sábado, 11 de febrero de 2017
CAPITULO 35 (PRIMERA HISTORIA)
Que distintas resultaban a los ojos de Pedro la menuda y curvilínea rubia del traje de chaqueta rojo y la pelirroja larguirucha del albornoz a cuadros escoceses.
Aunque las dos se quedaron paralizadas, y las dos le lanzaron una mirada que era una mezcla de terror y turbación. Sin embargo, esa similitud se desvaneció cuando Pau se puso triste y Lourdes adoptó la expresión calculadora de una mujer astuta.
-Bueno, bueno... Paula no me había dicho que tenía compañía. Y que se trataba de un hombre tan guapo. Paula, ¿dónde están tus modales? Cualquiera diría que has crecido en la selva. Me llamo Lourdes Barrington y soy la madre de Paula-. Le tendió la mano sin moverse de su sitio-. Encantada de conocerte.
-Pedro Alfonso. -Se acercó a ella para estrechársela, pero Lourdes le retuvo la mano entre las suyas.
-Buenos días, Pedro. ¿Dónde te ha encontrado Pau?
-Me gusta pensar que soy yo quien la ha encontrado a ella.
-¡Vaya, un encantador de serpientes! -Con una risueña carcajada, Lourdes se echó hacia atrás el cabello-. ¿Eres de Greenwich, Pedro?
-Sí, mi familia es de aquí.
-Alfonso, Alfonso... No sé si los conozco. Paula, por el amor de Dios, dale a este hombre un café. Siéntate, Pedro.- Dio unos golpecitos en un taburete para indicarle que tomara asiento-. Y ahora, cuéntame.
-Ojala hubiera tiempo, pero Paula y yo tenemos que prepararnos para una celebración.
-¿Ah, sí? ¿Tú también eres fotógrafo?
-No, solo la ayudo.
Lourdes le dirigió una mirada rápida y coqueta.
-Sin duda pareces muy capaz de ayudarla. Hazme compañía al menos mientras me tomo el café, y tú, Pau, sube a vestirte. Ve a arreglarte. Pareces un golfillo.
-Estaba pensando en lo bonita que estás -dijo Pedro dirigiéndose a Pau-. Sabes a una mañana de domingo.
Lourdes dejó escapar unas risas.
-Ya decía yo que eras un encantador. Puedo reconocerlos de lejos. Vigila, Paula, o te lo van a robar. Veamos, Pedro, siéntate y háblame de ti. Insisto.
-Toma el coche. -Pau agarró las llaves del cestito que había sobre el mármol-. Toma el coche y lárgate.
-Mira, Paula, puedes ahorrarte las groserías.- Lourdes, de todos modos, aceptó las llaves.
-Querías el coche y ya tienes las llaves. Mi oferta durará exactamente treinta segundos.
Lourdes, con aire de ofendida, recogió su abrigo.
-Disculpa el comportamiento de mi hija, Pedro.
-No hay nada que disculpar. En absoluto.
-Esperemos que este sea tolerante o terminarás sola. Para variar.- Fulminando con la mirada a Pau, Lourdes salió del estudio como una exhalación.
-Muy tonificante... Ojalá no le hubieras dado las llaves -comentó Pedro acercándose a Pau.
Ella lo detuvo con un gesto de la mano.
-No, por favor, no hagas eso. Siento que te hayas visto metido en medio del fregado, pero por favor, no hagas eso.
-¿Qué es lo que no tengo que hacer?
-Lo que ibas a hacer, fuera lo que fuese. -Pau dio un paso atrás alzando todavía más la mano.- No sé en qué estaría yo pensando. No lo sé. En el fondo, sabía que era una equivocación. Y que tenía que pararlo antes de que se complicara. Pero me dejé llevar. Es culpa mía.
-Supongo que ya no hablas de tu madre.
-Lo siento. Lo siento Pedro. En cuanto a esto, a lo nuestro... No puedo seguir adelante. No puedo seguirte a donde tú quieres. No es por ti, es...
-Basta -la interrumpió Pedro- Déjate de tópicos. Tú estas por encima de eso. Los dos lo estamos.
