viernes, 24 de febrero de 2017
CAPITULO 23 (SEGUNDA HISTORIA)
Comieron sentados a la encimera de la cocina, pinchando directamente de la caja de cartón unos fideos, cerdo en salsa agridulce y pollo Kung Pao.
—¿Por qué comes así? —preguntó él.
—Así, ¿cómo?
—En bocados microscópicos.
—Verás... —dijo Paula demorándose con un fideo mientras él le llenaba la copa de vino—. Todo empezó como una estrategia para provocar a mis hermanos y luego se convirtió en una costumbre. Cada vez que nos daban alguna golosina, helado, caramelos, lo que fuera, ellos lo engullían todo, y luego sentían mucha rabia al ver que a mí todavía me quedaba. Empecé a comer despacio para que me durara más que a ellos, así les daba envidia. En fin, ahora como menos y lo disfruto más.
—Ya lo veo. —Pedro se metió en la boca su tenedor cargado con un montón de fideos —. ¿Sabes? Tu familia forma parte de tu encanto.
—¿Ah, sí?
—Creo que tu familia explica tu atractivo en parte, quiero decir que todos son... fantásticos —concluyó Pedro no encontrando palabras mejores—. Fantásticos.
—Tengo suerte. De las cuatro... bueno, de los seis, si os contamos a Dani y a ti, soy la única que sigue con todo el lote. Los Brown eran increíbles. Tú no llegaste a conocerlos
bien, pero yo pasé mi infancia aquí casi tanto como en casa. Eran asombrosos. Nos quedamos destrozados cuando murieron.
—Daniel estaba hecho polvo. A mí me caían muy bien. Eran unas personas divertidas e interesantes. Gente que se implica. Perder a tus padres de repente, a ambos, de un día para otro, tiene que ser horrible. El divorcio es muy duro para un crío, pero...
—Es duro. Maca vivió una separación muy difícil, y luego volvió a vivir eso una y otra vez. A Laura, en cambio, creo que le cayó del cielo. Era una adolescente cuando, de manera imprevista, sus padres se separaron. Apenas se ven. Para ti tampoco debió de ser fácil.
—Fue complicado, pero podría haber sido peor. —Se encogió de hombros y siguió comiendo. No era un tema en el que le gustara prodigarse. ¿Por qué abundar en algo doloroso que era inevitable?—. Mis padres, los dos, se esforzaron mucho en no utilizarme como arma arrojadiza, y consiguieron divorciarse de una manera civilizada. Al final supieron mantener una relación cordial.
—Ambos son buenas personas, y te quieren. Eso es lo que cuenta.
—Nos llevamos bien. —Pedro había aprendido que en ocasiones «bien» ya era suficiente—. Además, creo que la distancia ayuda. Mi madre tiene otra familia, y también mi padre —comentó con un tono despreocupado, a pesar de que él nunca había logrado conciliar el tema con la tranquilidad con que lo habían hecho sus padres al separar sus caminos y emprender una vida nueva—. Todo mejoró cuando me marché a la universidad. Y todavía más cuando decidí trasladarme aquí.
Pedro tomó un sorbo de vino sin dejar de observarla.
—Tu familia, en cambio, es como una de esas pelotitas que tú mismo puedes fabricarte a partir de un núcleo sólido, al que vas ciñendo más y más bandas de goma multicolores —observó, y luego se quedó pensativo—. ¿Vas a contarles lo nuestro?
Paula parpadeó.
—Ah, no lo sé. Si me lo preguntan, sí, pero no veo por qué tendrían que preguntármelo.
—Podría ser embarazoso.
—Tú les caes bien. Y saben que practico sexo. Quizá se sorprenderían. Quiero decir, que la primera sorprendida soy yo. Pero no creo que esto vaya a ser un problema para nadie.
—Bien, eso está bien.
—A las chicas les parece bien.
—¿A las chicas? —Los ojos grisáceos de Pedro se abrieron de par en par—. ¿Les has contado a las chicas que íbamos a acostarnos?
—Somos mujeres, Pedro.
—Es cierto.
—Además, yo creía que Maca y tú habíais estado juntos.
—¡Toma!
—Bueno, eso es lo que creía; tenía que hablarlo con ella, porque así lo dicta la norma, y cuando solucionamos el tema, las demás ya se habían enterado de que, para mí, las palabras «Pedro» y «sexo» salen en la misma frase.
—Nunca me acosté con Maca.
—Ya lo sé. Lo que no sabía, en cambio, es que besaste a Carla.
—Eso fue hace mucho tiempo. Y en realidad no fue... bueno, sí que fue, pero no funcionó —explicó él pinchando un trozo de carne.
—Tampoco olvido que le diste un beso a la señora Grady. Marrano...
—Eso podría haber funcionado, ya ves. Creo que no nos dimos el tiempo suficiente.
Paula le sonrió y picoteó un poco de pollo.
—¿Qué piensa Daniel de todo esto?
—¿De que besara a la señora Grady?
—No, de ti y de mí. De esto.
—No lo sé. No soy una mujer.
Paula se detuvo antes de llevarse la copa de vino a los labios.
—¿No has hablado con él? Es tu mejor amigo.
—Mi mejor amigo querría darme una patada en el culo si creyese que yo pensaba tan solo en tocarte. Imagínate si se entera de lo que acabamos de hacer arriba.
—Él está enterado de que practico sexo.
—No estoy muy seguro. Para él eso está en otra dimensión. La dimensión en la que Paula practica sexo. —Pedro hizo un gesto de impotencia—. Tú... no crees que esté tan enterado.
—Si vamos a seguir acostándonos, no voy a actuar como quien vive una aventura prohibida. Daniel lo descubrirá. Vale más que se lo digas antes. Porque si no se lo cuentas, y él
se entera, entonces sí que te dará esa patada en el culo.
—Ya encontraré la manera. Una cosa más, ya que hemos entrado en materia. Estaría bien que nos dijéramos si alguno de los dos está saliendo con otra persona. ¿No crees?
Paula dio un sorbo a su vino, sorprendida de que le planteara esa cuestión.
—¿Prefieres un juramento de sangre o basta con que crucemos los meñiques? —Pedro se rió y Paula dio otro sorbo—. Cuando me acuesto con un hombre, no salgo con nadie más. Considero que no solo es una grosería que va contra mis principios, sino que además eso sería una fuente de problemas.
—Bien. Entonces estamos tú y yo, los dos solos.
—Los dos solos —repitió ella.
—Tengo una visita de obra a las siete.
Ya lo tenía allí, pensó Paula. Lo de «mañana tengo que levantarme muy temprano, cariño. Ha sido fantástico. Ya te
llamaré».
—¿Te parece bien que me quede? Tendré que levantarme a las cinco.
Paula esbozó una sonrisa.
—Me parece muy bien.
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Hermosos los 3 caps. AL fin jajajajaja
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