martes, 28 de febrero de 2017

CAPITULO 35 (SEGUNDA HISTORIA)



Tras la reunión las cuatro mujeres cayeron rendidas en los sofás de la sala.


—Ostras... —Laura estiró las piernas—. Esa mujer sin duda sabe cómo ponerte a prueba. Me siento como si hubiéramos
celebrado ya la boda en lugar de prepararla. Otra vez.


—Si no hay objeciones, me gustaría que nos reserváramos el viernes anterior y el domingo posterior al acto. Las dimensiones y lo que representará esta boda compensarán de sobra los ingresos perdidos, y además la publicidad y el bocaroreja nos traerán más clientela. —Carla se quitó los zapatos de un puntapié—. Eso nos permitirá disponer de toda la semana para concentrarnos exclusivamente en la celebración.


—Te lo agradezco en el alma. —Paula dejó escapar un largo suspiro de alivio—. Con tantas flores comprometidas, sin olvidar el paisajismo, los ramos, los arreglos, los centros, las orlas, las guirnaldas, los árboles ornamentales... habría tenido que contratar más personal. Ahora bien, si cuento con toda la semana para este acto en concreto, creo que podré arreglármelas con el equipo de siempre. Puedo recurrir a alguien más para el montaje si lo necesito, pero en realidad preferiría hacerlo todo personalmente, y con la gente que conozco.


—A mí me pasa lo mismo que a Paula —intervino Laura—. Los pasteles, el surtido de postres y los bombones personalizados forman parte de la vertiente más elaborada e
intensiva de mi trabajo. Si pudiera dedicar toda la semana a eso, podría dormir al menos un par de horas.


—Pues conmigo, ya somos tres — intervino Maca apuntándose al carro—. Quieren documentar gráficamente todo el ensayo, y también la cena de prueba. Si tuviéramos otro acto el viernes, habría de contratar otro fotógrafo, porque a mí me tocaría cubrir el de los Seaman. Tal como están las cosas, sé que tendré que contratar a dos profesionales más para la celebración y a dos técnicos de vídeo. Si nos reservamos el domingo representará que no tendremos que ir a saco ni reventar a nuestros subordinados
desmantelándolo todo para volver a empezar.


—Por no mencionar siquiera lo que se espera de ti —dijo Paula a Carla.


—Entonces estamos de acuerdo — añadió Carla—. Le explicaré a la MDNA que estaremos libres de compromisos para dedicar todo nuestro tiempo, atención y oficio a la boda de su hija. Le gustará saberlo.


—Lo que le gusta somos nosotras — recalcó Paula—. La idea de una empresa fundada y dirigida por cuatro mujeres le atrae.


—Y a su hermana, también. ¿A quién más ha intentado seducir la sinuosa Adele para llevársela a Jamaica? —preguntó Laura.


Las cuatro levantaron la mano.


—Además, ni siquiera se ha dado cuenta de que eso es una grosería —añadió Carla—. Se trata de nuestro negocio. No somos empleadas. La empresa nos pertenece.


—Grosera sí lo ha estado, pero no creo que abrigara malas intenciones —terció Paula encogiéndose de hombros—. Yo prefiero sentirme halagada. Esa mujer considera mis flores fabulosas, los pasteles y las pastas de Laura, soberbios, y la coordinación de Carla, inmejorable. Por si fuera poco, Maca
dio en el blanco con las fotos de compromiso.


—Es cierto —afirmó Maca—. Me anoté un tanto.


—Disfrutemos un momento de la satisfacción de sabernos brillantes y con talento. —Carla levantó el botellín de agua
en señal de brindis—. Y luego, al tajo.


—A mí también me gustaría aprovechar este momento para felicitar a Paula por la diversión nocturna que nos procuró ayer.


Paula miró a Laura sin entender sus palabras.


—¿Perdón?


—Anoche salí a la terraza a tomar un poco el fresco antes de recogerme en casa y vi un coche que enfilaba el caminito a toda pastilla. En un primer momento, pensé: ay, ha pasado algo malo. Pero no, de eso, nada.


—Dios mío... —Paula se tapó los ojos de un manotazo—. Ay, ay, ay...


—Cuando vi que no saltaba nadie del interior escupiendo sangre, que no salía nadie, de hecho, quise correr para ir a administrar los primeros auxilios. De repente, las dos portezuelas del automóvil se abrieron de par en par. Paula salió por un lado y Pedro por el otro.


—¿Estabas mirando?


Laura soltó una risita socarrona.


—Bueno...


—Sigue —exigió Maca—. Queremos saberlo todo.


—Y lo sabréis todo. Se lanzaron el uno contra el otro como dos animales. —Oh, eso también lo hicimos —recordó Paula.— Y luego vino la escena clásica contra la puerta.


