lunes, 13 de febrero de 2017
CAPITULO 41 (PRIMERA HISTORIA)
Se sentía justiciera. Fuerte. Cuando terminó la sesión y hubo alambre de calibre veinte para Laura, decidió que se merecía unos zapatos nuevos. Quizá, considerando el trauma y la victoria de las últimas semanas, también se merecía unos pendientes
«Los pendientes, por lo de Lourdes -decidió Pau-. Los zapatos, por lo de Pedro. Una celebración y una lamentación.››
Tal vez podría pasarse por su piso de camino a casa.
Aprovechando que se sentía fuerte y justiciera. Ambos eran personas inteligentes que se gustaban. Podían encontrar una solución de compromiso, un término medio.
No quería perderlo. No quería pasar su vida sin Pedro.
Pau paseó por las galerías comerciales hasta que dio con el Santo Grial: la sección de calzado de Nordstrom.
Quizá también le faltaban unas botas nuevas. Una nunca tiene bastantes botas. Unos zapatos nuevos y unas botas nuevas le darían una mayor sensación de seguridad en sí misma, justo Io que necesitaba para ir a casa de Pedro.
Podía presentarse con una botella de vino, en son de paz. Hablarían, y él la miraría de esa manera tan especial.
«Parece que esté jugando a ser Lourdes -pensó Pau-. Llevo el coche de Laura.>>
De todos modos, podía ir a verlo, y llevarle el vino. Podía invitarlo a cenar. Sería un gesto divertido, una manera de romper el hielo. <<Mira, te he traído este vino. ¿Por qué no vienes a cenar esta noche y lo traes contigo?›› Claro que entonces tendría que detenerse a comprar comida preparada. O podía atacar las provisiones de la señora Grady.
<<No, no», pensó mientras elegía un par de botines azul eléctrico que parecían diseñados para ella. Tenía que cocinar, demostrarle que le importaba tanto que por eso se tomaba todas esas molestias. Él importaba. Todo importaba.
Por eso le fastidiaba tanto el asunto.
-Eres... Patricia, ¿verdad?
Pau se volvió y vio a una rubia que le sonaba vagamente familiar
-No, lo siento.
-¿No eres la fotógrafa de bodas?
-Sí, pero me llamo Paula. .
-¡Claro! Lo siento. Soy Stephanie Gorden. Nos conocimos en la boda de mi primo, el sábado pasado.
-Ah, sí. ¿Cómo estás? ,
-Rodeada de zapatos. Divinamente. ¡Que botas tan fantásticas! Corina y yo hemos hecho novillos esta tarde. ¡Corina, ven a conocer a Paula!
<<¡Qué mala suerte!», pensó Pau. ¿Cómo podía el destino ponerle en la mano aquellas botas fabulosas y darle una patada en el culo al mismo tiempo?
-Corina, te presento a Paula. Es fotógrafa de bodas y además muy, muy buena amiga de Pedro.
-¿Ah, sí?
Corina era perfecta. La patada en el culo se remataba con una bofetada.
Corina se deslizaba sobre unos exquisitos zapatos de salón rojos con la puntera abierta y su brillante pelo oscuro le caía sobre los hombros en románticos rizos. Sus ojos, profundos y sensuales, escrutaron a Pau mientras curvaba sus suaves y delicados labios en una fría sonrisa.
-Hola.
-¿Qué tal? Preciosos zapatos.
-Sí. Creo que voy a quedármelos.
Incluso su voz era perfecta, pensó con amargura Pau. Suave y un poco rota.
-¿Conoces a Pedro Alfonso?
-Sí. Fuimos juntos al instituto. Durante un tiempo.
-¿De verdad? -Con aire ausente, Corina eligió un par de sandalias de tacón fino y bajo-. Nunca me habló de ti. Y tuvimos una relación bastante larga.
-Corina y Pedro -dijo alegremente Stephanie-. Era casi una sola palabra. Qué gracia haber coincidido así contigo. Acababa de explicarle a Corina que había oído que Pedro estaba saliendo con alguien y que os había visto juntos en la boda de Brent.
-Qué curioso.
-¿Qué tal está Pedro? -preguntó Corina dejando de nuevo las sandalias-. ¿Todavía vive enterrado entre sus libros?
-Creo que de vez en cuando sale a tomar un poco el aire.
-No hace mucho que sales con él, ¿verdad?
-El suficiente, gracias.
-Vosotras dos deberíais cambiar impresiones -dijo Stephanie golpeando amistosamente con la cadera a su amiga-. Corina podría darte un montón de sugerencias sobre Pedro, Pau.
-Qué divertido. Pero me gusta descubrir las cosas por mi misma. Pedro es un hombre fascinante, increíble, demasiado complejo para cambiar cuatro impresiones sobre él. Perdonadme, he visto un par de zapatos con el talón abierto que parecen diseñados para mí.
Mientras Pau se dirigía al otro extremo de la sección, Stephanie arqueó las cejas.
-¿Increíble, Pedro? Debe de haber cambiado desde que lo dejaste, Cori. Tengo que decir que estaba bastante bueno cuando lo vi el sábado. Quizá habrías tenido que aguantar un poco más con él.
-¿Quién dice que no puedo recuperarlo si se me antoja?- insinuó Corina mirándose los zapatos de salón-. De hecho, puede que vaya a hacerle una visita con mis zapatos nuevos.
Stephanie se rió por lo bajo.
-Qué mala eres...
-Lo que pasa es que me aburro. -Corina torció el gesto mientras seguía con la mirada a Pau. Esas botas tendrían que haber sido para ella, pensó. Le quedarían infinitamente mejor que a aquella larguirucha con pelo de zanahoria y culo estrecho-. Además, ¿por qué debería quedarse ella con Pedro? Yo lo vi primero.
-Creía que Pedro te aburría.
-Eso era antes. -Corina, suspirando, se sentó y examinó un montículo de zapatos donde elegir-. El problema contigo,
Steph, es que estás casada. Has olvidado la emoción de la cacería, la competición, el resultado final.
Se quitó los zapatos de salón y se calzó unas sandalias de tacón de aguja en rosa metálico.
-Los hombres son como los zapatos. Has de probártelos y llevarlos durante un tiempo... mientras te favorezcan. Luego los metes en el armario y te vas a comprar unos nuevos.
Se puso en pie y se giró un poco para estudiarse en el espejo.
-Y de vez en cuando, recuperas algo del armario y te lo vuelves a probar para ver cómo te sienta.
Corina echó un vistazo alrededor y frunció el ceño cuando vio que Pau se estaba probando las botas azules.
-Pero jamás dejes que otra revuelva dentro de tu armario.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario