sábado, 25 de febrero de 2017

CAPITULO 25 (SEGUNDA HISTORIA)





Mientras Tiffany clasificaba otra entrega, Paula completaba el tercer ramo de mano. Le encantaba combinar unos recargados tulipanes con ranúnculos y hortensias. Y aunque liar con alambre unos diminutos cristales entre las flores le destrozaba los dedos, sabía que su propuesta había dado en el clavo. Como también había sido acertada la idea de sujetar los tallos con cintas de encaje y agujas perladas.


Entre los diversos pasos, la atención por el detalle y la precisión requerida, y aun contando con la experiencia a su favor, cada ramo le llevaba casi una hora de preparación.


¿De qué se quejaba, pensó, si disfrutaba de cada minuto?


En lo que a ella respectaba, no existía un trabajo mejor en el mundo. Y en ese preciso instante, cuando empezaba el doloroso ensamblaje del siguiente ramo, mientras Tiffany trabajaba en silencio al otro lado de la mesa y la música y el perfume impregnaban el ambiente, se consideró la mujer más afortunada del planeta.


Manipulaba las flores, colocaba tulipanes a distinta altura, ajustaba la composición intercalando ranúnculos para darle la forma deseada y añadía perlitas, satisfecha de la nota
brillante que aportaban. Mientras, el tiempo iba pasando.


—¿Quieres que empiece con los centros florales?


—¿Mmm? —Paula levantó la vista—. Oh, perdona. Tenía la cabeza en otra parte. ¿Qué me decías?


—Es precioso. Qué texturas... — Mientras admiraba la labor de Paula, Tiffany bebió un largo trago de agua—. Te falta otro. Si quieres, lo empiezo yo, aunque no soy tan buena como tú montando ramos de mano. Podría dedicarme a los centros. Tengo la lista y conozco el diseño.


—Adelante. —Paula ató los tallos con un alambre y recortó el sobrante con unas tenazas—. Tink ya tendría que haber
llegado... Bueno, va con retraso, ya debería estar aquí. —Dejó las tenazas y, con unas tijeras de podar, recortó los tallos—. Si tú te ocupas de los centros florales, le encargaré
que empiece con los arreglos de peana.


Paula envolvió los tallos con unas cintas de encaje, que luego sujetó con unas agujas de cabeza perlada. Tras meter el ramo en un jarrón provisional y guardarlo en la cámara
frigorífica, volvió a lavarse las manos, se las untó con antiséptico y se concentró en el último ramo que le quedaba.


Al cabo de un rato entró Tink paseándose y bebiendo a morro de un botellín de agua Mountain Dew. Paula se limitó a enarcar las cejas.


—Llegas tarde... bla, bla, bla —dijo Tink —. Me quedaré hasta la hora que quieras — añadió bostezando—. No me fui a la cama... a dormir, quiero decir, hasta pasadas las tres.
Este tío, Pablo, es de acero, en el buen sentido de la palabra. Y esta mañana... —Tink se interrumpió, sopló un mechón rosado que le caía sobre los ojos e inclinó la cabeza—. Por lo que veo, esta noche no he sido la única afortunada. Se trata de Pedro, ¿verdad? Fíjate, qué curioso: Pablo y Pedro. ¡Qué guay!


—Aparte de ser afortunada, también he terminado cuatro ramos de mano. Si quieres ganar pasta para seguir comprándote Mountain Dew, más vale que te pongas a trabajar.


—De acuerdo. ¿Es tan bueno como parece?


—¿Has oído que me quejara?


—¿Quién es Pedro? —quiso saber Tiffany.


—Sí, mujer. Pedro, el del culo perfecto y los ojos grisáceos. —Tink se acercó para lavarse las manos.


—¿Ese Pedro? —Tiffany, boquiabierta, se detuvo en seco con una hortensia en la mano —. Uau... ¿Y yo sin enterarme?


—Todavía no ha corrido la noticia, o sea, que estás a la última. ¿Vas a repetir? —le preguntó Tink a Paula.


—A trabajar —musitó Paula—. Aquí se viene a trabajar.


—Va a repetir —concluyó Tink—. Un ramo precioso. Los tulipanes parecen del planeta Zorth, pero son muy románticos. ¿Por dónde empiezo?


—Por los arreglos de peana que van en la terraza. Necesitarás...


—Hortensias, tulipanes y ranúnculos —la interrumpió Tink, que al ponerse a revolver entre flores y hojas, le recordó a Paula la razón por la que la contrataba.


A las cinco le dio permiso a Tiffany para que se fuera, dejó a Tink haciendo maravillas con las flores e hizo una pausa para descansar las manos y despejar la mente. Luego decidió encaminarse hacia el estudio de Maca.


En ese momento salía su amiga con la cámara colgada al hombro y una lata de Coca- Cola Light en la mano.


—Tenemos el ensayo a las cinco y media —le gritó Paula.


—A eso iba. —Maca se encaminó hacia ella.


—Puedes decirle a la novia que las flores de mañana son increíbles, si me está permitido decirlo. —Paula se detuvo al llegar frente a Maca y se desperezó—. Ha sido un día muy
largo, y el que se avecina, lo será más.


—He oído decir que la señora Grady está preparando una lasaña. Una montaña inmensa de lasaña. Sebastian y yo hemos planeado ir a ponernos las botas.


—Me apunto. De hecho, pensar en la lasaña me da fuerzas. Tink está terminando lo que le he encargado. Os echaré una mano a Carla y a ti con el ensayo, me daré un capricho y esta noche me pondré a trabajar un par de horas para recuperarlo.


