martes, 7 de febrero de 2017
CAPITULO 21 (PRIMERA HISTORIA)
No le venia muy bien pasar por la academia de camino a su próxima entrevista. De todos modos le quedaba un poco de tiempo antes de la cita y, y además no había devuelto la llamada de Pedro, lo cual era una grosería por su parte ¿Que tenia de malo detenerse a saludarlo?
Pau supuso que estaría dando clases. Espiaría un poco... para comprobar <<eso>> que quería comprobar y le dejaría una nota en el despacho principal. Pensaría en algo divertido y fresco y así la pelota que no paraban de lanzarse iría a parar a su tejado.
¿Había tanto silencio en los pasillos cuando ella estudiaba?¿Existía ese eco que hacía que sus pasos restallasen como disparos?
La escalera que ahora subía era la misma que había recorrido una docena de años atrás. En una vida anterior.
Hacía tanto de eso que no acababa de imaginarse en esa época y solo tenía un vago recuerdo de su persona, como quien altera una foto hasta dejarla borrosa.
Le pareció que caminaba en compañía de una sombra de sí misma, llena de recursos y posibilidades.
Una sombra que no tenía miedo.
¿Qué había sido de esa chica?
Pau se acercó a la puerta del aula y atisbó por la ventanilla.
Su aire taciturno se esfumó de repente.
Pedro iba vestido con la chaqueta de tweed, una camisa, una corbata y un suéter de pico. Por suerte, no llevaba las gafas puestas, porque entonces Pau habría babeado de lujuria.
Pedro se apoyó en la mesa con una leve sonrisa. Prestaba atención a una estudiante que, a juzgar por la expresión de su cara y sus gestos, hablaba apasionadamente.
Vio que él asentía, tomaba la palabra y luego se centraba en otro alumno.
Estaba enamorado, comprendió. Enamorado del momento y de todos los momentos que habían hecho posible lo que estaba pasando en el aula. Estaba metido hasta el cuello.
¿Lo sabían sus alumnos?, se preguntó. ¿Comprendían esos chicos que se entregaba a ellos en cuerpo y alma?
¿Entendían, eran capaces de entender, esos jóvenes temerarios, que aquella entrega absoluta era un milagro?
Pau se sobresaltó cuando sonó el timbre y se llevó la mano al corazón para controlar sus latidos. Chirrido de sillas, cuerpos que se levantaban como accionados por un resorte.
Apenas logró quitarse de en medio antes de que la puerta se abriera de golpe.
-Leed el tercer acto para mañana porque lo discutiremos en clase. Y esto también va por ti, Grant.
-Jolín, doctor Alfonso...
Pau esquivó la estampida, aunque logró ponerse en un ángulo que le permitió ver a tres estudiantes acercándose a su mesa. Pedro no los despachó con prisas, sino que se puso las gafas (Que alguien me ayude>›) para repasar un trabajo que uno de sus alumnos le había entregado.
-Paula -pensó con las hormonas aceleradas-, estás metida en un lío.››
-Hoy has planteado algunas cuestiones interesantes, Marcie. Veamos si mañana podemos tratarlas cuando discutamos el tercer acto. Me interesa... -Pedro la vio acercarse al umbral. Pau se fijó en que él parpadeaba y se quitaba las gafas para observarla detenidamente-. Decía que me interesaría saber tu opinión.
-Gracias, doctor Alfonso. Hasta mañana.
El aula se vació y los pasillos se llenaron de ruido. Pedro dejó las gafas encima de la mesa.
-Paula.
-Estaba en el barrio y he recordado que no te había devuelto la llamada -dijo acercándose a su mesa.
-Prefiero que hayas venido.
-Yo también lo encuentro más interesante. Hoy te veo muy arreglado.
Pedro desvió la mirada cuando ella dio un tirón al nudo de la corbata.
-Ah, he tenido una reunión de profesores esta mañana.
-¿Tú también? Espero que fuera mejor que la mía.
-¿Cómo dices?
-Nada. Agua pasada no mueve molino.
-Sí mueve, en general. A menos que haya sequía.
-Claro. Me ha gustado verte en tu entorno natural.
-¿Quieres que vayamos a tomar un café? Esta es mi última clase del día. Podríamos...
-Pedro, iba a pillar una... -Un hombre bajito, con unas gafas con montura de concha y una cartera abultada colgada al hombro, entró en el aula. Se detuvo atónito al ver a Pau-. Oh, lo siento. No quería interrumpir.
-Humm. .. Paula Chaves. Uno de mis colegas: Bob Tarkinson.
