lunes, 13 de febrero de 2017
CAPITULO 42 (PRIMERA HISTORIA)
<<La rutina tiene su sentido- pensó Pedro-. Te obliga a hacer cosas, te garantiza cierta comodidad y hace que tengas las manos y la cabeza ocupadas<>>
Cuando llego a su casa, colgó el abrigo y fue al despacho dejar encima de la mesa las tareas que debía hacer esa noche. Entonces comprobó los mensajes.
Sintió una punzada de tristeza cuando la voz de Pau no resonó en la habitación, pero eso también formaba parte de la rutina.
Carla le había aconsejado que le diera tiempo, y un poco de espacio. Le daría tiempo, un par de días más. podía esperar. La espera se le daba bien. Y si algo quería más que nada en el mundo, era que ella fuera a buscarlo.
Bajo a la planta baja para dar de comer al gato y prepararse un té. Acodado en el mármol, se tomo la infusión mientras repasaba la correspondencia del día.
Se preguntó si era posible llevar una vida tan normal y corriente, tan seria y formal. ¿Estaría en la misma onda (léase rutina) al cabo de un año? ¿Al cabo de una década...?
¡Qué horror!
Se sentía muy cómodo antes de que Paula volviera a entrar en su vida.
-No pensaba vivir solo para siempre-. Pero tenia mucho tiempo por delante, ¿verdad? Tiempo para disfrutar de cierta rutina, de mi casa, de mi trabajo, de la libertad que te da estar soltero. Tengo treinta y pico, joder.
>>Y estoy hablando con un gato, que no es la manera como me gustaría pasar las noches que me quedan de vida. No te ofendas Pero nadie quiere acomodarse y ya esta, estar con alguien porque la única alternativa es vivir solo. El amor no es un concepto amorfo inventado por la literatura, por la poesía, inalcanzable. Es real y vital, y es necesario. Maldita sea. Cambia las cosas. Lo cambia todo. No puedo volver a ser como era antes de quererla. Es ridículo esperar algo así.
Cuando termino su cena, el gato se sentó, miro a Pedro durante un buen rato y empezó a asearse.
-Bueno, ella no es tan razonable como tú. Te diré algo, ya que ha salido el tema. Yo le convengo. Soy exactamente lo que necesita. La entiendo. Vale, no, no la entiendo. Retiro eso. Pero la conozco, que es algo muy distinto. Y sé que puedo hacerla feliz cuando ella supere su terquedad y lo admita.
En aquel momento Pedro decidió que le daría veinticuatro horas. Si no se ponía en contacto con el en ese periodo de tiempo, tendría que tomar las riendas de la situación.
Necesitaría una estrategia, un guión para saber lo que tenia que decir y como actuar. Se levanto y fue a buscar papel y lápiz.
-Seré imbecil. A la mierda con la estrategia y los guiones. Ya lo arreglaremos como sea.-Enfadado consigo mismo se pillo un dedo en el cajón.
<<Típico>>, pensó chapándoselo para aliviar el dolor. decidió que se consolaría preparándose un bocadillo caliente de queso.
Si Pau hubiera entrado en razón, ahora estarían juntos, quizá preparando la cena. Con tantas cosas como tenían que hablar…Pedro quería saber si Pau había conseguido su gran contrato. quería celebrarlo con ella, que lo compartieran juntos.
Quería explicarle el curioso relato que le había entregado uno de sus alumnos…y las excusas que le había dado otro por no haber hecho los deberes.
Tenia que admitir que la táctica de la amnesia temporal había sido muy creativa.
Quería compartir todo eso con ella: lo importante, lo insignificante, los pequeños detalles que conformaban sus vidas. Tenia que demostrarle que ella también deseaba lo mismo, y que sus deseos podían convertirse en realidad.
Puso el bocadillo en la plancha y abrió un armario para coger un plato. Al oír que alguien llamaba a la puerta se sobresalto y casi se golpeo la cabeza con un canto.
«Paula››, pensó, y salio corriendo de la cocina
Fue a abrir con su imagen clavada en la mente y se sintió desconcertado durante unos segundos, el tiempo que tardo en procesar a Corina.
-Pedro- dijo ella. Toda sonrisas, entró, dio una grácil vuelta sobre sí misma y se le echó a los brazos. Levantó la cabeza clavándole sus ojos oscuros y brillantes y le dio un beso en la boca-. Sorpresa... -dijo con un ronroneo.
-Ah, sí. Menuda sorpresa... Corina... -Pedro se desasió de ella-. Estás... tienes muy buen aspecto.
-Oh, estoy destrozada. He pasado por tu casa tres veces antes de reunir fuerzas para parar el coche. No me rompas el corazón, Pedro, diciéndome que no te alegras de verme.
