Para prepararse para la reunión con las Seaman, Paula llenó las urnas de la entrada con grandes hortensias. Pensó que el azul intenso comunicaba fortaleza, que tenía un toque teatral, romántico y atractivo a la vista.
Dado que los colores de la novia eran el azul y el melocotón, esperaba que las hortensias dieran el pego de entrada.
Canturreando, volvió a la camioneta para descargar unas macetas de tulipanes blancos (los preferidos de la novia) que bordearían la escalinata. Una imagen más dulce que el azul intenso, reposada y delicada. A su entender, una agradable combinación de textura, forma y estilo.
Una degustación de lo que estaba por venir.
—¡Pau!
Inclinada sobre las urnas y con los brazos llenos de tulipanes, Paula volvió la cabeza. Y Maca disparó su cámara.
—Estás perfecta.
—Son las flores. Espero tener mejor aspecto antes de la consulta. Recibir a nuestra mejor clienta exige arreglarse con esmero. — Paula colocó las macetas en su lugar—. Y cuidar de todos los detalles.
Maca, con un traje de un verde tan rabioso como sus ojos, se plantó frente a ella con decisión.
—Queda poco tiempo para seguir embelleciendo el panorama.
—Estoy terminando. Esta es la última. — Paula, impregnada de la visión y el aroma de las flores, respiró hondo—. ¡Qué día tan precioso!
—Estás muy animada.
—Anoche salí y lo pasé muy bien. —Dio un paso atrás para examinar el pórtico y se colgó del brazo de Maca—. Hubo de todo: comedia, drama, conversación, sexo. Me siento... llena de energía.
—Y tienes chiribitas en los ojos.
—Es posible. —Paula hizo el gesto de apoyar la cabeza en el hombro de su amiga—. Sé que es demasiado pronto y ni siquiera hemos hablado de ello, ni por asomo. Me refiero al amor con mayúsculas. Pero... Maca, ya sabes que siempre he soñado que es de noche, las estrellas y la luna brillan...
—Y tú bailas en el jardín. — Instintivamente, Maca le pasó el brazo por la cintura—. Claro, sueñas con eso desde que
éramos niñas.
—Anoche lo soñé, y él era Pedro. Estaba bailando con Pedro. Es la primera vez que sueño eso, tanto dormida como despierta, y reconozco con quién estoy bailando. ¿Crees que tiene algún significado?
—Creo que estás enamorada de él.
—Eso es lo que Carla dijo anoche, antes de que me marchara. Por supuesto, yo lo niego todo. Pero, como siempre, ella tiene razón. ¿Me habré vuelto loca?
—¿Quién ha dicho que el amor sea cordura? Eso ya te había pasado antes.
—Más o menos —coincidió Paula—. Quería estar enamorada, esperaba estarlo. Pero ahora que lo estoy de verdad, es más intenso de lo que imaginaba. Y ya imaginaba
mucho... —Paula dio un paso al lado e hizo una pirueta sobre sí misma—. Me siento feliz.
—¿Se lo vas a decir?
—Ni hablar. Le entraría el pánico. Ya conoces a Pedro.
—Sí —dijo Maca con suavidad—. Conozco a Pedro.
—En estos momentos me siento feliz — repitió Paula llevándose la mano al corazón —. Me quedaría tal cual. Sé que él siente algo por mí. Una sabe cuando un hombre siente algo por ella.
—Es cierto.
—Por eso voy a ser feliz y a pensar que él se enamorará de mí.
—Paula, si quieres que te diga la verdad, lo raro sería que no lo hiciera. Se os ve muy bien juntos, eso está claro. Y si tú eres feliz, yo también.
Sin embargo, Paula conocía a Maca, su tono de voz y sus expresiones, y sabía leer en su corazón.
—Te preocupa que me haga daño. Lo noto en tu voz. Porque, evidentemente, las dos conocemos a Pedro. Maca, tú no querías enamorarte de Sebastian.
—Ahí me has pillado. —Maca torció el gesto mientras toqueteaba las puntas del pelo de su amiga—. No quería, pero pasó. Y dejé mi cinismo de lado.
—Bien. Basta de pasear. Tengo que ir a caracterizarme como una profesional. Dile a Carla que ya he terminado, por favor, y que estaré en la casa dentro de veinte minutos.
—Lo haré. —Maca, visiblemente preocupada, vio alejarse a su amiga a toda prisa.
***
Una hora después, vestida con un elegante traje y unos zapatos planos, Paula guió por los jardines a la futura novia, a la madre de ella, de ojos de lince, y a la hermana de esta, fascinada ante lo que veía.
—Aquí pueden apreciar cómo florecerá el jardín la próxima primavera. Soy consciente de que ahora no está tan exuberante como ustedes necesitarían o querrían.
—¿Qué les costaría a los chicos esperar hasta mayo o junio? —murmuró Kathryn Seaman.
—Mamá, no empecemos.
—De todos modos, es tiempo de tulipanes, que sé que te gustan mucho —le dijo Paula a Jessica—. Plantaremos más este otoño, unos tulipanes color blanco y melocotón. Un mar de tulipanes, y de jacintos azules. También añadiremos unos jarrones blancos de rosas, tono melocotón, espuelas de caballero, dragones, alhelíes y hortensias. En tus colores, y combinados con el blanco para dar un mayor realce. He pensado potenciar esta zona con un enrejado cubierto de rosas. Paula se volvió hacia Kathryn y le sonrió.— Le prometo que será un jardín de ensueño, tan rebosante, exuberante y romántico como usted desearía para la boda de su hija.
—Bien, como he visto tu trabajo, te tomo la palabra —dijo Kathryn dirigiéndole un gesto de asentimiento a Maca—. Las fotos de compromiso salieron tal como prometiste.
—Ayuda mucho contar con dos personas fantásticas que están locamente enamoradas.
—Nosotros también nos divertimos mucho —confesó Jessica sonriéndole a Maca con franqueza—. Además, me sentí como una princesa de cuento de hadas.
—Parecías una princesa —dijo su madre —. Muy bien, hablemos de las terrazas.
—Si recuerda los esbozos de nuestra propuesta, se las voy a mostrar —dijo Paula encabezando la marcha.
—También yo he visto tu trabajo. — Adele, la tía de la novia, examinó las terrazas —. He asistido a tres bodas en esta casa, y todas fueron una preciosidad.
—Gracias. —Carla añadió una sonrisa cortés al piropo que acababan de lanzarles.
—De hecho, lo que habéis conseguido aquí, lo que habéis creado, ha sido la fuente de inspiración que ha hecho que me plantee montar algo parecido. Vivimos una parte del
año en Jamaica, un lugar que muchas parejas eligen para casarse. Y un sitio perfecto para fundar una sólida empresa de organización de bodas de lujo con todos los servicios incluidos.
—¿Lo dices en serio? —le preguntó Kathryn.
—Lo he estado considerando, y cada vez estoy más segura. Mi marido se jubilará —le contó Adele a Carla—, y hemos pensado pasar más tiempo en nuestra casa de invierno.
Creo que sería una inversión perfecta, y también una aventura divertida. —Le sonrió a Paula dejas, te seduciré con la promesa de ofrecerte un número ilimitado de flores tropicales y unas suaves brisas isleñas.
—Es tentador —respondió Paula con la misma naturalidad—, pero Centros Florales de Votos ocupa todo mi tiempo. Si lleva adelante sus planes, seguro que cualquiera de nosotras
estará encantada de responder a sus preguntas. Y ahora, pasemos a esta otra zona...
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