—Buen plan.


Paula contempló su ropa de trabajo.


—¿Voy mal?


Maca la observó mientras daba un sorbo a su refresco.


—Pareces la típica mujer que ha terminado una larga jornada de trabajo. La novia estará encantada contigo.


—Supongo que sí. No quiero ponerme a limpiar, porque luego tendré que volver a cambiarme —comentó Paula cogiendo del brazo a Maca para dirigirse hacia la mansión—.
¿Sabes qué estaba pensando hoy? Pensaba que soy la mujer más afortunada del mundo.


—¿Tan bien ha estado Pedro?


Con una carcajada socarrona, Paula le dio un caderazo a Maca.


—Sí, pero me refería a otra cosa. Aunque estoy cansada y me duelen las manos... he pasado el día trabajando en lo que más me gusta. Esta tarde he recibido una llamada, cuando ya había enviado las flores para el acto que organizamos fuera, ¿sabes cuál quiero decir? La «baby shower». La clienta me ha telefoneado siguiendo un impulso y, farfullando, me ha dicho que al ver las flores ha querido felicitarme porque son fabulosas. ¿Quién puede recibir tantas satisfacciones como nosotras, Maca? —Paula suspiró y alzó la cara hacia el sol—. Nuestro trabajo nos da muchas alegrías.


—En general soy de la misma opinión que tú. Esto es lo que me gusta de ti, que sabes olvidar o ignorar a las novias monstruosas, las madres locas, los testigos borrachos y las damas de honor malvadas, y eres capaz de recordar solo lo bueno.


—Es que casi siempre predomina lo bueno.


Es cierto. Si no contamos la sesión de fotos de compromiso de hoy, que para mí ha sido una auténtica pesadilla. La feliz pareja se ha peleado a muerte antes de dejarse hacer la primera foto. Todavía me resuenan los oídos.


—Odio que pasen esas cosas.


—¿Crees que eres la única? Gritos, lágrimas, salidas despechadas, entradas agresivas, acusaciones, amenazas,
ultimátums... Y luego, más lágrimas todavía, disculpas, el maquillaje hecho una birria, los dos avergonzados, y yo, sin saber dónde meterme, pasando vergüenza ajena. Me han
jorobado el día de plano. Además, como ambos han terminado con los ojos hinchados y rojos, hemos tenido que cambiar el día de la sesión.


De todos modos, el dramatismo da un toque interesante a la jornada. Y luego también está eso. —Paula señaló a unos
novios que recorrían el caminito que conducía a la casa el día antes de su boda. Él la tomó en sus brazos y giraron.


—Mierda. Han llegado antes de lo previsto. Sigue caminando, sigue —musitó Maca mientras le pasaba la lata de refresco a Paula y sacaba la cámara de la bolsa de un
tirón.


—Están deseando que llegue el día — murmuró Paula—. Son felices.


—Y además, absolutamente encantadores —añadió Maca mientras activaba el zoom para tomar un par de instantáneas—. Hablando de encantos, mira quién acaba de aparcar.


—Oh... —Al reconocer el coche de PedroPaula se llevó las manos al pelo instintivamente.


—Te ha visto en peores condiciones.


—Qué amable. Los dos hemos tenido un día muy atareado y no esperaba que...


Advirtió que estaba guapísimo, con sus pantalones de algodón y su camisa de rayas recién planchada, lo que indicaba que se había reunido con clientes y había estado trabajando en el despacho en lugar de dedicarse a hacer
visitas de obra. El porte elegante, su bruñido pelo resplandeciendo al sol, la sonrisa rápida y matadora contribuían a... En fin, estaba para comérselo.


—Estos pantalones me hacen el culo gordo —le siseó a Maca—. Me da igual, porque son para trabajar, pero...


—No te hacen el culo gordo. Si fuera así te lo diría. ¿Sabes tu chándal rojo, el de la pernera cortada? Ese sí te hace el culo gordo.


—Recuérdame que lo queme. —Paula le pasó la lata de Coca-Cola a Maca y esbozó la mejor de sus sonrisas mientras Pedro se acercaba a ellas.


—Señoras...


—Señor... —respondió Maca—. Me voy a trabajar. Hasta luego. —Y se largó volando.


—Va a un ensayo —explicó Paula.


—¿Cuentan contigo?


—Iré a ayudarlas. ¿Has terminado por hoy?


—Sí. Tenía que ir a visitar a un cliente que no vive lejos de aquí y por eso... ¿Te interrumpo?


—No, no... —Ruborizada, Paula volvió a retocarse el pelo—. Estaba haciendo un descanso y había pensado en ir al ensayo por si necesitaban ayuda.


Pedro se metió las manos en los bolsillos.


—Parece que estemos haciendo una obra de teatro.


—¡Caray, sí! Es verdad. Basta. Ven. — Paula se puso de puntillas y lo besó con decisión—. Estoy contenta de que hayas venido. Llevo trabajando desde las ocho y quería tomarme un descanso. La señora Grady está preparando lasaña. ¿Te apuntas?


—Sí, claro.


—Entonces, ¿por qué no vas a dorarle la píldora, te tomas una cerveza y nos vemos allí cuando nosotras hayamos terminado?


—Eso haré. —Pedro la tomó por el mentón y se inclinó para besarla—. Tu olor recuerda a tu profesión. Es muy agradable. Te veo luego.


Al separarse, una sonrisa iluminó el rostro de Paula.







No hay comentarios:

Publicar un comentario