jueves, 16 de marzo de 2017
CAPITULO 25 (TERCER HISTORIA)
Paula pensó que aquello parecía una casa de locos. Entre ellos había un profesional liberal de éxito, un profesor de jóvenes, un representante de los ciudadanos en los tribunales y, sin embargo, nadie era capaz de estar en el lugar acordado a la hora prevista.
En el último minuto todos cayeron en la cuenta de que habían olvidado algo de vital importancia y tenían que ir a buscarlo. Discutieron sobre la manera más idónea de cargar la camioneta, y también sobre la distribución de asientos que había hecho Carla.
Paula rescató un refresco de una de las neveras, lo abrió y fue a sentarse en uno de los muros bajos del jardín en espera de que se resolviera el caos.
—¿Por qué no te has puesto a organizarlos? —le preguntó a Carla cuando esta se sentó junto a ella.
—Dejo que se diviertan —comentó la joven pidiéndole que le pasara el refresco—. Además, había contabilizado veinte minutos extra para cargar la furgoneta.
—Era de esperar. ¿De verdad has pasado la tarde borrando archivos?
—Hay quien se dedica a hacer crucigramas.
—¿Cuántas llamadas has recibido?
—Cinco.
—¡Menudo día de fiesta!
—Para mí ha sido perfecto. A ti también parece que te vayan bien las cosas.
Paula siguió la mirada de Carla y vio a Pedro metiendo una cesta y un par de sillas plegables en el vehículo.
—Todavía no nos hemos peleado. Me pone de los nervios.
—Bah, no te preocupes. Ya os pelearéis —dijo Carla dándole unos golpecitos en la rodilla antes de levantarse—. Muy bien, chicos, este autobús se va. Todo el mundo a sus puestos.
Pedro cerró la portezuela trasera de la furgoneta, fue a buscar a Paula y la tomó de la mano.
—Te sentarás conmigo. Mi hermana lo ha arreglado así.
—Ahí dentro vamos a ser muchos. A lo mejor tendré que sentarme en tu regazo.
Pedro sonrió mientras ella subía al vehículo.
—La esperanza es lo último que se pierde.
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