— Ay, hace mucho tiempo que nadie me acorrala contra una puerta... —suspiró Carla estremeciéndose delicadamente—.Demasiado.


—Os lo contaré tal y como pasó: Pedro toma la iniciativa, en plan cachondo, diría yo. Ahora bien, nuestra chica tampoco se queda corta... Mucha mano suelta por allí.


—¡Laura!


—Paula le quita la chaqueta y la tira lejos. Luego le arranca el jersey y lo echa al suelo.


— ¡Ostras, ostras, ostras...! —exclamó Maca.


—Pero la medalla de oro se la lleva la escena del cinturón. Ella le quita el cinturón en plan látigo. —Laura lanzó un brazo al aire imitándola—. Y luego lo lanza al vuelo.


—Creo que necesitaré otro botellín de agua.


—Por desgracia, Carla, la película siguió dentro.


—Aguafiestas —musitó Maca.


—Y el resto lo dejaron... a mi fértil imaginación. Por eso me gustaría agradecerle a nuestra Paula el numerito que vi sentada en mi balcón. Colega, levántate y saluda.


Recibiendo un aplauso entusiasta, Paula hizo lo que se le pedía.


—Os dejo con la mirona del grupo para que disfrutéis de vuestras mentes calenturientas. Me voy a trabajar.


—Contra la puerta... —murmuró Carla —. Me siento tan poca cosa que podría ponerme celosa.


—Si yo me sintiera tan poca cosa como tú, tendría celos de cualquiera que lo hiciera dondequiera, pero a mí me da igual, porque me he declarado en moratoria sexual.


—¿En moratoria sexual? —exclamó Maca volviéndose hacia Laura.


—Exacto. Como estoy en moratoria sexual, estoy en moratoria de citas. Estos dos últimos meses ha sido una lata salir con tíos. —Laura se encogió de hombros con indiferencia—. ¿Para qué voy a dedicarme a cosas que me fastidien?


—¿Para practicar sexo? —propuso Maca.


Laura, con una mirada asesina, amenazó a su amiga con el dedo.


—Eso lo dices porque te acuestas con un hombre cada día.


—Sí. —Maca asintió tras pensárselo durante unos segundos—. Sí, me acuesto con un hombre cada día.


—Es una grosería fardar delante de las que no lo hacemos —intervino Carla.


—Pero yo me acuesto por amor. —Maca alargó tanto la última palabra que Laura estalló en carcajadas.


—Ahora me revuelves el estómago.


—Hay alguien más que está de mi lado. Paula me ha dicho que tenías razón, Carla. Se ha enamorado de Pedro.


—Claro que está enamorada de Pedro —la interrumpió Laura—. Si no, no se habría acostado con él.


—Bueno, siento desilusionarte, ojos refulgentes, pero Paula ha practicado el sexo sin estar enamorada —añadió Maca—. Y se ha negado, con mucha educación, eso sí, a tener
relaciones con más hombres de los que sumamos las tres juntas.


—A eso me refería exactamente. ¿Qué pasa, por ejemplo, cuando vamos las cuatro a un club? Cuatro tías buenas, como es lógico, ligan. Ahora bien, ¿qué le pasa a Paula? Los hombres zumban a su alrededor como las avispas.


—No veo lo que...


—Yo sí lo veo —asintió Carla—. Paula no tiene por qué acostarse con alguien solo porque se sienta atraída por él. Puede elegir entre diversas opciones, y elige. Es más selectiva que promiscua. Si se tratara de la llamada de la selva, reaccionaría a eso, dondequiera. En cambio, reaccionar a la llamada de Pedro es una aventura complicada y arriesgada.


—Esa es la razón de que haya tardado tanto en actuar —observó Maca—. No entiendo que... De hecho, sí lo entiendo — rectificó—. Maldita sea, me da rabia no ser nunca la primera en acertar, Carla.


—Ahora que se ha dado cuenta de lo que yo le podría haber dicho hace semanas, me pregunto qué hará.


—Ha soñado con el baile del jardín —les contó Maca—, y bailaba con Pedro.


—Pues eso es serio. No solo está enamorada —precisó Laura—, sino que está enamorada perdidamente.


—Se siente bien y quiere disfrutar del momento.


Todas guardaron silencio.


—Creo que el amor nunca se equivoca —reflexionó Carla—. Tanto si es temporal como si es para siempre.


—Todas sabemos que Paula siempre ha buscado el amor eterno —indicó Maca.


—Pero para llegar al amor eterno hay que pasar por el temporal.


—Y si no le sale bien... —intervino Laura dirigiéndose a sus dos amigas—, nos tendrá a nosotras.



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