sábado, 25 de febrero de 2017

CAPITULO 24 (SEGUNDA HISTORIA)





Cuando al final los venció el sueño, Pedro descubrió que Paula se arrimaba. Era de esa clase de mujeres que se acurrucan junto a uno y lo enlazan con todo el cuerpo.


En cambio, él era un hombre al que en general le gustaba tener espacio. El espacio le permitía a uno no quedar enredado... en sentido literal, y metafórico también.


Sin embargo, descubrió que en esas circunstancias no tenía tanta importancia.


Paula se durmió al instante. En menos de un minuto pasó de estar levantada y en movimiento a sumirse en el sueño. Pedro era de los que dejaban vagar el pensamiento, repasaban los acontecimientos de la jornada y programaban los del día siguiente mientras el cuerpo se relajaba.


Por eso se abandonó a las ideas que le iban pasando por la cabeza, con Paula recostada en su hombro, su brazo en la cintura y una pierna entre las suyas.


El sonido de la alarma del móvil lo despertó unas seis horas más tarde, casi en la misma postura. Notó el aroma de su pelo, y su primer pensamiento consciente fue Paula.


Intentó zafarse sin despertarla, pero al moverse, ella se acurrucó todavía más. Pedroaun cuando su cuerpo reaccionó con alegría, intentó apartarse.


—¿Mmm? —susurró Paula.


—Lo siento. Tengo que marcharme.


—¿... hora es?


—Han dado las cinco.


Ella volvió a suspirar, y rozó los labios de Pedro.


—A mí todavía me queda una hora. Lástima que a ti no.


Pedro había conseguido que ella cambiara de postura, y ahora los dos estaban frente a frente. En lentos y perezosos círculos, Paula le acariciaba el trasero.


—Hay dos cosas que en este momento considero una gran ventaja.


—¿Cuáles?


—Una es ser el jefe; así no te despiden si llegas tarde. La otra es la costumbre que tengo de llevar ropa de recambio en el maletero. Si salgo de aquí directamente, dispongo casi de una hora.


—Es una gran ventaja, sí. ¿Quieres café?


—Eso también —dijo Pedro, y se puso encima de ella.





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