martes, 28 de marzo de 2017
CAPITULO 8 (CUARTA HISTORIA)
PAULA ESTABA REPASANDO LA REUNIÓN DE TRABAJO de la mañana armada con la BlackBerry y el portátil, sentada a la gran mesa redonda de lo que había sido la antigua biblioteca de su casa y que ahora servía de sala de reuniones para Votos
Las paredes llenas de libros y el embriagador aroma del cuero permanecían intactos, y en las frescas mañanas de otoño o en la frialdad del invierno el fuego crepitaba en la chimenea, como siempre había sido desde que Paula tenía uso de razón. Las lámparas que iluminaban con calidez los cómodos sofás habían pertenecido a su abuela. Las alfombras, un poco descoloridas y raídas por el tiempo y el uso, se remontaban a una generación. Varios artículos sobre Votos y las mujeres que dirigían la empresa adornaban las paredes enmarcados con gran sentido artístico, entre vitrina y vitrina.
Sobre una mesa alargada relucía el juego de café de plata de su madre y, debajo, encajada tras unas portezuelas antiguas, se ocultaba una nevera de oficina con agua y refrescos.
A su entender, la habitación resumía la mezcla de tradición y empresa que era esencial para sus objetivos personales y para su negocio.
Revisó la agenda del día: las citas de la mañana, la fiesta de la tarde para entregar los regalos a la novia y, por la noche, el ensayo del acto del viernes. Su teléfono sonó en el momento en que Maca entraba con una cesta de magdalenas.
—Laura viene ahora mismo. Emma dice que no tardará.
Paula asintió.
—La novia del viernes por la noche. ¡Buenos días, Cecily! ¿Lista para el gran día?
Volvió a asentir cuando Maca sostuvo la cafetera sobre su taza.
—Ajá. Qué bonito... Sí, eso lo podemos hacer. Sí, claro que sí.
Paula escuchaba, tan solo torció un poco el gesto.
—Creo que es un gran detalle por parte de Marcus y de ti. Estoy segura de que sí —respondió Paula—. Escucha, estaba pensando... Te lo digo tal como se me acaba de ocurrir. Me pregunto, teniendo en cuenta que habrá el pastel de boda y el pastel del novio, si no será excesivo presentar un tercer pastel. No sería tan especial como a ti te gustaría. ¿Qué te parecería un pastelito tipo magdalena bien decorado? En forma de corazón, con un glaseado muy elaborado y con sus nombres. Lo pondríamos en la mesa presidencial, justo delante de ellos. Exclusivamente para ellos.
Paula siguió escuchando y empezó a entrar datos en su portátil con una sola mano.
—Déjalo de mi cuenta. Sabes que Laura lo hará de maravilla, y que será muy especial.
Paula esbozó una sonrisa cuando Laura entró y entornó los ojos al oír la frase.
—¿Cuál es la flor preferida de tu hermana? —preguntó—. La dalia. Preciosa. Ah, claro que sí, si él quiere. Estoy a su disposición si puede llegar un poco antes esta noche. Sí, nosotras también estamos contentísimas. Ni una palabra, te lo prometo. Hasta esta noche.
—¿Qué es eso tan especial y precioso que tendré que hacer? —preguntó Laura.
—Un pastelito tipo magdalena. Uno solo. —Paula levantó un dedo—. En forma de corazón, quizá un poco más grande de lo normal para impactar. Puede que glaseado con el dibujo de unas dalias y con los nombres de Griff y Jaci, el hermano del novio y la hermana de la novia del viernes por la noche, que también son el padrino y la DDH. Llevan saliendo juntos desde hace seis meses. Él va a declararse el día de la boda, para redondear el brindis que dedique a los novios.
—¿Por qué va a hacer algo así? —preguntó Maca.
—No lo sé, porque está locamente enamorado, porque quiere vincular lo que siente por ella con lo que su hermano siente por la hermana de ella. Primero lo ha consultado con los novios, y a ellos les encanta la idea. Están que lloran de alegría. Además —añadió mirando con dureza a Laura—, ella quería otro pastel. Pero la he convencido de que la magdalena es lo mejor, o sea que me debes una.
