viernes, 10 de marzo de 2017

CAPITULO 4 (TERCERA HISTORIA)






Sólo bastante después de que el último invitado hubiera partido y de que el personal del catering lo hubiese recogido todo, Paula se arrellanó en el sofá de la sala de estar con una bien merecida copa de vino en la mano.


No tenía ni idea de dónde se habían metido los hombres (tal vez en su leonera particular, pertrechados con unas cervezas), pero era muy, muy agradable poder relajarse entre mujeres y disfrutar de la relativa paz.


—¡Qué fin de semana tan genial! —Maca alzó la copa en un brindis—. Cuatro ensayos y cuatro celebraciones. Sin un solo error. Ni el más mínimo fallo. Todo un récord.


—El pastel estaba soberbio —añadió Emma.


—Le has hincado el tenedor —le acusó Paula.


—Ha sido un bocado celestial. ¡Qué día tan dulce…! Me ha encantado que el hijo del novio hiciera de padrino. Era una monada. Me han entrado ganas de llorar.


—Serán una familia estupenda. —Carla estaba sentada, con los ojos cerrados y la BlackBerry en el regazo—. Cuando veo parejas con hijos que vuelven a intentarlo, pienso: ¡agárrense, que vienen olas! Pero ¿con los de hoy? Se veía a las claras que el niño y ella se quieren con locura. Ha sido muy tierno.


—He sacado unas fotos fenomenales, y el pastel era increíble —añadió Maca—. Me parece que elegiré el de semillas de amapola para mi boda.


Paula movió los dedos de los pies para aliviar los calambres.


—La semana pasada querías el de crema italiana.


—Quizá tendría que elegir un surtido. Versiones en pequeño de distintas tartas, con diseños diferentes. Sería una orgía culinaria, y las fotografías quedarían estupendas.


Paula le apuntó con los dedos como si fueran una pistola.


—Te voy a matar, Macarena.


—Tendrías que ser fiel a la crema italiana. Es tu pastel favorito.


Maca secundó a Emma con un mohín.


—Tienes razón, es mi día. ¿Y por cuál te has decidido tú, experta en pastelería?


—Ni siquiera lo he pensado. Todavía me cuesta creer que esté prometida. —Emma examinó el diamante que llevaba en el dedo con una sonrisa petulante—. Además, cuando empiece a planificar la boda con detalle, seguro que me volveré una neurótica. Así que deberíamos postergarlo todo lo posible.


—Sí, por favor —suspiró Paula dándole la razón.


—De todos modos, primero necesitas el vestido. —Carla seguía con los ojos cerrados—. Siempre hay que empezar por el vestido.


—A eso lo llamo yo hablar con sensatez —musitó Paula.


—No le he dado muchas vueltas al tema, solo unas mil —explicó Emma—. Si apenas debo de haber visto medio millón de fotos. Adoptaré la versión princesa. Con metros y más metros de falda. Tal vez un cuerpo que deje los hombros al aire y un escote en forma de corazón, para presumir de pecho.


—De eso puedes presumir —coincidió Maca.


—Nada de ir sencilla. La palabra clave en mi caso es «fastuosa». Quiero llevar una tiara… y cola. —Sus ojos oscuros se iluminaron al imaginarse—. Además, como hemos podido hacer un hueco para mi boda el próximo mayo, me diseñaré un ramo increíble y… eso, fastuoso. En tonos pastel, creo. Quizá. Seguramente. Unos maravillosos y muy románticos tonos pastel.


—Suerte que ni siquiera lo habías pensado —apostilló Paula.


—Vosotras también vestiréis con colores suaves —prosiguió Emma sin inmutarse—. Mis amigas, como flores de un jardín. —Dejó escapar un hondo y soñador suspiro—. Y cuando Jeronimo me vea, se le cortará la respiración. En ese momento, ¿sabéis?, en el que nos miraremos a los ojos y el mundo se detendrá para los dos. Durante un minuto, un increíble minuto.


Sentada en el suelo, Emma reclinó la cabeza en la pierna de Carla.


—Qué poco nos lo imaginábamos de pequeñas, cuando jugábamos al «día de la boda». Qué poco nos imaginábamos lo que significaba este momento especial. Tenemos suerte de verlo tan a menudo.


—Este es el mejor trabajo del mundo —murmuró Maca.


