocutor sin dejar de caminar.


Las visitas que hacía a la obra también le daban una idea clara de la rutina laboral de Paula. A principios de semana los clientes iban y venían con la puntualidad de un reloj.


A mediados de semana recibía los encargos: un innumerable desfile de cajas de flores.


Pensó que en esos momentos estaría trabajando con el material. Habría empezado de buena mañana, sola. Quizá Tink o alguna otra ayudante llegaría más tarde para hacer lo
que ella les encomendara.


A mediodía, si le daba tiempo, hacía un descanso y se sentaba en el patio. Si Pedro estaba por allí, procuraba encontrar el momento de pasar un rato con ella.


¿Qué hombre podría negarse a sentarse con Paula a la luz del sol?


De repente, la vio. En lugar de estar en el patio, Paula se había arrodillado y, con el pelo recogido bajo un sombrero, removía la tierra con una pala.


—Diles de dos a tres semanas —siguió diciendo él por teléfono, y entonces ella se volvió, levantó el ala de su sombrero y le sonrió—. Me iré dentro de unos minutos. Lo discutiré con el jefe de obra. Estaré en el despacho dentro de un par de horas. No te preocupes.


Cerró el teléfono y examinó las plantas amontonadas.


—¿Tendrás bastantes?


—Nunca bastan. Quería poner unas plantas de temporada aquí delante. Lucen mucho vistas desde los espacios donde se celebran los actos.


Pedro se agachó y la besó.


—Tú sí que luces. Pensaba que estarías trabajando dentro.


—No me he podido resistir, y tampoco voy a tardar mucho. Trabajaré una hora más esta jornada si es necesario.


—¿Estarás muy liada cuando acabes?


Paula ladeó la cabeza y le lanzó una mirada matadora bajo el ala del sombrero.


—Eso depende de la oferta.


—¿Qué te parece si vamos a cenar a Nueva York? Vayamos a algún lugar donde los camareros sean unos esnobs, la comida sea carísima y tú estés tan bonita que el resto ni
siquiera me importe.


—Te aseguro que cuando acabe, estaré libre como un pajarillo.


—Bien, te recogeré a las siete.


—Estaré preparada. Ya que estás aquí... —Paula le pasó los brazos por el cuello y, posando los labios sobre su boca, le dio un largo y romántico beso—. Con esto, aguantarás hasta entonces —murmuró.


—Haz la maleta.


—¿Qué?


—Haz la maleta y pon dentro lo que necesites para pasar la noche. Iremos a un hotel de Nueva York, a una suite. Lo
celebraremos por todo lo alto.


—¿De verdad? —exclamó ella bailoteando—. Dame diez segundos, que es lo que tardo en hacer la maleta.


—Entonces trato hecho.


—Tendré que regresar temprano, pero...


—Yo también. —Pedro la besó asiéndola por el rostro, atrayéndola hacia sí—. Con esto, aguantarás también tú hasta entonces. A las siete —dijo Pedro, y se levantó.


Complacido por habérsele ocurrido esa idea y por la reacción que ella había tenido, sacó el móvil de camino hacia su camioneta y le encargó a su secretaria que empezara a hacer las reservas.



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