-Encantada -dijo Pau mientras Bob, tras las gafas, abría unos ojos como platos-. ¿Enseñas literatura?
-¿Literatura? No, no. Estoy en el departamento de matemáticas. -Me gustaban las mates. Sobre todo la geometría. Me gusta imaginar ángulos.
-Paula es fotógrafa -explicó Pedro, y entonces recordó que Bob ya lo sabía. Y quizá incluso algo más.
-Claro. Fotografía, ángulos... Bien. Estooo, tú y Pedro enfilar el sendero que llevaba al aparcamiento de las visitas ibais...
-Estábamos pensando en ir a tomar un café -se apresuró a aclarar Pedro-. Nos veremos mañana, Bob.
-Bueno, podría…Ah, claro, claro…-A la primera andanada, Bob captó el mensaje-. Mañana. Encantado de conocerte, Paula.
-Adiós, Bob. -Pau se volvió hacia Pedro.
Bob aprovechó la oportunidad para dedicar a Pedro una amplia sonrisa y levantar los pulgares con aire entusiasta antes de marcharse..
-Decía... el café.
-Me encantaría, pero voy a ver a una clienta. Cuando termine, iré a casa a hacer los deberes. Tengo que empollar para un examen.
-Ah, ¿Cómo?
-Un pedido importante y un cliente de bandera. Se impone una presentación súper pluscuamperfecta. Tenemos una semana para prepararla y conseguir el contrato. Pero si has terminado por hoy, podrías acompañarme al coche.
-Claro.
Pau esperó a que Pedro cogiera el abrigo.
-Ojalá hubiere traído unos libros para que me los pudieses llevar. Cerraría el círculo nostálgico que siento cuando estoy aquí. Aunque no recuerdo que algún chico cargara alguna vez con mis libros.
-Nunca me lo pediste.
-Oh, si entonces hubiéramos sabido lo que sabemos ahora…Se te veía muy bien allí dentro, doctor Alfonso. Y no me refiero a tu uniforme de profesor. Enseñar te sienta bien.
-Ah, bueno. En realidad estaba moderando un debate. Eran ellos quienes hacían todo el trabajo. Eso es más bien dirigir.
-Pedro, di <<gracias>>.
-Gracias.
Salieron al exterior y bajaron los escalones de entrada para enfilar el sendero que llevaba al aparcamiento de las visitas.
-Los adolescentes nunca tienen frío para salir- Observó Pau.
Los jóvenes se repartían por el césped, se sentaban en los peldaños de piedra y conversaban por grupos en el aparcamiento.
-Me dieron el primer beso allí mismo.-Pau señalo la esquina del edificio-.John C. Prowder me plantifico uno justo después de la reunión para las previas de un partido. Tuve que ir a buscar a Carla y a Emma después de la quinta clase para explicarles en el baño de las chicas lo que me había pasado con todo detalle.
-Te vi besándolo una tarde, de pie, en la escalinata. Se me rompió el corazón.
-Si lo hubiéramos sabido entonces…Voy a tener que recompensarte.- Se volvió hacia el, le paso los brazos por la nuca y lo beso en los labios. Le dio un beso al amparo de la academia, mientras los fantasmas se revolvían en los pasillos y mudaban los viejos sueños.
-Vía libre, doctor Alfonso- gritó alguien mientras los otros silbaban de aprobación.
Pau, con una expresión de alegría, dio otro tirón a su corbata.
-Ahora he destrozado tu reputación.
-O la has mejorado de golpe. -Pedro carraspeó cuando llegaron al coche-. Supongo que estarás ocupada toda la semana con la propuesta.
-Sí lo estaré -afirmó Pau mientras él le abría la portezuela-. Pero saldré a tomar el aire.
-Podría invitarte a una cena casera. El jueves, si puedes salir entonces a tomar el aire.
-¿Sabes cocinar?
-No estoy muy seguro. He hecho una apuesta.
-No estoy en contra de las apuestas, sobre todo cuando se trata de comida. ¿A las siete en tu casa?
-Perfecto. Te daré mi dirección.
-Sabré encontrarte -dijo Pau subiendo al coche-. Cuenta conmigo para el postre. -Y casi se quedó sin aire de la carcajada que dio al ver su expresión-. No estaba haciendo una metáfora para referirme al sexo, Pedro. Hablaba de traer un postre. Achucharé a Laura para que me prepare algo.
-Comprendido. Pero que sepas que me encantan las metáforas.
Pau sacudió la cabeza mientras se alejaba. Más puntos para el profesor. Tenía hasta el jueves para decidir si se conformaba con un trozo del pastel de crema italiano de Laura o se inclinaba por la metáfora.
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