viernes, 7 de abril de 2017
CAPITULO 43 (CUARTA HISTORIA)
—¿PC? ¡Menuda idiotez!
—¿Lo has despachado con un mensaje de texto? Qué fría... —Laura se incorporó—. Eso es darse aires.
—No lo he despachado. Teníamos programada una reunión general. —Que, pensó Paula, había terminado hacía un momento con muy buenos resultados. Por eso podía estar ahora relajándose y tomando una copa de vino con sus amigas.
—Por lo que nos has contado, Pedro intentaba capear una situación complicada. —La compasión asomó a los grandes ojos castaños de Emma—. Hay gente que necesita refugiarse en sí misma para eso.
—Sí, es verdad. Por eso le he dado el tiempo y el espacio que me ha pedido.
—Y solo porque él lo dé por terminado no quiere decir que el asunto esté terminado. Por otro lado —apuntó Maca—, estás cabreada.
—En realidad, no. O solo un poco —rectificó Paula—. Prefiero que él, o quien sea, explote y grite, aunque yo esté a tiro, a que calle y se encierre en sí mismo. Lo que ocurre es que Pedro no quiere aceptar mi apoyo sincero, mi comprensión. Y eso me cabrea. Un poco.
—Bien, te diré lo que pienso. —Maca respiró hondo—. Mi madre nunca me puso las manos encima, o sea que no puedo culparla de ese tipo de maltrato. Pero me manipuló, me despreció y me abofeteó emocionalmente. —Maca dedicó a Emma una sonrisa de agradecimiento cuando su amiga le rozó la pierna con afecto—. Os tenía a las tres para hablar, pero aun así a veces me derrumbaba... o me encerraba en mí misma. Y a veces también, aun teniéndoos a todas, a la señora Grady, a Sebastian a mi lado, necesito encerrarme en mí misma, o al menos estoy acostumbrada a ello, y es lo que hago.
—Ojalá no fuera así—terció Emma.
—Ya sé lo que pensáis, y como lo sé, me siento un poco culpable cuando le doy tantas vueltas. Entiendo bastante bien a lo que se enfrenta Pedro. Mi padre no murió, pero me abandonó, y desde entonces nunca ha estado allí cuando yo quería o lo necesitaba de verdad. Y a mí me abandonaron y me dejaron con alguien que, con mucha menos violencia que el cabrón de Artie, hizo que me sintiera inferior.
Maca tomó un sorbo de agua para aclararse la garganta.
—Y a veces, aun cuando parece que ya lo he superado, vuelvo a sentir toda esta mierda y miro a Em, con esa familia increíble; a Laura, capaz de decir «que os den» y decirlo de verdad; a Paula, tan equilibrada... y siento que no podéis entenderlo. ¿Cómo diablos vais a entender una cosa así? Y eso te pone a la defensiva y se suma a la culpabilidad y al ir dándole vueltas al tema. Por eso a veces no quiero hablar de esta mierda porque... porque, bueno, soy yo quien tiene que tragársela.
—Piquito de oro —sentenció Laura brindando por ella—. De todos modos, nosotras conocemos varias maneras de hacerte hablar.
—Sí, y después siempre me siento mejor. No solo sabéis las teclas que hay que tocar para que me abra, sino que además termino abriéndome y sé que aceptaréis mis problemas porque me queréis.
—Yo no —dijo Laura sonriendo—. Solo me das pena porque soy un pozo inagotable de compasión.
Maca asintió.
—La madre Teresa era una zorra desalmada comparada contigo.
—Le he dicho que le quiero —murmuró Paula.
Laura, como activada por un resorte, se volvió para mirarla.
—¿Qué? Buena manera de desviar la atención. ¿Cuándo?
—Cuando estaba cabreadísima. Cuando me dijo que yo no entendía nada y que eso no tenía nada que ver conmigo. Le dije que era un imbécil y que sí tenía que ver conmigo, porque le quería. Luego volví a entrar en casa para seguir trabajando en la boda, que es lo que debería estar haciendo ahora mismo.
—¿Qué dijo él? —preguntó Emma con la mano en el corazón—. ¿Qué hizo?
—Ni dijo ni hizo nada. Estaba demasiado ocupado mirándome fijamente, como si acabara de recibir una patada en los huevos. Eso habría sido lo mejor.
—¿El viernes? Se lo dijiste el viernes. —Emma hizo aspavientos—. ¿Hemos estado trabajando juntas todo el fin de semana y no nos lo has dicho hasta ahora?
—No nos lo ha dicho porque cada cual se traga su propia mierda.
Paula desvió la mirada hacia Maca.
—Si tenemos que seguir con este latiguillo, sí, supongo que es verdad. Necesito pensarlo un poco. Porque absolutamente nada está yendo como pensaba, como siempre había pensado. Yo tengo que enamorarme de un hombre sensato y brillante a la vez, con un gran sentido del humor y aficionado al arte. Ya sé que has puesto los ojos en blanco, Laura, o sea que corta el rollo.
—Ha sido por el gran sentido del humor.
—Como quieras. Este era el plan a largo plazo que me había ido trazando con sumo cuidado a lo largo de toda una década.
—¿De verdad?
—Cállate, Maca. —Pero Paula sonrió tímidamente—. Este hombre, sensato y brillante a la vez, y yo saldríamos tranquilamente durante unos meses, para ir conociéndonos, gustándonos, y luego haríamos un viajecito romántico... destino optativo. Podría ser una suite maravillosa de un hotel de Nueva York, una casita en la playa o un hotel rural en el campo. Cenaríamos a la luz de las velas o quizá haríamos un picnic. Y después, el sexo sería fantástico.
—¿Eso incluiría también follar en el lavadero? —preguntó Laura.
—Tú cállate también o no oirás el resto del plan.
Adoptando un aire de mortificación, Laura imitó el gesto de coserse los labios.
—Bien. —Satisfecha, Paula se quitó los zapatos y puso los pies encima de la mesa—. Seríamos amantes y viajaríamos cuando nuestras obligaciones nos lo permitieran. Discutiríamos de vez en cuando, claro, pero siempre lo hablaríamos... de una manera razonable, racional.
Paula miró de repente a Emma.
—Estás callada, pero puedo oír que estás pensando «¡Qué aburrido!». De todos modos, esta parte te gustará. Él me diría que me quiere. Me cogería de las manos, me miraría a los ojos y me lo diría. Y un día, volveríamos a esa suite maravillosa, o a esta casita, o a ese hotel rural, y cenando a la luz de las velas, me diría otra vez que me quiere, que soy todo lo que siempre ha querido. Y me pediría que nos casáramos. Yo le diría que sí, y así es como se haría realidad el felices para siempre.
—Más le vale llevar en el bolsillo un anillo de diamantes enormes —dijo Laura—. Mínimo cinco quilates.
—Típico —comentó Maca ahogando una carcajada.
—A mí me parece muy bonito —terció Emma fulminando a Laura con una mirada.
—Es muy bonito, y puede que sea ridículo, pero es mi plan.
—Paula, decidida, se dio unos golpecitos en el corazón—. Soy capaz de ajustar mis planes según las circunstancias y las necesidades.
—Nadie mejor que tú para eso —accedió Maca.
—Pero lo que está pasando con Pedro se sale absolutamente del guión. Ni siquiera se le parece, y aun así, estoy enamorada de él. Además ahora ya se lo he dicho, y con eso he roto otra página más del guión.
—Ya sé que sabes, y que todas sabemos, que el amor no se ajusta a ningún guión. Si fuera así—añadió Laura—, ahora estaría besuqueándome con un artista cachondo llamado Luc en nuestro estudio de París en lugar de casarme con tu hermano, un abogado cachondo llamado Daniel.
—Claro que lo sé, pero eso no significa que la idea me entusiasme.
—No solo le estás dando a Pedro tiempo y un poco de espacio —prosiguió Maca—. Tú también te lo estás dando.
—Lo necesito, porque hay algo en el guión que no puede cambiarse ni reescribirse. La persona de quien te enamores tiene que corresponderte, si no las cosas terminan por torcerse.
—Si ese hombre no te quiere es un imbécil.
—Gracias, Em.
—Lo digo en serio. Eres perfecta... en el buen sentido de la palabra, no en el sentido qué repelente es esa tía.
—A veces es repelente —dijo Laura y sonrió a Paula—. Pero de todos modos la queremos.
Comprendiendo, Paula levantó la copa en honor de sus amigas.
—Yo también os quiero, repelentes mías.
—Mis mujeres favoritas. —Dani entró en la habitación, examinó a las chicas y sacudió la cabeza—. Si esta es una de vuestras charlas solo para chicas, ya podéis ir terminando. He convencido a la señora G. para que nos prepare sus chuletas de cordero al romero, y acaba de avisarme de que faltan dos minutos. Jeronimo y Sebastian vienen de camino.
—¿Comemos aquí? —Maca brincó de su asiento y levantó el puño al aire—. ¡Uau! Tenemos el mejor montaje de todos los montajes.
—Iré a echarle una mano. —Laura se levantó y miró a Dani, que arqueó las cejas y asintió—. Vamos, Em.
Las chicas se fueron y Dani, sentándose en el borde de la mesita de centro, impidió la salida a su hermana.
—Dime, ¿qué pasa entre Pedro y tú? ¿Tengo que atizarle? —Al ver la cara de Paula, le dio una palmada en la rodilla—. Creo que puedo con él, pero me llevaría a Jeronimo y a Sebastian por si las moscas.
—Muy amable de tu parte, pero no es necesario.
—Algo se cuece. El domingo no pasó por casa para ver el partido de los Giants y hace días que no viene por aquí.
—Estamos... evaluando la situación.
—¿Y eso, traducido, quiere decir que os habéis peleado?
—No, no nos hemos peleado. Y si nos hubiéramos peleado, creo que sabes que puedo defenderme sola.
—Sin duda, pero si algún tío te hace daño, aunque sea amigo mío, precisamente si es amigo mío, se va a enterar. Son las normas del Gran Hermano.
—Sí, pero tú siempre estás cambiando las normas del Gran Hermano.
—Eso son enmiendas, apéndices, el codicilo ocasional.
—No nos hemos peleado. Y si me siento herida en mis sentimientos, y eso vas a tener que asumirlo, es porque estoy enamorada de él.
—Ah…—Daniel se sentó con las manos encima de los muslos—. Voy a necesitar un minuto.
—Tómate el tiempo que quieras, yo me estoy tomando el mío. Porque todos vamos a tener que asumirlo, Daniel. Tú, yo... y Pedro. —Paula le apartó la rodilla con un codazo afectuoso y se levantó—. Vamos a comer antes de que la señora Grady envíe una patrulla de búsqueda.
—Quiero que seas feliz, Paula.
—Daniel —dijo ella cogiéndolo de la mano—. Yo también quiero ser feliz.
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Wowwwwwwww, qué buenos los 3 caps. Intensos.
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