jueves, 2 de febrero de 2017

CAPITULO 7 (PRIMERA HISTORIA)





<<Hay mañanas en que necesitas algo más que una galleta Pop Tras y un subidón de cafeína>>, decidió Pau para sus adentros. Suponía que se había ahorrado la miseria de una resaca (<<Gracias a Pedro Alfonso>>) pero los centímetros caídos de nieve reciente significaban que habría que echar mano de la pala. Y para eso necesitaba combustible de verdad. Sabiendo dónde lo encontraría, se puso las botas, se embutió en el abrigo y salió al jardín.


Y regresó inmediatamente para ir a buscar la cámara.


La osada y fulgurante luz de un cielo azul intenso centelleaba sobre un mar quieto y blanco. Ese mar inmaculado, virgen, se extendía a sus pies cubriéndolo todo. 


Ahogando el paisaje. Los arbusto se habían convertido en unas criaturas jorobadas que cruzaban el océano helado, y las rocas que formaban la laguna de la piscina eran como una barricada destrozada.


Tomó una bocanada de aire -el frío era como diminutas esquirlas de cristal- y luego lo dejó escapar formando unas nubecillas gélidas mientras encuadraba la arboleda, transformada ahora en un palacio invernal.


Los paisajes y las imágenes de postal raramente la inspiraban.


Ahora bien, el blanco y negro, tan matizados ambos, y el contraste de luz y sombra bajo un cielo azul casi salvaje requerían su momento. Todas esas formas y texturas, las ramas sepultadas y las cortezas llenas de encaje ofrecían infinitas posibilidades.


La magnífica y maravillosa casa sobresalía del mar como una isla elegante y grácil.


Paula se dirigió a la mansión, experimentando con los ángulos, aprovechando la luz, centrándose en las chispeantes bolas algodonosas de las azaleas que florecerían al llegar la primavera.


Captó un movimiento, y cuando se giró para observarlo con atención, vio un cardenal que se dirigía a la rama nevada de un arce. Se quedó allí posado, una mancha aislada de rojo vívido, y empezó a trinar.


Pau se agachó y enfocó con el zoom para no tener que acercarse más y arriesgarse a fastidiar la foto. ¿Era el mismo pájaro que se había estrellado contra la ventana de la cocina? En cualquier caso, parecía ileso y con el plumaje intacto, posado, cual singular llama, sobre una rama de encaje blanco.


Captó el instante e hizo tres fotografías seguidas cambiando tan solo ligeramente de ángulo. Había clavado la rodilla izquierda en el suelo y la nieve le empapó los tejanos.


De repente, el ave emprendió un vuelo rasante por el mar helado, atravesó la brillante luz y desapareció.


Emma, la preciosa Emma, con un abrigo viejo azul marino y una gorra y una bufanda blancas, se acercaba caminando por la nieve.


-No sabía cuánto rato tenía que esperarte ahí de pie, si hasta que tú terminaras o hasta que el condenado pájaro saliera pitando. ¡Qué frío hace aquí!


-Me encanta el invierno. -Pau volvió a poner en posición la cámara y, tras encuadrar a Emma en el visor de la lente, disparó.


-¡Ni se te ocurra! Estoy horrible.


-Estás monísima. Y estas botas Ugg de color rosa son una preciosidad.


-¿Por qué las compré rosas? ¿En qué estaría yo pensando?-Emma hizo un gesto de impotencia cuando llegó junto a Pau y las dos juntas retomaron el camino de la casa.- Te imaginaba ya en la cocina incordiando a Laura para que preparara el desayuno. ¿No fuiste tú quien me llamó hace casi una hora para soltarme <<tortitas>>?


-Sí y ahora somos dos a incordiar. Lo que pasa es que me he entretenido. Esto es maravilloso: la luz, los tonos, las texturas...En cuanto al condenado pájaro... la propina.


-Estamos a siete grados bajo cero y, por muchas tortitas que comamos, se nos va a helar el culo de quitar tanta nieve con la pala. ¿Por qué no estaremos siempre en verano?


-Porque en verano no hay tortitas. Creps, quizá, pero no es lo mismo.


Emma dio unos puntapiés para quitarse la nieve de sus Uggs rosas, y dirigiendo una mirada torva a su amiga, abrió la puerta.


Pau olió el aroma a café al instante. Se desembarazó de la ropa de abrigo, dejó la cámara con cuidado encima de la secadora y entro a grandes Zancadas para dar a Laura un abrazo de los que cortan la respiración.


-Sabía que podía contar contigo.


-Te he visto por la ventana jugando a la amante de la naturaleza y me he imaginado que vendrías a mendigar unas tortitas -Laura, con el pelo sujeto hacia atrás con unos clips y las mangas remangadas, pesaba harina.


-Te quiero, y no solo por tus tortitas en días nevados.


-Bien, pues entonces pon la mesa. Carla ya se ha levantado y está contestando el correo.


-¿Ha pedido que vengan a quitar la nieve?-preguntó Emma-Hoy tengo tres entrevistas.


-La del aparcamiento, sí. Se sobreentiende que no hay tanta como para llamar a la tropa. Del resto, nos encargaremos nosotras.


Emma hizo un mohín de fastidio.


-Odio quitar la nieve a paletadas.


-Pobre Em -exclamaron a la vez Pau y Laura.


-Brujas.


-Hoy tengo una historia para desayunar. -Dejándose llevar por el placer de la improvisada sesión de fotos y la inmediata perspectiva de disfrutar de unas tortitas, Pau añadió una buena dosis de azúcar a su café-. Una historia erótica para el desayuno.


Emma iba a abrir el armario de los platos cuando se detuvo en seco.


-Confiésalo todo.


-Aún no estamos comiendo. Además, Carla todavía no ha bajado.


-La traeré a rastras si es necesario. Me apetece calentarme con una historia erótica porque luego habrá que darle a la pala si queremos limpiar esa nieve engorrosa -dijo Emma escabulléndose de la cocina.


-Una historia erótica para el desayuno. -Laura, repitiendo las palabras de Paula, cogió la cuchara de madera y se puso a remover la masa de las tortitas-. Debe de tener algo que ver con Pedro Alfonso, a menos que recibieras una llamada obscena por teléfono y consideres eso erótico.


-Depende de quién llame.


-Ese hombre es un encanto. Aunque no es tu tipo.


Pau se volvió hacia ella mientras abría el cajón de la cubertería.


-¿Crees que me gustan de un tipo en concreto?


-Ya sabes que sí. Atléticos, con ganas de divertirse, con cierta veta creativa, aunque no es un requisito indispensable, y que no sean demasiado profundos ni demasiado serios. El encanto intelectual o académico, o el de los tipos callados, no consta en tu historial.


-Los listos me gustan -dijo Pau con un mohín-. Lo que pasa es que ninguno de los que conozco ha hecho que se me dispare el calentómetro.


-Y además es dulce. Tú no sueles ir con tíos dulces.


-A mí me gusta lo dulce -objetó Pau-. ¡Prueba mi café!


Laura estalló en carcajadas, dejó la masa a reposar y fue a sacar unos frutos del bosque de la nevera.


-Pon la mesa, Elliot.


-Voy. -Pau pensó en la perorata que acababa de soltarle Laura. Quizá era acertada... hasta cierto punto-. Todas tenemos un tipo de hombre. El de Carla es un hombre de éxito, educado, leído...


-Y además bilingüe -añadió Laura mientras lavaba las bayas.- Tienes que ser capaz de distinguir entre un Armani y un Hugo Boss a varios pasos de distancia. Emma también tiene un tipo muy definido: hombre.


Cuando Emma regresó a la cocina, encontró a Laura partiéndose de risa.


-Carla bajará enseguida. ¿Me he perdido el chiste?


-Hablábamos de ti, cariño. La plancha está caliente –anunció Laura-. Moveos.


-Buenos días, socias. -Carla entró en la cocina: tejanos oscuros, suéter de Cachemira, el pelo recogido en una cola y un toque de maquillaje. Durante un segundo Paula pensó que si no la quisiera tanto, la odiaría-. Acabo de confirmar tres visitas para enseñarles la casa y soltarles el discurso. ¡Cómo me gustan las vacaciones! Todos se declaran en vacaciones. Y antes de que nos demos cuenta, será San Valentín y nos caerán más clientes. ¿Eso son tortitas?


-Trae el sirope -le dijo Laura.


-Las carreteras están despejadas. No creo que hoy nos anulen ninguna entrevista. Ah, los Paulson me han enviado un correos…acaban de volver de la luna de miel. Tomaré unas frases de su mensaje para la página Web.


-Basta ya de trabajo -la interrumpió Emma-. Pau tiene una historia erótica para el desayuno.


-¿Ah, sí? -Carla, arqueando las cejas, dejó el sirope y la mantequilla sobre la mesa rinconera donde desayunaban-. Cuéntanos hasta el último detalle.


-Todo empezó, como suele ocurrir en las historias eróticas, cuando me manché la blusa con la Coca-Cola Light.


Pau empezó su historia mientras Laura ponía la bandeja de tortitas sobre la mesa


-Y nos dijo que se había dado contra una pared... –interrumpió Emma-. ¡Pobre Pedro! -Sofocó una carcajada mientras cortaba un primer trozo muy fino de tortita.


-No; se estampó -aclaró Pau-. De verdad, arremetió contra ella. En los dibujos animados ahora habría un agujero en la pared con la silueta de su cuerpo. Lo siguiente es que está sentado en el suelo, yo intento averiguar si se ha hecho daño, y va y le meto las tetas en la cara... lo que él me hace notar con mucha educación.
-<<Perdone, señorita, pero me parece que me ha puesto sus tetas en la cara. >>


Pau apuntó con el tenedor a Laura.


-Aunque no dijo <<tetas>>, y más bien tartamudeó. Me fui a poner una camiseta que tenía en la secadora, le di una bolsa de hielo y acabé decidiendo que no era necesario ir a urgencias. -Pau hablaba mientras iba engullendo como podía sus tortitas.


-Me decepcionas -dijo Laura-. Yo esperaba que en una historia erótica hubiera sexo, pero solo nos has hablado de tus fantásticas delanteras.


-No he terminado todavía. La segunda parte empieza cuando estoy trabajando en casa y contesto al teléfono como si nada. Es mi madre.


Carla, perdiendo la sonrisa, hizo un gesto de negación.


-Esto no es erótico. Tienes que filtrar las llamadas, Pau.


-Ya lo sé, ya lo sé, pero sonaba la línea del trabajo y no pensé en nada. En fin, todavía hice algo peor. Mi madre había roto con su último novio y se salió por peteneras: estoy hundida, estoy destrozada, bla, bla, bla. Las penas y los sufrimientos precisan de una semana en un balneario de Florida y de tres mil dólares por mi parte.


-Dime que no -musitó Emma-. Dime que no cediste.


Pau se encogió de hombros y clavó el tenedor en las tortitas.


-Ya me gustaría.


-Cariño, esto tiene que acabar -intervino Laura-. De una manera u otra.


-Ya lo sé. -contestó Pau. Emma le tocó la rodilla en señal de apoyo-. Pero me derrumbe, ya veis. Luego descorché una botella de vino para ahogar las penas y el asco que sentía.


-Haber venido a casa, mujer -dijo Carla acariciándole la mano-. Nos tenías aquí.


-Eso ya lo sé, pero sentía rabia, tristeza... me daba lástima a mí misma y asco. ¿Y sabéis quién llama a la puerta?


-Oh, oh... -Laura abrió unos ojos como platos-. No me digas que te emborrachaste y, como te dabas tanta lástima, practicaste el sexo con Pedro. Si es así, no te dejes ni un solo detalle.


-Le invité a tomar una copa.


-¡Caray! -Emma, a modo de celebración, se sirvió otra tortita.


-Se lo vomité todo, mi familia y toda la mierda que la acompaña. Total, que el tío venía a entregar un paquete y termina con una mujer con dos copas de más en plena fiesta de autocompasión. Me escuchó, cosa que no capté en aquel momento, porque yo iba colocada y no paraba de despotricar, pero lo cierto es que me escuchó. Luego me llevó a dar un paseo. Me puso el abrigo, me lo abrochó como si fuera una niña de tres años y me sacó al jardín. Una vez fuera, siguió escuchando un rollo interminable. Luego me acompañó a casa y...


-Lo invitaste a entrar y practicasteis el sexo como locos –saltó Emma.


-Anda y búscate tu propia historia erótica para el desayuno. Lo cierto es que me sentía un poco violenta, y muy agradecida también, por eso le di un besito. Un beso en los labios, como compañeros que se dan las gracias. Lo siguiente que recuerdo es que me vi metida en un besazo de los que te dejan frita, hacen que te bulla la sangre y te dejan sorda al ritmo de un tamtan de la selva. Los de «te agarro, y luego te empujo contra la pared».


-Oh...-Emma se estremeció de placer-. Me encantan.


-A ti te encantan los morreos -aclaró Laura.


--Sí, sí, es verdad. Había imaginado que Pedro sería del tipo sexy, lento y tímido.


-Puede que en líneas generales lo sea, porque cuando la cabeza me iba a estallar, se detuvo, se disculpo un par de veces y luego se escabullo hacia el coche. Ya se había marchado cuando recuperé el habla.


Carla aparto su plato y se acerco la taza de café.


-Bien, vas a tener que ir a buscarlo. Eso esta claro.


-Clarísimo -intervino Emma mirando hacia Laura para pedir su aprobación.


-Puede haber problemas -tercio Laura encogiéndose de hombros-. Pedro no es su tipo y hace cosas que no cuadran con tu manera de ser. Me huelo complicaciones.


-¿Por qué es un tío simpático, dulce y un poco patoso que besa como un guerrero? -Emma dio un puntapié a Laura por debajo de la mesa-. A mí me huele a historia de amor.


-Tú hueles historias de amor incluso en un embotellamiento de la Noventa y cinco.


-Es posible. Pero no me negaras que una querrá saber qué va a pasar después. No puedes dejar correr un beso de estos –añadió Emma dirigiéndose a Pau.


-Quizá si, porque tal como veo las cosas, ha sido una bonita historia erótica para el desayuno y nadie ha salido herido. Bueno, ahora tengo que llamar al banco para tirar tres mil dólares como si fueran confeti. --Pau salio del rincón en el que estaban sentadas-. Nos vemos fuera, con la pala.- Y se marcho.


-No lo dejara correr -dijo Carla cogiendo una frambuesa del cuenco-. Se volverá loca si lo hace.


-El segundo contacto será dentro de cuarenta y ocho horas- coincidió Laura. Y entonces frunció el ceño-. Maldita sea, se ha largado sin ayudarnos a fregar los platos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario