jueves, 6 de abril de 2017
CAPITULO 40 (CUARTA HISTORIA)
MALPENSÓ EN INVENTARSE UNA URGENCIA, pero sería una cobardía. Y se quedaría sin salsa de caramelo.
Además, tenía que admitir que Paula le había manipulado y le resultaba inevitable admirar su estrategia. Es más, la ejecución del plan lo mantuvo estimulado durante todo el día.
Terminó de trabajar en el jeep, recompuso un carburador, comprobó algunas revisiones de rutina y atendió un par de llamadas de asistencia en carretera, ya que cambiaría el turno de noche con Bill.
Revisó por encima el papeleo, que tenía la intención de pasar a su madre, y terminó una lista de piezas de recambio que necesitaba que ella le localizara para restaurar un Mustang del 67.
Echó un vistazo al balance general. Siempre le embargaba una extraña sensación cuando constataba que andaba bien de dinero.
Lo bastante bien para invertir un poco en el negocio, dar un aumento sustancioso a su madre y al resto del personal y quizá tomarse unos días de descanso en invierno, después de las fiestas.
Una semana fuera, en alguna playa de aguas azules. En enero el ritmo de Votos era más tranquilo, según Paula. Ella ya sabría cómo organizarse para tomarse una semana de descanso. Nadie como Paula sabría hacer eso.
Le enseñaría a practicar surf.
A lo mejor ella ya sabía. Tenía que preguntárselo.
Y entonces se dio cuenta de que estaba planificando unas vacaciones con Paula. ¿Cuándo había sucedido eso?
Se quedó inmóvil durante unos instantes, escuchando los sonidos que provenían del taller, intentando asimilar esa idea. Cuando se le calmaron los nervios dejó escapar un «ah».
¡Qué más daba cuándo o cómo había sucedido! Había sucedido y le parecía bien.
Mejor que bien, admitió, porque podía verse con ella en esa playa de aguas azules, bebiendo algún combinado de ron de la región y aparcando el trabajo durante unos días.
O bien... podrían tomarse ese descanso en su casa de los Hamptons. Las playas en invierno tenían un no sé qué especial: soledad, sexo junto a la chimenea...
Le propondría el plan, a ver qué le parecía a ella.
Recogió los documentos y cruzó el taller para entrar en la oficina.
—Tengo unas cuantas cosas —dijo repasando las listas y los pedidos mientras su madre, con sus gafas de montura verde, revisaba los documentos.
—¿Te marchas?
—Eso iba a hacer, tengo un asunto pendiente. Si no pueden con todo, lo terminaré yo el lunes.
—No he dicho que no pueda hacerlo. Ven aquí.
Pedro se inclinó sobre el mostrador. Y ella le acarició el pelo.
—Eh.
—¿Por qué no me dijiste que los Chaves nos habían invitado a la cena de Acción de Gracias?
—Porque salió así... —Dolido como solo su madre podía hacer que se sintiera, Pedro se rascó la cabeza—. Además Paula dijo que ya te llamaría ella, cosa que supongo que ya ha hecho, ¿Qué problema hay?
—Si me lo hubieras dicho, no me habría sorprendido. Y si ella no me hubiera llamado, yo habría comprado un maldito pavo al volver a casa del trabajo. Y entonces tendría un pavo que no necesito.
—Bueno, ella te llamó, tú no has comprado el pavo y ya no lo comprarás.
—Has tenido suerte. —Cata le dedicó esa mueca suya que a él le hacía desear encogerse—. Irás con traje.
Lo sabía.
—Paula me ha dicho que no es necesario.
—Me da igual lo que haya dicho Paula. Yo te digo que irás con traje. Tendrías que comprarte uno nuevo. ¿Cuándo fue la última vez que te compraste uno?
Estuvo a punto de encogerse físicamente. Por suerte sus operarios estaban demasiado lejos para oír la conversación.
—Yo qué sé. Buf...
—No me hables en ese tono. —Cata lo apuntó con un dedo como si fuera una navaja—. Te comprarás un traje nuevo, una corbata y unos zapatos decentes.
—Jo...
—Si estás saliendo con una mujer como Paula Chaves vas a necesitar un traje, porque otras cosas harás aparte de ir a bodas y entierros. Y eres un empresario de éxito, no lo olvides. Un empresario de éxito tiene más de un traje en su armario. También te iría bien cortarte el pelo.
—¿Algo más? A lo mejor tendría que aprender francés.
Su madre le hizo un signo de advertencia con el dedo, aunque con una sonrisa en los labios.
—Podrías parler si quisieras. Eres muy inteligente, lo heredaste de mi familia. La constitución, de tu padre. Por eso tienes estilo para llevar un traje. Anda, márchate para que pueda sacarme de encima el trabajo que me acabas de dar.
—Si hubiera sabido que me tenías preparada una emboscada, te habría dado más. —Pedro se dirigió a la puerta y se volvió para mirarla. Y notó que él también esbozaba la mueca que ambos compartían—. Como tendré que gastarme mucha pasta en ropa, supongo que no podré darte el aumento que planeaba. Qué pena...
La mirada furiosa que su madre le dirigió quitó hierro a la idea de tener que salir de compras.
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Al fin Pedro se abrió con Pau. Y me encanta la madre jajajajaja.
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