-No. Es decir... te aseguro que no me lo esperaba.
-¿No vas a invitarme a entrar?
-Ya estas dentro.
-Siempre tan literal. ¿Cierras la puerta o vas a tenerme implorando aquí fuera con este frío?
-Lo siento. -Cerró la puerta-. Me has pillado desprevenido. ¿Qué quieres, Corina?
-Más de lo que merezco. -Se quitó el abrigo y se lo ofreció con una mirada de súplica-. ¿Querrás escucharme?
Debatiéndose entre las buenas maneras y la sorpresa, Pedro colgó el abrigo.
-Creo que eso ya lo hice.
-Fui una estúpida, una desconsiderada contigo. Tienes todo el derecho a darme una buena zurra en el trasero. -Corina entró en la sala de estar-. Cuando pienso en lo que hice, en lo que dije... Pedro, qué avergonzada estoy. Fuiste tan bueno conmigo... me hiciste tan bien... A tu lado me convertí en mejor persona. He estado pensando en ti, he pensado mucho en ti.
-¿Y qué ha pasado con... -tuvo que rebuscar en su memoria para acordarse del nombre- Santiago?
Corina puso sus seductores ojos en blanco.
-Fue un error. El castigo por haberte herido. No tardé mucho en darme cuenta de que aquello no era más que una aventura sin importancia. Él era un niño comparado contigo, Pedro. Dime que me perdonas, por favor.
-Eso es agua pasada, Corina.
-Quiero compensarte, si me dejas. Dame una oportunidad y te lo demostrare.- Se acerco a él y le acaricio la mejilla-. Sé que recuerdas cómo nos iba, lo bien que nos iba juntos. Podríamos recuperar eso, Pedro. Se estrechó contra él-. Podrías volver a tenerme. Solo tómame.
-Creo que deberíamos...
-Ya nos portaremos bien luego. -Se apretó contra él mientras Pedro intentaba zafarse-. Te deseo. Te deseo tanto... No puedo pensar en nada más.
-Espera. Basta. Esto no va a...
-De acuerdo. Tú mandas. -Corina, con una deslumbradora sonrisa, se echó atrás la melena-. Hablemos primero, como tú quieras. ¿Por qué no me sirves una copa de vino y...? ¿Se quema algo?
-No... Ah, mierda.
Pedro corrió hacia la cocina y la sonrisa de Corina pasó a ser glacial. Esto iba a costarle más tiempo y esfuerzo de lo que había pensado, pero no importaba. En realidad, el hecho de que Pedro no estuviera comiendo ya de la palma de su mano, como esperaba, lo convertía en alguien más deseable a sus ojos. Y seducirlo sería mucho más gratificante.
A fin de cuentas, el único lugar donde no se había aburrido con él era en la cama.
Corina endulzó su expresión cuando le oyó regresar.
-Lo siento, estaba preparándome algo para cenar. Corina, agradezco tus disculpas y tu... ofrecimiento, pero... Lo siento-repitió él al oír que volvían a llamar a la puerta.
-No pasa nada. Esperaré.
Pedro, haciendo un gesto de impotencia, fue a abrir. Su cabeza, sobrecargada ya, se puso en alerta roja cuando vio a Pau.
-Hola. Esto es una ofrenda de paz --dijo Pau enseñándole botella de vino-. Me he portado fatal y espero que me des la oportunidad de rectificar. Si te apetece, había pensado que podrías venir a casa a cenar esta noche. Si quieres, trae una botella de vino. Por cierto, esta marca que ves aquí es bastante buena.
-Tú... yo... Paula.
-¿Quién esta ahí, Pedro?
<<Oh, oh», fue lo único en que Pedro pudo pensar. Aquello no iba a acabar bien. En ese momento Corina apareció por detrás, y Pedro vio que Pau se quedaba de piedra.
-Esto no es...
-Oh, vino, qué simpática. -Corina tomó la botella de la mano de Pedro, que se había quedado paralizado-. Pedro estaba a punto de servirme una copa.
-En realidad, yo... Paula Chaves. Ella es Corina Melton.
-Si, ya lo sé. Bien, disfrutad del vino.
-No, espera. -De un salto, Pedro la agarró por el brazo-. Espera. Espera, por favor. Entra en casa.
Pau se lo quitó de encima.
-¿Estás de broma? -Y entonces lo amenazó-. Si vuelves a tocarme, te dejo la mandíbula más morada que antes.
Se marchó a grandes zancadas hacia un coche que Pedro se fijó en que no era el suyo. Entonces Corina lo llamó desde el umbral.
-¡Pedro, cariño! Vuelve, no vayas a pillar un resfriado.
<<¿Rutina? -pensó él-. ¡Mira que estar preocupado por si caía en la rutina!>>
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