—¿Me he perdido algo? —preguntó Emma entrando como una exhalación—. No llego tarde.
—Sí llegas tarde —puntualizó Maca—, y lo que te has perdido es que se respira amor por todas partes.
—Ah, bueno, en cualquier caso eso también se respira aquí.
—Más trabajo. Pondré al día a Emma. —Paula resumió la llamada de teléfono y el encargo resultante. Como esperaba, a Emma se le humedecieron los ojos.
—Qué encanto...
—No será tan encantador si ella le dice que no —intervino Laura.
—No se lo dirá. —Pero Emma se quedó helada—. Ay, ¿y si lo hace?
—Fijémonos bien en los dos esta noche —propuso Paula—. A ver qué sensación nos dan. Si tenemos dudas, inventaremos un plan B. ¿Qué más? El acto de esta tarde. La fiesta para dar los regalos a la novia, con las invitadas que llegan a las dos.
—Elegancia y champán —dijo Laura—. Así se llama el pastel, porque esto es lo que pidieron las estiradas de la DDH y la anfitriona de la fiesta para ambientar. Tenemos un pastel de boda a pequeña escala con notas de champán y un surtido de galletas, pastelitos y bombones. El catering suministra la comida de las chicas, el champán, el café y el té. Los regalitos para la fiesta in-cluyen unos bombones en cajas blancas de papel charol con unas cintas plateadas que llevan un monograma y una horquilla de brillantitos para el pelo.
—He preparado las rosas blancas, como acordamos —dijo Emma dando un sorbo a su café—. Unos ramos individuales y modernos en jarrones negros para cada mesa. Tink está terminando la arcada y la pérgola como hablamos. Haremos unos arreglos con rosas blancas en las urnas del porche, y también en las terrazas.
—Las invitadas vendrán vestidas de blanco —recordó Paula a sus socias—. Nosotras iremos de negro, como todos los ayudantes y el trío de cuerda que tocará durante la parte del picoteo y la charla. La previsión del tiempo dice que hará sol, soplarán vientos suaves y la temperatura máxima será de 22 grados. Así que podremos celebrar el acto fuera como esperábamos. La mesa de los regalos irá debajo de la pérgola. A las tres colocaremos la silla de la novia, y a las tres y cuarto se empezarán a abrir los regalos. Yo me encargaré de ir anotando de quiénes son. Antes de las cuatro y cuarto llevaremos los regalos a la limusina. Y a las cuatro cuarenta y cinco, las despediremos. ¿Maca?
—La DDH quiere instantáneas, pero lo que en realidad quiere son posados muy estudiados en los que todas, sobre todo ella, salgan fabulosas, felices, naturales y con cinco kilos menos. Quiere una foto de la novia con cada uno de los regalos y con cada una de las invitadas. Por mi parte, todo bajo control.
—Los participantes de la boda Mason-Easterbay deberían llegar a las cinco treinta para ensayar. Tienen reserva en Carlotta's a las siete treinta, o sea que tendrán que marcharse antes de las siete. ¿Algún problema?
Tras la negativa de sus socias, Paula cambió de tema.
—¿Alguna pregunta, algún problema o comentario, alguna apreciación sarcástica sobre el acto?
—Si hubiera sabido que podía colar apreciaciones sarcásticas, me habría preparado alguna —le dijo Laura.
—Bien, vamos a lo de hoy. Puede que necesite que alguna de vosotras me acompañe al taller para recoger el coche. También puedo pedir un taxi si todas estáis ocupadas. La señora Alfonso me llamará esta mañana y con suerte me dará hora. Lo que sí tengo es una cita aquí a las diez. —Paula aguardó unos segundos—. Con la hermana de Sebastian, Diana.
—¿Y de qué irá la cita? —preguntó Maca.
