jueves, 9 de marzo de 2017

CAPITULO 1 (TERCER HISTORIA)





Sola, con Norah Jones susurrando una canción en el iPod, Paula transformó una lámina de fondant en un elegante encaje comestible. Ni siquiera oía la música, que se ponía más de fondo que para escucharla, cuando montó el adorno con cuidado en el segundo de los cuatro pisos.


Retrocedió un paso para observar el resultado y dio una vuelta alrededor de la tarta buscando los fallos. Los clientes de Votos exigían perfección, y eso era exactamente lo que ella quería darles. Asintió satisfecha, y luego cogió un botellín de agua para apagar la sed mientras estiraba la espalda.


—Dos completados, faltan otros dos.


Miró el tablón de la pared donde había colgado varias muestras de encaje antiguo y el diseño final del pastel de boda que había elegido la novia del viernes por la noche.


Tenía que completar tres diseños más (dos para el sábado y uno para el domingo), aunque eso no era nuevo. En Votos, la empresa de bodas y celebraciones que dirigía con sus amigas, el mes de junio era temporada alta.


En unos pocos años habían convertido una idea en una empresa floreciente. A veces demasiado floreciente, pensó, y por eso estaba preparando fondant a la una de la mañana.


Aunque eso era estupendo, decidió. Y adoraba su trabajo.


Cada una tenía pasión por algo. Emma por las flores, Maca por la fotografía, Carla por los detalles… y ella por los pasteles. Y las pastas, se dijo, y los bombones. Aunque los pasteles eran la joya de la corona.


Se puso de nuevo manos a la obra y empezó a estirar otra lámina. Como de costumbre, se había recogido el pelo dorado con un pasador para apartarse los mechones de la cara. Bajo el delantal espolvoreado de harina de maíz llevaba unos pantalones y una camiseta de algodón, y se había calzado unos zuecos para que sus pies no sufrieran al tener que estar tantas horas de pie. Sus manos eran fuertes, hábiles y rápidas, fruto de los años que había pasado trabajando, estirando y levantando masas. Cuando empezó con el siguiente adorno, su rostro anguloso y de rasgos cincelados cobró una expresión seria.


Cuando se trataba de su arte, la perfección no era solamente un objetivo. Para Glaseados de Votos era una necesidad. El pastel de boda era algo más que hornear y decorar con la manga de pastelería, o que trabajar la pasta de goma y el relleno. Del mismo modo que las fotos de boda que hacía Maca trascendían los simples retratos, y los centros, los arreglos y los ramos que Emma creaba distaban mucho de ser tan solo flores. El cuidado por los detalles, la programación y las ganas que ponía Carla resultaban, al final, mayores que la suma de sus partes.


Esos elementos reunidos se convertían en una ceremonia única, y en la celebración de un viaje que dos personas decidían emprender juntas de por vida.


Muy romántico, sin duda, y Paula creía en las historias de amor románticas… al menos en teoría. Aunque creía más en los símbolos y las celebraciones. Y en un pastel de boda verdaderamente fabuloso.


Al terminar el tercer piso el rostro de Paula se había dulcificado y, cuando levantó la vista y vio a Carla en el umbral, en sus intensos ojos azules se reflejó una mirada cálida.


—¿Por qué no estás en la cama?


—Unos detalles. —Carla trazó con el dedo círculos imaginarios sobre su cabeza—. No podía dejar de darles vueltas. ¿Llevas mucho rato trabajando?


—Bastante. Quiero terminar el pastel para que repose esta noche. Además, mañana me tocará montar y decorar las dos tartas del sábado.


—¿Quieres compañía?


Se conocían lo suficiente para encajar un posible «no» sin ofenderse. A menudo, cuando Paula estaba enfrascada en su trabajo, su respuesta solía ser negativa.


—Claro.


—Me encanta el diseño. —Carla dio una vuelta alrededor del pastel como había hecho antes su amiga—. Encuentro muy delicado el contraste entre los blancos, muy interesante las diferentes alturas de cada piso… y qué trabajados están. Parecen de verdad diferentes trozos de encaje. Con un toque retro, vintage, que es el tema que eligió la novia. Lo has clavado.


—Adornaremos el pedestal con una cinta azul celeste —explicó Paula empezando con la siguiente lámina—, y Emma pondrá pétalos de rosas blancas en la base. Quedará imponente.


—Ha sido agradable trabajar con esta novia.


Carla, cómoda con su pijama y con la larga melena castaña suelta en vez de recogida en la cola lacia o el ligero moño de las horas de trabajo, puso a calentar un hervidor de agua para preparar un té. Uno de los alicientes de tener la empresa en casa y de que Paula viviera con ella, así como de que Emma y Maca estuvieran a la vuelta de la esquina, eran esas visitas a horas intempestivas.


—Sabe lo que quiere —comentó Paula mientras elegía un utensilio para festonear los bordes de la lámina—, pero está abierta a las propuestas, y hasta ahora no ha hecho ninguna locura. Si consigue pasar las próximas veinticuatro horas con la misma serenidad, sin duda ganará el codiciado título de Mejor Novia de Votos.


—Esta noche, durante el ensayo, ambos estaban contentos y relajados, y eso es buena señal.


—Aaa-já —musitó Paula, que seguía decorando y añadiendo con precisión calados y nudos—. Y ahora dime de una vez por qué no estás en la cama.


Carla suspiró mientras calentaba una pequeña tetera.


—Supongo que he tenido un bajón. Estaba tomándome una copa de vino y relajándome en mi terraza, y contemplaba las casas de Maca y de Emma. Las dos tenían las luces encendidas, me llegaba el olor del jardín… estaba tranquilo y precioso. Luego se han apagado las luces, primero las de la casa de Emma y un poco más tarde las de Maca. Me he puesto a pensar en que estamos organizando la boda de Maca y que Emma acaba de comprometerse. Y en todas las veces que jugamos al «día de la boda», las cuatro, cuando éramos niñas. Ahora es real.
»Así que estaba sentada, disfrutando del silencio y la oscuridad, y me he encontrado deseando que mis padres estuvieran aquí para verlo. Para que vieran lo que hemos construido y cómo somos ahora. Me sentía dividida —se detuvo para poner la medida de té— entre la tristeza porque han muerto y la alegría porque sé que estarían muy orgullosos de mí, de nosotras.


—Pienso mucho en ellos. Todas nosotras lo hacemos —comentó Paula sin dejar de trabajar—. Porque fueron importantísimos en nuestras vidas, y porque esta casa guarda tantos recuerdos de ellos… Así que sé a qué te refieres con lo de sentirte dividida.


—Estarían encantados si supieran lo de Maca y Sebastian, lo de Emma y Jeronimo, ¿verdad que sí?


—Claro que sí. ¿Y qué me dices de lo que hemos hecho en esta casa, Carla? Es una pasada. También estarían encantados con eso.


—Qué suerte que estuvieras levantada trabajando. —Carla llenó la tetera de agua caliente—. Me siento mejor.


—Para servirla a usted. Y voy a decirte quién más ha tenido suerte. La novia de este viernes, porque… fíjate en este pastel. —Paula se apartó el pelo de los ojos con un soplido y asintió con aire de suficiencia—. Es la bomba, y cuando prepare la corona hasta los ángeles cantarán.


Carla dejó a un lado la infusión para que reposara.


—En serio, Paula, tendrías que sentirte más orgullosa de tu trabajo.


Paula sonrió.


—A la mierda el té. Casi he terminado. Ponme una copa de vino.






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