-Se trata de mí. -Paula notó que se le iba a quebrar la voz y la endureció-: No estoy preparada para esto. No soy de las que tienen relaciones duraderas. Soy de las que les entra una crisis de pánico y se marcha corriendo de tu casa porque se siente demasiado cómoda en ella.
-Ah, eso lo explica todo.
-Así soy yo. ¿Lo entiendes? No soy la persona que andas buscando.
-Habla por ti, Paula, y no des por sentado lo que yo quiero.
-Te lo digo porque lo veo claro. Estás… tan colgado que te imaginas que lo nuestro tiene futuro, quieres que lo tenga. Eres tradicional hasta la médula, Pedro, y no tardarás mucho en querer un compromiso sólido, un matrimonio, una familia, la casa y el gato de tres patas. Estás programado así, y lo que debes saber es que yo tengo los cables cruzados. -Pau dejó en el fregadero las varillas para montar que no había utilizado-. Ni siquiera me conoces. Hemos tenido una aventura, un rollo, para recordar el pasado. Tu enamoramiento te tenía intrigado, y a mí me ha halagado mucho, pero hemos dejado que las cosas vayan demasiado lejos. Nos hemos lanzado a lo loco por un camino en pendiente, pero hay baches y socavones. ¡Ni siquiera nos hemos peleado! ¿Cómo puedes pensar que...?
-Mira, estamos a punto de hacerlo- la interrumpió Pedro- No sé si piensas peor de ti que de mí en estos momentos. ¿Me estás preguntando si quiero un compromiso, un matrimonio, una familia, la casa y el maldito gato, que ya tengo, por cierto? Pues sí, quiero tenerlo todo tarde o temprano. Y no por eso soy un idiota.
-Yo no he dicho que...
-¿Baches y socavones? Bienvenida al mundo real. Los hay en todas partes. Y uno tiene que maniobrar para esquivarlos, pasar por encima o atravesarlos si quiere llegar al otro lado. Tu problema es que no paras de meterte de cabeza en el socavón de tu madre y permites que eso te fastidie el viaje entero. Ella no tiene la culpa de que tu capacidad de maniobra sea penosa. Tú la tienes.
-Lo sé perfectamente... Espera un momento. ¿Mi capacidad de maniobra es penosa? -Un atisbo de rabia le coloreó las mejillas-. Sé muy bien adónde voy y conozco mi camino. Solo he tomado un atajo. Deja de hablar con metáforas.
Pedro enarcó las cejas.
-Y estoy seguro de que ese atajo te ha servido para largarte bien lejos. A la mierda el atajo. Nuestra historia es importante, Paula. Aunque ninguno de los dos se lo habría imaginado jamás, existe.
-Te aprecio mucho, Pedro, te lo aseguro. No lo dudes. Por eso quiero decirte que tenemos que ir más despacio. Hay que pensarlo bien.
-¿Por qué dejas que ella dirija tu vida?
-¿Qué? No es cierto.
-Tu madre es una mujer egoísta, que solo se ve a si misma y te machaca emocionalmente porque te dejas. Te rindes y consientes que se salga con la suya en lugar de plantarle cara.
-¡Eso es ridículo e injusto! -La rabia de su voz contrastó con la calma de Pedro, y se sintió como una tonta-. Le he prestado el maldito coche para que se largara. Y eso no tiene nada que ver.
-Creo que más te valdría reflexionar sobre esta relación tan perversa.
-Es asunto mío.
-Eso es cierto.
Pau respiró hondo una vez, y luego otra.
-No quiero pelearme contigo. No podría pelearme contigo ni aunque quisiera. Tengo que trabajar y prepararme para la celebración y…Dios.
-Entendido. Me quitaré de en medio.
-Pedro no nos tiremos los trastos a la cabeza- Paula se pasó una mano por el cabello mientras él recogía su abrigo-. No quiero hacerte daño. No quiero que pienses que tú, que todo esto, no significa nada para mí.
-Demasiados noes, Paula.- Pedro examinándola con atención, se puso el abrigo-. podrías mirar la otra cara de la moneda y elegir lo que quieres- Se acercó a la puerta-. Ah, deja que te aclare que no estoy colgado. Estoy enamorado de ti. Y eso es algo con lo que tú y yo vamos a tener que cargar.
Salió del estudio y cerró despacio la puerta tras de sí.
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