viernes, 17 de marzo de 2017
CAPITULO 28 (TERCER HISTORIA)
Cargar de nuevo las cosas en el automóvil desencadenó la misma tensión del principio. Terminada la tarea, Carla los guió hasta un bar de copas de la zona. Antes de entrar le entregó a Sebastian las llaves del coche.
—Pedro invita a la primera ronda —anunció.
—¿Yo?
—Sí, y el conductor que acabamos de asignar no sacará la cartera en este local —afirmó Carla. En ese momento llegó Martin—. Vale más que cojamos un par de mesas.
Juntaron dos mesas y se acomodaron. Tras pedir la primera ronda, las mujeres fueron en grupo al baño.
—¿Qué creéis que hacen ahí dentro? —se preguntó Martin.
—Hablan de nosotros —dijo Jeronimo— y montan la estrategia.
—Aprovechando que estamos solos —intervino Pedro—, quiero decirte que Carla ha montado la escena de antes porque estaba enfadada conmigo.
Martin le sonrió con naturalidad.
—Me parece muy bien. Hazla rabiar otra vez.
—Muy gracioso. Mira, te llamé sin consultárselo y lo ha interpretado mal.
Martin, divertido por la situación, echó la silla hacia atrás y recostó el brazo en el respaldo.
—¿Ah, sí? ¿Qué es lo que ha interpretado mal?
—Ha creído que intentaba emparejaros.
—¿Tu hermana no encuentra tíos para salir?
—No es eso.
—Entonces no te preocupes.
La banda se puso a tocar en el momento en que les servían las copas, y entonces aparecieron las mujeres.
—¡Bailemos! Vamos, Jeronimo. —Emma lo tomó de la mano y tiró de él.
—Acaban de traernos la cerveza.
—Primero bailemos. Deja la cerveza para luego.
—Bien pensado. —Pedro se levantó y sacó a bailar a Paula—. Hacía tiempo que tú y yo no bailábamos.
—A ver cómo te portas.
—Vamos, Sebastian.
—Soy pésimo bailando —le recordó el joven a Maca.
—Tendrás que bailar en la boda. Vale más que practiques.
—Visto así…
Martin esperó unos segundos, y luego se levantó y tendió la mano a Carla.
—No hace falta que…
—Sabes bailar, ¿no?
—Claro que sé bailar, pero…
—¿Te da miedo bailar conmigo?
—¡Qué ridiculez! —Carla se levantó molesta—. ¡Ni que me hubieras pedido para salir! Oye, siento mucho lo de antes, estaba…
—Furiosa con Pedro. Lo comprendo. Tomemos una copa y bailemos. No pasa nada.
La música era trepidante, rápida. Martin le hizo dar un giro inesperado, la atrajo hacia sí y empezó a moverse.
Ese hombre tenía ritmo, y Carla tardó solo un minuto en acoplarse a sus pasos y a su velocidad. Tuvo que admitir que había vuelto a pillarla desprevenida.
—Veo que has ido a clases de baile —comentó ella.
—No, pero comprendí que bailar sirve para ligar con las mujeres —sentenció Martin haciéndola girar de nuevo y estrechándola contra él hasta que sus cuerpos encajaron—. También me sirvió en el trabajo. Las escenas de luchas son coreografías, y yo trabajé de extra muchas veces.
—Trabajo y mujeres.
—Sí, la vida es mejor si tienes ambas cosas.
Cerca de ellos Paula chasqueó los dedos ante los ojos de Pedro.
—Basta. Los estás mirando fijamente.
—Solo… comprobaba una cosa.
—Mírame. —Paula le apuntó a los ojos con los dedos.
Pedro la asió por las caderas y se acercó a ella.
—Estabas demasiado lejos.
—Sí. —Paula lo asió por la nuca y balanceó las caderas—. ¿Qué tal ahora?
—Mucho mejor. —Pedro reclamó sus labios—. Y ahora más, pero esto me está matando.
—Tómalo —dijo Paula rozando su labio con los dientes—. O tómame a mí.
—Soy hombre muerto. Ven, sentémonos.
Paula recordó la última vez que había ido a un bar de copas con sus amigas. Ninguna de las cuatro tenía una relación estable y una noche fueron a bailar a un local de moda en Nueva York. Cuántas cosas podían cambiar en unos meses, pensó.
Ahora eran ocho en lugar de cuatro. Tenían que apretujarse para caber en las dos mesas y gritaban para hacerse entender por encima de una música ensordecedora. De vez en cuando Pedro le acariciaba el pelo o la espalda. No imaginaba lo que ese contacto distraído suscitaba en su cuerpo.
Paula tuvo ganas de acurrucarse en sus brazos y ronronear, o arrastrarlo hasta la furgoneta para quedarse con él a solas.
Era lamentable lo mucho que sufría, lo mucho que Pedro podía darle con un simple gesto.
Si él supiera que estaba locamente enamorada… sería muy amable con ella, y eso la mataría.
Era muchísimo mejor ir despacio, con calma, como había propuesto él al principio. Quizá consiguiera calmar sus sentimientos, quizá pudieran encontrar un punto intermedio para que no le doliera tanto el corazón.
Pedro la miró y sonrió. Paula notó el latido de su sangre.
Todo cambiaría, pensó la joven, pero el deseo seguiría igual.
Alrededor de la medianoche se amontonaron en la furgoneta y Sebastian se puso al volante. Paula escuchaba el murmullo de las voces de sus amigos y los últimos sonidos de la jornada. Sin embargo, la luna y las estrellas seguían luciendo en el firmamento. Quedaba toda la noche por delante.
—Mañana tengo que cenar con un cliente —le dijo Pedro—, y luego, partida de póquer. Piénsate un lugar adonde ir la próxima vez.
—Muy bien.
—Con suerte me echarás de menos.
—Puede que sí.
Cuando Sebastian tomó el desvío de la casa de Pedro, este se despidió de Paula con un beso.
—Propóntelo al menos. —Hizo ademán de salir del vehículo, pero antes tocó a Carla en el hombro—. Ya no estás enfadada, ¿verdad?
Su hermana lo miró con frialdad.
—Si no estoy enfadada es porque hemos ganado el partido y Martin ha resultado ser un buen bailarín. Vuelve a intentarlo y saldrás herido.
—Te lo has pasado bien —concluyó Pedro besándola en la mejilla—. Gracias por el trayecto. Hasta pronto. A vosotros, tíos, hasta mañana. Noche de póquer.
Salió de la furgoneta, los saludó con la mano y se encaminó hacia la puerta de su casa.
Paula estuvo luchando consigo misma durante casi medio kilómetro.
—¡Para, para! Detente a un lado.
—¿Te encuentras mal, cielo? —preguntó Emma incorporándose y volviéndose hacia atrás.
—No, no, es que… ¡Qué estupidez! ¡Esto es una estupidez…! —Paula abrió la portezuela con ímpetu—. A la mierda la apuesta. Voy a casa de Pedro. Marchaos.
Ignoró los gritos de alegría y dio un portazo al salir.
—Espera —dijo Sebastian asomándose por la ventanilla—. Te acercaré porque…
—No, gracias. Marchaos.
Paula se dio la vuelta y echó a correr.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario