domingo, 12 de marzo de 2017

CAPITULO 12 (TERCER HISTORIA)





Carla lo dejó correr… por el momento. Esperó a que terminara la celebración del domingo y le dio tiempo a su amiga para que reflexionara por la noche. El lunes, sin embargo, buscó una hora libre para coincidir con ella justo cuando sabía que la encontraría liada en la cocina preparando la fiesta que habían improvisado para esa semana.


Cuando la vio pasando el rodillo por la pasta filo, supo que había sido oportuna.


—Aquí tienes un par de manos extra.


—Lo tengo todo controlado.


—Esta excentricidad griega te ha caído encima como una losa. Necesitas manos. —Carla levantó las suyas—. Estas limpiarán todo lo que tú ensucies. —Empezó a retirar unos cuencos vacíos—. Podríamos contratar a un ayudante de cocina.


—No quiero un ayudante. Siempre acaban metiéndose por en medio, por eso tú tampoco tienes a nadie que te ayude.


—Le estoy dando vueltas a la idea. —Carla empezó a cargar el lavaplatos—. Quizá podría formar a alguien para que se ocupara de todo el trabajo preliminar.


—No llegará ese día.


—Hay que pensar si queremos seguir como hasta ahora o nos proponemos ampliar el negocio. Si ampliamos, necesitaremos ayudantes. Podríamos aceptar más celebraciones durante la semana si contratáramos personal.


Paula se detuvo.


—¿Es eso lo que quieres?


—No lo sé, pero de vez en cuando lo pienso. A veces decido que no, otras, en cambio, me decanto por el sí. Sería un gran cambio; cambiaríamos de orientación. Tendríamos empleados en lugar de colaboradores externos. Ahora nos va bien. De hecho, nos va genial, pero a veces un cambio abre otras puertas


—No sé si nosotras… Un momento. —Paula entrecerró los ojos y miró a Carla, que seguía de espaldas a ella—. Has utilizado esto como metáfora para seguir hablando, o empezar a hablar del asunto de Pedro.


Se conocían demasiado bien, pensó Carla.


—Quizá. Necesitaba tiempo para pensar y luego obsesionarme con lo que pasaría si Pedro y tú abordarais este tema… y también para dar vueltas a la posibilidad de que no lo hicierais.


—¿A qué conclusión has llegado?


—A ninguna. —Carla se volvió hacia ella—. Os quiero a los dos, y eso no va a cambiar. Por mucho que me considere el centro del universo, no se trata, o no debería tratarse, de mí. De todos modos, reconozco que sería un cambio.


—Yo no he cambiado. ¿Lo ves? Estoy aquí mismo, en este lugar. No hay cambios.


—Ya te has movido, Paula.


—He vuelto a donde estaba —insistió su amiga—, a donde empezó todo. Por Dios, Carla, solo fue un beso.


—Si hubiera sido solo un beso, me lo habrías dicho en el acto y te habrías reído. —Carla se detuvo un instante para darle a Paula la oportunidad de rebatir sus palabras, aunque sabía que no sería capaz—. Te quedaste preocupada, y eso quiere decir que o bien fue más que un beso para ti, o bien sigues preguntándote si hubo algo más. A ti te importa Pedro.


—Claro que me importa. —Paula se ruborizó y blandió el rodillo en el aire—. A todas nos importa Pedro. Es cierto, eso es parte del problema, o del asunto. Creo que es más un asunto que un problema. —Siguió pasando el rodillo por la pasta hasta dejarla fina como el papel—. A nosotras nos importa Pedro y a Pedro le importamos todas nosotras. A veces se preocupa tanto que me gustaría darle un puñetazo en plena cara, en particular cuando habla de nosotras como si todas estuviéramos en el mismo saco, como si fuéramos un solo cuerpo con cuatro cabezas.


—A veces somos…


—Sí, ya sé que a veces somos así. Sin embargo, es frustrante estar dentro de ese saco, y pensar que se cree obligado a cuidar de mí. No quiero que cuiden de mí.


—No puede evitarlo.


—Eso también lo sé. —Las miradas de ambas se cruzaron—. Y alimenta esa frustración. Él va como una moto, yo también, y el problema… el asunto… Prefiero «asunto» a «problema».


—Llamémosle asunto entonces.


—El asunto es cosa mía exclusivamente. Tiene que resultarte extraño hablar de esto conmigo.


—Un poco, pero intento superarlo.


—No es que no pueda vivir sin él o que me haya enamorado perdidamente. Solo es…


—Un asunto.


—Sí, y visto que actué como lo hice, he decidido quitarle hierro al asunto.


—¿Tan mal besa?


Paual le dirigió una mirada anodina y tomó el cuenco donde tenía el relleno.


—Tomé yo la iniciativa, y ahora que ya no me avergüenzo, me siento mejor. La culpa fue de la pelea que yo provoqué. Mi culpa. Bueno, casi mi culpa. Pedro no debería haber intentado pagarme el pastel. Fue como mostrarme una capa roja mientras yo hollaba la tierra con la pezuña. Tú no intentarías pagarme un pastel.


—No. —De todos modos, Carla levantó un dedo—. Veamos si lo he entendido. No quieres que te meta en el mismo saco que a las demás, por decirlo de alguna manera, pero tampoco quieres que se ofrezca a pagar por tus servicios, porque entonces te sientes insultada.


—Tendrías que haber estado allí.


—¿Podemos olvidar un instante que se trata de mi hermano?


—No estoy segura.


—Deja que haga un resumen. —Carla, con aire desenfadado, se apoyó en la encimera—. Os atraéis. Sois dos personas interesantes, sin compromiso, guapas. ¿Por qué no ibais a sentir atracción el uno por el otro?


—Porque hablamos de Pedro.


—¿Qué le pasa a Pedro?


—Nada. ¿Lo ves? Es raro. —Paula asió el botellín de agua y volvió a dejarlo sin tomar un sorbo—. No es lógico, Carla, y eso no puedes solucionarlo por mí. Lo arreglaremos, Pedro y yo, quiero decir. Casi lo he superado, y me extrañaría que él le hubiera dedicado ni un pensamiento. Ahora, largo. Quiero concentrarme en este baklava.


—Muy bien, pero cuando quieras, hablamos.


—¿No hablamos siempre?


Así había sido hasta entonces, pensó Carla, sin ganas de remover el asunto



1 comentario:

  1. Wowwwwww, se está complicando más de lo que debería Paula. Buenísimos los 3 caps.

    ResponderEliminar