martes, 7 de febrero de 2017
CAPITULO 23 (PRIMERA HISTORIA)
¿La habían besado así alguna vez, de un modo que al encontrarse los labios y las lenguas, todo su cuerpo vibrara? ¿La habían seducido tanto, de palabra y gestos, como con ese único y asombroso beso?
¿Cómo era posible que se hubieran vuelto las cosas de esa manera? Ella había pensado seducirlo y, medio en broma, medio en serio, llevárselo arriba, a la cama. Creyó que sería algo fluido y relajado, como la velada misma, y que eso desharía el nudo de lujuria que la atenazaba cuando estaba cerca de él.
Debía ser simple, básico.
Pero no lo fue.
Pedro le rozó las mejillas y el entrecejo con los labios, y esos serenos ojos azules la observaron mientras le desabrochaba la blusa. Apenas la tocó, pero a ella se le cortó la respiración. Casi ni la rozó, pero pasó a ejercer el control.
De pie, bajo la suave luz, con esos ojos clavados en ella, Pau se dejó llevar.
Cuando hubo desabrochado la blusa, Pedro le recorrió con la yema de un dedo la clavícula y bajó hasta la protuberancia de sus pechos. Tan solo un susurro, un leve roce. Pero a ella se le erizó la piel.
-¿Tienes frío? -preguntó él cuando vio que temblaba.
-No.
Y Pedro sonrió.
-Entonces…-Lentamente, le deslizó la blusa por los hombros y dejó que cayera al suelo-. Preciosos -murmuró pasando los pulgares por las copas bordadas del sujetador.
Pau exhaló, se quedó sin respiración y luego volvió a recuperar el aliento.
-Pedro, me dejas sin sentido.
-Me encantan tus ojos. Mares mágicos. -Le recorrió con los dedos el torso, dejando en su estela la huella de una vibrante sensación-. Siempre he querido contemplarlos cuando te tocara. Como ahora.
Paciente, sin tregua, exploró su cuerpo. Las protuberancias, los huecos, las curvas y los ángulos. Mientras Pau reaccionaba temblando, él le desabrochó un botón de la cintura y le bajó la cremallera.
De nuevo le acarició los costados, centímetro a centímetro.
Y le deslizó los pantalones cadera abajo, por las piernas.
-Ahora levanta un pie -dijo cogiéndola de la mano.
Pau obedeció como una mujer en trance y notó que se le aceleraba el pulso al pasear él la mirada por su cuerpo como antes había hecho con las manos. Lentamente.
-Me gustan tus botas. -Pedro esbozó una sonrisa.
Pau desvió la mirada y vio que iba vestida con los botines de tacón fino, el sujetador y las braguitas.
-Menudo estilazo.
Sonriendo, Pedro metió el dedo en la cinturilla de las braguitas y la atrajo de nuevo hacia él, arrancándole una exclamación.
En esta ocasión su boca enfebrecida se apoderó de la suya, como un relámpago de fuego. Y mientras ella se derretía, Pedro la volvió de espaldas y le mordisqueó el cuello haciéndole inclinar la cabeza hacia atrás.
Se demoró con una mano en su suave piel, en los ángulos y las curvas, mientras con la otra se desabrochaba la camisa.
En contacto con su cuerpo, Pau le pasó el brazo por la nuca y empezó a moverse sinuosamente.
«No vayas demasiado deprisa», se recordó Pedro. Quería saborear cada momento, el roce, el aliento… Tenía a Paula en sus brazos.
Notaba los fuertes latidos del corazón de ella bajo su mano y pensó que solo eso ya era un milagro. Paula estaba con él, le sentía, le deseaba... Y esa noche, por fin, los sueños del muchacho, los deseos del hombre serían eclipsados por la realidad de estar con esa mujer.
Se quitó los zapatos y se recreó con el sabor y la textura de su nuca. Atrapó el tirante del sujetador con los dientes y lo apartó para liberar la bella curva de sus hombros.
Pau se arqueó contra él, estremecida.
«El placer -pensó Pedro-. Tanto placer que dar y que tomar...>> Quería complacerla, saturarla de sensaciones y contemplarla elevándose y cabalgando. Sintiendo los latidos de su propio deseo, Pedro le desabrochó el sujetador con una mano y con la otra rozó la estrecha uve de sus braguitas. Le acarició la cara interna del muslo y jugueteó con el dedo bajo el encaje.
-Pedro. -Pau le cogió la mano para que siguiera, pero él, apartándose, la volvió hacia sí.
-Lo siento. No he terminado todavía.
En esos mágicos ojos se habían formado tempestades y la piel de porcelana se había teñido con el rubor de la pasión.
Por él, pensó Pedro. Otro milagro. Pau lo abrazó y lo besó con impaciencia.
«Espera -pensó él bulléndole la sangre-. Aguarda, hay más›> La condujo a la cama y se acostó con ella.
-Las botas... -insinuó Pau.
-Me gustan. -Y bajó la cabeza para tomarla por el pecho.
El cuerpo de la joven se estremeció, refulgió, dolorido y susurrante. Su mente se vació de todo lo que no fuera él y lo que él le ofrecía. Unas manos parsimoniosas y unos labios sabedores inundaron su cuerpo de sensaciones, en sucesivas capas, con sutileza, hasta que estas se fueron comprimiendo y Pau se quedó sin aire.
-No puedo, no puedo más...
-Espera…- Pedro deslizó un dedo dentro de ella.
Un relámpago de alivio rasgó los velos.
Acaricio su tembloroso cuerpo con los labios y usó la boca para destrozarla. Pau se elevaba y descendía. Rápido, muy rápido. Una sensación sucedió a otra, hasta que todo se diluyó en sombras, luces y movimientos salvajes. Un mar de sensaciones la inundó, una tempestad se desencadenó llevándola a la desesperación, truncándose con el siguiente oleaje.
Cuando al final Pedro se adentro en ella, ambos gimieron a la vez.
El cuerpo de Pau se arqueo hasta casi hacerle perder el escaso control que le quedaba.
Pedro contemplaba sus ojos, ahora sombríos, vidriosos, mientras los dos se volvían locos con sus largas y lentas embestidas. La sintió ascender, la vio ascender, y se impregnó de ella.
-Paula… Paula.- Se dejo llevar por sus ojos, por su cuerpo, hasta ahogarse.
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AL finnnnnnnnnnn, excelentes los 3 caps!!!!!!!!!!!!
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