—Es el mejor porque somos las mejores. —Paula se incorporó para brindar—. Nuestra responsabilidad es hacer disfrutar a los demás de este momento increíble. Y tú tendrás el tuyo, Em. Organizado hasta el mínimo detalle por Carla, rodeada de las flores que tú misma habrás elegido, fotografiado por Maca. Y lo celebraremos con un pastel que crearé especialmente para ti. Fastuoso. Te lo prometo.


—Uauu… —A Emma se le iluminaron los ojos—. Por mucho que quiera a Jeronimo, y vaya si le quiero, sin vosotras mi felicidad no sería ahora completa.


Maca le ofreció un pañuelo de papel a Emma.


—Pero antes voy yo —le dijo a Paula—. Quiero un pastel ex profeso para mí. Si vas a prepararle uno especial a ella, a mí también.


—Podría decorar los pisos de la tarta con unas cámaras y unos trípodes diminutos.


—¿Y con unas estanterías de libros en miniatura para Sebastian? —rió Maca—. Menuda burrada… aunque reconozco que encaja.


—Continuarías con el estilo de las fotos de compromiso. —Emma se enjugó las lágrimas—. Me encantó el posado: Sebastian y tú en el sofá, con las piernas entrecruzadas… él con un libro en el regazo y tú como si acabaras de tomarle una foto. Los dos sonriendo. Eso me recuerda que quería preguntarte por mi retrato de compromiso. ¿Dónde, cuándo, cómo?


—Muy fácil. Jeronimo y tú en la cama, desnudos.


Emma le asestó un puntapié.


—Basta.


—Eso también encaja —sentenció Paula.


—¡Jeronimo y yo nos dedicamos a más cosas aparte de practicar sexo!


—Por supuesto. —Carla entreabrió un ojo—. A pensar en cómo vais a practicarlo.


—Tenemos una relación muy rica en muchos aspectos —insistió Emma—, y uno de ellos es el sexo. Pero en serio…


—Se me han ocurrido varias ideas. Tendríamos que comparar agendas y encontrar un hueco.


—¿Ahora?


—Pues claro. Carla debe de tener la agenda de las dos en su CrackBerry. —Maca alargó el brazo para cogerla.


Carla abrió los dos ojos y la fulminó con la mirada.


—Si la tocas, te mato.


—Por Dios… Vayamos al estudio a consultar mi agenda. Además, deberíamos ir ya a recoger a los chicos. Jeronimo tiene que reservar la hora para las fotos.


—Excelente.


—¿Dónde estarán? —se preguntó Paula.


—Abajo, con la señora Grady —le informó Emma—. Comiendo pizza y jugando al póquer. Al menos, ese era el plan.


—Y no nos han invitado. —Paula, que seguía echada, se las arregló para encogerse de hombros cuando las demás se la quedaron mirando—. Vale, rectifico. No me apetece el plan de pizza y póquer porque prefiero estar aquí con vosotras. De todos modos…


—En fin… —Maca se puso en pie—. Puede llevarnos algo de tiempo «recogerlos» en estas circunstancias. Vayamos a informar, y luego ya organizaremos el calendario.


—Buena idea. A trabajar, chicas —dijo Emma levantándose.


Cuando salieron, Paula se desperezó.


—Necesito un masaje. Tendríamos que contratar a un masajista que se llamara Sven, o Raúl.


—Lo apuntaré en la lista. Mientras tanto, ¿por qué no llamas a un servicio de masajes y reservas hora?


—Pero si tuviéramos a Sven (creo que prefiero Sven a Raúl), me daría el masaje ahora mismo y luego me iría a dormir como nueva. ¿Cuántos días faltan para las vacaciones?


—Demasiados.


—Eso lo dices ahora, pero cuando llegue el momento de ir a los Hamptons, seguirás con esa BlackBerry pegada a la mano.


—Puedo pasar de ella.


Paula le devolvió la sonrisa a Carla.


—Comprarás una funda impermeable y así podrás nadar con ella.


—Más bien deberían hacerlas sumergibles. La tecnología ya debe de estar preparada para eso.


—En fin, voy a dejaros a ti y a tu único y verdadero amor solos para sumergirme en un baño caliente y soñar con Sven. —Paula rodó por el sofá y se levantó—. Qué bien ver a Emma y a Maca tan felices, ¿verdad?


—Sí.


—Hasta mañana.











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