—De que es una bruja. Lo siento, no debería llamar bruja a tu futura cuñada. Y menos delante de ti.
—No pasa nada. Bruja, lo es. La clásica pasivo-agresiva que hace que me entren ganas de darle una patada en el culo. A menudo.
—Las cosas nunca son de color de rosa para Diana —comentó Emma. Su familia y los Maguire eran amigos desde hacía años.
—¿Por qué dices que se está comportando como una bruja? —preguntó Laura.
—Ha dado un disgusto a Silvia. No quiere participar en la boda porque dice que es demasiado lío, demasiados problemas.
—Se ha vuelto más cascarrabias todavía con lo de la boda —asintió Maca encogiéndose de hombros—. Me ha soltado alguna que otra sandez sobre eso, y sobre mi boda también. ¿A quién le va a gustar algo así en su cortejo nupcial? Por muy hermana suya que sea.
—Ahora dice que no vendrá a la cena de ensayo. No quiere formar parte del cortejo, no quiere buscar una canguro y tampoco quiere venir con los niños y ocuparse de ellos. Yo le diría, muy bien, no vengas, pero Silvia quiere que esté aquí. —Los ojos de Paula relucieron—. Y aquí estará.
—Dale una patada en el culo, campeona.
Paula sonrió a Laura.
—Cuenta con ello. Y cuando lo haya hecho, podré arrimar el hombro en lo que queráis hasta que tenga que ir a recoger el coche.
—A lo mejor te vuelven a dar besitos.
—Laura.
—¿Qué? ¿Crees que iba a callarme algo así?—Laurel sonrió mientras Maca y Emma exigían detalles.
—Pedro Alfonso, en el vestíbulo, un beso picante.
—Vaya, vaya... —Maca arqueó las cejas.
—Nada de «vaya, vaya...». —Con ganas de cambiar de tema, Paula empleó su tono de indiferencia despectiva—. Pedro quería presumir.
—Lo hace muy bien —intervino Laura—. El calentón llegó hasta mí y eso que yo estaba a cinco metros.
—¿Vais a salir? —le preguntó Emma.
—Si te refieres a si voy a salir en un momento dado para ir a recoger mi coche, sí.
—Venga ya. ¿Vas a salir con él, saldréis juntos? —precisó Emma.
—No, solo fue... Se portó como un imbécil y ya está.
—Tú fuiste la primera en darle un beso. —Emma movió un dedo—. El Cuatro de Julio.
—Estaba enfadada con Dani y fue un error. Eso no significa... —Se interrumpió al oír que sonaba el teléfono.
—Salvada por la BlackBerry —anunció Maca.
—Hola, Buffy. —Aprovechando la circunstancia, Paula se levantó y salió de la habitación para hablar.
—Se tienen ganas. Los dos. —Laura se cruzó de brazos—. Y no me equivoco.
—Él la mira. No me sonrías con ese sarcasmo —dijo Emma señalando a Maca—. Él la mira, y mucho, y ella intenta no mirarlo. Yo diría que se tienen ganas, seguro.
—Él tiene ese no sé qué a lo James Dean.
—¿El de la marca de salchichas? ¿El cantante country? —preguntó Maca frunciendo el ceño a Laura.
—No, por Dios, Macarena. —Laura alzó los ojos al cielo—. Ese era Jimmy Dean. Me refiero a James. Al chico malo, el rebelde.
—Me gusta que le haga perder los papeles —decidió Emma—. Nuestra Paula no pierde los papeles fácilmente, y ese rasgo la hace muy nuestra, pero a mí me gusta ver lo contrario.
—Ese tío no es un frívolo, y eso, a mi modo de ver, le hace subir enteros. —Laura se encogió de hombros y se levantó—. Veremos qué pasa, si es que pasa algo. Mientras tanto el deber nos llama. —Se detuvo en el umbral—. Eh, ¿sabéis lo que dijo Paula después del beso picante?
—¿Qué? —preguntó Maca.
—Nada de nada.
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