domingo, 9 de abril de 2017

CAPITULO 49 (CUARTA HISTORIA)



Maca entró en la suite de la novia, se detuvo y, alegre, dio unos pasos de baile.


—Mira, mira, es mía. Hoy es mía. Champán, frutas deliciosas, flores y velas. Oh, Em, las flores.


—Para nuestras novias lo mejor. Esto es Votos, a fin de cuentas.


—Primero el champán. —Laura se acercó a ella para servirle una copa.


—A mí ponme media copa —dijo Paula—. Todavía me quedan unas cosas por…


—Paula, no. —Maca la agarró de las manos—. A partir de ahora y hasta el último baile, eres mi amiga, una de mis maravillosas, hermosas y súper necesarias damas de honor. Mónica se encargará de lo demás. Te necesito conmigo... y la novia es quien manda en Votos.


—De acuerdo. Lléname la copa, Laura.


—Karen, quizá podrías hacer una toma general de...


—Ni hablar. —Paula movió un dedo en señal de advertencia—. Si voy a ser una de tus DDH, tú serás estrictamente la novia, no la fotógrafa.


—Te tenemos cubierta, Maca. —Karen le guiñó el ojo y cambió la lente.


—Ya lo sé, lo siento. —Maca respiró hondo y tomó la copa de champán—. Vale. Por el «día de boda». Esta vez de verdad.


Tras el primer sorbo, Maca levantó la mano.


—Y otra cosa, porque si no, igual me olvido luego. Emma, gracias por hacer que todo sea tan bonito, y Laura, gracias por el pastel, absolutamente espectacular. Y Pau, por todos los detalles, pequeños y grandes, muchas gracias. Pero sobre todo, gracias por ser mías.


—Vale, basta ya. Bebe. —Laura parpadeó—. Hoy, de llorar ni hablar.


—Un poquito sí. Todavía no nos han maquillado.


Emma pasó su brazo por la cintura de Maca y Paula repartió unos pañuelos.


En ese momento la puerta se abrió y apareció la señora Grady sonriendo.


—Han llegado los de la peluquería y el maquillaje.


—Vale, fuera lágrimas —ordenó Paula—. Pongámonos a trabajar.


Siempre le había gustado esta parte, a pesar de que solo entraba y salía cuando se la necesitaba. Ahora, en cambio, estaba sentada y atendida por la peluquera, con una copa de champán en la mano y contemplando cómo trabajaba la maquilladora con Maca.


Una nueva perspectiva, pensó disfrutando de la entrada apresurada de la madre de Sebastian para ponerse a charlar y a reír o a llorar un poco, satisfecha de la eficacia con que Mónica o Susan iban comprobando todos los pasos. Se propuso permanecer sentada cuando Mónica informó de que el novio y su cortejo estaban en la casa, convencida de que todo saldría conforme al plan trazado.


Y así fue.


Siguiendo el programa, Emma, Laura y Paula se pusieron sus vestidos de ceremonia. Maca había acertado con los colores, con los tonos, pensó. El calabaza intenso daba luz a la piel de Laura, mientras que el rojizo hacía resaltar la belleza morena de Emma. Y el dorado viejo le favorecía a ella, decidió.


Las tres juntas parecían unas radiantes flores otoñales.


—Estamos de bandera —declaró Laura.


—Chicas, estáis asombrosas. —Vestida solo con el corsé y el liguero, Maca hizo un gesto con el dedo para que sus amigas se dieran la vuelta—. Oh, sí, asombrosas. Y, oh, señora G., mírese...


—No está mal para un vejestorio como yo. —La señora Grady giró sobre sí misma luciendo un vestido azul medianoche.


—Tu turno —anunció Paula.


—Ay, ay, ay...


La ayudaron a ponerse el vestido de boda, a alisar y esponjar la capa de organza que lo recubría, a abrochar la coqueta espalda con su cola de volantes. Paula observó la transformación de Maca mientras esta seguía delante del espejo de cuerpo entero.


—Soy una novia —murmuró ella con los ojos nublados por el asombro—. Y estoy preciosa.


—Toma. —La señora Grady se acercó a ella para ponerle en la mano los pendientes de diamantes que Sebastian le había regalado—. La pequeña Macarena... la pelirroja flacucha que no tiene culo... la novia más bonita de todas las que han estado en esta habitación.


—Señora G.... —Maca bajó la cabeza y apoyó la frente en la del ama de llaves—. ¿Me ayuda con la cinta del pelo?


Coronar a la novia, pensó Paula, era el privilegio reservado a las madres. Y resultaba conmovedor ver a la señora Grady poner la flamante cinta en el reluciente pelo de Maca.


—Te queda bien. Tenías razón, Emma, le queda bien. —Dando un paso atrás, la señora Grady se enjugó unas lágrimas—. Estás perfecta.


—Todavía no. —Paula abrió un cajón del pequeño escritorio y sacó un estuche—. Sé que contabas con llevar otra cosa prestada, pero me gustaría que aceptaras esto a cambio.
Abrió el estuche y sacó un delicado collar de diamantes, de tres finas y llamativas vueltas.


—Paula. —Maca apenas logró articular la palabra—. Es el collar de tu madre.


—Mi padre se lo regaló por su aniversario. Sé que a ellos les habría gustado que lo llevaras hoy, y para mí será como si estuvieran presentes. En parte. Te querían.


—Oh, Dios mío...


—De llorar, ni hablar —ordenó Paula.


