domingo, 12 de marzo de 2017

CAPITULO 10 (TERCER HISTORIA)





Paula se situó junto a la mesa del pastel; con aquel diseño tan complicado, no se fiaba de que nadie más pudiera cortarlo bien. Primero esperó a que los novios dieran un corte simbólico (en el lugar que ella les indicó) y se ofrecieran una porción mientras Maca inmortalizaba el momento. Después, cuando la música dio comienzo al baile, se encargó ella.


Armada con un cuchillo de cocinero, separó los ornamentos laterales.


—Me parece que la has fastidiado.


Paula miró a Jeronimo y empezó a cortar porciones que luego fue depositando en bandejas para servir.


—Este pastel está pensado para comerlo.


—Cuando veo algo así pienso: si lo hubiera construido yo, debería estar muy lejos cuando lo demolieran. Y aun así puede que incluso se me saltaran las lágrimas.


—Las primeras veces cuesta más, pero no creas que esto es como una casa. Tú no construyes pensando en la bola de derribos balanceándose frente a tu creación. ¿Quieres un trozo?


—Te lo ruego.


—Espera hasta que llene las dos primeras bandejas. —Eso le proporcionaría la excusa para sonsacarle información, pensó—. Dime, ¿Pedro no viene esta noche a jugar contigo?


—Creo que había quedado con alguien.


Alguien femenino, supuso ella, pero no era cosa suya y no le daría más vueltas.


—Imagino que últimamente andáis muy liados para salir juntos.


—De hecho, fuimos a cenar el jueves por la noche.


Después del Beso, pensó Paula.


—Y ¿alguna novedad? ¿Qué se cuece por ahí? —Forzó una sonrisa intentando leerle la expresión.


—Los Yankees llevan un buen promedio este mes —comentó Jeronimo devolviéndole la sonrisa.


No estaba incómodo, ni hablaba con retintín, concluyó Paula. 


Dudaba sobre si debía sentirse insultada o aliviada porque Pedro no le hubiera mencionado el incidente a su mejor amigo.


—Toma. —Le ofreció una generosa porción de pastel.


—Gracias. —Jeronimo saboreó un bocado—. Eres un genio.


—Eso no te lo niego. —Satisfecha de haber cortado las porciones necesarias por el momento, se mezcló entre los invitados para ir a comprobar la mesa de los postres y el pastel del novio.


Siguiendo el ritmo de la música la gente había ido llenando la pista. Los ventanales de la terraza estaban abiertos de par en par a la cálida noche y los invitados bailaban o salían a charlar.


Carla se acercó a ella con sigilo.


—El pastel es un exitazo, para tu información.


—Me alegro. —Paula examinó la mesa de los postres y calculó que durarían todo el baile—. Oye, ¿esa es la MDNA? —preguntó haciendo una señal hacia la pista—. Esa mujer tiene ritmo.


—Era bailarina profesional. En Broadway.


—No me extraña.


—Así fue como conoció al PDNA. Él era uno de los patrocinadores y un día fue a ver un ensayo. Dice que se enamoró de ella en el acto. Ella bailó hasta que nació su segundo hijo. Unos años después se puso a dar clases particulares.


—Qué encanto… pero, dime, ¿cómo puedes acordarte de esas cosas?


Carla siguió inspeccionando el salón con ojos de lince por si detectaba algún problema.


—Del mismo modo que tú recuerdas todos los ingredientes que hay en ese pastel. Los novios han pedido una hora más.


—Ay…


—Ya lo sé, pero lo están pasando muy bien. A la orquesta no le importa. Entregaremos los regalos como teníamos previsto, así liquidaremos el asunto; y luego, que bailen si quieren.


—La noche va a ser larga —comentó Paula valorando de nuevo la cantidad de postres que había en la mesa—. Iré a buscar más pastelitos.


—¿Necesitas ayuda?


—Puede que sí.


—Llamaré a Emma por el busca. Ella y Sebastian están libres. Te los envío abajo.



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