sábado, 25 de marzo de 2017

CAPITULO 54 (TERCER HISTORIA)




Comprendió que esa mujer necesitaba algo más que palabras, y él quería dárselo. Le había abierto su corazón, y gracias a su sinceridad, le había quedado muy claro lo que sentía por él.


Paula corrió y paseó hasta serenarse. Había comprendido que la escena de la playa era obligada, que si no hubiera sucedido en ese momento, habría sucedido igualmente, quizá en otro lugar. Era inevitable abordar la cuestión. Para ambos. Mejor que hubiera ocurrido más pronto que tarde.


Si la consecuencia era que rompía con Pedro, saldría adelante. Paula sabía curarse las heridas y aceptar las cicatrices.


Pedro se había comportado con amabilidad y ella se había enfurecido, pero de alguna manera ambos se habían movido de sitio.


Paula subió a su dormitorio por las escaleras exteriores con la intención de no encontrarse con nadie hasta la mañana siguiente.


Sin embargo, sus tres amigas la esperaban. Emma se levantó al verla.


—Lo siento. Siento mucho haberle contado lo de Lourdes.


—No es culpa tuya, no te preocupes.


—Sí lo es y me preocupa. Lo siento.


—Yo también lo siento —intervino Maca—, porque fue mi madre quien colocó la bomba.


—Y yo —afirmó Carla tendiéndole la mano—, porque Pedro es mi hermano.


—Bueno… ¡Vaya grupo de plañideras…! —soltó Paula sentándose en la cama—. En realidad no es culpa de nadie. Las cosas son como son. Aunque creo que esta noche paso de las risas y los juegos. Podéis buscar una excusa para mí, ¿verdad? Decid que tengo dolor de cabeza, que estoy cansada de haber ido de compras o que me he tomado demasiados margaritas.


—Sí, por supuesto, pero… —Maca se interrumpió y miró a Carla y a Emma.


—¿Qué? ¿Qué pasa?


Pedro se ha ido —dijo Carla sentándose a su lado.


—¿Se ha ido? ¿Qué quieres decir?


—Ha dicho que regresará mañana por la mañana, que tenía que ir a ocuparse de un asunto. Insinuó que se trataba de un tema de trabajo, pero…


—Nadie se lo ha tragado. —Paula escondió la cabeza entre las manos—. Fantástico. Mejor, imposible. He sido yo la que le ha dicho que se marchara. ¿Ahora resulta que me escucha? He metido la pata. Tendría que haberme ido yo. ¡Por Dios, estoy en su casa!


—Volverá —intervino Emma acariciándole la espalda—. Seguramente ha querido darte tiempo. Ya arreglarás las cosas, cariño.


—No se trata de arreglar nada. He dicho cosas que…


—Todos decimos barbaridades cuando nos ponemos furiosos o estamos tristes —la consoló Maca.


—Le he dicho que le quiero, que siempre le he querido, que nunca ha habido nadie más. Básicamente le he abierto mi corazón y se lo he puesto en bandeja.


—¿Qué ha dicho él? —preguntó Carla


—Nada. No le he dejado hablar, porque no quería oír sus comentarios. Lo único que quería era que se marchara, y yo he desaparecido, corriendo más que andando.


—¿No ha ido tras de ti? —Emma soltó un bufido—. Ese hombre es imbécil.


—No. Me conoce muy bien y sabe que hablaba en serio. Pero yo no esperaba que se marchara en realidad. Crees que conoces a alguien porque lo has tratado toda la vida, y un buen día te da una sorpresa. Procuremos que algo así no nos estropee las vacaciones. Creo que me pondría enferma si eso ocurriera. Lo único que quiero es irme a la cama.


—Te haremos compañía —murmuró Emma.


—No, de verdad. Voy a acostarme, pero si queréis hacerme un favor, salid y fingid que todo va bien, que la situación es completamente normal. Eso sí os lo agradecería.


—Muy bien —dijo Carla antes de que Emma empezara a protestar—. Si necesitas compañía o cualquier otra cosa, solo tienes que llamar a mi puerta.


—Lo sé. Estaré bien, y por la mañana, aún mejor.


—Si no es así, y quieres volver a casa, iremos contigo —afirmó Carla abrazándola.


—O echaremos a los hombres y nos quedaremos aquí nosotras solas —propuso Maca.


—Sois las mejores amigas del mundo. Estaré bien.





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