—Pues... lo estás haciendo imposible. Me encantará llevarlo. Me encantará... —La voz se le quebró, y sacudió la cabeza
—. No puedo decir nada más, porque si no, no podré. . .


—Toma. —Paula le puso el collar de vueltas y se lo abrochó—. Es perfecto.


Maca levantó la mano y tocó el collar.


—Me gusta que hoy estén conmigo, con todas nosotras.
Mónica entró.


—Oh, Maca, estás espectacular. Sebastian va a necesitar oxígeno cuando te vea. Aunque a lo mejor tú también. Está guapísimo. Quería decirte, Karen, que deberías empezar con las fotos oficiales. ¿Puedo hacer algo por todas vosotras, por alguna de vosotras?


—¿Ha llegado mi madre? —le preguntó Maca.


—Todavía no.


—Igual es mejor así. Bien, Karen, soy toda tuya.


—Quiero hacerte unas cuantas aquí dentro, otras en la terraza y luego unas con el ramo antes de que nos pongamos con tus damas.


—Las flores estarán aquí cuando estés lista —le dijo Emma.


—Voy a ver qué tal andan los chicos —dijo Paula a Laura—. Y no te metas conmigo.


—Me asombra que hayas aguantado tanto. Anda, ve.


Paula se escabulló de la habitación, se recogió las faldas y salió disparada hacia la suite del novio. Llamó a la puerta con los nudillos y la abrió.


—Alarma. Fémina a la vista.


—Todo despejado —anunció Daniel en voz alta.


Paula entró.


—Monica tenía razón. Sebastian, estás guapísimo. —Y adorable cuando se le pusieron rojas las puntas de las orejas—. Todos estáis estupendos. Solo quería...


Cuando Jeronimo fue al espejo a arreglarse la corbata, Paula vio a Pedro, con tejanos y una camiseta, bebiendo una cerveza.


—No sabía que estabas aquí. ¿Pasando el rato con los chicos?


—¿Qué? Ah... oh, sí.


Tenía los ojos un poco vidriosos, pensó, pero cuando iba a sugerirle que aflojara con la cerveza, vio que él la dejaba.


—Karen ha empezado con las fotos oficiales de la novia, o sea que estará lista para sacar las vuestras dentro de unos quince minutos. Sebastian, necesitarás a tu padre. Enviaré a tu madre cuando sea el momento. Oh, y...


—Fuera. —Daniel se la llevó a la puerta—. Hoy eres una DDH, no una organizadora de bodas.


—Llevo escuchando eso todo el día. Supongo que os veré cuando sea la hora. Pedro, espero que hayas traído un traje.


—¿Crees que soy imbécil? Me queda mucho tiempo.


—Le meteremos prisa —dijo Jeronimo a Paula—. Estás muy guapa, Paula. Guapísima.


Paula se rió, y se volvió como si estuviera desfilando por una alfombra roja.


—Eso es verdad.


—Y no te preocupes. —Bob, padrino y compañero de Sebastian, le mostró su miniportátil—. Lo controlo todo desde aquí y he memorizado los votos por si necesita que le haga de apuntador.


—Eres un cielo, Bob.


Paula esperó a quedar fuera del alcance de sus oídos para estallar en carcajadas.


—Justo a tiempo —dijo Emma.


—No ha pasado tanto tiempo como para...


—El ramo. Quería que todas estuvierais aquí. Maca. —Emma lo sacó de la caja—. El toque final.


—Oh, Emma, oh, uau... lo vi mientras lo hacías, pero... es que... uau.


Maca cogió la cascada de rosas y lirios, colores intensos, colores atrevidos a los que unas cuentas de cristal y unas perlas diminutas añadían un sutil centelleo. El ramo en cascada le caía desde la cintura hasta la rodilla.


—Es... —Maca se quedó mirando fijamente la composición y luego levantó los ojos y miró a Emma—. La mariposa azul. Hay una mariposa azul en el ramo.


—Para que te dé suerte y amor.


—No nos dijiste que ibas a hacer eso. —Laura se acercó para fijarse—. Emma, eres una tonta sentimental. Es magnífico.


—Sebastian también lleva una... una pequeñita, en la flor de ojal.


—Yo también te diré que he puesto una en el pastel... como en el juego de buscando a Wally.


—Laura —dijo Maca riendo entre lágrimas—. Eres una tonta sentimental.


—Y si sumas la mariposa que Paula ha puesto en la liga azul de Maca, ya somos tres. —Emma sacó los otros ramos de la caja.


—Justó cuando pensaba que el día de hoy no podría ser más perfecto...


Maca se calló cuando la puerta se abrió de golpe y su madre hizo una entrada teatral con un vestido corto de un rojo matador.


—Vaya, estáis todas... tan dulces... Unos colores muy interesantes. He dejado a Ari abajo. Quería subir un momento y...


Su sonrisa irónica se desdibujó cuando sus ojos buscaron y encontraron a Maca. Paula tuvo el inmenso placer de ver la estupefacción y el asombró en su rostro.


Eso es, zorra egoísta e interesada. Está espectacular. Y nada de lo que puedas decir o hacer va a estropear ni un solo momento del día.


—Macarena, estás preciosa. Lo digo de verdad. ¡Oh, mi niña va a casarse! —Lourdes levantó las manos al aire y atravesó corriendo la suite para abrazar a Maca—. Nunca pensé que llegaría este día.


Por encima de la cabeza de Lourdes, Maca alzó los ojos al cielo y sonrió.


No, nada va a estropear ni un solo momento del día, pensó Paula, y sonrió a su vez.







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