martes, 21 de marzo de 2017

CAPITULO 41 (TERCER HISTORIA)






Más tarde y recuperada la serenidad, Paula se instaló en su despacho. Necesitaba dedicarse al papeleo, y como vio que le sobraba un rato, se puso manos a la obra.


Se ocupó de los archivos, los pedidos y las facturas acompañada de la música de Bon Jovi. Al terminar consultó las páginas web de sus proveedores. Quería comprar filtros de manga pastelera, cajas para pasteles, estuches para pastelitos y quizá papel sulfurizado, unas bolsas de polipropileno y varias blondas. Tras ocuparse de lo indispensable, hizo una búsqueda de utensilios y artículos que no necesitaba pero resultaban entretenidos.


Paula sabía que Glaseados de Votos podía darse algún que otro capricho. Ya encontraría alguna utilidad a unas pinzas crimper, unos moldes de chocolate y… un cortador de guitarra doble que era una preciosidad.


No obstante, la faceta más práctica de su personalidad le obligó a retreparse en la silla y considerar el precio. Cuando acabaran las obras de su almacén le quedaría espacio suficiente para guardar ese cortador tan grande. Le sacaría provecho, seguro. Podría cortar doble cantidad de pastelitos, bombones y ganaches. Además el aparato llevaba incorporados cuatro cortadores.


Ya colgaría en eBay el que había comprado de segunda mano.


¡Qué diablos! Se lo merecía. Sin embargo, y mientras elegía la opción «Añada al carrito», no pudo evitar sobresaltarse al oír que alguien la llamaba por su nombre. Se volvió con aire de culpabilidad. Era Maca.


—¡Por Dios! No me espíes cuando estoy gastando un dinero que no debería gastar.


—¿En qué? Ah… —Maca se encogió de hombros cuando vio que estaba conectada a una página web de productos de repostería—. ¿Quién no necesita utensilios? Escucha, Paula…


—Emma te lo ha contado —dijo Paula soltando un bufido—. Espero que no hayas venido a disculpar a Lourdes.


—Tengo derecho a lamentar lo que ha pasado —protestó Maca metiéndose las manos en los bolsillos—. Mi primera reacción ha sido llamarla para echarle la bronca, pero he comprendido que con eso la convertiría en el foco de atención, que es lo que más le gusta, aparte del dinero. Por eso he decidido ignorarla. No se saldrá con la suya. Sé que va a enfadarse, y mucho.


—Bien.


—A ella la ignoraré, pero a ti te diré que siento mucho lo que ha pasado… Deja que te lo diga.


—Muy bien, siéntelo. —Paula consultó el reloj con un gesto deliberado y contó hasta diez—. Ya. Se acabaron las lamentaciones.


—Trato hecho. ¿Sabes qué me gustaría? No tener que invitarla a la boda. Pero estoy obligada a hacerlo.


—Nos las arreglaremos.


—Ya lo sé. A lo mejor se produce un milagro y se comporta como es debido. —Maca rió al ver que Paula alzaba los ojos al techo—. Lo sé, pero como novia, me permito fantasear.


—Esa mujer no te entenderá nunca, y a nosotras, tampoco. Ella se lo pierde.


—Eso es cierto. —Maca se inclinó y la besó en la coronilla—. Te veo luego.


Los restos de autocompasión que pudieran quedar en ella se desvanecieron al marcharse Maca.


«Se acabó», pensó la joven, y se compró el cortador de guitarra doble. Nuevo y por estrenar.




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