miércoles, 22 de marzo de 2017
CAPITULO 43 (TERCER HISTORIA)
Paula pensó que habría tenido que dejarle encargar la pizza. Iba atareada de un lado a otro de la cocina porque todavía le quedaban varios pasteles y postres pendientes de terminar, y el ruido de las obras había alcanzado su punto álgido.
Era imposible preparar la cena en esas condiciones.
—Si quieres, me encargo yo —se ofreció la señora Grady.
—Eso sería hacer trampa. Ah, y piense que aunque usted no lo diga, yo la oigo.
—Como quieras. Lo único que he dicho sin decirlo es que estarías haciendo trampa si te hicieras pasar por la cocinera.
Paula consideró sus palabras y deseó seguir su consejo.
Podría explicarle a Pedro que la señora Grady había hecho la cena porque ella había estado demasiado ocupada. A Pedro no le importaría, pero…
—Le he prometido que cocinaría yo. Además usted sale esta noche con sus amigas. —Paula suspiró hondo—. A ver, ensalada verde con una vinagreta balsámica sensacional, linguine con frutos de mar y pan. Es sencillo, ¿verdad?
—Pues sí, bastante. Quien no se aclara eres tú, y él tampoco.
—Solo se trata de preparar una cena. Me conozco en este aspecto, pero me cuesta cambiar. Todo tiene que ser perfecto, y eso incluye la presentación. —Con aire ausente, Paula se sujetó el cabello con un pasador—. Mire, señora Grady, si alguna vez tengo hijos, seguro que pasaré veinte minutos cuidando la presentación de un bocadillo de mantequilla de cacahuete y mermelada. Luego la familia entera tendrá que ir a terapia.
—Creo que harás muy bien tu papel.
—Nunca me lo he planteado. Me refiero al tema de los hijos.
—Tomó unas lechugas, unos tomates en rama y unas zanahorias. Quería lavarlos, secarlos, pelarlos y ponerlos a enfriar antes de montarlos en una ensalada—. Siempre he tenido tantas cosas que hacer que nunca me he planteado el futuro.
—¿Te lo planteas ahora? —La señora Grady se puso a secar las hojas de lechuga que Paula había lavado.
—Supongo que de vez en cuando sale el tema. A lo mejor es mi reloj biológico.
—Quizá eso ocurre cuando una se enamora.
—Es posible. Pero para eso es necesario que los dos estén enamorados. Esta mañana he visto a una pareja que se casó aquí en primavera —comentó Paula, admirando por la ventana los tonos verdes y azules del verano mientras manipulaba las verduras—. Estaban en el bufete de Pedro porque querían resolver el papeleo de la compra de su primera casa. Dara lleva el asunto y, como quien no quiere la cosa, ha salido el tema de los hijos. La novia, bueno, la esposa, ha puesto una mirada tierna al imaginarse a su futuro bebé, y él le ha dicho: primero la casa, luego vendrá el bebé… o algo parecido. Lo encuentro absolutamente razonable.
—Los bebés no siempre llegan en el momento más adecuado.
—¡Dígaselo a la novia de mañana! Yo me refería a que tiene sentido planificar las cosas, asumirlas en su orden lógico. Tener paciencia.
—A ti te gusta ir despacio —comentó la señora Grady acariciándole con cariño la espalda.
—A veces, sí. Me sobra todo este jaleo, cuidar el detalle, la pompa y el boato… Lo que representa nuestro trabajo, en esencia. A Emma le gusta, y a Carla también le gustará cuando llegue el momento. En cuanto a Maca, se ha visto metida en el sarao.
—Es verdad, y creo que ella es la primera sorprendida.
—Para mí no es así. No necesito el anillo, el libro de familia o un vestido blanco espectacular. No es el hecho de casarme lo que me importa, ni mucho menos. Es la promesa. Es saber que alguien quiere que yo forme parte de su vida, que me quiera, que sienta que soy la elegida. No es que me baste, es que eso lo es todo para mí.
—¿Con quién crees que Pedro querría pasar la noche si no es contigo?
Paula se encogió de hombros.
—No lo sé. Sé que quiere pasar la noche conmigo. Eso no lo es todo, pero a mí me basta. —El temporizador que había puesto unos minutos antes se disparó—. Mierda. Tengo que volver a mi cocina. No haga nada sin mí.
—Seré tu pinche, nada más. Terminaré de lavar estas verduras, las secaré y las reservaré para cuando vuelvas. Eso no es hacer trampa.
—Tiene razón. Gracias.
Paula se fue corriendo para hacerse cargo de la siguiente tarea. La señora Grady se preguntó por qué la chica no consideraba que Pedro también podía querer algo de ese todo.
—El amor… —musitó lavando las verduras—. Quienes lo descubren nunca saben cómo manejarlo.
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