jueves, 30 de marzo de 2017
CAPITULO 16 (CUARTA HISTORIA)
Daniel conocía el horario de su hermana y se propuso llegar temprano a casa para acorralarla. Tenía varios ensayos y un acto, lo que para cualquier otra persona podría equivaler a una jornada desbordada. Sin embargo, él sabía perfectamente que Paula reservaba tiempo en su rutina para las emergencias.
Lo que a ojos de su hermano le hacía ganar puntos.
Lo sincronizó todo estratégicamente, llegó al término del primer ensayo, mientras Laura estaba ocupada en la cocina y Emma y su equipo decoraban la casa esperando la llegada del cortejo de la novia de esa noche, antes del segundo ensayo.
Sabía que Maca estaría ocupada con su cámara.
Se acercó caminando mientras Paula despedía a los primeros clientes y a sus invitados.
—Hoy llegas temprano.
—Sí, me he combinado el trabajo para poder regresar y echaros una mano a todas.
—Nos irá bien. El próximo ensayo es dentro de quince minutos y la novia y el cortejo de esta noche llegarán dentro de unos treinta minutos para la sesión de peluquería y maquillaje. Cumplimos el horario, pero...
—Bien, aprovechemos esos quince minutos. —Daniel la tomó de la mano y se la llevó al prado.
—¿Debo suponer que anoche alguien me vio con Pedro y te lo ha contado? —Paula se ajustó el traje chaqueta—. Nos conocemos demasiado bien, Daniel.
—Eso imaginaba. Pero lo que no me habría imaginado es que saldrías en plan Easy Rider.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Búscalo en el diccionario.
—Muy bien. Si vas a darme una conferencia sobre los riesgos de ir en moto, primero tienes que entregarme una declaración jurada en la que afirmes que no has subido ni has conducido una moto desde hace treinta y seis meses.
Bien, se reservaría para el banquillo ese argumento. Para ganar un poco más de tiempo, sacó la cartera y le entregó cien dólares.
—Gracias. —Paula dobló el billete y se lo metió en el bolsillo.
—¿Saliste con él por lo de la apuesta?
—Salí con él a pesar de la apuesta.
—Como las apuestas ya están cerradas, ¿tienes planeado volver a salir con él?
—No me lo ha pedido y no lo he decidido aún. —Paula volvió el rostro para examinar a fondo la expresión de su hermano—. Dado que no muestras signos de haber estado en una pelea, y como imagino que Pedro sabe encajar los golpes tanto como repartirlos, tengo que deducir que no os liasteis a puñetazos cuando te dijo que yo sabía lo de la apuesta.
—No tengo por costumbre ir dando puñetazos a la gente. Jeronimo fue una excepción —consideró Daniel sin dejarle mediar palabra—. Y Pedro se los ahorró al contarme todo esto... directamente.
Paula se quedó inmóvil.
—¿Te lo dijo él en persona?
—Y tú no.
Valorando el tacto de Pedro, Paula respondió sin pensar.
—Daniel, ¿de verdad vives con la ilusión de que siempre te cuente con quién salgo?
—O sea, que Pedro y tú estáis saliendo.
—No. Puede. No lo he decidido. ¿Te interrogo yo sobre las mujeres con quienes sales, o con quienes salías antes de tu relación con Laura? Como digas que eso es distinto, puede que sea yo quien te dé el puñetazo.
—Estoy intentando encontrar una expresión parecida a «es distinto». —Al ver que su comentario le hacía reírse por lo bajo, la tomó de la mano sin dejar de caminar—. Volvamos al hecho de que ninguno de los tíos con quienes has salido eran amigos míos. Amigos míos de verdad.
—Es cierto. ¿Me metí yo en medio cuando las cosas cambiaron entre Laura y tú, entre mi hermano y una de mis amigas íntimas? No, Daniel, esto no es diferente.
—No me estoy metiendo en medio. Solo rodeo el perímetro intentando calibrar el terreno.
—Todavía no conozco ese terreno. Fuimos a dar una vuelta en moto, comimos pizza y...
—¿Y?
—Y cumplimos con el tópico tan clásico de las citas de despedirnos con un beso de buenas noches.
—O sea, que te interesa.
—No es que no me interese. Me sorprendió, pero no es que no me interese. Anoche lo pasé bien y no lo esperaba. Me relajé, me divertí, y hacía mucho que no me pasaba eso con un hombre. Me divertí. Si fuera cliente tuyo, Dani, o un conocido... pero el hecho de que sea amigo tuyo me dice que Pedro no solo te gusta, sino que confías en él y lo respetas. ¿Hay alguna razón por la que yo no deba hacerlo?
—No. —Daniel respiró profundamente y frunció el ceño con la vista perdida en la distancia—. Maldita sea.
—Además, el hecho de que él te lo contara en persona es importante. Yo no se lo he contado a Laura y a las demás hasta esta mañana. Y no sé si lo habría hecho si Maca no hubiera oído la moto y me hubiera visto marcharme con Pedro. Eso no dice mucho en mi favor.
—No has querido ponerlas en medio, en un lugar incómodo entre tú y yo.
—En parte, sí... no es la razón principal, pero en parte, sí. —Paula guardó silencio y se puso delante de él—. No me pongas en medio, Daniel, entre tu amigo y tú. Por favor, no me conviertas en motivo de disputa.
—No lo haré. A menos que él lo joda todo. En ese caso lo moleré a palos. Ya lo sabe. De hecho accedió a que lo moliera a palos si la jodía. Y sí—admitió Pedro—, eso dice mucho en su favor, porque lo conozco y hablaba en serio.
Paula se acercó a su hermano y lo abrazó.
—Se me da bien lo de cuidar de mí misma, pero es fenomenal tener un hermano mayor que sé que lo haría por mí si lo necesitara.
—Cuenta con ello.
—Cuento. Bien —exclamó Paula soltándose—. Si has venido a ayudar, ve a buscar a Emma. Es la que más necesita un par de manos extra. Y ahí viene el siguiente grupo.
Se alejó cruzando la zona del aparcamiento para ir a recibir a los primeros invitados. Era curioso, pensó Paula: apenas era consciente de sentir un interés genuino por Pedro Alfonso, y en cambio había pasado gran parte del día hablando de él.
Y todavía más, admitió, pensando en él.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario